lunes, 24 de junio de 2013

Capítulo 35.

¡Qué deliciosa manera de pasar la tarde de sábado! Me paro bajo la ducha, lavándome distraídamente, cuidadosa de no mojar mi cabello negro recogido, contemplando el último par de horas. Zayn y la vainilla parecían llevarse bien.

Está revelando mucho hoy. Es asombroso, tratando de asimilar toda la información y reflexionar sobre lo aprendido: los detalles de su salario —vaya… es obscenamente rico, y para alguien tan joven; es simplemente extraordinario— y los expedientes que tiene sobre mí y sobre todas sus sumisas morenas. Me pregunto si están todas en ese archivador.

Mi subconsciente frunce los labios y sacude la cabeza —no vayas allí. Frunzo el ceño. ¿Sólo una rápida miradita?

Y luego está Leila, con una pistola, potencialmente, en alguna parte, y su gusto de mierda por la música aún en su iPod. Pero aún peor, la señora Pedófila Robinson, no puedo enredar mi cabeza en ella, y no quiero. No quiero que sea un espectro de cabello brillante en nuestra relación. Él está en lo correcto, me voy hasta el fondo cuando pienso en ella, así que quizás es mejor que no lo haga.

Salgo de la ducha y me seco, de repente estoy capturada por una ira inesperada.

¿Pero quién no lo haría? ¿Qué clase de persona cuerda, y normal le haría eso a un niño de quince años? ¿Cuánto ha contribuido ella a su mierda? No la entiendo. Y peor aún, él dice que ella lo ayudó. ¿Cómo?

Pienso en sus cicatrices, la física cruda encarnación de una horripilante niñez y un nauseabundo recuerdo de cicatrices mentales que debe soportar. Mi dulce, triste cincuenta sombras. Dijo cosas tan encantadoras hoy. Está loco por mí.

Mirándome reflexivamente, sonrió al recuerdo de sus palabras, mi corazón llenándose una vez más, y mi rostro se transforma en una ridícula sonrisa. Tal vez podemos hacer que esto funcione. Pero, ¿cuánto tiempo va a querer hacer esto sin tirar la mierda sobre mí, por cruzar alguna línea arbitraria?

Mi sonrisa se desvanece. Esto es lo que no sé. Esta es la sombra que cuelga entre nosotros. Peculiar mierda, sí, ¿puedo hacer eso, pero más?

Mi subconsciente me mira fijamente sin comprender, por una vez sin ofrecer palabras de sabiduría sarcásticas. Regreso a mi recámara a vestirme.

Zayn está abajo arreglándose, haciendo lo que sea que esté haciendo, así que tengo el cuarto para mí. También todos los vestidos en el armario, tengo cajones llenos de ropa interior nueva. Elijo un corpiño corsé negro con una etiqueta de quinientos cuarenta dólares. Tiene un acabado plateado como filigrana y la más breve de las bragas para hacer juego. A la altura del muslo medias, también, en un color natural, muy fino, pura seda. Guau… se sienten… seductoras… y algo picantes… sí.

Estoy llegando por el vestido cuando Zayn entra sin previo aviso. ¡Vaya, esta impresionante! Él está de pie inmóvil mirándome, sus ojos mieles brillando, hambrientos. Me pongo roja en todas partes, lo siento. Está usando una camisa blanca y unos pantalones negros que hacen juego, el cuello de su camisa está abierto. Puedo ver la línea del lápiz labial todavía en su sitio, y todavía está mirando.

—¿Puedo ayudarlo, señor Malik? Asumo que hay otro propósito en su visita además de mirarme curiosamente.

—Estoy disfrutando mirarla embobado, gracias, señorita Steele —murmura sombríamente, dando un paso más dentro de la habitación y absorbiéndome—. Recuérdame enviarle una nota personal de agradecimiento a Caroline Acton.

Frunzo el ceño. ¿Quién demonios es ella?

—La compradora personal en Neiman’s —dice, espeluznantemente respondiendo a mi pregunta no formulada.

—Oh.

—Estoy un poco distraído.

—Puedo verlo. ¿Qué quieres Zayn? —le doy una mirada sin sentido.

Él responde con una sonrisa retorcida, y saca las bolas de plata redondas como huevos de su bolsillo, deteniéndome. ¡Mierda! ¿Quiere azotarme? ¿Ahora? ¿Por qué?

—No es lo que piensas —dice rápidamente.

—Ilumíname —susurro.

—Pensé que podrías ponerte esto esta noche.

Y las implicaciones de esa oración cuelgan entre nosotros mientras la idea se hunde.

—¿Para este evento? —Estoy sorprendida.

Él asiente lentamente, sus ojos oscureciéndose.

—¿Me azotarás más tarde?

—No.

Por un momento, sentí una punzada fugaz de decepción.

Él ríe.

—¿Quieres que lo haga?

Trago, simplemente no sé.

—Bueno, ten por seguro que no te voy a tocar de esa manera, ni siquiera si me ruegas. —Oh. Estás son noticias.

—¿Quieres jugar este juego? —Continua, sosteniendo las bolas—. Siempre puedes quitarlas si son demasiado.

Lo miro fijamente. Luce perversamente tentador, descuidado, cabello luego de follar, ojos oscuros que brillan con pensamiento eróticos, esa hermosamente esculpida boca, labios levantados en una sonrisa sexy y divertida.

—De acuerdo —consiento en voz baja.

—Buena chica. —Sonríe Zayn—Ven aquí, y te las pondré, una vez que te hayas puesto tus zapatos.

¿Mis zapatos? Me giro y veo los tacones de gamuza gris paloma que coinciden con el vestido que he elegido usar.

¡Complácelo! Ladra mi Diosa interior.

Él extiende su mano para darme soporte mientras me calzo los zapatos de Zayn Louboutin, un robo de tres mil doscientos noventa y cinco dólares. Debo ser al menos cinco centímetros más alta ahora.

Él me lleva a la cama y no se sienta, pero camina hacia la única silla del cuarto, tomándola, la transporta y la pone en frente de mí.

—Cuando te avise, te agachas y agarras la silla. ¿Entiendes? —Su voz es ronca.

—Sí.

—Bien, ahora abre tu boca —ordena, su voz aún suave.

Hago lo que me dice, pensando que va a poner las bolas en mi boca de nuevo para lubricarlas. No, él mete su dedo.

Oh…

—Chupa —dice, me acerco y agarro su mano, sujetándola firme y hago lo que se dijo… ¿ves?, puedo ser obediente cuando quiero.

Sabe a jabón… mmm. Chupo con fuerza, y me siento recompensada cuando sus ojos se abren y su boca se entreabre mientras inhala. No voy a necesitar ningún lubricante a este ritmo. Él pone las bolas en mi boca mientras hago una felación a su dedo, enrollando mi lengua alrededor de él. Cuando trata de retirarlo, cierro mis dientes.

Sonríe, luego agita su cabeza, amonestándome, así que lo dejo ir. Él avisa, y me agacho y agarro los lados de la silla. Mueve mis bragas a un lado y lentamente desliza un dedo dentro de mí, dando vueltas tranquilamente, así lo sentía, en todas partes. No puedo evitar el gemido que escapaba de mis labios.

Retira el dedo brevemente y con mucho cuidado, mete las bolas, una a la vez, empujándolas en mi interior. Una vez están en posición, pone de nuevo las bragas en su lugar y besa mi trasero. Deslizando sus manos en cada una de mis piernas desde el tobillo hasta el muslo, suavemente besa la parte superior de cada muslo donde mis medias terminan.

—Tienes unas hermosas, muy hermosas piernas, señorita Steele—murmura.

Poniéndose de pie, agarra mis caderas y me tira hacia él para que sienta su erección.

—Quizás te tenga así más tarde cuando lleguemos a casa, Anastasia. Puedes ponerte de pie ahora.

Me siento mareada, más allá de despierta mientras el peso de las bolas empuja y jalan en mi interior. Inclinándose detrás de mí Zayn besa mi hombro.

—Compré esto para que los usaras en la gala del último sábado. —Pone su brazo a mi alrededor y extiende su mano. En su palma descansa una pequeña caja roja con Cartier escrito en la tapa—. Pero me dejaste, así que nunca tuve la oportunidad de dártelos.

Oh.

—Ésta es mi segunda oportunidad —murmura, su voz dura con un poco de emoción sin nombre. Está nervioso

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