lunes, 5 de agosto de 2013

Capítulo 30.

Zayn está callado cuando subo al coche esa tarde.

—Hola —murmuro.

—Hola —responde, cautelosamente, como debería.

—¿Has interrumpido el trabajo de alguien más hoy? —pregunto demasiado dulcemente.

El fantasma de una sonrisa cruza su rostro.

—Sólo el de Flynn.

Oh.

—La próxima vez que lo veas, te daré una lista de temas que quiero cubiertos —le siseo.

—Parece de mal humor, Sra. Malik.

Miro fijamente las nucas de Ryan y Sawyer frente a mí. Zayn se remueve a mi lado.

—Hey —dice suavemente y busca mi mano.

Toda la tarde, cuando debería haberme concentrado en mi trabajo, me dediqué a pensar en qué decirle. Pero me enfadaba más y más a cada hora. Había tenido suficiente de su arrogante, petulante, y estúpidamente infantil comportamiento. Alejo mi mano de la suya, en un estilo muy arrogante, petulante, y estúpidamente infantil.

—¿Estás enfadada conmigo? —susurra.

—Sí —siseo. Cruzándome de brazos, miro por la ventanilla. Vuelve a removerse a mi lado, pero me obligo a no mirarlo. No entiendo por qué estoy tan enfadada con él, pero lo estoy. Jodidamente enfadada.

Tan pronto llegamos a Escala, rompo el protocolo y salgo del coche con mi maletín. Entro en el edificio, sin mirar quién está siguiéndome. Ryan se escabulle conmigo y se apresura para llamar al ascensor.

—¿Qué? —espeto cuando estoy a su lado. Sus mejillas enrojecen.

—Mis disculpas, señora —murmura.

Zayn viene y se para a mi lado a esperar el ascensor, y Ryan cierra la comitiva.

—¿Así que no es sólo conmigo con quien estás enfadada? —murmura secamente Zayn. Lo miro y veo un rastro de sonrisa en su rostro.

—¿Te estás riendo de mí? —Entrecierro los ojos.

—No me atrevería a ello —dice alzando las manos como si lo estuviera apuntando con un arma. Está usando su traje azul marino, viéndose fresco y limpio con su alborotado cabello sexy y una expresión libre de culpa.

—Necesitas un corte de pelo —murmuro. Alejándome de él, entro en el ascensor.

—¿Enserio? —dice quitándose mechones de la frente. Me sigue adentro.

—Sí. —Tecleo la contraseña de nuestro piso.

—¿Entonces ahora sí me hablas?

—Apenas.

—¿Y por qué, exactamente, estás enfadada? Necesito alguna pista —pregunta cuidadosamente.

Me doy vuelta y lo enfrento.

—¿Realmente no tienes ninguna idea? Seguramente, siendo alguien tan inteligente, ¿deberías tener una indicación? No puedo creer que seas tan obtuso.

Retrocede un paso alarmado.

—Realmente estás enfadada. Creí que habíamos solucionado todo en tu oficina —murmura, perplejo.

—Zayn, sólo recapitulé tus petulantes demandas. Eso es todo.

Las puertas del ascensor se abren y salgo hecha una furia. Taylor está de pie en el pasillo. Retrocede un paso y cierra la boca mientras me cruzo con él.

—Hola Taylor —murmuro.

—Sra. Malik —murmura.

Dejando caer el maletín en el pasillo, me voy al gran cuarto. La Sra. Jones está en la cocina.

—Buenas tardes, Sra. Malik.

—Hola, Sra. Jones —murmuro una vez más.

Voy directamente a la heladera y saco una botella de vino blanco. Zayn me sigue a la cocina y me mira como un halcón mientras tomo una copa del estante. Se quita la chaqueta y la deja casualmente en el respaldo de la silla.

—¿Quieres una bebida? —pregunto muy dulcemente.

—No, gracias —responde sin quitarme los ojos de encima, y sé que está desorientado. No sabe qué hacer conmigo. Es cómico en un nivel y trágico en otro. Bueno, ¡que se joda! Tengo problemas en encontrar mi lado compasivo después del encuentro de esta tarde. Lentamente, se quita la corbata y desabotona el primer botón de su camisa. Me sirvo una gran copa de sauvignon blanco, y Zayn se pasa una mano por el cabello.

Cuando me doy la vuelta, la Sra. Jones ha desaparecido. ¡Mierda! Ella es mi escudo humano. Bebo un trago de vino. Hmm. Sabe bien.

—Para ya con esto —susurra Zayn.

