jueves, 20 de junio de 2013

Capítulo 34.


Mi mano se agarra de su cabello, mientras mi boca se encuentra febril contra la de Zayn, consumiéndolo, saboreando el sabor de su lengua en la mía. Y él se encuentra igual, devorándome. Es celestial. De repente me jala y me acerca, toma el borde de mi camiseta, jalándola sobre mi cabeza y lanzándola al suelo.

—Quiero sentirte —dice ávidamente contra mi boca mientras sus manos se ponen detrás de mí para desabrochar mi sostén. En un rápido movimiento, lo quita y lo pone a un lado.

Me recuesta de nuevo en la cama, presionándome contra el colchón, su boca y su mano se mueven hasta mis pechos. Mis dedos se curvan en su cabello y él toma uno de mis pezones entre sus labios y lo aprieta con fuerza.

Grito mientras la situación se desliza a través de mi cuerpo, pinchazos, y apretones por todos los músculos alrededor de mi ingle.

—Sí nena, déjame escucharte —murmura contra mi sobrecalentada piel.

Hombre, lo quiero dentro de mí ahora. Con su boca, juega con mi pezón, jalándolo, haciéndome retorcerme y suspirar por él. Siento su anhelo mezclado con… ¿qué? Veneración. Es como si me estuviese adorando.
Me toma el cabello con los dedos, mi pezón poniéndose duro y alargándose bajo su hábil toque. Su mano se mueve hasta mis vaqueros, y hábilmente suelta el botón, baja el cierre, y desliza su mano entre mis bragas, deslizando sus dedos contra mi sexo.

Su aliento sisea mientras sus dedos se deslizan en mi interior. Empujo mi pelvis contra el talón de su mano y él responde frotándose contra mí.

—Oh nena —dice en un respiro, mientras se cierne sobre mí, mirándome atentamente—Estás tan mojada. —Su voz está llena de maravilla.

—Te deseo —murmuro.

Su boca se une de nuevo con la mía, y siento su hambrienta desesperación, su necesidad de mí. Esto es nuevo —nunca ha sido así excepto cuando regresé de Georgia— y sus palabras del principio volvieron a mí. Necesito saber que estamos bien. ‘Ésta es la única manera que conozco’.

El pensamiento me lo aclara todo. Saber que tengo tal efecto en él, que puedo ofrecerle tanto consuelo, haciendo esto, mi Diosa interior ronronea con puro placer.

Él se sienta, toma el dobladillo de mis pantalones, y los jala, seguidos de mis bragas. Manteniendo sus ojos en mí, se pone de pie, saca un paquete de aluminio de su bolsillo y me lo lanza, luego se quita los pantalones y sus bóxers en un rápido movimiento.

Rasgo el paquete con avidez, y cuando él se acuesta de nuevo a mi lado, lentamente deslizo el condón en él. Toma mis dos manos y las pone sobre su espalda.

—Tú, arriba —ordena, me pone a horcadas sobre él—. Quiero verte.

Me guía, y dudando me deslizo sobre él. Cierra sus ojos y flexiona sus caderas para encontrarme, llenándome, extendiéndose, su boca formando una perfecta O cuando exhala.

Oh, eso se siente tan bien, poseyéndolo, poseyéndome.

Toma mis manos, y no sé si es para estabilizarme o para evitar que lo toque a pesar de todo ya tengo asegurado el camino.

—Me gusta mucho sentirte —murmura.

Me levanto de nuevo con el poder que tengo sobre él, mirando a Zayn Malik, poco a poco desmoronándose debajo de mí. Suelta mis manos y toma mis caderas, y pongo mis manos en sus brazos, se mete dentro de mí bruscamente, haciéndome gritar.

—Así es, nena, siénteme —dice su voz tensa.

Tiro mi cabeza hacia atrás y hago exactamente eso. Esto es lo que hace tan bien. Me muevo —luchando contra su ritmo en perfecta simetría— entumeciendo toda idea y razón. Sólo soy sensación perdida en este hoyo de placer. Arriba abajo… una y otra vez… oh sí… Abriendo mis ojos, bajo la mirada directamente hacia él, mi respiración irregular, me está regresando la mirada, ojos ardiendo.

—Mi Anastasia —articula.

—Sí —digo en tono áspero—Siempre.

Él gime con fuerza, cerrando de nuevo sus ojos, tirando su cabeza hacia atrás. Oh dios… ver a Zayn  desecho es suficiente para sellar mi destino, y me vengo de manera audible, agotadoramente, girando hacia arriba y alrededor, y colapso sobre él.

—Oh nena —gime cuando encuentra su liberación, sosteniéndome inmóvil y dejándose ir.

Mi cabeza está en su pecho en la zona de acceso prohibido, mi mejilla contra el ligero vello en su esternón. Estoy jadeando, candente, y resisto la urgencia de fruncir mis labios y besarlo.

Simplemente me acosté sobre él, recuperando mi aliento. Él alisa mi cabello, y su mano se desliza por mi espalda, acariciándome mientras tranquiliza su aliento.

—Eres tan hermosa.

