sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 29.

—Hmmm, me lo había imaginado. Una cita muy acertada. —Su dedo índice largo traza la escritura de forma ausente—. Pensé que yo era D’Urberville, no Ángel. Elegiste la degradación. —Me da una breve sonrisa—. Confío en ti para encontrar algo que resuene apropiadamente.

—También es una súplica —susurro. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Mi boca está seca.

—¿Una súplica? ¿Para qué me lo tome más despacio contigo?

Asiento.

—Compré estos libros para ti —dice en voz baja con mirada impasible—. Lo tomaré más despacio contigo si los aceptas.

Trago saliva con dificultad.

—Zayn, no puedo aceptarlos, son demasiado.

—Ves, esto es de lo que te estaba hablando, me desafías. Quiero que los tengas y ese es el final de la discusión. Es muy simple. No tienes que pensar en esto. Como una sumisa deberías simplemente estar agradecida por ellos. Aceptas lo que te compro porque me complace hacerlo.

—No era una sumisa cuando los compraste para mí —susurro.

—No… pero has aceptado, Anastasia. —Sus ojos se vuelven cautelosos.

Suspiro. No voy a ganar esta, así que paso al plan B.

—Entonces, ¿son míos para hacer lo que quiera?

Me mira de forma interrogante, pero lo confirma.

—Sí.

—En ese caso, me gustaría donarlos a caridad, a una que trabaja en Darfur ya que pareces estar comprometido con ello. Ellos pueden subastarlos.

—Si eso es lo que deseas... —Su boca se establece en una línea dura. Está decepcionado.

Me sonrojo.

—Pensaré en ello —murmuro, no quiero decepcionarlo y sus palabras regresan a mí. Quiero que quieras complacerme.

—No pienses, Anastasia. No sobre esto. —Su tono es bajo y serio.

¿Cómo puedo no pensar? Puedes pretender ser un automóvil, como sus otras posesiones, mi subconsciente hace la desagradable declaración mordaz. La ignoro. Oh, ¿no podemos retroceder? La atmósfera entre nosotros ahora es tensa. No sé qué hacer. Bajo la mirada a mis dedos. ¿Cómo arreglo esta situación?

Deja la botella de champan sobre la mesa y se queda de pie frente a mí. Poniendo su mano bajo mi barbilla, levanta mi cabeza. Me mira con expresión grave.

—Voy a comprarte un montón de cosas, Anastasia. Acostúmbrate a ello. Puedo permitírmelo. Soy un hombre muy rico. —Se inclina hacia abajo y planta un beso casto y rápido sobre mis labios— Por favor. —Me suelta.

Vaya, me dice mi subconsciente.

—Me hace sentir barata —murmuro.

Zayn pasa las manos por su cabello, exasperado.

—No debería. Estás pensándolo demasiado, Anastasia. No hagas juicios morales vagos sobre ti basada en lo que otros puedan pensar. No desperdicies tu energía. Sólo es porque tienes reservas sobre nuestro acuerdo, eso es perfectamente natural. No sabes en lo que te estás metiendo.

Frunzo el ceño, procesando sus palabras.

—Oye, detén esto —ordena suavemente, ahuecando mi barbilla nuevamente y tirando de ella con cuidado para liberar mi labio inferior de mis dientes—. No hay nada en ti que sea barato, Anastasia. No te tendré pensando eso, solo compré algunos libros viejos que pensé que significarían algo para ti, eso es todo. Tomemos algo de champan. —Sus ojos son cálidos, suaves y le sonrío tentativamente en respuesta— Eso está mejor —murmura.

Toma la champan, quita la parte superior de aluminio, tuerce la botella más que el corcho y la abre con un suave “pop” y una practicada floritura que no derrama siquiera una gota. Llena las tazas hasta la mitad.

—Es rosa —murmuro, sorprendida.

—Bollinger Grade Année Rosé 1999, un año excelente —dice con entusiasmo.

—En tazas de té.

Él sonríe.

—En tazas de té. Felicitaciones por tu título, Anastasia. —Chocamos nuestras tazas y él toma un trago, pero no puedo evitar pensar que esto en realidad es por mi decisión.

—Gracias —murmuro y tomo un sorbo. Por supuesto, es delicioso— ¿Deberíamos repasar los límites suaves?

Él sonríe y me sonrojo.

—Siempre tan ansiosa. —Zayn toma mi mano y me dirige al sofá donde se sienta y me jala hasta su lado.

—Tu padrastro es un hombre muy reservado.

Oh… nada de límites suaves para él. Solo quiero sacar esto del camino; la ansiedad me está royendo.

—Lograste tenerlo comiendo de tu mano —digo.

Zayn se ríe suavemente.

—Sólo porque sé cómo pescar.

—¿Cómo supiste que le gustaba pescar?

—Tú me lo dijiste, cuando fuimos por un café.

—Oh… ¿lo hice? —Tomé otro sorbo.

Vaya, él tiene memoria para los detalles. Hmm… esta champán es realmente buena—¿Probaste el vino en la recepción?

Zayn hace una mueca.

—Sí. Era asqueroso.

—Pensé en ti cuando lo probé. ¿Cómo lograste ser tan entendido sobre el vino?

—No soy entendido, Anastasia. Solo sé lo que me gusta. —Sus ojos mieles brillan y me hace sonrojar—¿Un poco más? —pregunta, refiriéndose a la champan.

—Por favor.

Zayn se levanta con gracia y recoge la botella. Llena mi taza. ¿Me está emborrachando? Lo miro con recelo.

—Este lugar se ve bastante desnudo, ¿están listas para la mudanza?

—Más o menos.

—¿Trabajarás mañana?

—Sí, mi último día en Clayton’s.

—Te ayudaría a mudarte, pero prometí encontrarme con mi hermana en el aeropuerto.

Oh… estas son noticias.

—Mia llega de Paris muy temprano la mañana del sábado. Me dirigiré de regreso a Seattle mañana, pero escuché que Elliot les está ayudando.

—Sí, Kate está muy emocionada sobre eso.

Zayn frunce el ceño.

—Sí, Kate y Elliot, ¿quién lo hubiese pensado? —murmura y por alguna razón, no parece complacido.

—Entonces, ¿qué harás sobre el trabajo en Seattle?

¿Cuándo vamos a hablar sobre los límites? ¿Cuál es su juego?

—Tengo un par de entrevistas para lugares de práctica.

—E ibas a decirme eso, ¿cuándo? —Arquea una ceja.

—Eh… te lo estoy diciendo ahora.

Él entrecierra los ojos.

—¿Dónde?

Por alguna razón, posiblemente porque tal vez utilizaría su influencia, no quiero decírselo.

—Un par de editoriales.

—¿Eso es lo que quieres hacer, algo en el mundo editorial?

Asiento con cautela.

—¿Bien? —Me mira pacientemente, esperando más información.

—¿Bien qué?

—No seas obtusa, Anastasia, ¿qué editoriales? —pregunta.

—Solo las pequeñas —murmuro.

—¿Por qué no quieres que sepa?

—Influencia indebida. —Frunce el ceño—. Oh, ahora tú estás siendo obtuso.

Ríe

—¿Obtuso? ¿Yo? Dios, eres un reto. Bebe, hablaremos sobre los límites. —Toma otra copia de mi correo electrónico y la lista. ¿Llevará estas listas en sus bolsillos? Creo que hay una en la chaqueta de él que yo tengo. Mierda. Mejor no olvido eso. Bebo de mi taza.
Me da un vistazo rápido.

—¿Más?

—Por favor.

Me sonríe con esa petulante sonrisa privada suya, levanta la botella de champán y se detiene.

—¿Has comido algo?

Oh, no… no esto de nuevo.

—Sí, estuve en una cena de tres platos con Ray.

Pongo mis ojos en blanco hacia él. El champán me hace audaz.

Se inclina hacia adelante y sostiene mi barbilla, mirándome intensamente a los ojos.

—La próxima vez que me pongas los ojos en blanco, te pondré sobre mi rodilla.

¡¿Qué?!

—Oh. —Suspiro, puedo ver la excitación en sus ojos.

—Oh —responde imitando mi tono— Así comienza, Anastasia.

Mi corazón golpea contra mi pecho y las mariposas vuelan desde mi estómago hasta mi atragantada garganta. ¿Por qué me excita eso?

Llena mi copa y me tomo prácticamente todo. Escarmentada, levanto la mirada hacia él.

—Tengo tu atención ahora, ¿verdad?

Asiento.

—Respóndeme.

—Sí, tienes mi atención.

—Bien. —Sonríe con una sonrisa de conocimiento—. Entonces, actos sexuales. Hemos hecho la mayoría de esto.

Me muevo más cerca de él en el sofá y miro la lista.

APÉNDICE 3

Límites suaves.

Para ser discutidos y acordados por ambas partes:
¿Cuál de los siguientes actos sexuales son aceptados por la Sumisa?

-Masturbación
-Felación.
-Cunnilingus
-Penetración vaginal
-Penetración vaginal con mano.
-Penetración Anal.
-Penetración anal con mano.

—Sin manos, dijiste. ¿Alguna otra cosa que quieras objetar? —dice suavemente.

Trago.

—La penetración anal no es exactamente de mi tipo.

—Estoy de acuerdo con lo de las manos, pero realmente me gustaría probar tu trasero, Anastasia. Pero esperaremos para eso. Además, no es algo en lo que simplemente podamos sumergirnos. —Me sonríe— Tu trasero necesita entrenamiento.

—¿Entrenamiento? —susurro.

—Oh, sí. Necesitará una preparación cuidadosa. La penetración anal puede ser muy placentera, confía en mí. Pero si la probamos y no te gusta, no tenemos que volver a hacerlo. —Me sonríe.

Parpadeo. ¿Cree que lo voy a disfrutar?

—¿Ya lo has hecho? —Susurro

—Sí.

Demonios. Jadeo.

—¿Con un hombre?

—No. Nunca he tenido sexo con un hombre. No es mi escenario.

—¿La Sra. Robinson?

—Sí.

¿Demonios… cómo? Frunzo el ceño. Continúa con la lista.

—De acuerdo… tragar semen. Bueno, tienes una A en eso.

Me sonrojo y mi diosa interior frunce sus labios brillando con orgullo.

—Entonces —me mira sonriéndome—, ¿tragar semen está bien?

Asiento, incapaz de mirarlo a los ojos y vuelvo a tomar un trago.

—¿Más? —pregunta.

—Más. —Y de pronto, mientras, llena mi copa, recuerdo la conversación que tuvimos más temprano. ¿Se está refiriendo a eso o al champán? ¿Es todo este asunto del champán algo más?


—¿Juguetes sexuales? —pregunta.

Me encojo de hombros, mirando la lista.

¿Es el uso de juguetes sexuales aceptable para la Sumisa?

-Vibradores.
-Consoladores.
-Tapón Anal.
-Otros.

—¿Tapón anal? ¿Hace lo que creo que hace? —Arrugo mi nariz en disgusto.

—Sí. —Sonríe—. Y sirve para la penetración anal. Entrenamiento.

—Oh… ¿Qué hay en los “otros”?

—Bolas, huevos… ese tipo de cosas.

—¿Huevos? —Me alarmo.

—No huevos reales. —Se ríe en voz alta sacudiendo su cabeza.

Frunzo mis labios.

—Me alegra que me encuentres divertida.

No puedo evitar sonar dolida. Él deja de reír.

—Me disculpo. Señorita Steele, lo siento. —Trata de sonar arrepentido, pero sus ojos todavía bailan con humor— ¿Algún problema con los juguetes?

—No.

—Anastasia, lo siento, créeme. No me quería reír. Nunca he tenido esta conversación tan detallada. Es solo que eres tan inexperta. Lo siento.

Sus ojos son grandes, mieles y sinceros.

Me descongelo un poco y bebo otro sorbo de champán.

—Bien… bondage —dice, regresando a la lista.

Examino la lista y mi diosa interior brinca arriba y abajo como una niña pequeña esperando por helado.

¿El Bondage es aceptable para la Sumisa?

-Manos al frente
-Manos detrás
-Tobillos
-Rodillas
-Codos
-Muñecas a los tobillos
-Barras separadoras
-Atar al mobiliario
-Ojos vendados
-Amordazar
-Sujeción con Soga
-Sujeción con Cinta
-Sujeción con puños de cuero
-Suspensión
-Sujeción con esposas/restricciones de metal

—Hemos hablado sobre la suspensión. Y está bien si quieres ponerlo como un límite duro. Toma una gran cantidad de tiempo y de todas formas, sólo te tengo por cortos periodos de tiempo. ¿Algo más?

