lunes, 5 de agosto de 2013

Capítulo 37.



Cuando despierto antes de que la alarma suene a la mañana siguiente, Zayn está envuelto alrededor mío como hiedra, su cabeza sobre mi pecho, su brazo alrededor de mi cintura y su pierna entre las mías. Y está en mi lado de la cama. Siempre es igual, si peleamos la noche anterior, así es como él termina, enroscado a mi alrededor, elevando mi temperatura y poniéndome molesta.

Oh, Cincuenta. Está tan necesitado en cierto modo. ¿Quién lo hubiera pensado? La imagen familiar de Zayn como un niño sucio y miserable me persigue. Delicadamente, acaricio su cabello más corto y la melancolía retrocede. Él se retuerce y sus ojos somnolientos encuentran los míos. Pestañea un par de veces a la vez que despierta.

—Hola —murmura y sonríe.

—Hola. —Amo despertar con esa sonrisa.

Él acaricia mis pechos con su nariz y canturrea apreciativamente en lo profundo de su garganta. Su mano viaja hacia abajo por mi cintura, rozando el fresco satén de mi camisón.

—Qué bocado tentador que eres —murmura— Pero, tan tentadora como eres —echa un vistazo al despertador—, tengo de levantarme. —Se estira, desenredándose de mí y se levanta.

Yo me recuesto, pongo las manos detrás de la cabeza y disfruto del show: Zayn desvistiéndose para ir a la ducha. Es perfecto. No cambiaría un cabello de su cabeza.

—¿Admirando la vista, Sra. Malik? —Zayn arquea una ceja sardónica en dirección a mí.

—Es una vista excelente, Sr. Malik.

Él sonríe y me lanza los pantalones de su pijama de forma que casi aterrizan en mi rostro, pero los atrapo a tiempo, riendo como una colegiala.

Con una sonrisa malvada, arranca el cobertor, pone una rodilla sobre la cama y toma mis tobillos, tirándome hacia él de forma que mi camisón se sube. Chillo y él se arrastra sobre mi cuerpo, regando pequeños besos en mi rodilla, mi muslo… mi… oh… ¡Zayn!





—Buenos días, Sra. Malik—me saluda la Sra. Jones. Me ruborizo, avergonzada al recordar su encuentro con Taylor la noche anterior.

—Buenos días —respondo mientras me entrega una taza de té.

Me siento en la silla alta junto a mi esposo, quien luce simplemente radiante: recién salido de la ducha, con su cabello húmedo, vistiendo una almidonada camisa blanca y esa corbata gris plateado. Mi corbata favorita. Tengo buenos recuerdos de esa corbata.

—¿Cómo está, Sra. Malik? —pregunta él con los ojos cálidos.

—Creo que lo sabe, Sr. Malik. —Lo miro a través de mis pestañas.

Él sonríe satisfecho.

—Come —ordena— No comiste ayer.

¡Oh, Cincuenta mandón!

—Eso es porque estabas siendo un idiota.

La Sra. Jones deja caer algo que retumba en la pileta, haciéndome saltar. Zayn no parece notar el ruido. Ignorándola, me mira imperturbable.

—Idiota o no… come. —Su tono es serio. No hay discusión con él.

—¡De acuerdo! Estoy tomando la cuchara, comiendo cereales —murmuro como una adolescente malhumorada. Tomo el yogurt griego y pongo un poco en el cereal, seguido por un puñado de arándanos. Echo un vistazo a la Sra. Jones y ella encuentra mi mirada. Sonrío y ella responde con su propia sonrisa cálida. Me ha dado mi desayuno preferido, el mismo que me fue presentado en nuestra luna de miel.

—Puede que tenga que ir a Nueva York más adelante en la semana. —El anuncio de Zayn interrumpe mi ensueño.

—Oh.

—Significa que pasaré la noche allí. Quiero que vengas conmigo.

—Zayn, no tengo tiempo libre.

Él me da su mirada que dice “oh, ¿en serio? Pero yo soy el jefe”.
Suspiro.

—Sé que eres el dueño de la compañía, pero he estado lejos durante tres semanas. Por favor. ¿Cómo esperas que dirija el negocio si nunca estoy allí? Estaré bien aquí. Asumo que llevarás a Taylor contigo, pero Sawyer y Ryan estarán aquí…

Me detengo, porque Zayn me está sonriendo— ¿Qué? —digo secamente.

—Nada. Sólo tú —dice.

Frunzo el ceño. ¿Se está riendo de mí? En ese momento un pensamiento desagradable aparece en mi mente.

—¿Cómo vas a ir a Nueva York?