Alzo mi cabeza para mirarlo, mi expresión es escéptica. Él frunce el ceño a modo de respuesta y se sienta rápidamente, tomándome por sorpresa, su brazo deslizándose para mantenerme en el lugar. Me agarro de sus bíceps cuando estamos cara a cara.

—Tú. Eres. Hermosa —dice de nuevo, su tono enfático.

—Y tú eres maravillosamente dulce a veces. —Lo beso suavemente.

Me levanta y me deja a un lado. Me estremezco cuando lo hace. Inclinándose, me besa suavemente.

—No tienes idea de cuán atractiva eres, ¿cierto?

Me sonrojo. ¿A dónde va con esto?

—Todos esos chicos persiguiéndote, ¿no es suficiente para una pista?

—¿Chicos? ¿Qué chicos?

—¿Quieres la lista? —Zayn frunce el ceño—. El fotógrafo, está loco por ti, ese chico en la ferretería, el hermano de Kate, tu jefe —añade amargamente.

—Oh, Zayn, eso no es cierto.

—Créeme. Les gustas. Quieren lo que es mío. —Me acerca a él, y reposo mis brazos en sus hombros, mis manos en su cabello, mirándolo entretenidamente.

—Mía —repite, sus ojos brillando posesivamente.

—Sí, tuya —le aseguro, sonriendo.

Luce apaciguado, y me siento perfectamente cómoda desnuda sobre su regazo en una cama bajo la luz de un sábado por la tarde. ¿Quién lo habría pensado?

Las marcas de lápiz labial permanecen en su cuerpo exquisito. Noto algunas manchas en la funda nórdica, y me pregunto si la señora Jones las notará.

—La línea aún está intacta —murmuro, con valentía remonto la marca en su hombro con mi dedo índice. Él se pone rígido, parpadeando de repente—. Quiero seguir explorando.

Me mira escépticamente.

—¿El apartamento?

—No. Estaba pensando en el mapa del tesoro que había dibujado para ti. —Mis dedos pican por tocarlo.

Sus cejas se alzan en sorpresa, y parpadea inseguro. Froto mi nariz contra la suya.

—¿Y que implicaría exactamente eso, señorita Steele?

Alzo mi mano de su hombro y deslizo mis yemas en su cara.

—Quiero tocarte en todos los lugares que me están permitidos.

Zayn atrapa mi dedo índice en sus dientes, mordiéndolo suavemente.

—Au —protesto y sonríe, un suave gruñido saliendo de su garganta.

—De acuerdo —dice, soltando mi dedo, pero su voz está mezclada con
aprensión—Espera.

Se acuesta a mi lado, alzándome de nuevo, y se quita el condón, dejándolo caer sin fijarse en el suelo al lado de la cama.

—Odio esas cosas. Tengo muchas ganas de llamar a la doctora Greene para que te ponga una inyección.

—¿Crees que la mejor ginecóloga en Seattle simplemente va a venir corriendo?

—Puedo ser muy persuasivo —murmura, poniendo mi cabello detrás de mí
oreja—. Franco ha hecho un gran trabajo con tu cabello. Me gustan estas capas.

¿Qué?

—Deja de cambiar el tema.

Me muevo de nuevo, ahora estoy sobre él, apoyándome en sus rodillas, mis pies a cada lado de sus caderas. Él se inclina hacia atrás con sus brazos.

—Toca —dice sin humor. Luce nervioso, pero está tratando de esconderlo.

Manteniendo mis ojos en los suyos, me acerco y deslizo mi dedo debajo de la línea del lápiz labial, a través de sus finamente esculpidos músculos abdominales. Se estremece y me detengo.

—No tengo que… —susurro.

—No, está bien. Es que… tengo que adaptarme. Nadie me ha tocado por un largo tiempo —murmura.

—¿La señora Robinson? —Las palabras salen espontáneamente de mi boca, y sorprendentemente, me las arreglo para mantener toda la amargura y el rencor en mi voz.

Él asiente, obviamente incómodo.

—No quiero hablar sobre ella. Agriará tu buena actitud.

—Puedo manejarlo.

—No, no puedes, Anastasia. Te pones roja cada vez que la menciono. Mi pasado es mi pasado. Es un hecho. No puedo cambiarlo. Tengo suerte de que tú no lo tengas, porque me volvería loco que lo tuvieses.

Frunzo el ceño, pero no quiero pelear.

—¿Volverte loco? Más de lo que ya estás. —Sonrío, esperando aligerar la atmosfera entre nosotros.

Sus labios se contraen.

—Loco por ti —susurra.

Mi corazón se hincha de alegría.

—¿Llamo al doctor Flynn?

—No creo que eso sea necesario —dice secamente.

Se mueve hacia atrás de esta manera está sobre sus pies. Pongo mis dedos de nuevo en su vientre y dejo que se muevan a través de su piel. Se pone rígido de nuevo.

—Me gusta tocarte. —Mis dedos patinan hasta su ombligo después hacia el sur a lo largo de su camino de la felicidad. Sus labios se parten mientras su respiración cambia, sus ojos se oscurecen y su erección despierta y da tirones debajo de mí.

—¿Otra vez? —murmuro.

Él sonríe.

—Oh sí, señorita Steele, otra vez.

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