martes, 6 de agosto de 2013

Capítulo 51.

Me despierto con un sobresalto, desorientada. ¿Dónde estoy? La sala de juegos. Las luces están todavía encendidas, suavemente iluminando las paredes de color rojo sangre. Zayn se queja otra vez, y me doy cuenta de que esto es lo que me ha despertado.

—No —se queja. Él está tirado a mi lado, con la cabeza atrás, sus ojos entornados cerrados, el rostro contraído por la angustia.

Mierda. Está teniendo una pesadilla.

—¡No! —grita de nuevo.

—Zayn, despierta. —Me esfuerzo por incorporarme, pateando la sábana.

Arrodillada junto a él, agarro sus hombros y lo sacudo mientras las lágrimas saltan a mis ojos.

—Zayn, por favor. ¡Despierta!

Sus ojos saltan abriéndose, mieles y salvajes, sus pupilas dilatadas con el miedo. Mira distraídamente hacia mí.

—Zayn, estás teniendo una pesadilla. Estás en casa. Estás a salvo.

Él parpadea, mira a su alrededor frenéticamente, y frunce el ceño mientras asimila nuestro entorno. Entonces sus ojos están de regreso en los míos.

—Anastasia —dice en voz baja, y sin preámbulo alguno me alcanza con ambas manos, agarrando mi cara y me tira sobre su pecho y me besa. Duro. Su lengua invade mi boca, y él sabe a desesperación y necesidad. Apenas dándome la oportunidad de respirar, se da la vuelta, sus labios pegados a los míos, por lo que me está presionando contra el duro colchón de la cama con dosel. Una de sus manos aprieta mi mandíbula, la otra se extiende en la parte superior de mi cabeza, manteniéndome quieta mientras su rodilla aparta mis piernas y él se acomoda, todavía vestido con sus pantalones vaqueros, entre mis muslos.

—Anastasia —jadea, como si no puede creer que esté allí con él.

Él mira hacia mí por una fracción de segundo, lo que me permite un momento para respirar. Luego sus labios están sobre los míos de nuevo, saqueando mi boca, tomando todo lo que tengo para dar. Él gime en voz alta, flexionando sus caderas hacia mí. Su erección enfundada empuja en mi carne suave. Oh… Gimo, y toda la tensión sexual acumulada antes de la erupción más temprana, resurge con venganza, llenando mi sistema con deseo y necesidad. Impulsado por sus demonios, urgentemente besa mi cara, mis ojos, mis mejillas, a lo largo de mi mandíbula.

—Estoy aquí —le susurro, tratando de calmarlo, nuestras calientes y jadeantes respiraciones, mezcladas. Envuelvo mis brazos alrededor de sus hombros, mientras oprimo mi pelvis contra la suya a modo de bienvenida.

—Oh, Anastasia —jadea, su voz ronca y baja—Te necesito.

—Yo también —le susurro con urgencia, mi cuerpo desesperado por su toque. Lo quiero. Lo quiero ahora. Quiero sanarlo. Quiero sanarme… Necesito esto. Su mano se extiende hacia abajo y desabrocha el botón de la bragueta, buscando a tientas un momento, luego liberando su erección.
Mierda. Estaba dormido hace menos de un minuto.
Él se mueve, la mirada fija en mí por una fracción de segundo, suspendido por encima de mí.

—Sí. Por favor —yo respiro, mi voz ronca y necesitada.

Y en un movimiento rápido se entierra dentro de mí.

—¡Ah! —grito, no de ningún dolor, sino de la sorpresa ante su presteza.

Él gime, y sus labios encuentran los míos de nuevo mientras él empuja en mí, una y otra vez, su lengua poseyéndome, también. Él se mueve frenéticamente, obligado por su miedo, su lujuria, su deseo, ¿su… amor? No sé, pero lo encuentro empuje por empuje, dándole la bienvenida.

—Anastasia —gruñe casi inarticuladamente, y se corre con fuerza, derramándose en mí, su cara tensa, su cuerpo rígido, antes de que se derrumbe con todo su peso sobre mí, jadeando, y él me deja colgada… de nuevo.

Mierda. Esta no es mi noche. Mi diosa interior se está preparando para destriparse a sí misma. Lo sostengo, buscando una bocanada de aire y prácticamente retorciéndome con necesidad debajo de él.

Sale de mí y me abraza por unos minutos… muchos minutos. Por último, sacude su cabeza y se levanta sobre sus codos, tomando un poco de su peso. Él mira hacia mí como si me viera por primera vez.

—Oh, Anastasia. Dulce Jesús. —Él se inclina y me besa tiernamente.

—¿Estás bien? —digo en voz baja, alcanzando y acariciando su adorable cara. Él parpadea y asiente con la cabeza. Se ve sacudido y más definitivamente agitado. Mi propio muchacho perdido. Él frunce el ceño y mira fijamente a mis ojos como si por fin registrara donde está.

—¿Tú? —pregunta, la preocupación evidente en su voz.

—Um… —me retuerzo debajo de él y después de un momento sonríe, una lenta sonrisa carnal.

—Sra. Malik, tienes necesidades —murmura. Me besa rápidamente, luego se escabulle de la cama.

De rodillas sobre el suelo al final de la cama, llega arriba, me agarra justo por encima de las rodillas y tira de mí hacia él así mi espalda está en el borde de la cama.

—Siéntate —murmura. Me esfuerzo en una posición sentada, mi cabello cayendo como un velo a mí alrededor, hasta mis pechos. Su mirada miel sostiene la mía mientras suavemente empuja mis piernas abriéndolas tanto como ellas pueden. Me recuesto en mis manos, sabiendo muy bien lo que va a hacer. Pero… él está justo… um…

—Eres tan jodidamente hermosa, Anastasia —susurra, y yo veo su cabeza de pelo cobrizo enterrarse y plantar un rastro de besos en mi muslo derecho, en dirección norte. Mi cuerpo entero se aprieta en anticipación. Él mira hacia mí, sus ojos oscurecidos a través de largas pestañas.

—Observa —él frota entonces su boca sobre mí.

Oh dios. Grito mientras el mundo se concentra en el vértice de mis muslos, y es tan erótico, mierda, mirarlo. Mirando su lengua contra lo que se siente como la parte más sensible de mi cuerpo. Y él no tiene piedad, burlándose y jugando, adorándome. Mi cuerpo se tensa y mis brazos comienzan a temblar por el esfuerzo de mantenerme en posición vertical.

—No… ah —murmuro. Suavemente, desliza un dedo largo dentro de mí y no puedo soportarlo más, colapsando de nuevo en la cama, disfrutando de su boca y dedos sobre y dentro de mí.

Lenta y suavemente, masajea ese punto dulce, dulce muy dentro de mí. Y eso es todo, estoy ida. Exploto a su alrededor, gritando una interpretación incoherente de su nombre mientras mi intenso orgasmo hace que arquee la espalda de la cama. Creo que veo estrellas, es un sentimiento tan primario y visceral… Vagamente estoy consciente de que está acariciando mi vientre, y dándome dulces y suaves besos. Me inclinó, acaricio su pelo.

—Aún no termino contigo —murmura. Y antes de que yo haya regresado completamente a Seattle, Planeta Tierra, está alcanzándome, agarrando mis caderas y tirando de mí fuera de la cama adonde él está arrodillado, y en su esperado regazo y hacia su esperada erección.
Jadeo mientras él me llena. Madre mia…

—Oh, nena —suspira mientras envuelve sus brazos alrededor mío y continúa, acunando mi cabeza y besando mi cara. Flexiona sus caderas, y el placer se levanta caliente y duro desde lo más profundo dentro de mí. Él llega a mi trasero y me eleva, meciendo la ingle hacia arriba.

—Ah —gimo, y sus labios están en los míos una vez más mientras él poco a poco, oh muy lentamente, levanta y mece… levanta y mece. Lanzo mis brazos alrededor de su cuello, entregada a su ritmo suave y adonde quiera que él me lleve. Doblo mis muslos, cabalgándolo… él se siente tan bien. Inclinada hacia atrás, echo mi cabeza hacia atrás, mi boca abierta amplia en una expresión silenciosa de placer, disfrutando de su dulce hacer el amor.

—Anastasia —susurra, y se inclina hacia abajo, besando mi cuello.
Abrazándome fuerte, lentamente se desliza dentro y fuera, empujándome… más y más alto… tan exquisitamente cronometrado, una fluida fuerza carnal. Dichoso placer irradia hacia el exterior desde lo más profundo, profundo dentro de mí mientras me sostiene tan íntimamente.

—Te quiero, Anastasia —susurra cerca de mi oído, su voz baja y áspera, y él me levanta de nuevo, arriba, abajo, arriba, abajo. Enredo mis manos atrás alrededor de su cuello en el pelo.

—Te quiero, también, Zayn. —Abriendo mis ojos, encuentro que él está mirándome, y todo lo que veo es su amor, brillando resplandeciente y fuerte en el suave resplandor de la luz del cuarto de juegos, su pesadilla aparentemente olvidada. Y mientras siento mi cuerpo construirse hacia mi liberación, me doy cuenta de que esto es lo que yo quería, esta conexión, esta demostración de nuestro amor.

—Córrete para mí, nena —él susurra en voz baja.

Mantengo mis ojos cerrados mientras mi cuerpo se tensa ante el sonido bajo de su voz, y yo me corro en voz alta, girando en espiral hacia un clímax intenso.

Él se pone rígido, su frente contra la mía, mientras susurra suavemente mi nombre, envuelve sus brazos a mí alrededor y encuentra su propia liberación.

Él me levanta suavemente y me pone en la cama. Me acuesto en sus brazos, escurrida y, finalmente saciada. Él acaricia mi cuello.

—¿Mejor ahora? —susurra.

—Mmm.

—Deberíamos ir a la cama, o ¿tú quieres dormir aquí?

—Mmm.

—Sra. Malik, habla conmigo. —Suena divertido.

—Mmm.

—¿Es lo mejor que puedes hacer?

—Mmm.

—Ven. Déjame que te lleve a la cama. No me gusta dormir aquí.

De mala gana, me volteo y giro hacia él.

—Espera —le susurro. Él parpadea hacia mí, viéndose todo con los ojos abiertos e inocentes, y al mismo tiempo, bien follado y satisfecho de sí mismo.

—¿Estás bien? —pregunto.

Él asiente con la cabeza, sonriendo con aire de suficiencia, como un adolescente.


—Lo estoy ahora.

—Oh, Zayn —lo regaño y llego hasta acariciar suavemente su hermoso rostro— Yo estaba hablando acerca de tu pesadilla.

Su expresión se congela momentáneamente, a continuación, cierra sus ojos y aprieta sus brazos alrededor mío, enterrando la cara en mi cuello.

—No —susurra, su voz ronca y cruda. Mi corazón da bandazos y giros, una vez más en mi pecho, y lo agarro fuertemente, pasando mis manos por su espalda y a través de su cabello.

—Lo siento —le susurro, alarmada por su reacción. Santa mierda, ¿cómo puedo seguir el ritmo de estos cambios de humor? ¿De qué demonios era su pesadilla? No quiero causarle más dolor al hacerle revivir los detalles— Está bien —murmuro en voz baja, desesperada por traer de vuelta al chico juguetón de hace un momento—Está bien —repito una y otra vez con dulzura.

—Vamos a la cama —dice en voz baja después de un tiempo, y se aleja de mí, dejándome vacía y adolorida cuando se levanta de la cama. Me levanto tambaleante detrás de él, manteniendo la sabana de satén envuelta a mí alrededor, y me doblo para recoger mi ropa.

—Deja eso —dice, y antes de darme cuenta, me levanta en sus brazos— No quiero que tropieces con esta sábana y te rompas el cuello. —Pongo mis brazos alrededor de él maravillada de que haya recuperado la compostura, y lo acaricio con la boca mientras él me lleva abajo, hacia nuestro dormitorio.

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