lunes, 5 de agosto de 2013

Capítulo 33.

—¿Qué? —Suspiro.

—Necesito que cortes mi cabello. Aparentemente está muy largo, y a mi esposa no le gusta.

—¡No puedo cortarte el cabello!

—Sí puedes. —Zayn sonríe y sacude la cabeza para que su cabello largo le cubra los ojos.

—Bueno, pero si la señora Jones tiene un bol de ensalada. —Me río.
Se ríe.

—De acuerdo, entendido. Haré que Franco lo haga.

¡No! ¿Franco trabaja para ella? Quizás podría intentarlo. Después de todo, pasé años cortándole el cabello a Ray, y nunca se quejó.

—Ven.

Tomo su mano. Abre los ojos de par en par. Lo llevo hasta el baño donde lo suelto y tomo la silla blanca de madera de la esquina. La pongo frente al lavabo. Cuando miro a Zayn me está mirando con una diversión molesta, con los pulgares en los bolsillos de sus vaqueros pero una mirada ardiente.

—Siéntate. —Señalo la silla, intentando mantenerme firme.

—¿Vas a lavar mi cabello?

Asiento. Alza una ceja sorprendido, y por un momento creo que va a echarse atrás.

—De acuerdo. —Lentamente comienza a desabotonarse cada botón de su camisa blanca, comenzando por el que está bajo su garganta. Largos dedos se mueven ágilmente en cada botón hasta que su camisa está abierta.

Oh Dios… mi diosa interior hace una pausa en su podio junto a la arena.

Zayn alza una mano con una expresión de “deshaz esto ahora” y su boca se retuerce en esa forma totalmente sexy y desafiante que tiene.
Oh, gemelos. Tomo su muñeca y libero el primero, un disco de platino con sus iniciales grabadas en caligrafía sencilla, y luego quito el otro. Cuando termino lo miro, y su mirada de diversión ha desaparecido, remplazada por algo más caliente… mucho más caliente. Me estiro y le quito la camisa de los hombros, dejándola caer al piso.

—¿Listo? —susurro.

—Para lo que quieras, Anastasia.

Mis ojos pasan de los suyos a sus labios. Abiertos para que pueda respirar mejor. Esculpidos, rellenos, lo que sea, es una boca hermosa y él sabe exactamente qué hacer con ella. Me encuentro inclinándome para besarlos.

—No —dice, y pone ambas manos en mis hombros—No, si lo haces, jamás me cortarás el pelo.

¡Oh!

—Quiero que lo hagas. —Continúa. Y sus ojos están muy abiertos por algún motivo. Es desesperante.

—¿Por qué? —susurro.

Me mira un segundo, y abre más los ojos.

—Porque me hará sentir querido.

Mi corazón se salta un latido. Oh, Zayn… mi Cincuenta. Y antes de saberlo lo envuelvo en mis brazos y le beso el pecho antes de acariciar con mi mejilla en vello de su pecho.

—Anastasia. Mi Anastasia—susurra. Envuelve sus brazos a mí alrededor y nos quedamos inmóviles, sosteniéndonos en el baño. Oh, como amo estar en sus brazos. Incluso si es un imbécil, insoportable y dominate, es mi imbécil, insoportable y dominante que necesita una dosis de por vida de cariño. Retrocedo sin soltarlo.

—¿Realmente quieres hacer esto?

Asiente y me sonríe tímidamente. Le devuelvo la sonrisa y me libero de su abrazo.

—Entonces sentado. —Repito.

Dudosamente obedece, sentándose de espaldas al lavamanos. Me quito los zapatos y los dejo cerca de su camisa en el piso. Saco su champú Chanel de la ducha. Lo compramos en Francia.

—¿Le gustaría este señor? —Lo sostengo con ambas manos como que estoy vendiéndolo en teletienda— Entregado en sus manos desde el Sur de Francia. Me gusta el olor de este… huele a ti. —Añado en un susurro, olvidándome de la voz de locutora.

—Por favor. —Sonríe.

Tomo una toalla del toallero. La señora Jones sí que sabe mantenerlas suaves.