—No te rías de mí pero, ¿qué es una barra separadora?

—Prometí no reírme. Me he disculpado dos veces. —Me mira—. No me hagas hacerlo de nuevo —advierte. Y creo que me encojo visiblemente… oh, él es tan mandón— Un separador es una barra con puños de cuero para tobillos y/o muñecas. Son divertidos.

—Está bien… Sobre amordazarme. He estado preocupada por si no seré capaz de respirar.

—Me preocuparía si no pudieras respirar. No quiero asfixiarte.

—¿Y cómo utilizaré las palabras de seguridad si voy a estar amordazada?

Hace una pausa.

—Primero que todo, espero que nunca tengas que usarlas. Pero si estás amordazada, utilizaremos señales con las manos —dice simplemente.

Parpadeo hacia él. Pero si estoy atada, ¿cómo iba a funcionar eso? Mi cerebro está empezando a oscurecerse… hmm, alcohol.

—Estoy nerviosa acerca del amordazamiento.

—Está bien. Tomaré nota.

Lo miro fijamente, comprendiendo.

—¿Te gusta atar a tus sumisas para que así no puedan tocarte?

Me mira, sus ojos ampliándose.

—Esa es una de las razones —dice en voz baja.

—¿Es por eso que has atado mis manos?

—Sí.

—No te gusta hablar sobre eso —murmuro.

—No, no me gusta. ¿Te gustaría otro trago? Te está haciendo valiente y necesito saber cómo te sientes acerca del dolor.

Maldición… esta es la parte difícil. Vuelve a llenar mi taza y tomo un sorbo.

—Entonces, ¿cuál es tu actitud general de recibir dolor? —Zayn me mira expectante—. Estás mordiendo tu labio —dice sombríamente.

Me detengo de inmediato, pero no sé qué decir. Me sonrojo y bajo la mirada a mis manos.

—¿Fuiste castigada físicamente de niña?

—No.

—Entonces, ¿no tienes ningún campo de referencia?

—No.

—No es tan malo como crees. Tu imaginación es tu peor enemiga en esto —susurra.

—¿Tienes que hacerlo?

—Sí.

—¿Por qué?

—Va con el territorio, Anastasia. Es lo que hago. Puedo ver que estás nerviosa. Vamos a ver los métodos.

Él me muestra la lista. Mi subconsciente corre, gritando y se esconde detrás del sofá.

-Nalgadas
-Palmadas
-Azotes
-Palmetazo
-Mordidas
-Abrazaderas de pezones
-Abrazaderas genitales
-Hielo
-Cera caliente
-Otros tipos/métodos de dolor

—Bueno, dijiste no a las abrazaderas genitales. Eso está bien. Es el castigo que más duele.

Me pongo blanca.

—Podemos trabajar en eso.

—O no hacerlo para nada —susurro.

—Esto es parte del trato, nena, pero trabajaremos en todo esto. Anastasia, no te llevaré demasiado lejos.

—Esta cosa del castigo es lo que más me preocupa. —Mi voz es muy pequeña.

—Bueno, me alegro de que me lo dijeras. Dejaremos los castigos por ahora. Y cuando te sientas más cómoda con el asunto, aumentaremos la intensidad. Lo tomaremos con calma.

Trago, él se inclina hacia adelante y besa mis labios.

—Listo, no fue tan malo ¿no?

Me encojo, mi corazón en mi boca de nuevo.

—Mira, quiero hablar de una cosa más, después te llevaré a la cama.

—¿Cama? —Parpadeo rápidamente y mi sangre palpita alrededor de mi cuerpo, calentando lugares que no sabía que existían hasta hace poco.

—Vamos, Anastasia, hablar de esto me hace querer follarte hasta la próxima semana, ahora mismo. Debe estar teniendo algún efecto en ti también.

Me retuerzo. Mi diosa interior está jadeando.

—¿Ves? Además, hay algo que quiero probar.

—¿Algo doloroso?

—No, deja de ver dolor en todos lados. Principalmente es placer. ¿Te he hecho daño hasta ahora?

Me sonrojo.

—No.

—Bien, entonces. Mira, hoy temprano estábamos hablando sobre querer más. —Se detiene, inseguro de repente.

Dios... ¿hacia dónde va esto?

Aprieta mi mano.

—Fuera del tiempo en que eres mi sumisa, tal vez podamos probar. No sé si funcionará. No sé si podremos separarlo todo. Podría no funcionar. Pero estoy dispuesto a intentarlo. Tal vez una noche a la semana. No sé.

¡Por Dios! Mi boca se abre, mi subconsciente está sorprendido, ¡Zayn Malik quiere ir por más! ¡Está dispuesto a intentarlo! Mi subconsciente se asoma desde atrás del sofá, aun notándose la sorpresa en su cara de arpía.

—Tengo una condición. —Mira con cautela mi expresión atontada.

—¿Qué? —Suspiro. Lo que sea. Te daré lo que sea.

—Acepta gentilmente mi regalo de graduación.

—Oh. —Y en el fondo, sé lo que es. El temor se extiende en mi vientre.

Mira hacia mí, juzgando mi reacción.

—Vamos —murmura y se levanta, arrastrándome. Quitándose su chaqueta, la pone sobre mis hombros y se dirige hacia la puerta.

Aparcado fuera, hay un Audi rojo con tres puertas.

—Es para ti. Feliz graduación —murmura, estrechándome en sus brazos y besando mi cabello.


Me ha comprado un maldito automóvil nuevo, según veo. Caray... he tenido suficientes problemas con los libros. Lo miro inexpresivamente, tratando desesperadamente de determinar cómo me siento respecto a eso. Por un lado, estoy horrorizada y agradecida por el otro, sorprendida de que realmente haya hecho eso, pero la emoción principal es enfado. Sí, estoy enojada especialmente después de lo que le dije sobre los libros... pero él ya ha comprado esto. Tomando mi mano, me conduce hacia abajo por el camino a la nueva adquisición.

—Anastasia, tu Beetle es viejo y francamente peligroso. Nunca me perdonaría si algo te pasara cuando es tan fácil para mí arreglarlo —dice hasta detenerse.

Sus ojos están sobre mí, pero por el momento no me atrevo a mirarlo. Me quedo en silencio mirando fijamente su impresionante novedad de color rojo brillante.

—Se lo comenté a tu padrastro. Él estuvo de acuerdo en esto —murmura.

Dándome la vuelta lo miro, mi boca abierta con horror.

—Le hablaste de esto a Ray. ¿Cómo pudiste?

Apenas puedo escupir las palabras. ¿Cómo se atreve? Pobre Ray. Me siento mal, mortificada por mi papá.

—Es un regalo, Anastasia. ¿No puedes decir simplemente gracias?

—Pero sabes que es demasiado.

—No, para mí no lo es, no para la paz de mi mente.

Le frunzo el ceño, sin saber qué decir. ¡Simplemente no lo entiende! Ha tenido dinero durante toda su vida. Bueno, no toda su vida —no cuando fue un niño— y mi visión del mundo cambia. La idea es muy aleccionadora y me debilita respecto al automóvil, haciéndome sentir culpable por mi ataque de resentimiento. Sus intenciones son buenas, equivocadas, pero no de mal modo.

—Estoy feliz de que me prestes esto, al igual que el portátil.

Él suspira profundamente.

—Está bien. Un préstamo. Por tiempo indefinido. —Me mira con recelo.

—No, no es por tiempo indefinido, sólo por el momento. Gracias.

Frunce el ceño. Me estiro y le beso brevemente en la mejilla.

—Gracias por el auto, señor —digo con tanta dulzura como puedo manejar.

Me sujeta de repente y me tira contra él, una mano en mi espalda, sosteniéndome y la otra empuñando mi cabello.

—Eres una mujer desafiante, Anastasia Steele. —Me besa apasionadamente, obligando a mis labios a abrirse con su lengua.

Mi sangre se calienta de inmediato y estoy devolviendo su beso con mi propia pasión. Lo quiero mucho, a pesar del auto, los libros, los límites suaves... los azotes... lo quiero.

—Está tomando de todo mi autocontrol no follarte en el capó de este auto ahora mismo, sólo para mostrarte que eres mía y si quiero comprarte un automóvil de mierda, te voy a comprar un automóvil de mierda —gruñe—. Ahora, ve adentro y desnúdate. —Planta un beso rápido y duro sobre mí.

Dios, está enojado. Toma mi mano y me lleva de vuelta al apartamento, directamente a mi habitación... sin parar. Mi subconsciente está detrás del sofá de nuevo, la cabeza oculta bajo sus manos. Enciende la luz lateral y se detiene, mirándome.

—Por favor, no te enfades conmigo —susurro.

Su mirada es inexpresiva.

—Lo siento por el automóvil y los libros… —me detengo. Él se queda callado y pensativo— Me asustas cuando estás enojado —suspiro, mirándolo fijamente.

Cierra los ojos y sacude su cabeza. Cuando los abre, su expresión se ha suavizado un poco. Toma una respiración profunda y traga.

—Date la vuelta —susurra—. Quiero sacarte de ese vestido.

Otro cambio de humor, es tan difícil seguirlo. Obedientemente me doy vuelta y mi corazón está latiendo, el deseo de inmediato reemplaza al malestar, corriendo por mi sangre y asentándose oscuro y anhelante abajo en mi vientre. Aparta mi cabello de mi espalda por lo que cuelga de mi lado derecho, encrespándose en mi pecho. Coloca su dedo índice en mi nuca y lo arrastra dolorosamente lento por mi espalda. Su uña bien cuidada roza suavemente mi espalda.

—Me gusta este vestido —murmura—. Me gusta ver tu piel sin defectos.

Su dedo llega a la parte de atrás de mi vestido a mitad de camino de mi espalda, y engancha su dedo por debajo de la parte superior, jalándome más cerca por lo que doy un paso atrás contra él. Lo siento nivelarse contra mi cuerpo. Inclinándose, inhala mi pelo.

—Hueles tan bien, Anastasia. Tan dulce. —Su nariz pasa rozando mi oído bajando hacia mi cuello, y deja besos suaves y ligeros como una pluma a lo largo de mi hombro.

Mi respiración cambia, volviéndose poco profunda, apresurada, llena de expectativa. Sus dedos están en mi cremallera. La baja mientras sus labios se mueven, lamiendo, besando y chupando su camino a través de mi otro hombro. Es tan tentadoramente bueno en esto. Mi cuerpo resuena y comienzo a retorcerme lánguidamente bajo su tacto.

—Tú. Vas. A. Tener. Que. Aprender. A. Quedarte. Quieta —susurra, besándome alrededor de mi nuca, entre cada palabra.

Tira del amarre del cuello halter y el vestido se desliza y se derrama a mis pies.

—Sin sostén, Srta. Steele. Me gusta eso.

Sus manos alcanzan, rodean y ahuecan mis pechos y mis pezones se arrugan ante su tacto.

—Levanta tus brazos y ponlos alrededor de mi cabeza —murmura contra mi cuello.

Obedezco inmediatamente y mis pechos suben y empujan sus manos, mis pezones endureciéndose aún más. Mis dedos se tejen en su pelo y muy suavemente tiro de su suave y sexy cabello. Ruedo mi cabeza hacia un lado para darle un acceso más fácil a mi cuello.

— Mmm... —murmura en el espacio detrás de mi oreja, mientras empieza a extender mis pezones con sus dedos largos, reflejando lo que hacen mis manos en su pelo.

Gimo mientras la sensación se registra nítida y clara en mi ingle.

—¿Debería hacerte llegar de esta forma? —susurra.

Yo arqueo la espalda para forzar mis senos en sus expertas manos.

—Te gusta esto, ¿verdad, señorita Steele?

—Mmm...

—Dime. —Continúa la lenta y sensual tortura, tirando suavemente.

—Sí.

—Sí, qué.

—Sí... Señor.

—Buena chica.

Me aprieta duro y mi cuerpo se retuerce convulsivamente contra su frente.

Grito ante el exquisito y agudo placer/dolor. Lo siento contra mí. Gimo y mis manos se aprietan en su pelo tirando más fuerte.

—No creo que estés lista para correrte todavía —susurra, dejando quieta sus manos y amablemente muerde el lóbulo de mi oreja y lo tira—. Además, me has disgustado.

Oh... no, ¿qué significa esto? Mi cerebro lo registra a través de la niebla del deseo necesitado mientras gimo.

—Así que tal vez no dejaré que te corras, después de todo.

Regresa la atención de sus dedos a mis pezones, tirando, girando, amasando. Oprimo mi trasero contra él... moviéndome de lado a lado.
Siento su sonrisa contra mi cuello mientras sus manos se mueven abajo hacia mis caderas. Sus dedos se enganchan en la parte posterior de mis bragas, estirándolas y empuja los pulgares a través del material, rompiéndolas y tirándolas frente a mí para que yo pueda ver... Sus manos se mueven abajo hacia mi sexo... y desde atrás, lentamente su dedo.

—Oh, sí. Mi dulce chica ya está lista —susurra mientras me gira, así que estoy frente a él. Su respiración se ha acelerado. Pone su dedo en su boca—. Sabes tan bien, señorita Steele —suspira—. Desnúdame —ordena en voz baja, mirándome, con los ojos entrecerrados.

Todo lo que estoy usando son mis zapatos, bueno, los zapatos de tacón alto de Kate. Estoy desconcertada. Nunca he desnudado a un hombre.

—Puedes hacerlo —me engatusa suavemente.

Oh, Dios mío. Parpadeo rápidamente. ¿Dónde empiezo? Llevo mis manos a su camiseta y él toma mis manos y niega con la cabeza, sonriéndome maliciosamente.

—Oh, no. —Niega con la cabeza, sonriendo—No por la camiseta, es posible que necesites tocarme para lo que he planeado. —Sus ojos están vivos de emoción.

Oh... esto es nuevo... puedo tocar con la ropa. Toma una de mis manos y la coloca en contra de su erección.

—Este es el efecto que tiene sobre mí, señorita Steele.

Jadeo, flexiono los dedos alrededor de su circunferencia y sonríe.

—Quiero estar dentro de ti. Saca mis pantalones. Tú estás a cargo.


¡Oh por Dios! Yo a cargo. Mi boca cae abierta.

—¿Qué vas a hacer conmigo? —bromea.

Oh, las posibilidades... mi diosa interior ruge y desde algún lugar nacido de la frustración, la necesidad y pura valentía Steele, lo empujo sobre la cama. Se ríe mientras cae y lo miro, sintiéndome victoriosa. Mi diosa interior va a explotar. Tiro de sus zapatos y de sus calcetines de forma rápida, con torpeza. Está mirándome, sus ojos luminosos con diversión y deseo. Se ve... glorioso... mío. Me arrastro hasta la cama y me siento a horcajadas sobre él para quitarle sus pantalones, deslizando mis dedos por debajo de la cintura, sintiendo el cabello en su camino feliz. Cierra los ojos y flexiona sus caderas.

—Vas a tener que aprender a quedarte quieto —lo regaño y tiro del vello debajo de su cintura.

Su respiración se corta y me sonríe.

—Sí, señorita Steele —murmura, sus ojos brillan con intensidad—. El condón, en mi bolsillo —dice en voz baja.

Busco en el bolsillo lentamente, observando su rostro mientras voy buscando. Su boca está abierta. Tomo los dos paquetes de aluminio que encuentro y los pongo sobre la cama junto a sus caderas. ¡Dos! Mis dedos demasiado ansiosos alcanzan el botón de la cintura y lo desabotonan, tanteando un poco. Estoy más que emocionada.

—Tan ansiosa, señorita Steele —murmura, su voz mezclada con humor.

Bajo la cremallera y ahora me enfrento con el problema de remover sus pantalones... hmm. Arrastro y tiro. Apenas se mueven. Frunzo el ceño. ¿Cómo puede ser tan difícil?

—No puedo mantenerme quieto si vas a morderte el labio —advierte y a continuación, arquea la pelvis hacia arriba de la cama, así que soy capaz de tirar abajo los pantalones y los calzoncillos al mismo tiempo, vaya... liberándolo. Patea su ropa hacia el suelo.
Santo cielo, es todo mío para jugar y de pronto, es como Navidad.

—Y ahora, ¿qué vas a hacer? —dice en voz baja, todo rastro de humor se ha ido.

Me estiro y lo toco, viendo su expresión mientras lo hago. Su boca forma una especie de letra O mientras toma una bocanada de aire. Su piel es tan tersa, suave... y dura... hmm, que deliciosa combinación. Me inclino hacia delante, con el pelo cayendo a mí alrededor y él está en mi boca. Chupo. Cierra los ojos, sus caderas sacudiéndose debajo de mí.

—Por Dios, Anastasia, con calma —gime.

Me siento tan poderosa, es una sensación tan embriagadora, provocarlo y probándolo con mi boca. Se tensa por debajo de mí, mientras corro mi boca arriba y abajo de él, empujándolo hasta el fondo de mi garganta, los labios apretados... una y otra vez.

—Para, Anastasia, para. No quiero correrme.

Me incorporo, parpadeando hacia él y estoy jadeando, pero confusa. Pensé que estaba a cargo. A mi diosa interior parece que alguien le arrebató el helado.

— Tú inocencia y entusiasmo son muy encantadores —jadea—. Tú, encima... eso es lo que tenemos que hacer.

Oh.

—Toma, pon esto. —Me entrega un paquete de aluminio.

¿Cómo? Rasgo el paquete abriéndolo y el condón de goma está todo pegajoso en mis dedos.

—Aprieta la parte superior y luego ruédalo hacia abajo. No quieres nada de aire al final —jadea.

Y muy lentamente, concentrándome bastante, hago lo que me ha dicho.

—Cristo, me estás matando aquí, Anastasia —se queja.

Admiro mi obra y a él. Es realmente un hermoso ejemplar de hombre, mirarlo es muy, muy excitante.

—Ahora. Quiero estar enterrado dentro de ti —murmura.

Lo miro, intimidada y de pronto se sienta, así que estamos cara a cara.

—De esta manera —dice en voz suave, serpentea una mano alrededor de mis caderas, levantándome un poco, con la otra se posiciona debajo de mí y muy lentamente, me pone sobre él.

Gimo mientras me estira, abriéndome, llenándome, mi boca abierta por la sorpresa ante el sentimiento dulce, sublime, angustioso, sobrecargado. Oh... por favor.

—Así es, cariño, siénteme —gruñe y brevemente cierra los ojos.

Y está dentro de mí, envainado hasta la empuñadura y me mantiene en el lugar durante unos segundos... minutos... no tengo ni idea, mirándome fijamente a los ojos.

—Es profundo de esta manera —murmura.

Se flexiona y gira sus caderas en el mismo movimiento y yo gimo... oh cielos, la sensación irradia a través de mi vientre... en todas direcciones.

—De nuevo —susurro. Sonríe con una sonrisa perezosa y complacida.
Gimo, echo la cabeza hacia atrás, mi pelo cayendo por mi espalda y muy lentamente, él se hunde sobre la cama.

—Muévete, Anastasia, arriba y abajo, como tú quieras. Toma mis manos —dice suavemente, su voz ronca y baja y oh, tan sexy.

Sujeto sus manos, aferrándome a la vida. Suavemente me impulso fuera de él y hacia abajo, oh Dios. Sus ojos están ardiendo con anticipación salvaje. Su respiración es irregular, igualando la mía y levanta su pelvis mientras bajo, haciéndome rebotar. Mantenemos el ritmo... arriba, abajo, arriba, abajo... una y otra... y se siente tan... bien. Entre mis jadeos, la profundidad, la sensación ardiente que me recorre y que crece dentro de mí, lo miro, nuestras miradas se encuentran... y veo asombro ahí, admiración hacia mí.

Yo estoy a cargo. Él es mío y yo soy suya. El pensamiento me empuja, aplastándome con claridad sobre el borde y llego al clímax rodeándolo... gritando incoherencias. Él sujeta mis caderas y cerrando los ojos, inclina la cabeza hacia atrás, con la mandíbula tensa, se corre en silencio. Me derrumbo sobre su pecho, abrumada, en algún lugar entre la fantasía y la realidad, un lugar donde no hay límites duros o suaves.

No hay comentarios:

Publicar un comentario