miércoles, 7 de agosto de 2013

Capítulo 57.

Una mujer joven con corto cabello negro y una sonrisa traviesa, usando los minishorts reglamentarios de satén, viene a tomar nuestro pedido.

—¿Qué queréis para beber? —pregunta Zayn.

—No vas a pagar la cuenta de esto también —se queja Elliot.

—No empieces con esa mierda —dice Zayn suavemente.

A pesar de las objeciones de Kate, Elliot y Ethan, Zayn paga la bebida que acabamos de consumir. Él simplemente los rechazó y no escuchó de nadie más pagando. Lo miré con amor. Mi Cincuenta Sombras… siempre al control.

Elliot abre su boca para decir algo pero, sabiamente quizás, la vuelve a cerrar.

—Tomaré una cerveza —dice.

—¿Kate? —pregunta Zayn.

—Más champagne, por favor. El Cristal es delicioso, pero estoy segura de que Ethan preferirá una cerveza. —Le sonríe dulcemente, sí, dulcemente, a Zayn. Está incandescente de felicidad. Lo siento irradiando de ella y es un placer deleitarse en su alegría.

—¿Anastasia?

—Champagne, por favor.

—Una botella de Cristal, tres Peronis y una botella de agua mineral fría, seis copas —dice en su usual forma autoritaria, sensata.

Es un poco excitante.

—Gracias, señor. Vienen inmediatamente. —La señorita-minishorts-número-dos le da una sonrisa amable, pero él se ahorra el revoloteo de sus pestañas, aunque sus mejillas se sonrojan un poco.
Sacudo mi cabeza con resignación. Es mío.

—¿Qué? —me pregunta.

—No te agitó sus pestañas. —Sonrío con satisfacción.

—Oh. ¿Debía hacerlo? —pregunta, fallando en esconder su alegría.

—Las mujeres normalmente lo hacen. —Mi tono es irónico.

Él sonríe.

—Sra. Malik ¿está celosa?

—Ni lo más levemente. —Le hago un mohín. Y me doy cuenta en ese momento que estoy empezando a tolerar que las mujeres se coman con los ojos a mi marido. Casi. Zayn une mis manos y besa mis nudillos.

—No tiene nada de que estar celosa, Sra. Malik —murmura cerca de mi oído, su aliento haciéndome cosquillas.

—Lo sé.

—Bien.

La camarera regresa y momentos después estoy bebiendo otra copa de champagne.

—Toma. —Zayn me da una copa de agua— Bebe esto.

Le frunzo el ceño y veo, más que escuchar, su suspiro.

—Tres copas de vino blanco en la cena y dos de champagne, después de un daiquiri de fresa y dos copas de Frascati en el almuerzo. Bebe. Ahora, Ana.

¿Cómo sabe de los cócteles en la tarde? Le frunzo el ceño. Pero en realidad tiene razón. Tomando la copa de agua, la bebo de la manera menos elegante para registrar mi protesta ante que me digan lo que tengo que hacer… de nuevo. Me limpio la boca con el dorso de la mano.

—Buena chica —dice, sonriendo— Ya me has vomitado una vez. No quiero experimentar ese apuro de nuevo.

—No sé de qué te estás quejando. Conseguiste dormir conmigo.

Él sonríe y sus ojos se suavizan.

—Sí, lo hice.

Ethan y Mia están de regreso.

—Ethan tuvo suficiente por ahora. Vamos, chicas. Vayamos a golpear el suelo. Poned una pose, lanzad algunas formas y bajad las calorías del mousse de chocolate.

Kate se levanta inmediatamente.

—¿Vienes? —le pregunta a Elliot.

—Déjame mirarte —dice él. Y tengo que mirar a otro lado rápido, sonrojándome ante la mirada que le da. Ella sonríe cuando me paro.

—Voy a quemar algunas calorías —digo, y agachándome susurro en el oído de Zayn— Tú puedes mirarme.

—No te inclines —gruñe.

—Está bien. —Me paro bruscamente. ¡Whoa! Mi cabeza gira y me agarro del hombro de Zayn cuando el lugar se mueve y se inclina un poco.

—Tal vez deberías tomar más agua —murmura Zayn, con una clara advertencia en su voz.

—Estoy bien. Estos asientos son muy bajos y mis zapatos muy altos.

Kate toma mi mano y respirando hondo la sigo a ella y a Mia, perfectamente serena, a la pista de baile.

La música está vibrando, un ritmo tecno con una base aplastante de bajo. La pista de baile no está llena, lo que significa que tenemos un poco de espacio. La mezcla es ecléctica, tanto jóvenes como viejos bailando toda la noche. Nunca he sido una buena bailarina. De hecho, sólo bailo desde que estoy con Zayn. Kate me abraza.

—Estoy tan feliz —grita por encima de la música y empieza a bailar.

