sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 80.

—Buen día, preciosa —dice.

—Buen día, precioso. —Le sonrío de regreso. Él me besa, desenredándose y se apoya sobre su codo, mirándome.

—¿Dormiste bien? —pregunta.

—Sí, a pesar de la interrupción de mi sueño anoche.

Su sonrisa se ensancha.

—Hmm. Pueden interrumpirme así en cualquier momento. —Me besa de nuevo.

—¿Y tú? ¿Dormiste bien?

—Siempre duermo bien contigo, Anastasia.

—¿No más pesadillas?

—No.

Fruncí el ceño e intenté una pregunta.

—¿Sobre qué son tus pesadillas?

Su frente se arruga y su sonrisa desaparece. Mierda, mi estúpida curiosidad.

—Son recuerdos de mi niñez, o eso dice el Dr. Flynn. Algunos vívidos, otros menos. —Su voz desciende y su mirada distante cruza su cara. Distraídamente, comienza a recorrer con su dedo mi clavícula, distrayéndome.

—¿Te despiertas llorando y gritando? —intento en vano una broma.

Me mira, desconcertado.

—No, Anastasia. Nunca he llorado. Hasta dónde puedo recordar.

Frunce el ceño, como si se estuviera metiendo en la profundidad de sus recuerdos. Oh no, ese es un lugar demasiado oscuro para ir a esta hora, seguramente.

—¿Tienes algún recuerdo feliz de tu niñez? —pregunto rápido, principalmente para distraerlo. Luce pensativo por un momento, todavía recorriendo con su dedo mi piel.

—Recuerdo la cocción de la puta droga. El olor. Un pastel de cumpleaños, creo. Para mí. Y después está la llegada de Mia con mamá y papá. Mi mamá estaba preocupada por mi reacción, pero adoré al bebé Mia inmediatamente. Mi primera palabra fue Mia. Recuerdo mi primera lección de piano. La señorita Kathie, mi maestra, era increíble. Ella tenía caballos, también. —Sonríe con melancolía.

—Dijiste que tu mamá te salvó, ¿cómo?

Su meditación se rompe y me miró como si yo no entendiera la matemática elemental de dos más dos.

—Ella me adoptó —dijo simplemente—Pensé que era un ángel cuando la conocí. Estaba vestida de blanco y fue tan dulce y tranquila cuando me examinó. Nunca lo olvidaré. Si ella o Carrick hubieran dicho que no... —Se encogió y miró sobre su hombro el despertador— Todo esto es un poco profundo para tan temprano en la mañana —murmura.

—He hecho una promesa para llegar a conocerte mejor.

—¿Ahora, señorita Steele? Pensé que querías saber si prefería café o té. —Sonríe— De cualquier manera, puedo pensar de una mejor manera en que puedes llegar a conocerme. —Empuja sus caderas sugestivamente hacia mí.

—Creo que te conozco demasiado bien de esa manera. —Mi voz es arrogante y reprochadora, y lo hace sonreír más.

—No creo que alguna vez llegue a conocerte lo suficiente de esa manera —murmura— Definitivamente hay ventajas de despertar a tu lado. —Su voz es suave y seductora.

—¿No tienes que levantarte? —Mi voz es lenta y ronca. Jesús, lo que me hace...

—No esta mañana. Sólo en un lugar quiero estar ahora, Srta. Steele. —Y sus ojos brillan obscenamente.

—¡Zayn! —jadeo impresionada. De repente se mueve quedando arriba de mí, presionándome contra la cama. Agarrando mis manos, las tira sobre mi cabeza y empieza a besar mi cuello.

—Oh, Srta. Steele. —Él sonríe contra mi piel, mandando deliciosos cosquilleos a través de mí, mientras su mano viaja hacia abajo por mi cuerpo y lentamente empieza a levantar mi camisón de satén— Oh, lo que me gustaría hacerte — murmura.

Y estoy perdida, preguntándomelo.



La Sra. Jones preparó mi desayuno de panqueques y tocino y para Zayn un omelette y tocino. Nos sentamos lado a lado en la barra en un cómodo silencio.

—¿Cuándo voy a conocer a tu entrenador, Claude, y ponerlo a prueba? —pregunto.

