jueves, 20 de junio de 2013

Capítulo 30.

Franco es bajito, moreno y gay. Me gusta.

—¡Qué cabello tan hermoso! —borbotea con un acento italiano extravagante, probablemente falso. Apuesto que es de Baltimore o cerca, pero su entusiasmo es infeccioso. Zayn nos lleva a ambos a su cuarto de baño, sale a toda prisa y vuelve a entrar, cargando una silla de su habitación.

—Los dejaré solos —murmura.

—Grazie, Sr. Malik. —Franco se gira hacia mí—. Bene, Anastasia, ¿qué haremos contigo?



Zayn está sentado en su sofá, escarbando a través de lo que parecen ser hojas de cálculo. Suave, melódica música clásica se extiende a través de la habitación principal. Una mujer canta apasionadamente, vertiendo su alma en la canción. Quita el aliento. Zayn levanta la mirada y sonríe, distrayéndome de la música.

—¡Ves! Te dije que le gustaría —dice Franco con entusiasmo.

—Te ves hermosa, Anastasia—dice Zayn apreciativamente.

—Mi trabajo está hecho —exclama Franco.

Zayn se levanta y pasea hacia nosotros.

—Gracias, Franco.

Franco se gira. Me envuelve en un enorme abrazo de oso, y me besa en ambas mejillas.

—¡Nunca dejes que nadie más corte tu cabello, bellissima Anastasia!

Me río, ligeramente avergonzada por su familiaridad. Zayn le muestra la puerta del vestíbulo y regresa momentos después.

—Me alegra que lo mantuvieras largo —dice mientras camina hacia mí, sus ojos brillando. Toma un mechón entre sus dedos—Tan suave —murmura mirándome— ¿Sigues molesta conmigo?

Asiento y él sonríe.

—¿Por qué exactamente estás molesta conmigo?

Ruedo mis ojos.

—¿Quieres la lista?

—¿Hay una lista?

—Una larga.

—¿Podemos discutirlo en la cama?

—No. —Hago pucheros como una niña.

—Durante el almuerzo, entonces. Estoy hambriento, y no solo de comida. —Me da una sonrisa lasciva.

—No voy a dejar que me deslumbres con tus técnicas sexuales de distracción.

Ahoga una sonrisa.

—¿Qué es lo que te molesta específicamente, señorita Steele? Suéltalo.

Está bien.

—¿Qué me molesta? Bien, está tu brutal invasión a mi privacidad, el factor de que me llevaste a un lugar donde tu ex amante trabaja y que usaste para llevar a tus otras ex amantes para que tengan sus tratamientos de depilado con cera, manipularme en la calle como si tuviera seis años; y para colmo ¡dejaste que tu Sra. Robinson te toque! —Mi voz ha ascendido en crescendo.

Levanta las cejas, y su buen humor se evapora.

—Esa es una gran lista. Pero déjame aclararte una vez más… ella no es mi Sra.Robinson.

—Ella puede tocarte —repito.

Presiona sus labios.

—Ella sabe dónde.

—¿Qué significa eso?

Pasa ambas manos a través de su cabello y cierra sus ojos brevemente, como si estuviera pidiendo inspiración divina de alguna clase. Traga saliva.

—Tú y yo no tenemos reglas. Nunca he tenido una relación sin reglas, y nunca sé dónde vas a tocarme. Me pone nervioso. Tu toque por completo… —Se detiene, buscando las palabras—Simplemente significa más… mucho más.

¿Más? Su respuesta es completamente inesperada, tirando de mí, y ahí está esa pequeña palabra con gran significado colgando entre nosotros otra vez.

Mi toque significa… más. Santo cielo. ¿Cómo se supone que voy a resistir cuando dice esta clase de cosas? Malik busca mis ojos, observando, aprehensivo.

Tentativamente extiendo una mano y la aprehensión se convierte en alarma.

Zayn retrocede y cae mi mano.

