miércoles, 26 de junio de 2013

Capítulo 69.

Con fácil gracia, Zayn golpea la bola blanca, con lo que la hace deslizarse a través de la mesa, darle el golpe de gracia a la negra y de manera imposiblemente lenta rodar, tambalearse sobre el borde, para finalmente caer en el agujero superior derecho de la mesa de billar. Maldita sea.

Se endereza, y su boca se tuerce en una triunfante sonrisa de ya-eres-mía-Steele.

Dejando el taco a un lado se acerca casualmente a mí, todo cabello alborotado, pantalones vaqueros y camiseta blanca. No luce como un gerente general, sino más bien como el chico malo del lado equivocado de la ciudad. ¡Santo cielo, es tan jodidamente sexy!

—¿No vas a ser una mala perdedora, o sí? —murmura, apenas conteniendo una sonrisa.

—Depende de cuán duro me zurres —susurro, aferrándome a mi taco en busca de apoyo. Me quita el taco y lo pone a un lado, engancha su dedo en la parte superior de mi blusa y tira de mí hacia él.

—Bueno, contemos entonces tus delitos menores, señorita Steele. —Comienza a enumerar con sus largos dedos— Uno, hacer que me ponga celoso de mi propio personal. Dos, discutir conmigo por lo de trabajar. Y tres, agitar frente a mí tu delicioso trasero durante los últimos veinte minutos.

Sus claros ojos mieles brillan con excitación, se inclina y frota su nariz contra la mía.

—Quiero que te quites los vaqueros y ésta, realmente favorecedora, blusa. Ahora. —Planta un suave beso de pluma sobre mis labios, se dirige entonces a la puerta y la cierra.

Oh dios….

Cuando se da la vuelta y me mira, sus ojos están ardiendo. Me quedo paralizada como una autentica zombie, mi corazón latiendo con fuerza, mi sangre corriendo en mis venas, verdaderamente no soy capaz de mover un sólo músculo. En mi mente, todo en lo que puedo pensar es: esto es —por él—, repitiendo el pensamiento una y otra vez como un mantra.

—La ropa, Anastasia. Todavía la llevas puesta. Quítatela, o lo haré por ti.

—Hazlo. —Finalmente encuentro mi voz, y suena baja y acalorada. Zayn sonríe.

—Ah, señorita Steele. Es realmente un trabajo muy duro, pero creo que podré superar el desafío.

—Por lo general estás a la altura de la mayor parte de los desafíos, señor Malik. 

Enarco una ceja en su dirección. Él sonríe con suficiencia.

—¿Por qué señorita Steele, qué quieres decir?

Dirigiéndose hacia mí se detiene en el pequeño escritorio construido dentro de una de las estanterías. Rebusca y extrae una regla de treinta centímetros de plexiglás. La sostiene de extremo a extremo y la hace doblar, sus ojos no abandonan en ningún momento los míos.

Mi boca se seca. De repente me encuentro a mí misma estando húmeda y caliente en todos los lugares correctos. Sólo Zayn podía encenderme con nada más que una mirada y la flexibilidad de una regla. La desliza dentro del bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros y llega hasta a mí, sus ojos oscuros, llenos de promesas.

Sin decir una palabra, se pone de rodillas frente a mí y empieza a deshacer mis cordones, de forma rápida y eficiente, deslizando mis Converse y calcetines. Me reclino en un lado de la mesa de billar para no caerme. Mientras lo miro deshacer mis cordones, no puedo evitar maravillarme de la profundidad de mis sentimientos por este hermoso e imperfecto hombre. Lo amo.

Coge mis caderas, desliza los dedos dentro de la cinturilla de los vaqueros y desabrocha el botón y la cremallera. Me mira por debajo de sus largas pestañas, sonriendo de oreja a oreja con su expresión más lasciva mientras que con lentitud me quita los pantalones. Doy un paso fuera de ellos, agradecida de estar usando aquellas muy bonitas bragas, toma la parte trasera de mis piernas y hace correr su nariz a lo largo de toda la cumbre de mis muslos. Prácticamente me derrito.

—Quiero ser un poco rudo contigo, Anastasia. Tendrás que decirme que pare si es demasiado. —Suspira.

Oh dios... Él me besa… allí. Gimo suavemente.

—¿Palabra de seguridad? —murmuro.

—No, ninguna palabra de seguridad, simplemente dime que me detenga y lo haré. ¿Lo entiendes? —Me besa de nuevo, frotando esta vez su nariz. Ah, aquello se siente realmente bien. Se detiene, su mirada es intensa— Respóndeme —ordena su voz de terciopelo.

—Sí, sí, lo entiendo. —Su insistencia en esto me hace sentir perpleja.

—Me has estado lanzando indirectas y dándome señales mixtas durante todo el día, Anastasia—dice— Dijiste que estabas preocupada porque hubiese perdido mi ventaja. No estoy seguro de a lo que te referías, o cuán en serio hablabas, pero ahora vamos a averiguarlo. No quiero volver todavía a la sala de juegos, sin embargo ahora mismo podemos probar con esto, pero si no te gusta, tienes que prometerme que me lo dirás.

—Te lo diré. No habrá palabra de seguridad.

—Somos amantes, Anastasia. Los amantes no necesitan palabras de seguridad. —Frunce el ceño— ¿No es cierto?

—Supongo que no —murmuro. Cristo, ¿cómo iba yo a saber?— Prometo que te diré.

Busca entonces en mi rostro cualquier pista que pudiese restarle valor a mis convicciones, pero aunque estoy nerviosa, también estoy excitada. Aún más, al saber que él me ama. Es muy simple para mí, y ahora mismo, no quiero pensar demasiado.

Una lenta sonrisa se extiende por todo su rostro, y comienza a desabrocharme la blusa, a pesar de que sus hábiles dedos terminan rápido con la labor, no me la quita. Se inclina y coge el taco.

Ah, mierda. ¿Qué iba a hacer ahora con eso? Un escalofrío de miedo me recorre.

—Juegas bien, señorita Steele. Debo decir que estoy sorprendido. ¿Por qué no le das a la negra?

Mi miedo queda en el olvido. Hago una cara, preguntándome por qué demonios él debería estar sorprendido, —sexy y arrogante bastardo. Mi Diosa interior comienza a hacer ejercicios de calentamiento— una gran sonrisa tonta en su cara.

Posiciono la bola blanca. Zayn se pasea alrededor de la mesa y se para justo detrás de mí cuando me inclino para hacer mi disparo. Pone su mano en mi muslo derecho, recorriendo con sus dedos mi pierna de arriba abajo hasta mi trasero, y repitiendo todo una y otra vez con ligeros toques.

—Perderé si continuas haciendo eso —susurro, cerrando los ojos y disfrutando de la sensación de sus manos sobre mí.

—No me importa si pierdes o no, bebé. Simplemente quería verte así, parcialmente vestida, sobre mi mesa de billar. ¿Tienes idea de lo ardiente que te ves en este momento?

No hay comentarios:

Publicar un comentario