Hace los dos pasos que nos separan y queda frente a mí. Suavemente coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y acaricia mi lóbulo con sus dedos, enviando escalofríos por mi cuerpo. ¿Es esto lo que extrañé todo el día? ¿Su toque? Sacudo la cabeza, haciendo que suelte mí oreja y lo miro.

—Háblame —murmura.

—¿Para qué? Tú no me escuchas.

—Sí que lo hago. Eres una de las pocas personas a las que escucho.

Bebo otro trago de vino.

—¿Esto es sobre tu nombre?

—Sí y no. Es la forma en que lidias con el hecho de que no esté de acuerdo contigo. —Lo miro, esperando que se enfade.

Frunce el ceño.

—Anastasia, tú sabes que tengo… problemas. Me es difícil dejarlo pasar cuando estás involucrada. Sabes eso.

—Pero no soy una niña y no soy un activo.

—Lo sé. —Suspira.

—Entonces deja de tratarme como si lo fuera —susurro, rogándole.

Pasa sus dedos por mi mejilla y delinea mi labio inferior con su pulgar.

—No te enfades. Eres tan valiosa para mí. Como un activo que no tiene precio, como un niño —susurra, con una expresión reverente en el rostro. Sus palabras me distraen. Como un niño. Valioso como un niño… ¡Un niño es valioso para él!

—No soy ninguna de esas cosas, Zayn. Soy tu esposa. Si te sentiste dolido porque no quise tomar tu apellido, deberías haberlo dicho.

—¿Dolido? —Frunce aún más el ceño, y sé que está explorando la posibilidad. De repente se tensa, aún con el ceño fruncido, y mira su reloj— La arquitecta llegará en menos de una hora. Deberíamos comer.

Oh no. Gimo involuntariamente. No me ha respondido, y ahora tengo que lidiar con Gia Matteo. Mi día de mierda sigue empeorando. Miro a Zayn.

—Esta discusión aún no se ha acabado —murmuro.

—¿Qué más hay que discutir?

—Podrías vender la compañía.

Zayn bufa.

—¿Venderla?

—Sí.

—¿Y crees que encontraría un comprador con el mercado actual?

—¿Cuánto te costó?

—Fue relativamente barata. —Suena precavido.

—¿Y si va a la quiebra?

Sonríe.

—Sobreviviremos. Pero no dejaré que quiebre, Anastasia. No mientras tú estés allí.

—¿Y si me voy?

—¿Y qué harás?

—No lo sé. Otra cosa.

—Tú ya has dicho que es el empleo de tus sueños. Y perdóname si me equivoco, pero prometí ante Dios, el Reverendo Walsh, y una congregación de nuestros seres más cercanos y queridos, apoyar tus sueños y esperanzas, y mantenerte a salvo a mi lado.

—Citarme tus votos de bodas es hacer trampa.

—Jamás prometí jugar limpio en lo que a ti concierne. Además —añade—, tú has usado tus votos como un arma en mi contra antes.

Hago una mueca. Es verdad.

—Anastasia, si sigues enfadada conmigo, desquítate más tarde en la cama.

Su voz es de repente baja y llena de deseo sensual, sus ojos calientes.

¿Qué? ¿Cama? ¿Cómo?

Sonríe indulgentemente al ver mi expresión. ¿Acaso espera que lo amarre? ¡Santa mierda! Mi diosa interior se quita los auriculares de su iPod y comienza a escuchar con gran atención.

—Siete tonos diferentes —susurra— Lo espero con ansias.
¡Guau!

—¡Gail! —grita abruptamente, y cuatro segundos más tarde, la Sra. Jones reaparece. ¿Dónde estaba? ¿En la oficina de Taylor? ¿Acaso escuchó? Oh Dios.

—¿Sr. Malik?

—Nos gustaría comer ahora mismo, por favor.

—Muy bien, señor.

Zayn no saca sus ojos de mí. Me vigila como si fuera una criatura exótica a punto de salir corriendo. Bebo un trago de vino.

—Creo que te acompañaré con una copa —dice, suspirando, y vuelve a pasarse una mano por el cabello.


—¿No lo vas a terminar?

—No. —Miro mi plato apenas tocado de fettuccini para evitar la oscura mirada de Zayn. Antes de que él pudiera decir algo, me pongo de pie y llevo nuestros platos de la mesa.

—Gia estará con nosotros en poco tiempo —murmuro. La boca de Zayn forma una mueca de descontento, pero no dice nada.

—Yo haré eso, Sra. Malik —dice la Sra. Jones cuando entro en la cocina.

