sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 30.

Lentamente el mundo exterior invade mis sentidos y ay Dios mío que invasión. Estoy flotando, mis extremidades suaves y lánguidas, absolutamente gastadas.

Estoy recostada sobre él, mi cabeza está en su pecho y huele divino: fresco, limpio y a alguna clase de gel de baño costoso y la mejor y más seductora esencia en el planeta… Zayn. No quiero moverme, quiero oler este elixir por toda la eternidad. Lo huelo, deseando no tener como barrera su camiseta. Y mientras el entendimiento y la razón regresan al resto de mi cuerpo, extiendo mi mano sobre su pecho. Esta es la primera vez que lo he tocado ahí. Es firme… fuerte.

Su mano se extiende y toma la mía, pero suaviza el golpe llevándola hacia su boca, besando dulcemente mis nudillos. Se da la vuelta, por lo que me está mirando fijamente.

—No —murmura, luego me besa suavemente.

—¿Por qué no te gusta que te toquen? —susurro, mirando directamente a sus suaves ojos mieles.

—Porque soy cincuenta sombras Anastasia.

Oh, su honestidad me desarma por completo. Lo miro, parpadeando.

—Tuve una dura introducción a la vida. No quiero agobiarte con los detalles. Simplemente no me gusta.

Frota su nariz contra la mía, luego me aleja y se sienta.

—Creo que eso cubre todos los conceptos básicos. ¿Cómo fue?

Se ve completamente satisfecho de sí mismo y suena muy realista a la vez, como si acabara de marcar otra casilla en una lista de verificación. Todavía me estoy recuperando del comentario de la dura introducción a la vida. Es tan frustrante… estoy desesperada por saber más. Pero no me lo dirá. Ladeo mi cabeza a un lado, como él y hago un enorme esfuerzo para sonreírle.

—Si por un minuto imaginaste que pensé me cediste el control, bueno, nos has tomado en cuenta mi puntaje promedio de notas. —Le sonreí tímidamente— Pero gracias por la ilusión.

—Señorita Steele, usted no es simplemente una cara bonita. Ha tenido seis orgasmos hasta ahora y todos me pertenecen. —Se jacta, juguetón de nuevo.

Me ruborizo y parpadeo al mismo tiempo, mientras él me mira fijamente.

¡Está llevando la cuenta! Frunce su ceño.

—¿Tienes algo que decirme? —Su voz es repentinamente severa.

Frunzo el ceño.

—Tuve un sueño esta mañana.

—¿Ah? —Me mira.

—Me vine en mi sueño. —Lanzo mi brazo por sobre mis ojos. Él no dice nada. Lo miro por debajo de mi brazo, luce entretenido.

—¿En tu sueño?

—Me despertó.

—Estoy seguro que lo hizo. ¿En qué estabas soñando?

—Tú.

—¿Qué estaba haciendo?

Lanzo mi brazo sobre mis ojos otra vez. Y, al igual que una niña pequeña, brevemente mantengo la idea de que si no puedo verlo, él no me puede ver.

— Anastasia, ¿qué estaba haciendo? No preguntaré de nuevo.

—Tenías un látigo.

Él mueve mi brazo.

—¿En serio?

—Sí. —Estoy de color carmesí.

—Todavía hay esperanza para ti —murmura—. Tengo muchos látigos.

—¿Uno de cuero trenzado?

Ríe.

—No, pero estoy seguro de que puedo conseguir uno. —Sus ojos mieles se encienden con emoción.

Inclinándose, me da un breve beso, luego se levanta y toma su bóxer. Oh no, se está yendo. Miro rápidamente la hora y son sólo las nueve y cuarenta, me deslizo también de la cama, tomo mis pantalones y mi camisola, luego me siento otra vez en la cama, piernas cruzadas, mirándolo. No quiero que se vaya. ¿Qué puedo hacer?

—¿Cuándo es tu periodo? —Interrumpe mis pensamientos.

¡Qué!

—Odio usar estás cosas —se queja.

Alza el condón, luego lo pone en el piso y se desliza en sus vaqueros.

—¿Entonces? —dice cuando no hay respuesta, me mira como si estuviese esperando el reporte del clima. Por Dios... esto es algo personal.

—La próxima semana. —Bajo mi mirada hasta mis manos.

—Es necesario resolver algunos métodos anticonceptivos.

Él es muy mandón. Lo miro fijamente. Se sienta en la cama mientras se pone sus medias y zapatos.

—¿Tienes un doctor?

Niego con la cabeza. Estamos de vuelta en las fusiones y adquisiciones, otro cambio emocional de 180 grados.

Frunce el ceño.