Mia está haciendo lo que hace Mia, sonriéndonos a nosotras dos, lanzándose alrededor. Jesús, está ocupando mucho espacio en la pista de baile. Echo otro vistazo a la mesa. Nuestros hombres nos están mirando. Empiezo a moverme. Es un ritmo pulsante. Cierro mis ojos y me rindo a él.
Abro los ojos para encontrar la pista de baile llenándose. Kate, Mia y yo somos obligadas a acercarnos. Y para mi sorpresa descubro que en realidad estoy disfrutando. Comienzo a moverme un poco más… audazmente. Kate me levanta los dos pulgares y yo le sonrío.

Cierro mis ojos. ¿Por qué pase los primeros veinte años de mi vida sin hacer esto? Elegí leer antes que bailar. Jane Austen no tenía música genial para moverse y Thomas Hardy… Jesús, él se habría sentido culpable de un pecado por no bailar con su primer esposa. Me río ante el pensamiento.
Es Zayn. Él me ha dado la confianza en mi cuerpo y en cómo puedo moverlo.

Repentinamente hay dos manos en mis caderas. Sonrío. Zayn se me ha unido. Doy risitas, y sus manos se mueven a mi trasero y aprieta, entonces regresa a mis caderas.

Abro mis ojos. Y Mia me está mirando con la boca abierta con horror.

Mierda… ¿soy tan mala? Cojo las manos de Zayn. Son velludas. ¡Joder! No son las suyas. Me giro, y elevándose por encima de mí hay un gigante con más dientes de lo que es natural y una sonrisa lasciva para exhibirlos.

—¡Quítame las manos de encima! —grito con rabia sobre la música palpitante y apopléjica.

—Vamos, caramelito, es sólo algo de diversión. —Sonríe, levantando sus manos simiescas, sus ojos azules brillando bajo las pulsantes luces ultravioletas.

Antes de que sepa qué estoy haciendo, lo abofeteo fuerte en el rostro.

Ow! Mierda… mi mano. Pica.

—¡Aléjate de mí! —grito. Me mira, sosteniendo su mejilla roja.

Empujo mi mano sana frente a su rostro, extendiendo los dedos para mostrarle mis anillos.

—Estoy casada, ¡idiota!

Se encoge de hombros más bien con arrogancia y me da una sonrisa a medias, de disculpa.

Miro alrededor frenéticamente. Mia está a mi derecha, mirando al gigante rubio. Kate está perdida en el momento en sus asuntos. Zayn no está en la mesa.

Oh, espero que haya ido al baño. Retrocedo hacia un frente que conozco bien. Oh mierda. Zayn pone sus brazos alrededor de mi cintura y me pone a su lado.

—Mantén tus jodidas manos fuera de mi esposa —dice. No está gritando, pero de alguna forma puede ser oído por encima de la música.

—Ella puede cuidar de sí misma —grita el Gigante Rubio.

Su mano se mueve de donde lo he abofeteado en la mejilla, y Zayn lo golpea. Es como si lo viera en cámara lenta. Un puñetazo perfectamente sincronizado al mentón que se mueve a tal velocidad pero con tan poca energía desperdiciada, que el Gigante Rubio no lo ve venir. Se desploma en el suelo como la escoria que es.

Joder.

—Zayn, ¡no! —jadeo de pánico, parándome en frente de él para detenerle. Mierda, lo va a matar.

— Ya le he pegado —grito por encima de la música. Zayn no me mira. Está mirando a mi asaltante con una malevolencia que no he visto antes llameando en sus ojos. Bien, quizás una vez antes, después de que Jack Hyde me hiciera un pase.

La otra docena de personas bailando se mueven hacia afuera como una onda en un lago, limpiando el espacio a nuestro alrededor, manteniendo una distancia segura. El Gigante Rubio se apresura a ponerse de pies mientras Elliot se nos une.

Kate está conmigo, abriendo la boca hacia todos nosotros. Elliot jadea agarrando el brazo de Zayn mientras Ethan aparece también.

—Tómalo con calma, ¿vale? No fue con mala intención.

El gigante rubio levanta sus manos en señal de rendición, batiéndose en una retirada precipitada. Los ojos de Zayn lo siguen fuera de la pista de baile. No me mira.

La canción cambia de la letra explícita de Sexy mierda a un número de baile tecno pulsante donde una mujer canta con voz apasionada. Elliot me mira, después a Zayn, y soltando a Zayn lleva a Kate a bailar. Pongo mis brazos alrededor del cuello de Zayn hasta que finalmente hace contacto visual, sus ojos todavía ardiendo primitivos y salvajes. Un vistazo al adolescente peleador.

Examina mi rostro.

—¿Estás bien? —pregunta finalmente.

—Sí. —Froto mi palma, tratando de dispersar las punzadas, y llevo mis manos a su pecho. Mi mano está palpitando. Nunca he abofeteado a nadie antes. ¿Qué me ha poseído? Tocarme no era el peor crimen contra la humanidad. ¿O lo era?

Aunque en lo profundo de mi interior, sé por qué lo golpeé. Es porque instintivamente sabía cómo reaccionaría Zayn viendo algún a extraño agarrándome. Sabía que perdería su precioso autocontrol. Y el pensamiento de que algún *beep* don nadie pudiera sacar de sus casillas a mi esposo, mi amor, bien, me ponía como loca. Realmente loca.

