miércoles, 26 de junio de 2013

Capítulo 58.

Recorre con sus dedos mi espina dorsal arriba y abajo mientras nos miramos, disfrutando nuestro brillo postcoital, repletos. Nos acostamos juntos, yo boca abajo abrazando a mi almohada, él en su lado, y yo atesoro su ligero toque. Sé que ahora mismo necesita tocarme. Soy un bálsamo para él, una fuente de consuelo, y ¿cómo podría negarle eso? Siento exactamente lo mismo.

—Así que puedes ser tierno —murmuro.

—Mmm… eso parece, señorita Steele.

Sonrío.

—No lo fuiste particularmente la primera vez que... um, hicimos esto.

—¿No? —Él sonríe— Cuando te robé tu virtud.

—No creo que la robaras —murmuro con arrogancia. Por Dios, yo no soy una doncella indefensa— Creo que mi virtud fue ofrecida muy libre y voluntariamente. Yo también te deseaba, y si no recuerdo mal, lo disfruté.

Le sonreí tímidamente, mordiéndome el labio.

—Como yo, si no recuerdo mal, señorita Steele. Estamos para complacer. —Su voz es cansina y su rostro se suaviza, serio— Y eso significa que eres mía, completamente. —Todo rastro de humor se desvanece cuando me mira.

—Sí, lo soy —murmuro en respuesta— Quiero preguntarte algo.

—Adelante.

—Tu padre biológico... ¿Sabes quién era?

Esta idea lleva un tiempo rodándome por la cabeza.

Su frente se arruga, y luego sacude la cabeza.

—No tengo idea. No era el salvaje que fue su proxeneta, lo cual es bueno.

—¿Cómo lo sabes?

—Es algo que mi padre... es algo que Carrick me dijo.

Miro a mi Cincuenta expectante, esperando. Él me sonríe.

—Demasiado ávida de información, Anastasia. —Suspira sacudiendo la cabeza—El proxeneta descubrió el cuerpo de la perra drogadicta y llamó a las autoridades. Aunque le tomó cuatro días descubrirlo. Cerró la puerta cuando se fue... me dejó con ella... con su cuerpo.

Sus ojos se nublan ante el recuerdo. Inhalé con fuerza. Pobre bebé, el horror es demasiado sombrío para contemplar.

—La policía lo interrogó después. Negó completamente que yo tuviese algo que ver con él, y Carrick dijo que no se parecía en nada a mí.

—¿Recuerdas cómo era?

— Anastasia, esta no es una parte de mi vida que repaso a menudo. Sí, me acuerdo cómo era. Nunca lo olvidaré. —El rostro de Zayn se oscurece y endurece, volviéndose más angular, sus ojos se congelan con ira— ¿Podemos hablar de otra cosa?

—Lo siento. No era mi intención disgustarte.

Sacude la cabeza.

—Son asuntos del pasado, Anastasia. No es algo en lo que quiero pensar.

—Entonces, ¿cuál es esa sorpresa? —Tengo que cambiar de tema antes de que se vuelva todo Cincuenta conmigo. Su expresión se ilumina de inmediato.

—¿Puedes soportar salir por un poco de aire fresco? Quiero mostrarte algo.

—Por supuesto.

Estoy maravillada de lo rápido que cambia de estado de ánimo, voluble como siempre. Me regala una sonrisa juvenil, libre de preocupaciones, como de sólo-tengo-veintisiete, y mi corazón da sacudidas en mi boca. Así que es algo cercano a su corazón, puedo decir. Me aplasta juguetonamente el trasero.

—Vístete. Un par de jeans estarían bien. Espero que Taylor haya empacado algunos para ti.

Se levanta y tira de sus bóxer. Oh… Podría sentarme aquí todo el día, viéndolo pasear por la habitación. Mi Diosa interior está de acuerdo, desmayándose mientras se lo come con los ojos.

—De prisa —regaña, mandón como siempre. Miro hacia él, sonriendo.

—Sólo admiraba la vista.

Me rueda los ojos.

Mientras nos vestimos, me doy cuenta de que nos movemos con la sincronización de dos personas que se conocen bien, cada uno atento y muy consciente del otro, intercambiando la ocasional sonrisa tímida y dulce toque. Me doy cuenta de que esto es tan nuevo para él como lo es para mí.

—Sécate el cabello —ordena Zayn una vez que estamos vestidos.

—Dominante como siempre. —Le sonrío y él se inclina para besar mi cabello.

—Eso nunca va a cambiar, nena. No quiero que te enfermes.

Le ruedo los ojos y su boca se tuerce de la diversión.

—Mis manos aún tiemblan, ya sabes, señorita Steele.

—Me alegro de oírlo, Sr. Malik. Estaba empezando a pensar que estaba perdiendo su ventaja —replico.

—Podría demostrarle fácilmente que ese no es el caso, si así lo desea.

Zayn toma un suéter color crema de punto trenzado de su bolsa y lo coloca artísticamente sobre sus hombros. Con su camiseta blanca y pantalones vaqueros, su cabello artísticamente desaliñado y ahora esto, luce como si hubiera salido de las páginas de una revista de moda.
Nadie debería lucir así de bien. No sé si será la distracción momentánea de su imagen perfecta o el conocimiento de que me ama, pero su amenaza ya no me llena de pavor. Este es mi Cincuenta Sombras, esta es la manera en que es.

Mientras tomo el secador de cabello, florece un tangible rayo de esperanza. Vamos a encontrar un término intermedio. Sólo tenemos que reconocer las necesidades del otro y adaptarnos a ellas. Yo puedo hacer eso, ¿verdad?

Me miro en el espejo del tocador. Tengo una camiseta azul clara que Taylor compró y empacó para mí. Mi cabello es un desastre, mi cara enrojecida, mis labios hinchados; los toco recordando los ardientes besos de Zayn y no puedo evitar sonreír mientras me miro. Sí, te amo, dijo.

*


—¿A dónde vamos exactamente? —le pregunto mientras esperamos en el vestíbulo al chofer.

Zayn toca un lado de su nariz y me guiña un ojo con complicidad, mirando como si estuviera tratando desesperadamente de contener su alegría. Francamente, es muy poco Cincuenta.

Estuvo así cuando fuimos a volar en planeador… tal vez eso es lo que vamos a hacer. Le devuelvo una sonrisa radiante. Se queda mirándome en esa forma superior que tiene con su sonrisa torcida. Inclinándose, me besa suavemente.

—¿Tienes alguna idea de lo feliz que me haces sentir? —murmura.

—Sí... Lo sé con exactitud. Dado que haces lo mismo conmigo.

El conductor se acerca con el auto de Zayn, luciendo una sonrisa de oreja a oreja. Vaya, todo el mundo está tan feliz hoy.

—Grandioso auto, señor —murmura mientras le entrega las llaves. Zayn le guiña el ojo y le da una propina escandalosamente grande.
Le frunzo el ceño. Francamente.


Mientras circulamos a través del tráfico, Zayn está sumido en sus pensamientos. La voz de una mujer joven se escucha a través de los altavoces; tiene un hermoso timbre rico y suave, y me pierdo en su triste y conmovedora voz.

—Tengo que hacer un desvío. No debe tomar mucho tiempo —dice abstraídamente, distrayéndome de la canción.

Oh, ¿por qué? Me intriga conocer la sorpresa. Mi Diosa interior está rebotando como un niño de cinco años de edad.

—Claro —murmuro.

Algo anda mal. De repente, se ve severamente determinado.

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