—Puedo traer al mío y que te vea en tu apartamento, domingo por la mañana antes de que vengas a verme. O puede verte en la mía. ¿Qué preferirías?

Sin presión entonces. Algo más por lo que está pagando… pero en realidad esto es para su beneficio.

—En la tuya. —Eso significa que tengo garantizado verlo el domingo.

—De acuerdo. Te haré saber la hora.

—¿Te vas?

No te vayas… quédate conmigo por favor.

—Sí.

¿Por qué?

—¿Cómo regresarás a tu casa? —susurro.

—Taylor me recogerá.

—Puedo llevarte. Tengo un encantador auto nuevo.

Me mira, su expresión cálida.

—Eso me gusta más. Pero creo que has bebido mucho.

—¿Me emborrachaste a propósito?

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque sobre piensas todo y eres reservada como tu padrastro. Una gota de vino en ti y empiezas a hablar y necesito que seas honesta conmigo. De otra manera, te cierras y no tengo ni idea en lo que estás pensando. In vino veritas (en el vino esta la verdad), Anastasia.

—¿Y tú crees que siempre eres honesto conmigo?

—Me esfuerzo por serlo. —Me mira con cautela—. Esto sólo funcionará si somos honestos el uno con el otro.

—Quiero que te quedes y uses esto. —Sostengo el segundo condón.

Sonríe y sus ojos se llenan de humor.

— Anastasia, he cruzado muchas líneas esta noche. Tengo que irme. Te veré el domingo. Tendré el contrato de revisión listo para ti y luego podremos empezar a jugar en serio.

—¿Jugar?

Mi corazón salta hacia mi boca.

—Me gustaría hacer una escena contigo. Pero no lo haré hasta que hayas firmado, así sabré que estás lista.

—Oh. Así que, ¿podría extender esto sino firmo?

Me mira evaluándome y luego sus labios tiemblan en una sonrisa.

—Bueno, supongo que podrías, pero podría romperme bajo la tensión.

—¿Romperte? ¿Cómo?

Mi Diosa interna se ha despertado y está prestando atención.

Él asiente lentamente y luego sonríe, burlón.

—Podría ponerse realmente feo.

Su sonrisa es contagiosa.

—Feo, ¿Cómo?

—Oh, tú sabes, explosiones, choques de autos, secuestro, encarcelamiento.

—¿Me secuestrarias?

—Oh sí. —Sonríe.

—¿Me retendrás contra mis deseos?

Dios esto es excitante.

—Oh sí. —Asiente—. Y entonces estamos hablando IET 24/7.

—Me has perdido. —Respiro, mi corazón está palpitando… ¿está hablando en serio?

—Intercambio de Energía Total, durante todo el tiempo. —Sus ojos están brillando, y puedo sentir su excitación desde donde estoy sentada.

—Así que no tienes elección —dice sardónicamente.

—Es evidente.

No puedo mantener el sarcasmo en mi voz mientras mis ojos alcanzan los cielos.

—Oh, Anastasia Steele, ¿Acabas de poner los ojos en blanco ante mí?

—No.

—Creo que lo hiciste. ¿Qué dije que te haría si ponías tus ojos en blanco de nuevo?

Se sienta en la punta de la cama.

—Ven aquí —dice suavemente.

Palidezco. Dios mío… está serio. Me siento, mirándolo fijamente completamente inmóvil.

—No he firmado —susurro.

—Te dije que haría. Soy un hombre de palabra. Voy a azotarte y luego voy a follarte muy rápido y muy fuerte. Parece que necesitaremos el condón después de todo.

Su voz es muy suave, amenazante y es condenadamente caliente. Mis entrañas prácticamente se retuercen con potencia, necesidad, líquidos, deseo. Me mira, esperando, con los ojos ardiendo. Tentativamente, bajo mis piernas. ¿Debería correr? Esto es todo, nuestra relación cuelga en el balance, justo aquí, justo ahora. ¿Lo dejo hacer esto o no y luego eso es todo? Porque sé que se terminará si digo que no. ¡Hazlo! Mi Diosa interna me ruega, mi subconsciente está tan paralizado como yo.

—Estoy esperando —dice—. No soy un hombre paciente.

Oh, por el amor de todo lo que es santo. Estoy jadeando, asustada, caliente. Sangre palpitando a través de mi cuerpo, mis piernas son como jalea. Lentamente, me arrastro hacia él hasta que quedo a su lado.

—Buena chica —murmura—Ahora párate.

