sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 79.

Despierto de golpe de un sueño perturbador y me siento momentáneamente desorientada. Me encuentro mirando con ansiedad el otro extremo de la cama, pero no hay nadie ahí. Flotando desde la sala, escucho el tenue tono de una compleja melodía proveniente del piano.

¿Qué hora es? Compruebo la alarma-reloj: dos de la mañana. ¿Ha venido Zayn a dormir algo? Desenredo mis piernas de la bata, que todavía estoy usando, y bajo de la cama.

En la sala principal, me quedo de pie en las sombras, escuchando. Zayn está perdido en la música. Parece seguro y protegido en su burbuja de luz. Y la canción que interpreta tiene una melodía cadenciosa, que en parte suena familiar, pero tan elaborada. Jesús, es bueno. ¿Por qué esto siempre tiene que tomarme por sorpresa?

Toda la escena parece diferente de algún modo, y me doy cuenta que la tapa del piano está bajada, otorgándome una vista sin obstáculos. Él levanta su mirada y nuestros ojos se encuentran, los suyos mieles y suavemente luminosos en el difuso brillo de la lámpara. Continúa tocando, sin titubear en absoluto, mientras hago mi camino hacia él. Sus ojos me siguen, bebiéndome, ardiendo con más brillo. Cuando lo alcanzo, se detiene.

—¿Por qué paraste? Eso era maravilloso.

—¿Tienes idea de lo deseable que te ves en este momento? —dice él, con voz suave.

Oh.

—Ven a la cama —susurro, y sus ojos se calientan cuando extiende su mano.

Cuando la tomo, él tira de mí de forma inesperada, por lo que caigo en su regazo. Envuelve sus brazos a mi alrededor y acaricia mi cuello por detrás de mí oreja, lo que envía escalofríos a lo largo de mi columna.

—¿Por qué peleamos? —susurra, mientras sus dientes se apoderan del lóbulo de mi oreja.

Mi corazón se salta un latido, luego comienza a correr a todo ritmo, enviando calor a través de todo mi cuerpo.

—Porque estamos conociéndonos, y eres terco, pendenciero, mal humorado y difícil —murmuro sin aliento, moviendo mi cabeza para darle un mejor acceso a mi garganta. Pasa su nariz a lo largo de mi cuello, y siento su sonrisa.

—Soy todas esas cosas, señorita Steele. Es un milagro que me aguantes. —Mordisquea el lóbulo de mi oreja y yo gimo—. ¿Es siempre así? —suspira.

—No tengo idea.

—Yo tampoco.

Tira del cinturón de mi bata por lo que esta se abre, y sus manos vagan por mi cuerpo, sobre mis pechos. Mis pezones se endurecen bajo su suave tacto y se tensan contra el satén. Continúa descendiendo por mi cintura, hasta mis caderas.

—Te sientes tan bien bajo este material, puedo verlo todo… incluso esto. —Tira suavemente mi vello púbico a través de la tela, lo que me hace jadear, mientras su otra mano se envuelve sobre el cabello en mi nuca. Tirando mi cabeza hacia atrás, me besa, su lengua urgente, implacable, necesitada. Gimo en respuesta y acaricio su querido, amado rostro. Su mano suavemente levanta mi camisón, lentamente, de forma tentadora, hasta que acaricia mi trasero desnudo y luego pasando la uña de su pulgar por el interior de mi muslo.

De pronto se levanta, sorprendiéndome, y levantándome hasta poner mi cuerpo sobre el piano. Mis pies se apoyan en las teclas, haciendo sonar notas discordantes, y sus manos suben por mis piernas y separan mis rodillas. Agarra mis manos.

—Recuéstate —ordena, sosteniendo mis manos mientras me extiendo sobre la parte superior del piano.

La tapa se siente dura e implacable contra mi espalda. Él me suelta y abre más mis piernas, mis pies danzando sobre las teclas, sobre las notas más altas y más bajas.

Oh chico. Sé qué es lo que va a hacer, y la anticipación… gimo ruidosamente mientras besa el interior de mi rodilla, luego besando, chupando y mordisqueando su camino desde mi pierna a mi muslo. El suave camisón de satín se levanta más, rozando mi piel sensible, cuando él empuja la tela. Flexiono mis pies y los acordes suenan otra vez. Cerrando mis ojos, me rindo a él mientras su boca alcanza la cúspide de mis muslos.

Él me besa… ahí… Oh chico… entonces sopla suavemente antes de que su lengua rodee mi clítoris. Abre más mis piernas. Me siento tan abierta… tan expuesta. Me sujeta en mi lugar, sus manos justo sobre mis rodillas mientras su lengua me tortura, sin darme cuartel, sin tregua… sin poder respirar. Inclinando mis caderas hacia arriba, encontrando e igualando su ritmo, me consume.

—Oh, Zayn, por favor. —Vuelvo a gemir.

—Oh no, nena, no todavía —bromea, pero me siento acelerar a medida que él lo hace, y se detiene.

—No —lloriqueo.

—Esta es mi venganza, Anastasia —gruñe suavemente— Discute conmigo, y voy a cobrármelo con tu cuerpo de algún modo.

Esparce besos a lo largo de mi vientre, sus manos viajando por mis muslos, acariciando, amasando, tentando. Su lengua hace círculos en mi ombligo mientras sus manos —y sus pulgares… oh sus pulgares— alcanzan la cumbre de mis muslos.

—¡Ah! —grito cuando empuja uno dentro de mí. El otro me acaricia, lenta, agonizantemente, haciendo círculos a mi alrededor una y otra vez. Mi espalda se arquea fuera del piano mientras me retuerzo bajo su toque. Es casi insoportable.

—¡Zayn! —grito, fuera de control con la necesidad.

Se apiada de mí y se detiene. Levantando mi pie de las teclas, me empuja; y repentinamente, me estoy deslizando sin esfuerzo sobre el piano con la ayuda del satén, y él me sigue hasta allí arriba, arrodillándose brevemente entre mis piernas para ponerse un condón. Se cierne sobre mí y estoy jadeando, mirándolo con descarnada necesidad, y noto que está desnudo. ¿Cuándo se quitó la ropa?

Él me mira fijamente, y hay admiración en sus ojos, admiración, amor y pasión, y me quita el aliento.

—Te deseo tanto —dice, y muy lentamente, exquisitamente, se hunde en mí.


Estoy extendida sobre él, agotada, mis extremidades pesadas y lánguidas, mientras yacemos sobre el piano. Oh dios… Él es mucho más cómodo para descansar que el piano. Con cuidado de no tocar su pecho, apoyo mi mejilla en él y me mantengo perfectamente quieta. Él no se opone, y escucho su respiración mientras se ralentiza como la mía. Suavemente acaricia mi cabello.

—¿Bebes té o café en las noches? —le pregunto somnolienta.

—Qué extraña pregunta —dice él, soñador.

—Pensé que podría traerte algo de té al estudio, y luego me di cuenta que no sabía si eso te gustaría.

—Oh, ya veo. Agua o vino en las noches, Anastasia. Aunque tal vez debería probar con el té.

Sus manos se mueven rítmicamente por mi espalda, acariciándome con ternura.

—Realmente sabemos muy poco el uno sobre el otro —murmuro.

—Lo sé —dice, y su voz es triste. Me siento para mirarlo.

—¿Qué pasa? —pregunto.

Él sacude su cabeza como si se estuviera deshaciendo de algún pensamiento desagradable, y levantando su mano, acaricia mi mejilla, sus ojos brillantes y serios.

—Te amo, Anastasia Steele —dice.


La alarma sonó con las noticias del tráfico de las seis de la mañana y yo soy bruscamente despertada de mi inquietante sueño de mujeres muy rubias y morenas. No puedo entender sobre qué es e inmediatamente me distraigo porque Zayn Malik me envuelve como seda, su cabeza con cabello rebelde en mi pecho, su mano en mis pechos, su pierna sobre mí, aplastándome. Todavía está dormido y yo tengo mucho calor. Pero ignoro mi incomodidad, tentativamente me estiro para pasar con cuidado mis dedos por su cabello y él se mueve. Levantando sus brillantes ojos mieles, sonríe dormido. Santo cielo... es adorable.

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