—Límite duro —susurra urgentemente, su rostro luce adolorido, con pánico.

No puedo dejar de sentir una decepción aplastante.

— ¿Cómo te sentirías si no pudieras tocarme?

—Privado y devastado —dice inmediatamente.

Oh, mi Cincuenta Sombras. Sacudo mi cabeza, le ofrezco una pequeña, reconfortante sonrisa y se relaja.

—Vas a tener que decirme exactamente por qué es un límite duro un día, por favor.

—Un día —murmura y parece encajarse fuera de su vulnerabilidad en un nanosegundo.

¿Cómo puede cambiar con tanta rapidez? Es la persona más caprichosa que conozco.

—Entonces, el resto de tu lista. Invadir tu privacidad. —Su boca se curva mientras contempla esto— ¿Porque conozco tu cuenta bancaria?

—Sí, eso es indignante.

—Verifico los antecedentes de todas mis sumisas. Te mostraré. —Se gira y se dirige a su estudio.

Obedientemente los sigo, aturdida. De un armario cerrado con llave, saca una carpeta con una etiqueta impresa: ANASTASIA STEELE.
Madre mía. Lo miro fijamente.

Se encoge de hombros en tono de disculpa.

—Puedes quedártela —dice tranquilamente.

—Bueno, vaya, gracias —chasqueo. Ojeo a través del contenido. Hay una copia de mi certificado de nacimiento, por amor de Dios, mis límites duros, el CDC, el contrato. Caray… Mi número de seguridad social, mi currículum vitae, registros de empleo.

—¿Entonces sabías que trabajaba en Clayton?

—Sí.

—No fue una coincidencia. ¿No pasaste simplemente por ahí?

—No.

No sé si estar enojada o alabada.

—Esto es bastante jodido. ¿Sabes?

—No lo veo de esa forma. Con lo que hago, debo tener cuidado.

—Pero esto es privado.

—No hago mal uso de la información. Cualquier persona puede conseguirla si tiene medio cerebro, Anastasia. Para tener control, necesito información. Es como siempre opero. —Me mira su expresión vigilante e ilegible.

—No haces mal uso de la información. Depositaste veinticuatro mil dólares que no quería en mi cuenta.

Su boca se presiona en una línea dura.

—Te lo dije. Eso es lo que Taylor se las arregló para conseguir por tu auto. Increíble, lo sé, pero ahí tienes.

—Pero el Audi…

—Anastasia, ¿tienes idea de cuánto dinero hago?

Me sonrojo, por supuesto que no.

—¿Por qué debería? No necesito conocer la línea inferior de tu cuenta bancaria, Zayn.

Sus ojos se suavizan.

—Lo sé, es una de las cosas que amo de ti.

Lo miro impresionada. ¿Lo que ama de mí?

—Anastasia, gano alrededor de cien mil dólares por hora.

Mi boca cae abierta. Esa es una obscena suma de dinero.

—Veinticuatro mil dólares no es nada. El auto, los libros de Tess, la ropa, no son nada. —Su voz es suave.

Lo miro fijamente. Realmente no tiene idea. Extraordinario.

—Si fueras yo, ¿cómo te sentirías acerca de toda esta… generosidad viniendo de ti?

Me mira inexpresivo y ahí está, en pocas palabras, la raíz de su problema: empatía o carencia de la misma. Entre nosotros se hace el silencio.

Al final se encoge de hombros.

—No lo sé —dice y luce genuinamente perplejo.

Mi corazón se hincha. Esto es, la esencia de sus cincuenta sombras, seguramente. No puede ponerse en mis zapatos. Bien, ahora lo sé.

—No se siente bien. Quiero decir, eres muy generoso, pero me hace sentir
incómoda. Te lo he dicho suficientes veces.

Suspira.

—Quiero regalarte el mundo, Anastasia.

—Solo te quiero a ti, Zayn. Lo demás me sombra.

—Son parte de la oferta. Parte de lo que soy.

Oh, esto no va a ninguna parte.

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