jueves, 20 de junio de 2013

Capítulo 24.

—¿Por qué necesitaría un entrenador personal? Te tengo a ti para mantenerme en forma. —Le sonrío.

Se acerca y envuelve sus brazos alrededor de mí, sus ojos se oscurecen encontrando los míos en el espejo.

—Pero quiero que estés en forma, nena, para lo que tengo en mente. Necesito que te mantengas.

Me sonrojo mientras recuerdos del cuarto de juegos inundan mi mente. Sí… el cuarto rojo del dolor es exhaustivo. ¿Me llevará de regreso ahí? ¿Quiero regresar ahí?

¡Por supuesto que quieres!

Miro en sus insondables, cautivantes ojos mieles.

—Sé que tienes ganas —vocaliza hacia mí.

Me sonrojo, y el indeseable pensamiento de que Leila probablemente podría seguirle el ritmo, se desliza injusto y no bienvenido en mi mente. Presiono mis labios juntos y Zayn me frunce el ceño.

—¿Qué pasa? —pregunta, preocupado.

—Nada. —Sacudo mi cabeza negando hacia él—. Está bien, conoceré a Claude.

—¿Lo harás? —El rostro de Zayn se ilumina en asombrada incredulidad.

Su expresión me hace sonreír. Se ve como si hubiera ganado la lotería, aunque probablemente Zayn nunca compró un boleto, no lo necesitó.

—Sí, vaya… si eso te hace tan feliz —me burlo.

Aprieta sus brazos alrededor de mí y besa mi mejilla.

—No tienes idea —susurra—. Entonces; ¿qué te gustaría hacer hoy? —Me acaricia, enviando un delicioso hormigueo a través de mi cuerpo.

—Me gustaría un corte de cabello, y um… necesito ir al banco a cobrar un cheque y comprar un auto.

—Ah —dice entendiendo y mordiendo su labio. Quitando una mano de mí, rebusca en los bolsillos de sus jeans y saca la llave de mi pequeño Audi.

—Está aquí —dice tranquilamente, su expresión incierta.

—¿A qué te refieres con que está aquí?

Vaya. Sueno enojada. Mierda. Estoy enojada. Mi subconsciente lo mira furiosa. ¡Cómo se atreve!

—Taylor lo trajo de regreso ayer.

Abro mi boca, entonces la cierro y repito el proceso dos veces, pero me he quedado sin palabras. Me está regresando el auto. Doble mierda. ¿Por qué no preví esto?

Bien, dos pueden jugar este juego. Pesco del bolsillo trasero de mis jeans y saco el sobre con su cheque.

—Aquí, esto es tuyo.

Zayn me mira con curiosidad, entonces, reconociendo el sobre, levanta ambas manos y retrocede lejos de mí.

—Oh no. Es tu dinero.

—No, no lo es. Me gustaría comprarte el auto.

Su expresión cambia completamente. Furia, sí, furia, barre su rostro.

—No, Anastasia. Tu dinero, tu auto —me chasquea.

—No, Zayn. Mi dinero, tu auto. Te lo compraré.

—Te di ese auto como regalo de graduación.

—Si me hubieras dado un lapicero, ese sería un regalo de graduación aceptable. Me diste un Audi.

—¿Realmente quieres discutir acerca de esto?

—No.

—Bien; aquí están las llaves. —Las pone sobre la cómoda.

—¡Eso no es a lo que me refiero!

—Fin de la discusión, Anastasia. No me presiones.

Le frunzo el ceño, entonces la inspiración me golpea. Tomando el sobre, lo parto en dos, luego en dos otra vez y vacío el contenido en la papelera. Oh, esto se siente bien.

Zayn me mira impasiblemente, pero sé que solo acabo de encender la mecha y estaría bien retroceder. Acaricia su barbilla.

—Estás, como siempre, desafiándome, señorita Steele —dice secamente.

Se gira sobre sus talones y entra acechando en la otra habitación. No es la reacción que esperaba. Yo me imaginaba una catástrofe a gran escala. Me miro en el espejo y me encojo de hombros, decidiéndome por una cola de caballo.

Mi curiosidad se despierta. ¿Qué está haciendo Cincuenta? Lo sigo a la otra habitación, y él está en el teléfono.

—Sí, Veinticuatro mil dólares. Directamente.

Levanta la mirada hacia mí, aún impasible.

—Bien… ¿Lunes? Excelente… No, es todo, Andrea.

Cuelga el teléfono de golpe.

—Depositado en tu cuenta bancaria, lunes. No juegues este tipo de juegos conmigo. —Está hirviendo de enfado, pero no me importa.

—¡Veinticuatro mil dólares! —prácticamente grito—. ¿Y cómo sabes cuál es mi número de cuenta?

Mi ira toma a Zayn por sorpresa.

—Sé todo acerca de ti, Anastasia —dice tranquilamente.

—No hay forma de que mi auto costara veinticuatro mil dólares.

—Estaría de acuerdo contigo, pero tiene que ver con conocer el mercado, ya sea que estés comprando o vendiendo. Algún lunático ahí afuera quería esa trampa mortal y estaba dispuesto a pagar ese montón de dinero. Aparentemente es un clásico. Pregunta a Taylor si no me crees.

Le frunzo el ceño y él me devuelve el ceño fruncido, dos idiotas rebeldes furiosos frunciéndose el ceño el uno al otro.

Y lo siento, la atracción, la electricidad entre nosotros; tangible; jalándonos juntos.

Repentinamente me agarra y me presiona contra la puerta, su boca sobre la mía, reclamándome hambrientamente, una mano en mi trasero, presionándome contra su ingle y la otra en el cabello en mi nuca, jalando mi cabeza hacia atrás. Mis dedos están en su cabello, retorciéndolo fuertemente, jalándolo hacia mí. Aplasta su cuerpo contra el mío, imprimiéndose en mí, su respiración entrecortada. Lo siento.
Me desea, y estoy embriagada y tambaleante con excitación mientras reconozco su necesidad de mí.

—¿Por qué, por qué me desafías? —murmura entre sus besos calientes.

Mi sangre canta en mis venas. ¿Tendrá siempre ese efecto sobre mí? ¿Y yo sobre él?

—Porque puedo. —Estoy sin aliento. Siento más que ver su sonrisa contra mi cuello, y presiona su frente contra la mía.

—Señor, quiero tomarte ahora, pero me quedé sin preservativos. Nunca podré tener suficiente de ti. Eres una enloquecedora, enloquecedora mujer.

—Y tú me vuelves loca —susurro—, en todo el sentido de la palabra.

Sacude su cabeza.

—Vamos, salgamos a desayunar. Conozco un lugar donde puedes tener tu corte de cabello.

—Está bien. —Consiento y así de simple, nuestra pelea está terminada.

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