domingo, 30 de junio de 2013

Capítulo 104.

Deambulo apáticamente por el apartamento. Zayn todavía está trabajando. Me he duchado y vestido con un suéter y una camiseta mía, y me aburro. No quiero leer. Si me quedo quieta, voy a recordar a Jack y sus dedos en mí.

Echo un vistazo a mi antiguo dormitorio, el dormitorio de las sumisas. Justin puede dormir aquí, le gustará la vista. Son como las ocho y cuarto, y el sol comienza a hundirse en el oeste. Las luces de la ciudad parpadeaban debajo de mí. Es glorioso.

Sí, Justin le gustará dormir aquí. Me pregunto distraídamente dónde Zayn colgará las fotos que Justin me tomó. Pero preferiría que no lo hiciera. No estoy interesada en verme a mí misma.

De vuelta en el pasillo me encuentro fuera de la sala de juegos, y sin pensar, trato de abrir la manija de la puerta. Zayn normalmente la mantiene bajo llave, pero para mi sorpresa, la puerta abre. Qué extraño. Sintiéndome como una niña jugando a las escondidas y perdiéndome en el bosque prohibido, entro. Está oscuro. Le doy un golpecito rápido al interruptor y las luces bajo la cornisa se iluminan con un suave resplandor. Es como lo recuerdo. Una sala como un vientre. Recuerdos de la última vez que estuve aquí destellaron en mi mente. El cinturón….

Me estremezco al recordarlo. Ahora cuelga inocentemente, alineado con los demás, en el estante junto a la puerta. Tentativamente paso mis dedos sobre los cinturones, los floggers, las paletas y los látigos.

Jesús. Esto es lo que tengo que cuadrar con el Dr. Flynn. ¿Puede alguien con este estilo de vida parar? Parece tan improbable. Vagando sobre la cama, me siento en las suaves sabanas de raso rojo, mirando a mi alrededor a todos los aparatos.

A mi lado está el banco, sobre éste, un surtido de bastones. ¡Tantos! ¿Uno no es suficiente? Bueno, cuanto menos se diga sobre eso, mejor. Y la gran mesa. Nunca intentamos eso, lo que sea que él hace ahí. Mis ojos caen en el sofá, y me muevo para sentarme en él. Sólo es un sofá, no hay nada extraordinario en él, nada para ajustar nada, no que yo pueda ver. Echando un vistazo detrás de mí, veo la cómoda. Mi curiosidad se despertó. ¿Qué guarda ahí?

Mientras tiro del cajón de arriba noto que mi sangre late con fuerza por mis venas. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Esto se siente tan ilícito, como si estuviera invadiendo, lo que por supuesto, estoy haciendo. Pero si él se quiere casar conmigo, bueno… Santa mierda, ¿qué es todo esto? Una serie de instrumentos y utensilios extraños, no tengo idea de qué o para qué son, están cuidadosamente dispuestos en el cajón abierto. Escojo uno. Tiene forma de bala con una especie de mango. Hmmm… ¿Qué demonios haces con esto? Mi mente se tambalea, sin embargo creo que tengo una idea. Jesús, ¡hay cuatro tallas diferentes! Mi cuero cabelludo pica y levanto la mirada.

Zayn está de pie en la entrada, mirándome, su rostro difícil de leer. ¿Cuánto tiempo lleva aquí? Siento como si me hubieran atrapado con las manos en el tarro de galletas.

—Hola. —Le sonrío nerviosamente, y sé que mis ojos están muy abiertos y que estoy mortalmente pálida.

—¿Qué estás haciendo? —dice suavemente, pero hay un trasfondo en su tono.

Oh, mierda. ¿Está molesto? Me ruborizo.

—Eh... Estaba aburrida y curiosa —murmuro, avergonzada de ser descubierta, dijo que tardaría dos horas.

—Esa es una combinación muy peligrosa.

Corre su largo dedo índice por su labio inferior, en tranquila contemplación, sin quitar los ojos de mí. Trago y mi boca está seca.
Lentamente entra en la habitación y cierra la puerta sin hacer ruido detrás de él. Oh dios… Se inclina casualmente sobre la cajonera, pero creo que su posición es engañosa. Mi Diosa interior no sabe si es tiempo de luchar o de volar.

—Entonces, ¿qué es exactamente de lo que sientes curiosidad, señorita Steele? Tal vez podría iluminarte.

—La puerta estaba abierta... Yo…

Miro a Zayn mientras aguanto la respiración y parpadeo, insegura como siempre de su reacción o de lo que debería decir. Sus ojos están oscuros. Creo que está divertido, pero es difícil de decir. Pone los codos en la cómoda y apoya la barbilla sobre sus manos entrelazadas.

—Estuve aquí antes, buscando qué hacer con todo esto. Debo haber olvidado cerrarlo con llave. —Él frunce el ceño un instante, como si dejar la puerta abierta es un lapso terrible de juicio. Yo frunzo el ceño, no es como que él sea olvidadizo.

—¿Ah, sí?

—Pero ahora estás aquí, curiosa como siempre. — Su voz es suave, enigmática.

—¿No estás molesto? —susurro, usando el aliento que me queda.

Él ladea la cabeza hacia un lado, y sus labios se contraen en diversión.

—¿Por qué estaría molesto?

—Siento como si estuviera invadiendo… y siempre estás enojado conmigo.

Mi voz es tranquila, aunque me siento aliviada. La ceja de Zayn sube una vez más.

—Sí, estás invadiendo, pero no estoy molesto. Espero que algún día vivas aquí conmigo, y todo esto —hace un gesto vago por la habitación con una sola mano—, va a ser tuyo, también.

Mi sala de juegos... ¿eh? Lo miro embobada, eso es mucho para asimilar.

—Es por eso que estaba aquí hoy. Tratando de decidir qué hacer. —Golpea sus labios con el dedo índice— ¿Estoy enojado contigo todo el tiempo? No lo estaba esta mañana.

Oh, eso es cierto. Sonrío ante el recuerdo de Zayn cuando nos despertamos, y eso me distrae de la idea de lo que será de la sala de juegos. Él fue un divertido Cincuenta esta mañana.

—Fuiste travieso. Me gusta el Zayn travieso.

—¿Te gusta, eh? —Él arquea una ceja, y su hermosa boca se curva hacia arriba en una sonrisa, una sonrisa tímida. ¡Vaya!

—¿Qué es esto? —Sostengo en alto la bala de plata

—Siempre hambrienta de información, señorita Steele. Eso es un dilatador anal —dice suavemente.

—Oh...

—Lo compré para ti.

¿Qué?

—¿Para mí?

Él asiente lentamente, su cara ahora seria y cautelosa.

Frunzo el ceño.

—¿Tú compras nuevos, eh... juguetes... para cada sumisa?

—Algunas cosas. Sí.

—¿Dilatadores anales?

—Sí.

Está bien... Trago. Dilatador anal. Es metal sólido, ¿eso seguramente tiene que ser incómodo? Recuerdo nuestra discusión sobre los juguetes sexuales y los límites duros después de graduarme. Creo que en ese momento le dije que lo intentaría.

Ahora, en realidad viendo uno, no sé si es algo que quiero hacer. Lo examino una vez más y lo coloco de regreso en el cajón.

—¿Y esto?

Saco un objeto de goma largo, negro, hecho de burbujas esféricas disminuyendo gradualmente unidas entre sí, la primera grande y la última mucho más pequeña. Ocho burbujas en total.

—Cuentas anales —dice Zayn, mirándome con atención.

¡Oh! Las examino con fascinado horror. Todo esto, dentro de mí... ¡allí! No tenía ni idea.

—Ellas tienen bastante efecto si las sacas en mitad del orgasmo —agrega de manera casual.

—¿Esto es para mí? —susurro.

—Para ti. —Él asiente lentamente.

—¿Este es el cajón anal?

Él sonríe.

—Si quieres llamarlo así...

Lo cierro rápidamente, enrojeciendo como un semáforo.

—¿No te gusta el cajón anal? —pregunta inocentemente, divertido. Lo miro y me encojo de hombros, tratando de zafarme del impacto.

—No está en la parte superior de la lista en mi tarjeta de Navidad —murmuro con indiferencia. Tentativamente, abro el segundo cajón. Él sonríe.

—El siguiente cajón contiene una selección de vibradores.

Cierro el cajón rápidamente.

—¿Y el siguiente? —susurro, palideciendo una vez más, pero esta vez de vergüenza.

—Ese es más interesante.

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