sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 89.

Con sus ojos grandes y llenos de miedo, suavemente tira de mi mano y la pone en su pecho sobre su corazón, en la zona prohibida. Su respiración se acelera. Su corazón está bombeando un frenético, pulsante latido bajo mis dedos. No quita sus ojos de mí; su mandíbula está tensa, sus dientes apretados.

Jadeo. ¡Oh mi Cincuenta! Me está dejando tocarlo. Y es como si todo el aire de mis pulmones se ha vaporizado, ido. La sangre está latiendo en mis oídos cuando el ritmo de mi corazón aumenta para igualar el suyo.

Él deja ir mi mano, dejándola en su lugar sobre su corazón. Flexiono levemente mis dedos, sintiendo la calidez de su piel bajo la tela de su camiseta. Está sosteniendo el aliento. No puedo soportarlo. Intento mover mi mano.

—No —dice rápidamente y pone su mano una vez más sobre la mía, presionando mis dedos contra él— No.

Más valiente por estas dos palabras, me arrastro más cerca así que nuestras rodillas se están tocando y tentativamente levanto mi otra mano para que él sepa exactamente lo que quiero hacer. Sus ojos se ensanchan pero no me detiene.

Suavemente comienzo a soltar los botones de su camisa. Es difícil con una mano.

Flexiono mis dedos bajo su mano y él me suelta, dejándome usar ambas manos para quitarle la camisa. Mis ojos no lo dejan mientras abro su camiseta, revelando su pecho.

Él traga, y sus labios se abren cuando su respiración se acelera, y siento su creciente pánico, pero no se aleja. ¿Está todavía en modo sumiso? No tengo idea.

¿Debería hacer esto? No quiero herirlo, física o mentalmente. La vista de él así, ofreciéndose hacia mí, ha sido un llamado de atención.

Me estiro, y mi mano se cierne sobre su pecho, y lo miro fijamente… pidiendo su permiso. Muy sutilmente inclina su cabeza hacia un lado, endureciéndose en la anticipación de mi toque, y la tensión irradia de él, pero esta vez no es de rabia, es de dolor. Vacilo. ¿Puedo hacerle esto?

—Sí —susurra, de nuevo con la rara habilidad de contestar mis preguntas no hechas.

Extiendo las yemas de mis dedos en su pecho y suavemente los acaricio bajo su esternón. Él cierra sus ojos, y su rostro se arruga como si estuviera esperando dolor intolerable. Es insoportable ser testigo, así que levanto mis dedos inmediatamente, pero él rápidamente toma mi mano y la pone de vuelta firmemente, estirada en su desnudo pecho así los vellos cosquillean mi palma.

—No —dice, su voz forzada—Lo necesito.

Sus ojos están cerrados tan fuertemente. Debe ser agónico. Es verdaderamente un tormento mirar. Cuidadosamente dejo que mis dedos recorran su pecho hacia su corazón, maravillándome con su sentir, aterrada de que sea un paso muy lejos.

Abre sus ojos, son fuego miel, quemándome.

Santo cielo. Su mirada es abrasadora, salvaje, más allá de intensa, y su respiración es rápida. Estimula mi sangre. Me retuerzo bajo su mirada.
No me ha detenido, así que muevo la yema de mis dedos a través de su pecho de nuevo, y su boca se afloja. Está jadeando, y no sé si es por miedo, o algo más.

He querido besarlo allí por tanto tiempo que me inclino en mis rodillas y sostengo su mirada por un momento, haciendo mi intención perfectamente clara. Entonces me agacho y suavemente planto un suave beso sobre su corazón, sintiendo su cálida, de un dulce olor piel bajo mis labios.

Su sofocado gruñido me mueve tanto que me siento atrás en mis talones, con miedo de lo que veré en su cara. Sus ojos están cerrados fuertemente, pero no se ha movido.

—De nuevo —susurra, y me inclino hacia su pecho una vez más, esta vez para besar una de sus cicatrices. Él jadea, y yo beso otra y otra. Gime fuertemente, y de pronto sus brazos están alrededor de mí, y su mano está en mi cabello, tirando mi cabeza hacia arriba dolorosamente para que mis labios lleguen a su insistente boca.

Y nos estamos besando, mis dedos enredándose en su cabello.

—Oh, Anastasia —suspira, y me gira y tira al suelo para que esté debajo de él. Subo mis manos para acunar su hermoso rostro, y en ese momento, siento sus lágrimas.

Está llorando… no. ¡No!

—Zayn, por favor, no llores. Lo decía en serio cuando dije que nunca te dejaré. Lo hice. Si te di cualquier otra impresión, lo siento mucho… por favor, por favor perdóname. Te amo. Siempre te amaré.

Se impone sobre mí, bajando la mirada hacia mi rostro, y su expresión es de dolor.

—¿Qué pasa?

Sus ojos se agrandan.

—¿Cuál es el secreto que te hace creer que saldré corriendo para no volver? ¿Qué te tiene tan determinado a creer que me iré? —Ruego, mi voz nerviosa— Dime, Zayn, por favor…

Se sienta derecho, pero esta vez cruza sus piernas y lo sigo, mis piernas estiradas.

Vagamente me pregunto si nos podemos parar del suelo. Pero no quiero interrumpir su tren de pensamiento. Finalmente va a confiar en mí.
Baja la mirada hacia mí, y se ve completamente desolado. Oh mierda, es malo.

—Anatasia… —Se detiene, buscando las palabras, su expresión adolorida…

¿Dónde diablos está dirigiéndose esto? Toma una profunda respiración y traga.

—Soy un sádico, Anastasia. Me gusta azotar pequeñas chicas morenas como tú porque todas lucen como la perra adicta al crack, mi madre biológica. Estoy seguro de que puedes adivinar por qué —lo dice rápidamente como si hubiera tenido esta oración en su cabeza por días y días y está desesperado por deshacerse de ella.

Mi mundo se detiene. ¡Oh no!
Esto no es lo que esperaba. Esto es malo. Realmente malo. Lo miro, intentando entender la implicación de lo que acaba de decir. Eso sí explica por qué todas lucimos igual.

Mi pensamiento inmediato es que Leila estaba en lo correcto: “El amo es oscuro.”

Recuerdo la primera conversación que tuve con él sobre sus tendencias cuando estábamos en la Habitación Roja del Dolor.

—Dijiste que no eras un sádico —susurro, desesperadamente intentando entender… crear alguna excusa por él.

—No, dije que era un Dominante. Si te mentí, fue una mentira por omisión. Lo siento. —Baja la mirada brevemente hacia sus cuidadas uñas.

Creo que está mortificado. ¿Mortificado por mentirme? ¿O por lo que él es?

—Cuando me hiciste esa pregunta, me había imaginado una relación muy diferente entre nosotros —murmura.

Puedo decir por su mirada que está aterrado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario