jueves, 20 de junio de 2013

Capítulo 29.

En el elevador mira hacia mí.

—¿Sigues enfadada conmigo? —pregunta de manera casual.

—Mucho.

Asiente.

—Está bien —dice, y sigue mirando hacia adelante.

Taylor está esperando por nosotros cuando llegamos al vestíbulo. ¿Cómo es que siempre sabe? Toma mi maleta.

— ¿Welch se ha puesto en contacto? —pregunta Zayn.

—Sí, señor.

—¿Y?

—Todo arreglado.

—Excelente. ¿Cómo está tu hija?

—Está bien, gracias, señor.

—Bien. Tendremos un estilista llegando a la una, Franco De Luca.

—Señorita Steele. —Taylor asiente hacia mí.

—Hola, Taylor. ¿Tienes una hija?

—Sí señora.

—¿Cuántos años tiene?

—Tiene siete.

Zayn me mira impacientemente.

—Vive con su madre —aclara Taylor.

—Oh, ya veo.

Taylor me sonríe. Esto es inesperado. ¿Taylor es padre? Sigo a Zayn al gran salón, intrigada por esta información.
Miro alrededor. No he estado aquí desde que me fui.

—¿Tienes hambre?

Sacudo mi cabeza. Zayn me mira por un instante y decide no discutir.

—Tengo que hacer algunas llamadas. Siéntete como en casa.

—Está bien.

Zayn desaparece en su estudio, dejándome parada en la gran galería de arte que llama hogar y preguntándome qué hacer conmigo misma.




¡Ropa! Cogiendo mi mochila, me apresuro por las escaleras a mi habitación y le echo un vistazo al vestidor. Sigue lleno de ropa… toda de marca, nueva y con la etiqueta del precio puesta. Tres largos vestidos de noche, tres vestidos de coctel y tres más para vestir diario. Todos deben haber costado una fortuna.

Compruebo la etiqueta de uno de los vestidos de noche: 2,998 dólares. Joder. Me hundo en el piso. Esta no soy yo. Pongo mi cabeza en mis manos y trato de procesar las pasadas horas. Es exhaustivo. ¿Por qué, oh, por qué tenía que enamorarme de alguien que está plenamente loco; hermoso, terriblemente hermoso, más rico que Creso pero loco como una cabra?

Pesco mi BlackBerry de mi bolsillo trasero y llamo a mamá.

—¡Anastasia, cariño! Cuando tiempo. ¿Cómo estás querida?

—Oh, tu sabes…

—¿Qué está mal? ¿Aún no funciona con Zayn?

—Mamá, es complicado. Creo que le falta un tornillo. Ese es el problema.

—Dímelo a mí. Hombres, simplemente no puedes leerlos a veces. Bob se pregunta si mudarnos a Georgia fue bueno.

—¿Qué?

—Sí, está hablando de regresar a las Vegas.

Oh, alguien más tiene problemas. No soy la única.

Zayn aparece en la entrada de la puerta.

—Ahí estás. Pensé que habías huido. —Su alivio es obvio.

Extiendo mi mano para indicarle que estoy al teléfono.

—Disculpa mamá. Tengo que irme. Te llamare pronto otra vez.

—Está bien, cariño, cuídate. ¡Te amo!

—También te amo, mamá.

Cuelgo y miro a Zayn. Frunce el ceño, luciendo extrañamente incómodo.

—¿Por qué te estás escondiendo aquí? —pregunta.

—No me estoy escondiendo. Me estoy desesperando.

—¿Desesperando?

—Por todo esto, Zayn. —Ondeo mi mano en la dirección general de las prendas.

—¿Puedo entrar?

—Es tu armario.

Frunce el ceño otra vez y se sienta, de piernas cruzadas, encarándome.

—Son solo prendas. Si no te gustan, las enviaré de vuelta.

—Es muy complicado tratar contigo, ¿sabes?

Parpadea hacia mí y rasca su barbilla… su barbilla sin afeitar. Mis dedos se mueren por tocarlo.

—Lo sé. Me estoy esforzando —murmura.

—Eres muy difícil.

—Igual que tú, señorita Steele.

—¿Por qué estás haciendo esto?

Sus ojos se amplían y su cautela regresa.

—Sabes por qué.

—No, no lo sé.

Pasa su mano a través de su cabello.

—Eres una mujer frustrante.

—Puedes tener una linda sumisa morena. Una que diga “¿qué tan alto?” cada vez que dices salta, siempre que tenga permiso de hablar, por supuesto. Entonces, ¿por qué yo Zayn? Simplemente no lo entiendo.

Se queda mirándome por un momento, y no tengo idea de qué está pensando.

—Me haces ver el mundo de manera diferente, Anastasia. No me quieres por mi dinero. Me haces… desear —dice suavemente.

¿Qué? El Sr. enigmático está de regreso.

—¿Desear qué?

Se encoge de hombros.

—Más. —Su voz es baja y tranquila—. Y tienes razón. Estoy acostumbrado a que las mujeres hagan exactamente lo que digo, cuando lo digo, que hagan exactamente lo que quiero. Se vuelve viejo rápidamente. Hay algo acerca de ti, Anastasia, algo que me llama en algún nivel profundo que no entiendo. Es un canto de sirena. No puedo resistirme a ti, y no quiero perderte. —Se estira y toma mi mano—. No te vayas por favor; ten un poco de fe en mí y un poco de paciencia. Por favor.

Se ve tan vulnerable…Es perturbador. Apoyándome en mis rodillas, me inclino hacia adelante y lo beso suavemente en los labios.

—De acuerdo. Fe y paciencia, puedo vivir con eso.

—Bien. Porque Franco ha llegado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario