–Seguro
que está muy ocupado, señor Malik, y yo tengo un largo camino.
–¿Vuelve
en coche a Vancouver?
Parece
sorprendido, incluso nervioso. Mira por la ventana, ha empezado a llover.
–Bueno,
conduzca con cuidado –me
dice en tono serio, autoritario.
¿Por
qué iba a importarle?
–¿Me
ha preguntado todo lo que necesita? –añade.
–Sí.
–le contesto metiéndome la grabadora en
el bolso.
Cierra
ligeramente los ojos, como si estuviera pensando.
–Gracias
por la entrevista, señor Malik.
–Ha
sido un placer –me contesta, tan educado como siempre.
Me
levanto, se levanta también él y me tiende la mano.
–Hasta
la próxima, señorita Steele.
Y
suena como un desafío, o como una amenaza. No estoy segura de cuál de las dos
cosas. Frunzo el ceño. ¿Cuándo volveremos a vernos? Le estrecho la mano de
nuevo, perpleja de que esa extraña corriente siga circulando entre nosotros.
Deben de ser nervios.
–Señor
Malik.
Me
despido de él con un movimiento de cabeza. Él se dirige a la puerta con gracia
y agilidad, y la abre de par en par.
–Asegúrese
de cruzar la puerta con bien pie, señorita Steele.
Me
sonríe. Está claro que se refiere a mi poco elegante entrada en su despacho. Me
ruborizo.
–Muy
amable, señor Malik –le
digo bruscamente.
Su
sonrisa se acentúa. Me alegro de haberle divertido. Salgo al vestíbulo echando
chispas y me sorprende que me siga. Andrea y Olivia levantan la mirada, tan
sorprendidas como yo.
–¿Ha
traído abrigo? –me pregunta Malik.
–Chaqueta.
Olivia
se levanta de un salto a buscar mi chaqueta, que Malik le quita de las manos
antes de que haya podido dármela. La sostiene para que me la ponga, y lo hago
sintiéndome totalmente ridícula. Por un momento Malik me apoya las manos en los
hombros, y doy un respingo al sentí su contacto. Si se da cuenta de mi
reacción, no se le nota. Su largo dedo índice pulsa el botón del ascensor y
esperamos, yo con torpeza, y él sereno y frío. Se abren las puertas y entro a
toda prisa, desesperada por escapar. Tengo que salir de aquí. Cuando me vuelvo,
está inclinado frente a la puerta del ascensor, con una mano apoyada en la
pared. Realmente es muy guapo, guapísimo, me desconcierta.
–Anastasia.
–me dice a modo de despedida.
–Zayn
–le contesto.
Y
afortunadamente las puertas se cierran.
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