Zayn me mira, sonriendo.

—Depende si quieres ir a Nueva York este fin de semana o no... a menos que quieras verlo temprano una mañana esta semana. Le pediré a Andrea que compruebe sus horarios y te diré.

—¿Andrea?

—Mi asistente personal.

Oh, sí.

—Una de tus tantas rubias —me burlo.

—No es mía. Trabaja para mí. Tú eres mía.

—Trabajo para ti —refunfuño ácidamente.

Sonríe como si lo hubiera olvidado.

—Entonces lo haces. —Su sonrisa radiante es contagiosa.

—Tal vez Claude pueda enseñarme kickboxing —advierto.

—¿Ah, sí? ¿Te imaginas tus posibilidades contra mí? —Zayn levanta una ceja, divertido— Provóqueme, señorita Steele.

Él está tan condenadamente feliz comparado con su asqueroso humor de ayer después de que se fuera Elena. Es totalmente encantador. Tal vez es todo el sexo... tal vez eso es lo que lo está haciendo tan optimista.
Echo un vistazo atrás de mí al piano, saboreando el recuerdo de la noche anterior.

—Subiste de nuevo la tapa del piano.

—La cerré anoche para no molestarte. Supongo que no funcionó, pero me alegro de que no lo haya hecho.

Los labios de Zayn se torcieron en una sonrisa lasciva mientras tomaba un bocado de omelette. Me puse carmesí y le sonreí de regreso.
Oh, sí... momentos divertidos en el piano.

La Sra. Jones se inclina y deja una bolsa de papel que contiene mi almuerzo delante de mí, haciéndome sonrojarme por la culpa.

—Para más tarde, Anastasia. ¿Atún está bien?

—Oh, sí. Gracias, Sra. Jones. —Le doy una tímida sonrisa, la cual corresponde afectuosamente antes de retirare a la gran habitación. Sospecho que es para darnos algo de privacidad.

—¿Puedo preguntarte algo? —Me giro hacia Zayn.

Su expresión divertida se esfuma.

—Por supuesto.

—¿Y no te enojarás?

—¿Es sobre Elena?

—No.

—Entonces no me enojaré.

—Pero ahora tengo una pregunta suplementaria.

—¿Oh?

—Acerca de ella.

Rueda sus ojos.

—¿Qué? —dice, y ahora está exasperado.

—¿Por qué te enfadas tanto cuando pregunto por ella?

—¿Honestamente?

Le frunzo el ceño.

—Pensé que siempre eras honesto conmigo.

—Lo intento.

Estrecho mis ojos hacia él.

—Eso suena como una repuesta muy evasiva.

—Siempre soy honesto contigo, Anastasia. No quiero jugar juegos, bueno, no esa clase de juegos —modifica cuando sus ojos se encienden.

—¿Qué clase de juegos quieres jugar?

Inclina su cabeza hacia un lado y me sonríe.

—Señorita Steele, te distraes tan fácil.

Me río. Tiene razón.

—Sr. Malik usted me distrae de tantas maneras. —Miro a sus ojos mieles bailando con humor.

—Mi sonido favorito en el mundo es tu risa, Anastasia. Ahora, ¿cuál era tu pregunta original? —pregunta suavemente y creo que se está riendo de mí.

Intento torcer mi boca para mostrar mi descontento pero me gusta jugar con Cincuenta... él es divertido. Me gustan algunas bromas temprano en la mañana. Frunzo el ceño tratando de recordar la pregunta.

—Ah, sí. ¿Tú sólo veías a tus sumisas los fines de semana?

—Sí, eso es correcto —dice nervioso.

Le sonrío.

—Entonces, sin sexo durante la semana.

Él se ríe.

—Oh, hacia allá vamos con esto. —Luce vagamente alivianado—. ¿Por qué crees que hago ejercicio todos los días de la semana? —Ahora realmente se ríe de mí, pero no me importa. Quiero abrazarme con regocijo. Otra primera vez... bueno, varias primeras veces.

—Luces muy complacida contigo misma, señorita Steele.

—Lo estoy, Sr. Malik.

—Deberías estarlo. —Sonríe— Ahora, come tu desayuno.

Oh, Cincuenta mandón... nunca está lejos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario