domingo, 30 de junio de 2013

Capítulo 94.

—Zayn… detente. No puedo hacer esto —susurro urgentemente contra su boca, mis manos empujando sus brazos.

—¿Qué? ¿Qué está mal? —murmura y comienza a besar mi cuello, pasando ligeramente la punta de su lengua por mi garganta. Oh…

—No, por favor. No puedo hacer esto. No ahora. Necesito tiempo, por favor.

—Oh, Anastasia, no pienses tanto en esto —susurra mientras pellizca el lóbulo de mi oreja.

—Ah —jadeo, sintiéndolo en mi ingle, y mi cuerpo se arrima a él traicionándome.

Esto es tan confuso.

—Soy el mismo Anastasia. Te amo y te necesito. Tócame. Por favor.

Frota su nariz contra la mía, y su silenciosa y sincera súplica me derrite.

Lo toco. Lo toco mientras hacemos el amor. Oh dios…

Se coloca sobre mí, mirándome, y en la penumbra de la tenue luz de la mesita, puedo ver que está esperando, esperando mi decisión, y él está atrapado en mi hechizo.

Tentativamente coloco mi mano en el suave parche de vello en su esternón. Jadea y cierra los ojos como si le doliera, pero no quita mi mano esta vez. La muevo hacia arriba a sus hombros, sintiendo el temblor atravesándolo. Gruñe, y lo acerco más a mí, colocando ambas manos en su espalda, donde nunca ha sido tocado antes, en sus omóplatos, sosteniéndolo hacia mí. Su gemido estrangulado me excita como nada más.

Entierra su cabeza en mi cuello, besando y chupando y mordiéndome hasta llevar su nariz hasta mi barbilla y besarme, su lengua poseyendo mi boca, sus manos moviéndose por mi cuerpo una vez más. Sus labios se mueven hacia abajo, y más abajo a mis pechos, adorándolos mientras mis manos van y se quedan en sus hombros y espalda, disfrutando la flexibilidad y la curvatura de sus cincelados músculos, su piel aún húmeda por las pesadillas. Sus labios se cierran en mi pezón, tirando y apretando, por lo que se hincha para encontrar las gloriosas habilidades de su boca.

Gimo y paso mis uñas por su espalda. Y él jadea, un gemido estrangulado.

—Oh, dios Anastasia—dice ahogadamente, y es mitad grito, mitad gruñido.

Llega hasta mi corazón, pero también profundamente, aprieta todos los músculos por debajo de mi cintura. ¡Oh, qué puedo hacer por él! Mi Diosa interior se está retorciendo con deseo, y ahora estoy jadeando, igualando su torturada respiración con la mía.

Sus manos viajan al sur, sobre mi vientre, hasta mi sexo, y sus dedos están en mí, y luego dentro de mí. Gruño mientras mueve sus dedos en mi interior, y levanto mi pelvis para ir al encuentro de su toque.

—Anastasia —dice.

De pronto me suelta y me sienta, se saca el bóxer y se inclina sobre la mesita de luz para agarrar un paquete de aluminio. Sus ojos mieles están encendidos mientras me pasa el condón— ¿Quieres esto? Aún puedes decir que no. Siempre puedes decir no —murmura.

—No me des la oportunidad de pensarlo Zayn. También te deseo.

Rasgo el paquete con los dientes y me arrodillo entre sus piernas, y con temblorosos dedos lo deslizo en él.

—Con cuidado —dice—Vas hacer que me corra Anastasia.

Me maravillo de lo que le puedo hacer a este hombre con mi toque. Se extendió sobre mí, y por ahora mis dudas fueron alejadas y miré hacia la oscuridad, temibles profundidades en mi mente. Estoy intoxicada con este hombre, mi hombre, mi Cincuenta sombras. Se voltea de pronto tomándome totalmente por sorpresa, así que estoy encima de él. Whoa.

—Tú, tómame tú —murmura, sus ojos brillando con una feroz intensidad.

