martes, 25 de junio de 2013

Capítulo 51.

Sawyer habla en su manga de nuevo.

—Taylor, el Sr. Malik ha entrado al departamento.

Se estremece y toma el auricular sacándolo de su oído, probablemente recibiendo alguna poderosa invectiva de Taylor.

Oh, no… si Taylor está preocupado…

—Por favor, déjame entrar —suplico

—Lo siento Srta. Steele. No tomará mucho. —Sawyer sostiene ambas manos en un gesto de defensa—Taylor y su equipo están entrando al departamento en este momento.

Oh, me siento tan impotente. Parada e inmóvil, ávidamente busco escuchar el sonido más bajo, pero todo lo que escucho es mi dificultosa respiración. Suena alto, mi cuero cabelludo pica, mi boca está seca, y me siento desfallecer.

Por favor, que Zayn esté bien, ruego silenciosamente.

No tengo idea cuanto tiempo ha pasado, y aún no escuchamos nada.
De seguro que no haya sonidos es algo bueno, no hay disparos. Comienzo a caminar alrededor de la mesa del hall de entrada, y examino las pinturas en las paredes para distraerme.

Nunca antes las había mirado: son todas pinturas figurativas, todas religiosas: las dieciséis de la Virgen y su hijo. Qué extraño, Zayn no es religioso ¿verdad? Todas las pinturas en el gran salón son abstractas, estas son tan distintas. No me distraen lo suficiente… ¿Dónde está Zayn?

Miro a Sawyer y él me mira impasible.

—¿Qué sucede?

—No hay noticias Srta. Steele.

Abruptamente, el pomo de la puerta se mueve. Sawyer se gira y saca un arma de su funda de hombro.

Me congelo. Zayn aparece por la puerta.

—Todo despejado —dice frunciéndole el ceño a Sawyer quien aleja su arma de inmediato y retrocede para dejarme entrar— Taylor exageró —se queja Zayn, y me tiende una mano. Me quedo mirándolo boquiabierta, incapaz de moverme, asimilando cada pequeño detalle de él: su rebelde cabello, la tensión en sus ojos y en su mandíbula, los dos primeros botones de su camisa abiertos. Creo que debe haber envejecido unos diez años. Zayn frunce el ceño con preocupación, sus ojos oscuros.

—No pasa nada nena. —Se mueve hacia mí, envolviéndome en sus brazos y besa mi cabello— Vamos, estás cansada. A la cama.

—Estaba tan preocupada —murmuro regocijándome en su abrazo e inhalando su dulce, dulce esencia con mi cabeza contra su pecho.

—Lo sé. Todos estamos nerviosos.

Sawyer ha desaparecido, probablemente en el interior del apartamento.

—Honestamente, tus ex están probando ser todo un reto Sr. Malik —murmuro con ironía. Zayn se relaja.

—Sí, lo son. —Me suelta y toma mi mano, llevándome por el pasillo y hacia el gran cuarto.

Taylor y su equipo están revisando todos los armarios y rincones. No creo que ella esté aquí.

—¿Por qué iba a estar aquí? No tiene sentido.

—Exacto.

—¿Cómo pudo entrar?

—No veo cómo. Pero Taylor es demasiado precavido a veces.

—¿Has revisado el cuarto de juegos? —susurro

Zayn me mira de pronto, sus cejas alzándose.

—Sí, está cerrado, pero Taylor y yo revisamos.

Tomo un profundo y tranquilizador aliento.

—¿Quieres beber algo? —pregunta Zayn.

—No. —La fatiga me atraviesa, sólo quiero ir a la cama.

—Vamos. Déjame que te lleve a la cama. Te ves exhausta. —La expresión de Zayn se suaviza.

Frunzo el ceño ¿No vendrá también? ¿Quiere dormir solo?
Me siento aliviada cuando me lleva a su cuarto. Coloco mi bolso de mano sobre la cómoda y la abro para vaciar el contenido. Espío la nota de la Sra. Robinson.

—Mira. —Se la paso a Zayn— No sé si quieres leerla. Yo prefiero no hacer caso.

Zayn la revisa brevemente y su mandíbula se aprieta.

—No sé qué espacios en blanco puede rellenar —dice con desdén—Necesito hablar con Taylor. —Me mira. —Déjame abrirte el vestido.

—¿Vas a llamar a la policía por lo del auto? —pregunto mientras me doy la vuelta.

Quita el cabello de en medio, sus dedos suavemente vagando por mi espalda desnuda, y baja el cierre.

—No. No quiero involucrar a la policía. Leila necesita ayuda, no intervención policial, y no los quiero aquí. Sólo deberemos redoblar nuestros esfuerzos para encontrarla. —Se inclina ligeramente y planta un gentil beso en mi hombro—Ve a la cama —ordena, y entonces se ha ido.

Me acuesto, mirando el techo, esperando que vuelva. Tantas cosas han pasado hoy, tanto para procesar. ¿Por dónde empezar?



Me despierto sobresaltada, desorientada. ¿Me quedé dormida?

Parpadeando en el tenue resplandor que el pasillo arroja a través de la puerta del dormitorio, noto que Zayn no está junto a mí.
¿Dónde está? Levando la vista. Parada al final de la cama hay una sombra. Una mujer tal vez. ¿Vestida de negro? Es difícil decirlo.

En mi estado de confusión, extiendo la mano y enciendo la luz de noche, y cuando vuelvo a mirar no hay nadie ahí. Sacudo mi cabeza. ¿Lo imaginé? ¿O soñé?

Me siento y miro a mi alrededor, una vaga e insidiosa inquietud me cubre, pero estoy sola.
Me froto el rostro. ¿Qué hora es? ¿Dónde está Zayn? La alarma dice que son las dos y cuarto de la mañana.
Atontadamente salgo de la cama, me dirijo a abajo a buscarlo, desconcertada por mi hiperactiva imaginación.
Ahora estoy viendo cosas.

Debe ser una reacción a los eventos dramáticos de la noche.
El cuarto principal está vacío, la única luz que emana es la de las tres lámparas que cuelgan sobre la barra de desayuno. Pero la puerta de su estudio está abierta, y lo escucho al teléfono.

—No sé por qué me llamas a esta hora. No tengo nada que decirte… bueno dímelo ahora. No tendrás que dejar un mensaje.

Me quedo inmóvil junto a la puerta, escuchando con aire de culpabilidad. ¿Con quién está hablando?

—No, escucha tú. Te lo pedí, y ahora te lo digo. Déjala tranquila. No tiene nada que ver contigo. ¿Lo entendiste?

Suena agresivo y enojado. Dudo en llamar.

—Sé que lo haces. Pero lo digo en serio Elena. Déjala en paz. ¿O debo decirlo por tercera vez? ¿Me escuchas?... Bien. Buenas noches. —Estampa el teléfono contra el escritorio.

Oh Mierda. Tentativamente toco la puerta.

—¿Qué? —gruñe y casi que quiero correr y esconderme.

Está sentado en su escritorio con la cabeza en las manos. Mira hacia arriba, su expresión es feroz, pero su rostro se suaviza de inmediato cuando me ve. Sus ojos son amplios y cautelosos. De pronto se ve tan cansado que mi corazón se contrae.

Parpadea, y sus ojos se deslizan a lo largo de mis piernas y luego de regreso a arriba. Estoy usando una de sus camisas.

—Deberías estar en satén o en seda Anastasia. —deja salir—. Pero incluso en mi camisa te ves hermosa.

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