miércoles, 19 de junio de 2013

Capítulo 10.

Me sonrojo. Mi Diosa interior está arrodillada con sus manos juntas en súplica, rogándome.

—Me gusta tu perversión al follar —susurro.

—Eso es lo que pensé. Entonces ¿qué es lo que no te gusta?

El no poder tocarte. Tú disfrutando mi dolor, el dolor del cinturón.

—La amenaza de un castigo cruel e inusual.

—¿Qué significa eso?

—Bien, tienes todas esas varas, látigos y otras cosas en tu sala de juegos y espantan la luz del día de mí. No quiero que los uses en mí.

—Está bien, entonces sin látigos ni varas; o correas, para el caso —dice irónicamente.

Lo miro desconcertada.

—¿Estás tratando de redefinir los límites de dureza?

—No como tal, sólo trato de entenderte, tener una imagen clara de lo que te gusta y lo que no.

—Fundamentalmente, Zayn, es tu alegría en infligirme dolor lo que me es difícil de manejar. Y la idea de que lo haces porque he cruzado alguna línea arbitraria.

—Pero no es arbitraria, las reglas están escritas.

—No quiero un conjunto de reglas.

—¿No del todo?

—Sin reglas. —Sacudo mi cabeza, mi corazón está en mi boca. ¿A dónde va con esto?

—¿Pero no te importa si te pego?

—¿Pegarme con qué?

—Esto —dice y extiende su mano.

Me remuevo incómodamente.

—No, no realmente. Especialmente con esas bolas de plata… —Gracias al cielo está oscuro, mi rostro está en llamas y mi voz se apaga mientras recuerdo esa noche.

Sí… lo haría de nuevo.

Me sonríe.

—Sí, eso fue divertido.

—Más que divertido —murmuro.

—Entonces puedes lidiar con algo de dolor.

Me encojo de hombros.

—Sí, supongo. —Oh, ¿a dónde está yendo con esto? Mi nivel de ansiedad se ha disparado a elevadas magnitudes en la escala de Richter.
Sostiene su barbilla, sumido en sus pensamientos.

—Anastasia, quiero comenzar de nuevo. Hacer la cosa de vainilla y entonces quizás, una vez que confíes más en mí y yo confíe en que serás honesta y te comuniques conmigo, podemos avanzar y hacer algunas de las cosas que me gustan.

Lo miro fijamente, petrificada, sin ningún pensamiento en mi cabeza, como una computadora descompuesta. Me mira ansiosamente, pero no puedo verlo claramente mientras estamos envueltos en la oscuridad de Oregon. Se me ocurre finalmente, eso es.
Él quiere la luz, pero ¿puedo pedirle que haga esto por mí? Y, ¿no me gusta la oscuridad? Algo de oscuridad, a veces. Recuerdos de la noche de Tomas Tallis van a la deriva a través de mi mente.

—Pero, ¿qué hay acerca de los castigos?

—Sin castigos. —Sacude su cabeza—. Ninguno.

—¿Y las reglas?

—Sin reglas.

—¿Ninguna? Pero tienes necesidades.

—Te necesito más a ti, Anastasia. Estos pocos días han sido como el purgatorio. Todos mis instintos me decían que te dejara ir, me decían que no te merezco.
»Esas fotos que tomó el chico… puedo ver cómo te ve. Luces tan despreocupada y hermosa, no es que no seas hermosa ahora, pero aquí estás sentada. Veo tu dolor.
Es duro saber que soy el único que te hace sentir de esa manera.
»Pero soy un hombre egoísta. Te he deseado desde que caíste en mi oficina. Eres exquisita, honesta, cálida, ingeniosa, seductoramente inocente; la lista es interminable. Te admiro. Te deseo, y la idea de alguien más teniéndote es como un cuchillo girando en mi alma oscura.

Mi boca se seca. Dios... Mi subconsciente asiente con satisfacción. Si esto no es una declaración de amor, no sé qué es. Y las palabras se escapan de mí como de un dique roto.

—Zayn ¿por qué piensas que tienes un alma oscura? Nunca podría decir eso. Triste quizás, pero eres un buen hombre. Puedo verlo… eres generoso, eres amable, y nunca me has mentido. Y no he tratado lo suficientemente fuerte.
»El sábado pasado fue como un shock para mi sistema. Fue mi llamada de atención. Me di cuenta de que lo habías hecho fácil para mí y que no podía ser la persona que querías que fuera. Entonces después de que te dejé, me di cuenta de que el dolor físico que me infligiste no era tan malo como el dolor de perderte. Quiero complacerte, pero es difícil.

—Me complaces todo el tiempo —susurra—, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?

—Nunca sé que estás pensando. Algunas veces eres tan cerrado… como un estado aislado. Me intimidas, por eso me quedo callada. No sé qué dirección ha tomado tu humor. Se balancea de norte a sur y de regreso en un nanosegundo. Es confuso y no me dejas que te toque y quiero tanto tocarte para mostrarte lo mucho que te amo.

Parpadea hacia mí en la oscuridad, con cautela, pienso y no puedo resistírmele más. Desabrocho mi cinturón y me subo hacia su regazo, tomándolo por sorpresa y tomo su cabeza en mis manos.

—Te amo, Zayn Malik. Y si estás preparado para hacer todo esto por mí, soy la única que no te merece y sólo puedo pedirte perdón ya que no puedo hacer todo eso por ti. Quizás con tiempo… no sé… pero sí, acepto tu proposición. ¿Dónde firmo?

Envuelve sus brazos alrededor de mí y me aplasta hacia él.

—Oh, Anastasia. —Exhala mientras entierra su nariz en mi cabello.

Nos sentamos, nuestros brazos envueltos alrededor del otro, escuchando la música—una suave pieza de piano— que refleja las emociones en el auto, la calma dulce y tranquila después de la tormenta. Me acurruco en sus brazos descansando mi cabeza en la curva de su cuello. Él acaricia gentilmente mi espalda.

—Tocar es un límite de dureza para mí, Anastasia—susurra.

—Lo sé. Desearía entender por qué.

Después de un tiempo, suspira, y con voz suave dice:
—Tuve una horrible niñez. Uno de los proxenetas de la perra drogadicta… —Su voz se apaga y su cuerpo se tensa mientras recuerda algún horror inimaginable—Puedo recordarlo —susurra estremeciéndose.

Abruptamente mi corazón se contrae mientras recuerdo las cicatrices de quemadura estropeando su piel. Oh, Zayn. Aprieto mis brazos alrededor se su cuello.

—¿Te maltrataba? ¿Tu madre? —Mi voz es baja y suave, con lágrimas contenidas.

—No que yo recuerde. No se ocupaba de mi. No me protegía de sus proxenetas. —Se encoge de hombros—Pienso que era yo quien veía por ella. Cuando finalmente se mató a sí misma, tomó cuatro días para que alguien diera la alarma y nos encontrara… eso lo recuerdo.

No puedo contener mi jadeo de horror. Cielo santo. La bilis sube a mi garganta.

—Eso es muy jodido —susurro.

—Cincuenta sombras —murmura.

Giro mi cabeza y presiono mis labios sobre su cuello, buscando y ofreciendo consuelo mientras imagino a un pequeño niño sucio de ojos mieles perdido y solo junto al cuerpo de su madre muerta.

Oh, Zayn. Inhalo su esencia. Huele celestial, mi aroma favorito en el mundo entero. Estrecha sus brazos alrededor de mí, besa mi cabello y me siento envuelta en su abrazo mientras Taylor acelera en la noche.

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