—¿Quieres sentarte? —pregunta Zayn por encima del pulsante palpitar.

—No. Baila conmigo.

Me mira impasiblemente, sin decir nada.

Touch me… canta la mujer

—Baila conmigo. —Aún está enfadado— Baila. Zayn, por favor.

Tomo sus manos. Zayn fulmina con la mirada al chico, pero empiezo a moverme contra él, envolviéndome a mí misma a su alrededor.
La multitud de bailarines nos ha rodeado una vez más, aunque hay una zona de exclusión de dos pies alrededor de nosotros.

—¿Lo golpeaste? —pregunta Zayn, parado aún inmóvil. Tomo sus manos en puños.

—Por supuesto que lo hice. Creía que eras tú, pero sus manos eran velludas. Por favor, baila conmigo.

Mientras Zayn me mira, el fuego de sus ojos lentamente cambia, convirtiéndose en algo más, algo más caliente. Repentinamente, agarra mis muñecas y tira limpiamente de mí contra él, fijando sus manos en mi espalda.

— ¿Quieres bailar? Bailemos —gruñe cerca de mi oído, y mientras mueve sus caderas contra mí, no puedo hacer nada excepto seguirlo, sus manos sosteniendo las mías contra mi parte trasera.

Oh… Zayn puede moverse, realmente moverse. Me mantiene cerca, sin dejarme ir, pero sus manos gradualmente se relajan sobre las mías, liberándome. Mis manos se deslizan hacia arriba por sus brazos, sintiendo sus músculos abultados a través de su chaqueta, arriba hasta sus hombros.
Me presiona contra él, y sigue sus movimientos mientras lentamente, sensualmente baila conmigo al ritmo del pulsante palpitar de la música del club.

En el momento en el que agarra mi mano y me hace girar primero a un lado y luego al otro, sé que ha vuelto conmigo. Sonrío. Él sonríe.
Bailamos juntos y es liberalmente divertido. Su rabia olvidada, o suprimida, me da vueltas alrededor con habilidad consumada en nuestro pequeño espacio en la pista de baile, nunca dejándome ir. Me hace elegante, ésa es su habilidad. Me hace sexy, porque él lo es. Me hace sentir amada, porque a pesar de sus cincuenta sombras, tiene abundante amor para dar. Mirándolo ahora, disfrutando de sí mismo… uno podría ser perdonado por pensar que no tiene una sola preocupación en el mundo. Pese a que sé que su amor está nublado por asuntos de sobreprotección y control, eso no me hace amarlo ni un poco menos.
Estoy sin aliento cuando la canción cambia en otra.

—¿Podemos sentarnos? —jadeo.

—Claro. —Me conduce fuera de la pista de baile.

—Me has puesto más caliente y sudorosa —susurro mientras regresamos a la mesa.

Me tira en sus brazos.

—Me gustas caliente y sudorosa. Aunque prefiero ponerte caliente y sudorosa en privado —ronronea, y una sonrisa lasciva tira en sus labios.

Mientras me siento, es como si el incidente en la pista de baile nunca hubiera pasado. Estoy vagamente sorprendida de que no hubiésemos sido expulsados. Miro alrededor del bar. Nadie está mirándonos, y no puedo ver al gigante rubio. Quizás se fue, o quizás ha sido expulsado. Kate y Elliot están siendo indecentes en la pista de baile, Ethan y Mia no tanto. Tomo otro sorbo de champagne.

—Toma. —Zayn pone otro vaso de agua ante mí y me mira intensamente. Su expresión es expectante. Bebe. Bebe esto ahora.
Hago lo que me dice. Además, estoy sedienta.

Levanta una botella de Peroni de la cubeta de hielo sobre la mesa y toma un largo trago.

—¿Qué pasa si hubiera habido prensa aquí? —pregunto.

Zayn sabe inmediatamente que me refiero al gigante rubio noqueado sobre su trasero.

—Tengo caros abogados —dice fríamente, todo arrogancia personificada.

Le frunzo el ceño.

—Pero no estás por encima de la ley, Zayn. Tenía la situación bajo control.

Sus ojos helados.

—Nadie toca lo que es mío —dice con fría firmeza, como si no hubiera visto lo obvio.

Oh… Tomo otro sorbo de mi champagne.

De repente me siento abrumada. La música es ruidosa, pulsante, mi cabeza y mis pies están adoloridos, y me siento mareada. Agarra mi mano.

—Ven, vamos. Quiero llevarte a casa —dice— Kate y Elliot se nos unirán.

—¿Os vais? – pregunta Kate y su voz está esperanzada.

—Sí —dice Zayn.

—Bien, iremos con vosotros.

Mientras esperamos en el almacén de abrigos a que Zayn traiga mi gabardina, Kate me interroga.

—¿Qué ha pasado con el chico en la pista de baile?

No hay comentarios:

Publicar un comentario