—En el avión de la compañía, ¿por qué?

—Sólo quería saber si ibas a ir en Charlie Tango.

Mi voz es suave y un escalofrío corre por mi columna. Recuerdo la última vez que voló su helicóptero. Una ola de náuseas me golpea cuando recuerdo las ansiosas horas que pasé esperando noticias. Ese fue posiblemente el momento más crítico de mi vida. Noto que la Sra. Jones también se ha quedado quieta. Intento descartar la idea.

—No volaría a Nueva York en Charlie Tango. No tiene esa clase de alcance. Además, no regresará de los ingenieros hasta dentro de otras dos semanas.

Gracias al cielo. Mi sonrisa se debe en parte al alivio, pero también al saber que el fallecimiento de Charlie Tango ha ocupado una gran parte de los pensamientos y el tiempo de Zayn en las últimas semanas.

—Bueno, me alegra que esté casi arreglado, pero… —me detengo.

¿Puedo contarle lo nerviosa que estaré la próxima vez que vuele?

—¿Qué? —pregunta mientras termina su omelet.

Me encojo de hombros.

—¿Anastasia? —dice, con más firmeza.

—Yo sólo… ya sabes. La última vez que volaste en él… pensé, todos pensamos, que tú… —No puedo terminar la oración y la expresión de Zayn se suaviza.

—Ey. —Extiende la mano para acariciar mi rostro con el reverso de sus nudillos— Eso fue sabotaje. —Una oscura expresión cruza su rostro, y por un momento me pregunto si sabe quién fue responsable.

—No soportaría perderte —murmuro.

—Cinco personas han sido despedidas por eso, Anastasia. No sucederá de nuevo.

—¿Cinco?

Asiente, su rostro es serio.

—Eso me recuerda. Hay un arma en tu escritorio.

Él frunce el ceño ante mi cambio de tema y probablemente ante mi tono acusatorio, aunque no quiera decirlo de esa manera.

—Es de Leila —dice finalmente.

—Está cargada.

—¿Cómo lo sabes? —Su ceño se profundiza.

—La revisé ayer.

Me mira con el ceño fruncido.

—No quiero que tontees con armas. Espero que hayas puesto el seguro de nuevo.

Pestañeo, momentáneamente estupefacta.

—Zayn, no hay seguro en un revólver. ¿No sabes nada de armas?

Sus ojos se agrandan.

—Um… no.

Taylor tose discretamente en la entrada. Zayn le ofrece un asentimiento.

—Tenemos que irnos —dice Zayn. Se pone de pie, distraído y se coloca la chaqueta gris. Lo sigo hacia el corredor.

Tiene el arma de Leila. Me sorprenden las noticias y brevemente me pregunto qué le ha sucedido a ella. ¿Todavía está en… dónde es? Algún lugar en el este. ¿New Hampshire? No puedo recordarlo.

—Buenos días, Taylor —dice Zayn.

—Buenos días, Sr. Malik, Sra. Malik. —Nos da un asentimiento, pero se cuida de no mirarme a los ojos. Lo agradezco, recordando mi estado de desnudez cuando nos encontramos anoche.

—Voy a lavarme los dientes —murmuro. Zayn siempre se lava los dientes antes del desayuno. No entiendo por qué.




—Deberías pedirle a Taylor que te enseñe a disparar —digo mientras bajamos en el ascensor. Zayn me da un vistazo, divertido.

—¿Debería? —dice secamente.

—Sí.

—Anastasia, desprecio las armas. Mi madre ha cosido a muchas víctimas de crímenes con armas, y mi padre es vehementemente anti armas. Crecí con sus valores. Apoyo al menos dos iniciativas de control de armas aquí en Washington.

—Oh. ¿Taylor lleva un arma?

La boca de Zayn se afina.

—A veces.

—¿No lo apruebas? —pregunto, mientras Zayn me conduce fuera del ascensor en la planta baja.

—No —dice con los labios apretados— Digamos que Taylor y yo tenemos visiones muy diferentes con respecto al control de armas. —Estoy con Taylor en esto.

Zayn sostiene la puerta del vestíbulo abierta para mí y me dirijo al coche. No me ha dejado conducir sola a AIPS desde que descubrió que Charlie Tango fue saboteado. Sawyer sonríe amablemente, sosteniendo la puerta abierta para mí a la vez que Zayn y yo subimos al coche.

—Por favor. —Extiendo mi mano y tomo la de Zayn.

—¿Por favor qué?

—Aprende a disparar.

Él pone los ojos en blanco.

—No. Fin de la discusión, Anastasia.

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