jueves, 20 de junio de 2013

Capítulo 33.

Estoy recostada a través de la cama mirando en mi Mac cuando Zayn entra.

—¿Qué estás haciendo? —inquiere suavemente.

Entro en pánico brevemente, preguntándome si debo dejarlo ver el sitio web en el que estoy: Desórdenes de personalidad múltiple: Los síntomas.

Acercándose a mí, ojea la página web con diversión.

—¿En este sitio por alguna razón? —pregunta con indiferencia.

El Zayn brusco se ha ido; el juguetón Zayn está de regreso. ¿Cómo infiernos se supone que debo continuar con esto?

—Investigación. Sobre una dificultad personal. —Le doy mi más inexpresiva mirada.

Sus labios tiemblan con una sonrisa reprimida.

—¿Una dificultad personal?

—Mi propio proyecto mascota.

—¿Ahora soy un proyecto mascota? Una línea alternativa. Un experimento de ciencia, quizás. Cuando pensaba que lo era todo, señorita Steele, me hiere.

—¿Cómo sabes que eres tú?

—Descabellada suposición. —Sonríe.

—Es verdad que eres el único jodido, voluble, controlador que conozco, íntimamente.

—Pensé que era la única persona que conocías íntimamente. —Arquea una ceja.

Me sonrojo.

—Sí. Eso también.

—¿Ya has sacado alguna conclusión?

Me giro y lo miro. Está tendido de lado, extendido, con la cabeza descansando en su codo, su expresión suave, divertida.

—Pienso que necesitas terapia intensiva.

Se estira y gentilmente mete mi cabello detrás de mi oreja.

—Pienso que necesito de ti. Aquí. —Me alcanza una barra de labios.

Le frunzo el ceño, perpleja. Es rojo ramera, no mi color del todo.

—¿Quieres que me ponga esto? —chillo.

Se ríe.

—No Anastasia, no a menos que quieras. No estoy seguro de que sea tu color—termina secamente.

Se sienta sobre la cama de piernas cruzadas y arrastra su camisa fuera sobre su cabeza. Oh dios...

—Me gusta tu idea del mapa de carreteras.

Me quedo mirándolo en blanco. ¿Mapa de carreteras?

—Las áreas de “no ir” —dice a modo de explicación.

—Oh. Estaba bromeando.

—Yo no.

—Quieres que dibuje sobre ti, ¿con lápiz de labios?

—Se lavará, al final.

Significa que podré tocarlo libremente. Una pequeña sonrisa de asombro juega en mis labios, y le sonrío.

—¿Qué te parece algo más permanente como un rotulador?

—Puedo tatuarme. —Sus ojos se iluminan con humor.

¿Zayn Malik con un tatuaje? ¿Marcar ese hermoso cuerpo, cuando está marcado de tantas maneras ya? ¡De ninguna manera!

— ¡No al tatuaje! —Río para ocultar mi horror.

—Lápiz labial, entonces. —Sonríe.

Cerrando la Mac, la empujo a un lado. Esto puede ser divertido.

—Ven. —Me ofrece sus manos—Siéntate sobre mí.

Me saco mis zapatillas, poniéndome en una posición sentada, y gateo hacia él. Se acuesta sobre la cama pero mantiene las rodillas flexionadas.

—Apóyate contra mis piernas.

Trepo sobre él y me siento a horcajadas como me ha instruido. Sus ojos están amplios y cautelosos. Pero también está divertido.

—Pareces… entusiasmada por esto —comenta secamente.

—Siempre estoy ansiosa de información, Sr. Malik, y hará que te relajes, porque sabré dónde están los límites.

Sacude la cabeza, como si no pudiera creer que me dejará dibujar sobre todo su cuerpo.

—Abre el lápiz labial —ordena.

Oh, está en su modo de jefe autoritario, pero no me preocupo.

—Dame tu mano.

Le doy mi otra mano.

—La que tiene el lápiz de labios. —Me rueda los ojos.