—Inclínate hacia delante. —Ordeno y Zayn obedece. Dejando la toalla en sus hombros, me vuelvo hacia el lavamanos y lo lleno con agua tibia.

—Recuéstate. —Oh, me gusta estar a cargo.

Zayn se reclina, pero es demasiado alto. Lleva la silla más adelante y luego se reclina hasta que su cabeza toca la mesada. Distancia perfecta. Ladea su cabeza hacia atrás. Sus ojos audaces me miran, y sonrío. Tomando uno de los vasitos que dejamos junto al lavamanos, lo lleno de agua y la dejo caer en la cabeza de Zayn, mojando su cabello. Repito el proceso, inclinándome sobre él.

—Hueles tan bien, señora Malik —murmura y cierra los ojos.

Mientras mojo metódicamente su cabello, lo miro libremente. Madre mía. ¿Alguna vez me cansaré de esto? Largas oscuras pestañas que hacen sombras en sus mejillas; labios levemente abiertos, formando una hermosa forma de diamante, e inhala suavemente. Mmm… cómo ansío meter mi lengua…

Le entra agua en los ojos. ¡Mierda!

—¡Lo lamento!

Agarra la esquina de la toalla y ríe mientras seca el agua en sus ojos.

—Hey, sé que soy un imbécil, pero no me ahogues.

Me inclino y beso su frente, riendo.


—No me tientes.

Lleva su mano detrás de mi cabeza y se eleva un poco para que nuestros labios se unan. Me besa brevemente, haciendo un sonido de satisfacción con su garganta. El sonido llega a los músculos de mi vientre. Es muy seductor. Me deja ir y se reclina obedientemente, mirándome expectante. Por un momento se ve vulnerable, como un niño. Me llega al corazón.

Pongo algo de champú en mis manos y masajeo su cuero cabelludo, comenzando por su frente y bajando por toda su cabeza, en un movimiento circular rítmico. Vuelve a cerrar los ojos y repite ese gruñido profundo.

—Eso se siente bien —dice después de un momento y se relaja ante el toque firme de mis dedos.

—¿A que si? —Vuelvo a besar su frente.

—Me gusta cuando frotas mi cabeza con tus uñas.

Sigue con los ojos cerrados, pero tiene una expresión de enorme alegría, sin rastro de vulnerabilidad. Dios, cómo ha cambiado su humor, y me gusta saber que fui yo la que hizo esto.

—Levanta la cabeza. —Ordeno y obedece. Hmm… una chica podría acostumbrarme a esto. Froto la parte trasera de su cabeza, utilizando mis uñas.

—Vuelve abajo.

Se reclina, y enjuago la espuma, utilizando el vaso. Con cuidado de no salpicarle la cara esta vez.

—¿De nuevo? —pregunto.

—Por favor. —Abre los ojos y su mirada serena se encuentra con la mía. Le sonrío.

—Enseguida señor Malik.

Me vuelvo hacia el lavamanos que normalmente usa Zayn y lo lleno con agua tibia.

—Para el enjuague —digo cuando me mira de forma confundida.

Repito el proceso del champú, escuchando a su respiración profunda. Una vez lleno de espuma, me tomo otro momento para apreciar el bello rostro de mi esposo. No puedo resistirme. Suavemente, acaricio su mejilla, y abre los ojos, mirándome de forma adormecida entre sus largas pestañas. Inclinándome pongo un casto beso en sus labios. Sonríe, cierra los ojos, y suspira contento.

Dios. ¿Quién habría imaginado que después de la discusión de esta tarde estaría tan relajado? ¿Sin sexo? Me inclino sobre él.

—Mmm —murmura mientras mis pechos llegan a su rostro. Resistiendo la urgencia de presionarme con más fuerza, quito el tapón para que el agua enjabonada se vaya. Sus manos van a mi cadera y espalda.

—Nada de tocar a las asistentes —murmuro, fingiendo reprochárselo.

—No olvides que soy sordo —dice con los ojos aún cerrados, mientras recorre mi espalda con la mano y comienza a subir mi falda. Le golpeo el brazo. Estoy disfrutando jugando a la estilista. Sonríe, infantilmente, como si lo hubiera atrapado haciendo algo ilícito de lo que se enorgullece.

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