miércoles, 26 de junio de 2013

Capítulo 62.

¡Santo cielo, este barco se puede mover! Me mantengo firme, agarrando el timón, luchando contra él, y Zayn está detrás de mí una vez más, sus manos sobre las mías.

—¿Qué te parece? —grita por encima del sonido del viento y el mar.

—¡Zayn! Esto es fantástico.

Rebosa de alegría, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Espera hasta pasar el bosquecillo. —Señala con la barbilla hacia Mac, quien está desplegando el espinaquer, una vela que es de un rico color rojo oscuro. Me recuerda a las paredes del cuarto de juegos.

—Interesante color —grito.

Me da una sonrisa lobuna y un guiño. Oh, es intencionado.
Las copas del bosquecillo sobresalen, una extraña forma elíptica, poniendo a The Grace sobre marcha. Encontrando su dirección, acelera sobre el estrecho.

—Vela asimétrica. Para la velocidad. —Zayn responde a mi pregunta no dicha.

—Es increíble.

No puedo pensar en nada mejor que decir. Tengo la sonrisa más ridícula en mi cara mientras nos movemos rápidamente a través del agua, en dirección a la majestuosidad de las Montañas Olímpicas y la Isla de Bainbridge.

Mirando hacia atrás, veo a Seattle reduciéndose detrás de nosotros, el Monte Rainier en la distancia.

No había apreciado realmente cuán hermoso y robusto es el paisaje de los alrededores de Seattle, verde, exuberante, y con árboles de hoja perenne de clima templado, y acantilados que sobresalen aquí y allá. Tiene una belleza salvaje pero serena, en esta gloriosa tarde soleada, que me quita el aliento. La quietud es impresionante en comparación con nuestra velocidad a medida que avanzamos con rapidez a través del agua.

—¿A qué velocidad vamos?

—A 15 nudos.

—No tengo idea de lo que significa.

—Son aproximadamente 27 kilómetros por hora.

—¿Eso es todo? Se siente mucho más rápido.

Él aprieta mis manos, sonriendo.

—Te ves hermosa, Anastasia. Es bueno ver un poco de color en tus mejillas... y no de rubor. Te ves como lo haces en las fotos de Justin.

Me doy la vuelta y lo beso.

—Usted sabe cómo hacer que una chica pase un buen momento, Sr. Malik.

—Estamos para complacer, señorita Steele. —Saca mi cabello fuera del camino y besa la parte de atrás de mi cuello, enviando deliciosos hormigueos en mi espalda— Me gusta verte feliz —murmura y aprieta sus brazos alrededor de mí.

Miro hacia fuera sobre la ancha agua azul, preguntándome qué podría haber hecho en el pasado para tener a la fortuna sonriéndome y entregándome a este hermoso hombre. Sí, eres una perra con suerte, mi subconsciente chasquea. Pero tienes trabajo que practicar en ser fría con él. No va a querer esta mierda de vainilla para siempre... vas a tener que comprometerte. Miro mentalmente a su cara, sarcástica, insolente y descanso mi cabeza contra el pecho de Zayn. Pero en el fondo sé que mi subconsciente tiene razón, pero destierro los pensamientos. No quiero echar a perder mi día.



Una hora más tarde, estamos anclados en una cala pequeña y solitaria fuera de la isla de Bainbridge. Mac se ha ido a tierra en el inflable, ¿por qué?, no sé, pero tengo mis sospechas porque tan pronto como Mac inicia el motor fuera de borda, Zayn toma mi mano y casi me arrastra a su camarote, un hombre con una misión.

Ahora está delante de mí, exudando su embriagadora sensualidad mientras sus hábiles dedos hacen el trabajo rápido de las correas de mi chaleco salvavidas. Lo lanza a un lado y mira fijamente hacia mí, sus oscuros ojos dilatados.

Ya estoy perdida y apenas me ha tocado. Levanta la mano a mi rostro, y sus dedos se mueven por mi barbilla, la columna de mi garganta, mi esternón, abrasándome con su toque, hacía el primer botón de mi blusa azul.

—Quiero verte.

Exhala y con destreza desabrocha el botón. Inclinado, planta un suave beso en mis labios entreabiertos. Estoy jadeando y con ganas, suscitadas por la potente combinación de su cautivadora belleza, su sexualidad en bruto en los confines de esta cabina, y el suave balanceo de la embarcación. Él está de vuelta.

—Desnúdate para mí —susurra, sus ojos ardiendo.

Estoy muy feliz de cumplir. Sin quitar mis ojos de él, poco a poco desabrocho cada botón, saboreando su ardiente mirada. ¡Oh, esto es algo embriagador! Puedo ver su deseo, es evidente en su rostro… y en otros lugares.

Dejo que mi blusa caiga al suelo y alcanzo el botón de mis jeans.

—Para —ordena— Siéntate.

Me siento en el borde de la cama, y en un movimiento fluido está de rodillas delante de mí, deshaciendo los cordones primero de una, luego de la otra zapatilla deportiva, tirando cada una fuera, seguidas de mis calcetines. Levanta mi pie izquierdo y lo alza, planta un suave beso en la yema de mi dedo gordo, y a continuación, roza los dientes contra él.

—¡Ah! —gimo mientras siento el efecto en la ingle. Se para en un suave movimiento, extiende la mano hacía mí, y me tira para arriba, afuera de la cama.

—Continua —dice y se pone de nuevo a mirarme.

Bajo con facilidad la cremallera de mis jeans y engancho los pulgares en la cintura como en un desfile y luego deslizo los jeans de algodón por mis piernas. Una suave sonrisa juega en sus labios, pero sus ojos siguen siendo oscuros.

Y no sé si es porque me hizo el amor esta mañana, y quiero decir que realmente me hizo el amor, suavemente, dulcemente, o si fue su apasionada declaración de “sí…te quiero” pero no me siento avergonzada en absoluto. Quiero ser sexy para este hombre. Se merece algo sexy, me hace sentir sexy.

Está bien, esto es nuevo para mí, pero estoy aprendiendo bajo su experta tutela. Y, entonces otra vez, mucho es nuevo para él, también. Equilibra el sube y baja entre nosotros un poco, creo.


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