sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 78.

—Sí.

Oh.

—Ella me enseñó mucho. Me enseñó a creer en mí mismo.

Oh.

—Pero ella también te daba unas palizas terribles.

Él sonríe con cariño.

—Sí, es verdad.

—¿Y te gustaba eso?

—En aquella época, sí.

—¿Tanto que quisiste hacérselo a otros?

Sus ojos se abren más y se vuelven más serios.

—Sí.

—¿Te ayudó ella con eso?

—Sí.

—¿Hizo de sumisa para ti?

—Sí.

—¿Y esperas que ella me agrade? —Mi voz suena frágil y amargada.

—No. Aunque eso facilitaría mucho mi vida —dice con cansancio— Pero entiendo tu reticencia.

—¡Reticencia! Caray, Zayn… si ese hubiera sido tu hijo, ¿cómo te sentirías?

Parpadea en mi dirección como si no comprendiera la pregunta. Frunce el ceño.

—No tenía que quedarme con ella. Fue mi decisión, también, Anastasia— murmura.

Esto no me está llevando a ninguna parte.

—¿Quién es Linc?

—Su ex-marido.

—¿Lincoln Timber?

—El mismísimo —sonríe.

—¿E Isaac?

—Su sumiso actual.

Oh no.

—Él está en la mitad de sus veinte, Anastasia. Ya sabes, es un adulto que sabe lo que hace—añade rápidamente, interpretando correctamente mi mirada de repulsión.

Me sonrojo.

—Tú edad —murmuro.

—Mira, Anastasia, como le dije a ella, es parte de mi pasado. Tú eres mi futuro. No dejes que se interponga entre nosotros, por favor. Y francamente, estoy realmente aburrido de este tema. Iré a trabajar un poco. —Se pone de pie y me mira— Déjalo estar. Por favor.

Lo miro tercamente.

—Oh, casi lo olvido —añade— Tu auto llegó un día antes. Está en el garaje. Taylor tiene la llave.

Whoa… ¿el Saab?

—¿Puedo conducirlo mañana?

—No.

—¿Por qué no?

—Sabes por qué no. Y eso me recuerda. Si vas a dejar tu oficina, házmelo saber. Sawyer estaba ahí, vigilándote. Parece que no puedo confiar en que cuides de ti misma en absoluto.

Me frunce el ceño, haciéndome sentir como una niña que se equivocó… otra vez. Y discutiría con él, pero está bastante en el borde sobre lo de Elena, y no quiero empujarlo más, aunque no puedo resistir un comentario.

—Parece que no puedo confiar en ti tampoco —murmuro—Pudiste haberme dicho que Sawyer estaba vigilándome.

—¿Quieres discutir sobre eso, también?

—No era consciente de que estuviéramos discutiendo, pensé que nos estábamos comunicando —murmuro de forma petulante.

Cierra sus ojos brevemente mientras lucha por contener su temperamento. Trago y lo observo ansiosamente. Jesús, esto podría ir en cualquier dirección.

—Tengo que trabajar —dice en voz baja, y con eso, deja la habitación.

Exhalo. No me había dado cuenta de que estaba reteniendo mi aliento. Me dejo caer de nuevo en la cama, mirando el techo.

¿Podremos tener alguna vez una conversación normal sin que se desintegre en una discusión? Es agotador.

Simplemente no nos conocemos tan bien el uno al otro. ¿Realmente quiero mudarme con él? Ni siquiera sé si debo prepararle una taza de té o café mientras está trabajando. ¿Debería siquiera interrumpirlo? No tengo idea de lo que le gusta y lo que no.

Evidentemente está aburrido con toda la cosa de Elena; tiene razón, necesito avanzar. Dejarlo estar. Bueno, al menos no está esperando que sea su amiga, y espero que ella deje de acosarme para que nos reunamos.
Me bajo de la cama y camino hasta la ventana. Sacando el seguro de la puerta del balcón, la abro y paseo hasta la barandilla de vidrio. Su transparencia es desconcertante. El aire está helado y fresco, debido a la altura a la que me encuentro.

Miro las titilantes luces de Seattle. Él está tan lejos de todo aquí en su fortaleza. Sin rendirle cuentas a nadie. Acaba de decirme que me ama, y luego viene toda esta mierda a causa de esa horrible mujer. Ruedo mis ojos. Su vida es tan complicada. Él es tan complicado.

Con un profundo suspiro y una última vista a Seattle esparcido como un manto de oro a mis pies, decido llamar a Ray. No he hablado con él desde hace un tiempo. Es una conversación breve, como de costumbre, pero puedo verificar que está bien y que estoy interrumpiendo un partido de fútbol importante.

—Espero que todo esté bien con Zayn —dice de forma casual, y sé que está buscando información pero realmente no quiere saber.

—Sí. Estamos bien. —Algo así, y me estoy mudando con él. Aunque no hemos discutido un calendario— Te quiero, papá.

—También te quiero, Anastasia.

Corto y miro mi reloj. Debido a nuestra discusión, me estoy sintiendo extrañamente enervada e inquieta.

Me doy una ducha rápida, y de vuelta en el dormitorio, decido usar uno de esos camisones que Caroline Acton adquirió para mí de Neiman Marcus. Zayn siempre se está quejando de mis camisetas. Hay tres. Escojo el rosa pálido y lo paso por encima de mi cabeza. La tela se desliza por encima de mi piel, acariciando y aferrándose a mí a medida que cae por mi cuerpo. Se siente lujurioso, el mejor y más delgado satín. En el espejo, me veo como la estrella de una película de 1930. Es largo, elegante… y muy poco yo.

Agarro la bata a juego y decido ir a buscar un libro a la biblioteca. Podría leer en mi iPad… pero en este momento, quiero la comodidad y el consuelo de un libro físico. Dejaré a Zayn solo. Tal vez recobrará su buen humor una vez que haya terminado de trabajar.

Hay tantos libros en la biblioteca de Zayn. Revisar cada título tomará una eternidad. Ocasionalmente miro la mesa de billar y me sonrojo al recordar nuestra velada previa. Sonrío cuando veo que la regla todavía está en el suelo.

Recogiéndola, la paso sobre la palma de mi mano. ¡Ay! Pica.

¿Por qué no puedo tomar un poco más de dolor por mi hombre?
Desconsoladamente, la dejo sobre la mesa y continúo mi búsqueda de un buen libro.

La mayoría de los libros son primeras ediciones. ¿Cómo puede alguien haber amasado una colección como esta en tan poco tiempo? Tal vez la descripción de trabajo de Taylor incluye compra de libros. Me decido por Rebecca de Daphne Du Maurier. No lo he leído desde hace mucho tiempo. Sonrío cuando me acurruco en uno de los mullidos sillones y leo la primera línea:
Anoche soñé que iba a Manderley otra vez…


Casi salto al despertar cuando Zayn me levanta en sus brazos.

—Hola —murmura—, te quedaste dormida. No podía encontrarte.

Acaricia mi cabello. Somnolienta, pongo mis brazos alrededor de su cuello y respiro su esencia—oh, huele tan bien— mientras me carga de regreso al dormitorio. Me acuesta sobre la cama y me cubre,

—Duerme, nena —susurra, y presiona sus labios contra mi frente.

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