Oh, dios… lentamente, oh, tan lentamente, me hundo en él. Tira su cabeza hacia atrás y cierra los ojos mientras gime. Agarro sus manos y comienzo a moverme, disfrutando de la plenitud de mi posesión, disfrutando de su reacción, viéndolo desenmarañarse debajo de mí. Me siento como una diosa. Me inclino hacia abajo y beso su barbilla, pasando mis dientes a lo largo de su mandíbula sin afeitar. Sabe delicioso. Clava sus manos en mis caderas, y ralentiza mi ritmo, lento y fácil.

—Anastasia tócame… por favor.

Oh. Me hago hacia adelante y me mantengo constante con mis manos en su pecho.

Y él grita, su grito casi un sollozo, y se incrusta profundamente en mí.

—Ooh —gimo, y paso gentilmente mis uñas por su pecho, a través de sus vellos ahí, y gruñe ruidosamente y se gira bruscamente por lo que una vez más estoy debajo de él.

—Suficiente —gime— No más por favor. —Y es una súplica sincera.

Levantando las manos, coloco mis manos en su rostro, sintiendo la humedad de sus mejillas, y lo acerco a mis labios para poder besarlo.
Entrecruzo mis manos en su espalda.

Gruñe profundo y bajo en su garganta mientras se mueve dentro de mí, empujándome hacia delante y hacia arriba, pero no puedo encontrar mi liberación. Mi cabeza está demasiado confusa con sus asuntos. Estoy demasiado envuelta en él.

—Déjate ir Anastasia —me urge.

—No.

—Sí —gruñe. Se mueve ligeramente y gira sus caderas, una y otra vez.

¡Dios! ¡Aaagh!

—Vamos nena, necesito esto. Dámelo.

Y exploto, mi cuerpo esclavo del suyo, y me envuelvo en él, aferrándome como una enredadera mientras grita mi nombre, y llega al orgasmo conmigo, entonces colapsa, todo su peso presionándome contra el colchón.


Acuno a Zayn en mis brazos, su cabeza en mi pecho, mientras yacemos en el resplandor de nuestro amor. Paso mis dedos por su cabello mientras escucho su respiración normalizarse.

—Nunca me dejes —susurra, y giro los ojos sabiendo que no puede verme,

—Sé que estás girando tus ojos —murmura y escucho el rastro de humor en su voz.

—Me conoces bien —murmuro.

—Me gustaría conocerte mejor.

—Volviendo a ti Malik. ¿De qué se trataba tu pesadilla?

—Lo de siempre.

—Dime.

Traga y se tensa antes de dejar escapar un suspiro, un largo suspiro.

—Debo tener como tres años, y el proveedor de la perra drogadicta está enojado como el infierno otra vez. Fuma y fuma, un cigarrillo tras otro, y no puede encontrar un cenicero.

Se detiene y me congelo mientras un aterrador frío se agarra a mi corazón.

—Eso duele —dice— Es el dolor lo que recuerdo. Eso es lo que me da pesadillas. Eso y el hecho que ella no hizo nada para detenerlo.

Oh no. Esto es insoportable. Aprieto mi agarre sobre él, mis piernas y mis brazos sosteniéndolo hacia mí, y no dejo que mi desesperación me ahogue. ¿Cómo pudo alguien tratar así a un niño? Levanta la cabeza y clava su intensa mirada en mí.

—Tú no eres como ella. Nunca pienses eso. Por favor.

Parpadeo de vuelta a él. Es algo muy tranquilizador de escuchar. Coloca su cabeza en mi pecho otra vez, y creo que ha terminado, pero me sorprende continuando.

—A veces en los sueños ella sólo está acostada en el piso. Y creo que está durmiendo. Pero no se mueve. Nunca se mueve. Y tengo hambre. Mucha hambre.

Oh, mierda.

—Entonces hay un ruido fuerte y él regresa, y me golpea tan duro maldiciendo a la perra drogadicta. Su primera reacción siempre fue usar los puños o el cinturón.

—¿Es por eso que no te gusta que te toquen?

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