lunes, 5 de agosto de 2013

Capítulo 22.

Oh… ¿Tengo que tener una razón? Por Dios. Me encojo de hombros.

—Dímelo —gruñe.

—Um…

Y de la nada, me golpea duro.

—¡Ah! —grito.

—Silencio.

Frota suavemente la nalga en la que me ha pegado. Entonces se inclina sobre mí, con su cadera clavándose en mi espalda, planta un beso entre mis omóplatos y deja un sendero de besos a través de mi espalda. Se ha quitado la camisa, por lo que el pelo de su pecho me hace cosquillas, y su erección presionando a través de la tela rugosa de sus vaqueros.

—Abre tus piernas —ordena.

Muevo mis piernas separándolas.

—Más abiertas.

Gimo y abro más mis piernas.

—Buena chica —respira. Traza con el dedo mi espalda, a lo largo de la grieta entre mis nalgas, y por encima de mi ano, que se contrae a su toque— Vamos a tener un poco de diversión con esto —susurra.

Su dedo índice continúa por encima de mi perineo y lentamente se desliza dentro de mí.

—Veo que estás muy mojada, Anastasia. ¿Es de antes o de ahora?

Gimo y mete el dedo dentro y fuera de mí, una y otra vez. Empujo hacia atrás hacia su mano, disfrutando de la intrusión.

—Oh, Anastasia, creo que es de las dos. Creo que te encanta estar aquí, de esta manera. Mía.

Lo hago, ¡oh, sí! Retira el dedo y me golpea duro una vez más. 

—Contéstame —susurra con voz ronca y urgente.

—Sí, lo hago —gimo.

Él me golpea duro una vez más, así que grito y, a continuación, mete dos dedos dentro de mí. Él se retira de inmediato, esparciendo la humedad a lo largo y alrededor de mi ano.

—¿Qué vas a hacer? —pregunto, sin aliento. Oh, Dios...

—No es lo que estás pensando —murmura para tranquilizarme— Te lo dije, poco a poco con esto, nena.

Escucho un chorro silencioso de algún líquido, presumiblemente de un tubo, entonces sus dedos me masajean allí de nuevo. Está lubricándome… ¡allí! Me retuerzo cuando mi miedo choca con una emoción desconocida. Él me golpea una vez más, abajo, por lo que llega a mi sexo. Gimo. Se siente…tan bueno.

—No te muevas —dice— Y no te sueltes.

—Ah.

—Se trata de lubricante. —Él extiende un poco más en mí. Trato de no retorcerme debajo de él, pero mi corazón late con fuerza, impulsándome locamente, mientras el deseo y la ansiedad bombean a través de mí—. He querido hacerte esto desde hace algún tiempo, Anastasia.

Gimo. Y siento algo frío y metálico correr por mi columna vertebral.

—Tengo un pequeño regalo para ti —susurra Zayn.

Me viene a la mente la imagen del día que me enseñó los artilugios que había en la cómoda. Madre mía. Un tapón anal. Zayn lo desliza por la hendidura que hay entre mis nalgas.

—Voy a empujar esto dentro de ti, muy lentamente.

Yo grito, la anticipación y la ansiedad cargan a través de mí.

—¿Me dolerá?

—No, nena. Es pequeño. Una vez que esté dentro de ti, voy a follarte muy duro.

Yo prácticamente convulsiono.

Inclinado sobre mí, me besa una vez más, entre mis omóplatos.

—¿Lista? —susurra él.

¿Lista? ¿Estoy lista para esto?

—Sí —murmuro en voz baja, con la boca seca.

Mete otro dedo en mí y, pasando perineo, se desliza dentro de mí. Joder, es su pulgar. Él llena mi sexo y sus dedos acarician suavemente mi clítoris. Gimo… se siente... bien. Y con suavidad, mientras sus dedos y su pulgar hacen su magia, empuja un tapón frío, poco a poco, dentro de mí.

—¡Ah! —gruño en voz alta ante la sensación desconocida, mis músculos protestan ante la intrusión. Traza círculos con su pulgar mientras empuja el tapón más duro, deslizándose fácilmente. No sé si es porque estoy muy excitada o porque me ha distraído con sus expertos dedos, pero mi cuerpo parece aceptarlo. Es pesado… y extraño… ¡allí!

—Oh, nena.

Y puedo sentirlo… cuando el pulgar gira… y presiona tapón contra mi… oh, ah… Poco a poco retuerce el tapón, provocándome un prolongado gemido.

—Zayn —murmuro, su nombre como un mantra confuso, mientras me ajusto a la sensación.

—Buena chica —murmura. Dirige su mano libre por mi costado hasta que llega a mi cadera. Poco a poco retira el dedo pulgar y oigo el sonido delator cuando abre su bragueta.

Agarrando el otro lado de mi cadera, tira de mí hacia atrás y separa mis piernas aún más, empujando sus pies contra ellas.

—No sueltes la mesa, Anastasia —advierte.

—No —jadeo.

—¿Algo rudo? Dime si soy demasiado rudo. ¿Entiendes?

—Sí —digo en voz baja, y él se estrella contra mí, tirando de mí hacia él, al mismo tiempo que empuja el tapón hacia delante, más profundo…

—¡Mierda! —grito.

Él no contesta, su respiración es más dura y mis jadeos lo acompañan. Trato de asimilar todas las sensaciones: la plenitud, la sensación deliciosamente seductora de estar haciendo algo prohibido, el placer erótico brotando hacia afuera desde muy dentro de mí. Él tira suavemente del tapón.

Oh, por Dios... gimo y oigo su aguda respiración, un jadeo de placer puro, sin adulterar. Mi sangre se calienta ¿Alguna vez he sentido tan desenfrenada… tan…?

—¿Otra vez? —susurra.

—Sí.

—Quédate quieta —ordena, saliendo fácilmente de mí y golpeando dentro de mí otra vez.

Oh, yo quería esto.


—Sí —siseo.

Y coge ritmo. Su respiración es más dificultosa, junto con la mía, mientras se clava dentro de mí.

—¡Oh, Anastasia! —jadea. Mueve una de sus manos de mi cadera y gira el tapón de nuevo, tirando poco a poco, tirando de él y empujándolo de nuevo dentro.

La sensación es indescriptible, y creo que me voy a desmayar sobre la mesa. Él nunca pierde el ritmo cuando me lleva una y otra vez, moviéndose fuerte y duro dentro de mí.

Mi interior se aprieta y tiembla.

—Oh mierda —gruño. Esto me va a destrozar.

—Sí, cariño —susurra.

—Por favor —le suplico y yo no sé qué… para, no para, girar el tapón de nuevo. Mis entrañas se aprietan alrededor de él y del tapón.

—Está bien —respira. Me golpea duro en mi nalga derecha, y me corro una y otra vez, cayendo y cayendo, dando vueltas, vueltas y más vueltas palpitantes, y entonces Zayn tira suavemente del tapón.

—¡Joder! —grito y Zayn agarra mis caderas y culmina en voz alta, todavía sosteniéndome.

La mujer aún sigue cantando. Zayn siempre pone las canciones para que se repitan aquí. Extraño. Estoy acurrucada en sus brazos sobre su regazo, nuestras piernas enredadas juntas, con mi cabeza descansando en su pecho. Estamos en el suelo del salón de juegos junto a la mesa.


—Bienvenida de vuelta —dice, quitándome la venda de los ojos. Parpadeo mientras mis ojos se acostumbran a la tenue luz. Jalando mi barbilla hacia atrás, él planta un suave beso en mis labios, sus ojos centrados y ansiosos buscando los míos. Alcanzo su cara para acariciarla. Él sonríe.

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