—¿Me estás rodando los ojos?

—Sip.

—Eso es muy rudo, Sr. Malik. Conozco algunas personas que se ponen positivamente violentas ante una rodada de ojos.

—¿Las conoces? —Su tono es irónico.

Le doy mi mano con el lápiz labial, y repentinamente se sienta así que estamos nariz con nariz.

—¿Lista? —pregunta en un bajo, suave murmullo que hace a todas las cosas tensarse dentro de mí.

—Sí —susurro. Su proximidad es seductora, su tonificado cuerpo cerca, su olor a Zayn mezclado con mi gel corporal. Guía mi mano hacia arriba a la curva de su hombro.

—Presiona —susurra, y mi boca se seca mientras baja mi mano directamente desde lo alto de su hombro, alrededor de la órbita de su brazo, entonces hacia abajo por el lado de su pecho. El lápiz labial deja una raya ancha de lívido rojo en su camino.

Se detiene en la parte inferior de su caja torácica. Entonces me dirige a través de su estómago. Se tensa y se queda mirando, aparentemente impasible, en mis ojos. Pero por debajo de su mirada cuidadosamente en blanco, veo su contención.

Su aversión se mantiene bajo estricto control, la línea de su mandíbula se tensa, y hay tensión alrededor de sus ojos. A medio camino de su estómago murmura:— Y arriba al otro lado.

Libera mi mano.

Imito la línea que he dibujado en su lado izquierdo. La confianza que me está dando es embriagadora pero moderada por el hecho de que puedo contener su dolor. Siete pequeñas cicatrices redondas marcan su pecho, y es el profundo oscuro purgatorio ver esta horrible y malvada profanación de su hermoso cuerpo. ¿Quién podría hacerle eso a un niño?

—Ahí, hecho —susurro, conteniendo mi emoción.

—No, no lo has hecho —replica, y traza una línea con su largo dedo índice alrededor de la base de su cuello. Sigo la línea de su dedo con una marca escarlata.

Terminando, miro en la profundidad miel de sus ojos.

—Ahora mi espalda —murmura. Cambia de posición, por lo que tengo que bajar de él, entonces se gira sobre la cama y se sienta de piernas cruzadas de espaldas a mí—. Sigue la línea de mi pecho, todo el camino alrededor al otro lado. —Su voz es baja y ronca.

Hago como me ha dicho, hasta que una línea color carmesí atraviesa la mitad de su espalda. Y mientras lo hago, cuento más cicatrices marcando su hermoso cuerpo.

Nueve en total.

Joder. Tengo que pelear contra la imperiosa necesidad de besar cada una y detengo las lágrimas llenando mis ojos. ¿Qué clase de animal pudo hacer esto? Su cabeza está abajo, y su cuerpo tenso mientras completo el circuito alrededor de su espalda.

—¿Alrededor de tu cuello, también? —susurro.

Asiente, y dibujo otra línea encontrando la primera alrededor de la base de su cuello por debajo de su cabello.

—Terminado —murmuro, y parece como si vistiera un bizarro chaleco color piel con un borde rojo ramera.

Sus hombros se desploman mientras se relaja, y se gira lentamente para encararme una vez más.

—Esos son los límites —dice tranquilamente, sus ojos oscuros y sus pupilas dilatadas… ¿por miedo? ¿Por lujuria? Me quiero lanzar contra él, pero me contengo y lo miro con asombro.

—Puedo vivir con eso. Justo ahora quiero lanzarme sobre ti —susurro.

Me da una sonrisa malvada y extiende sus manos en un gesto de súplica.

—Bien, señorita Steele. Soy todo suyo.

Chillo con alegría infantil y me catapulto a sus brazos, dejándolo plano. Se retuerce, dejando escapar una risa de niño lleno de alivio de que la prueba haya terminado. De alguna manera termino bajo él sobre la cama.

—Ahora, en lo que estábamos… —dice en voz baja y su boca reclama la mía una vez más.

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