—Gracias.

—¿Acaso no le gustó? —pregunta preocupada.

—Estaba delicioso. Simplemente no tengo hambre.

Dándome una pequeña sonrisa simpática, ella se da la vuelta para limpiar mi plato y pone todo en el lavavajillas.

—Voy a hacer un par de llamadas —anuncia Zayn, dándome una mirada asesina antes de desaparecer en su estudio.

Suspiro aliviada y me dirijo a nuestro cuarto. La cena fue incómoda. Sigo enfadada con Zayn, y él piensa que no hizo nada malo. ¿Lo hizo? Mi subconsciente arquea una ceja y me mira benignamente sobre sus anteojos de media luna. Sí, lo ha hecho. Me ha hecho incluso más complicado el trabajar. Él no esperó a discutir el asunto en la relativa privacidad de nuestra casa. ¿Cómo se sentiría si yo irrumpiera en su oficina, ignorando la ley? ¡Y encima de todo, quiere darme AIPS! ¿Cómo demonios voy a dirigir una compañía? No sé nada de negocios.
Miro el cielo de Seattle bañado en la luz rosada del ocaso. Y como siempre, él quiere arreglar nuestras diferencias en el cuarto… vestíbulo… cuarto de juegos... sala de televisión… aparadores de la cocina… ¡Basta! Todo siempre se reduce a sexo con él. El sexo es su mecanismo para enfrentar las situaciones.

Voy al baño y veo mi reflejo en el espejo. Volver al mundo real es difícil. Nos las arreglamos para evitar nuestras diferencias mientras estábamos en nuestra burbuja porque estábamos muy necesitados el uno del otro. ¿Pero ahora? Recuerdo mi boda, recuerdo mis preocupaciones del día, una boda apresurada… No, no debo pensar así. Sabía que era Cincuenta Sombras cuando me casé con él. Sólo tengo que aguantar un poco y hablar con él.
Hago una mueca en el espejo. Me veo pálida, y ahora tengo que lidiar con esta mujer.

Estoy usando mi falda de lápiz gris y una blusa sin mangas. ¡Claro! Mi diosa interior saca su esmalte de uñas rojo. Desabrocho dos botones, exponiendo algo de escote. Me lavo el rostro y vuelvo a aplicarme el maquillaje, aplicando más máscara de pestañas que lo usual y poniéndome extra brillo de labios. Inclinándome, luego me esponjo el cabello vigorosamente desde la raíz a las puntas. Cuando me vuelvo a erguir, mi pelo es una melena que me rodea hasta los pechos. Me lo acomodo levemente detrás de las orejas y voy a buscar mis tacones, en lugar de mis zapatos planos.

Cuando vuelvo al salón, Zayn tiene los planos de la casa esparcidos en la mesa del comedor. Hay música de fondo. Me detengo en seco.

—Sra. Malik—dice cálidamente y luego me mira curiosamente.

—¿Qué es eso? —pregunto. La música es sorprendente.

—Réquiem de Fauré. Te ves diferente —dice, distraído.

—Oh. Nunca la había oído.

—Es muy tranquilizante, relajante —dice y alza una ceja— ¿Le hiciste algo a tu cabello?

—Me lo peiné —murmuro.

Las voces hechizantes me cautivan. Abandonando los planos en la mesa, camina hacia mí, lento, a tono con la melodía.

—¿Bailarías conmigo? —murmura.

—¿Esto? Es un réquiem —digo sorprendida.

—Sí. —Me lleva a sus brazos y me sostiene, enterrando su nariz en mi cabello y deslizándose suavemente de lado a lado. Tiene su propio olor celestial.

Oh… lo extrañé. Lo rodeo con mis brazos y lucho contra las ganas de llorar. ¿Por qué eres tan exasperante?

—Odio pelear contigo —susurra.

—Bueno, entonces deja de ser tan petulante.

Ríe y el cautivante sonido resuena en su pecho. Me aferra con más fuerza.

—¿Petulante?

—Imbécil.

—Prefiero petulante.

—Deberías. Te sienta bien.

Vuelve a reírse y besa mi cabeza.

—¿Un réquiem? —murmuro sorprendida de que realmente lo bailemos. Se encoge de hombros.


—Es sólo una hermosa melodía, Ana.

Taylor tose discretamente en la entrada, y Zayn me deja ir.

—La señorita Matteo está aquí —dice.

¡Oh qué alegría!

—Haz que pase —dice Zayn. Se acerca y toma mi mano mientras Gia Matteo entra en el cuarto.

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