Oh ¿Simplemente no puede acabar con esto? No estoy segura de que me pueda levantar. Dudosa, me pongo sobre mis pies. Él extiende su mano y pongo el condón en su palma. De pronto me toma, poniéndome sobre su regazo. Con un suave movimiento, angula su cuerpo de manera que mi torso está descansando en la cama junto a él. Lanza su pierna derecha sobre las mías y pone su antebrazo izquierdo en la parte baja de mi espalda, afirmándome de manera que no me puedo mover.

—Pon tus manos en cada lado de tu cabeza —ordena.

Obedezco inmediatamente.

—¿Por qué estoy haciendo esto, Anastasia? —pregunta.

—Porque puse mis ojos en blanco. —Apenas puedo hablar.

—¿Crees que eso es educado?

—No.

—¿Volverás a hacerlo de nuevo?

—No.

—Yo te zurraré cada vez que lo hagas, ¿entiendes?

Muy despacio, tira hacia abajo mis pantalones deportivos. Oh, cuan denigrante es esto, denigrante, tenebroso y excitante. Él se está tomando su tiempo. Tengo el corazón en la boca. Apenas puedo respirar. ¿Esto va a doler?

Coloca su mano sobre mi trasero desnudo, me toca suavemente, acariciando, dando vueltas y vueltas con su palma. Y entonces su mano se levanta de allí… y me golpea,
fuerte. ¡Ay! Mis ojos se abren de golpe en respuesta al dolor y trato de levantarme, pero su mano se mueve entre mis hombros, controlándome. Me acaricia de nuevo en donde me golpeó y su respiración cambia, es más fuerte, más áspera. Me golpea una y otra vez, rápidamente en sucesión. Esto duele. No hago ningún sonido, mi rostro se contrae por el dolor. Intento escabullirme de los golpes, impulsada por la adrenalina que corre a través de mi cuerpo.

—Quédate quieta —gruñe— o te pegaré durante más tiempo.

Está frotándome ahora y sigue palmoteando. Surge un patrón rítmico, acaricia, frota, golpea fuerte. Tengo que concentrarme para controlar este dolor. Mi mente queda en blanco cuando me esfuerzo por absorber la agotadora sensación. No me pega dos veces seguidas en el mismo lugar, está extendiendo el dolor.

—¡Arrggg! —grito en la décima palmada y soy consciente de que mentalmente he ido contando los golpes.

—Simplemente estoy calentando.

Me golpea de nuevo y luego me acaricia suavemente. La combinación de la palmada y la suave caricia adormece la mente. Me golpea de nuevo… esto es cada vez más difícil de aguantar. Mi rostro duele, al estar sujeta tan firmemente. Él me acaricia suavemente y luego viene el golpe. Y grito nuevamente.

—Nadie te oirá, cariño, sólo yo.

Y me pega una y otra vez. En alguna parte, en lo más profundo de mí, quiero pedirle que se detenga. Pero no lo hago. No quiero darle esa satisfacción. Él continúa el ritmo tenaz. Y grito seis veces más. Dieciocho palmadas en total. Mi cuerpo está ardiendo, escociendo por su ataque despiadado.

—Suficiente —respira roncamente—. Bien hecho, Anastasia. 

Acaricia mi trasero suavemente y arde cuando lo acaricia en circulas, descendiendo. De pronto, inserta dos dedos dentro de mí, tomándome completamente por sorpresa. Jadeo entrecortadamente, rompiendo con este nuevo asalto el entumecimiento alrededor de mi cerebro.

—Siente esto. Mira cuánto le gusta esto a tu cuerpo, Anastasia. Estás empapándote sólo para mí.

Hay emoción en su voz. Mueve sus dedos, dentro y fuera en rápida sucesión.
Gimo, sin duda y entonces sus dedos desaparecen… y me quedo queriendo más.

—La próxima vez, conseguiré que cuentes. Ahora, ¿en dónde está ese preservativo?

Alcanza el condón, me levanta suavemente y me empuja boca abajo hacia la cama. Oigo el sonido de su cremallera y la rasgadura de la lámina. Saca mis pantalones deportivos y luego me pone de rodillas, acariciando suavemente mi trasero, ahora muy dolorido.

—Voy a tomarte ahora. Puedes venirte —murmura.

¿Qué? Como si tuviera una opción.

Y él está dentro de mí, llenándome rápidamente, mientras gimo fuerte. Moviéndose, golpeando en mí, con un ritmo rápido e intenso contra mi trasero irritado. La sensación es mucho más que exquisita, salvaje, degradante y mi mente alucina. Mis sentidos son devastados, desconectados, concentrándose solamente en lo que me está haciendo. Cómo me está haciendo sentir, ese familiar tirón profundo en mi vientre, tensándose, acelerándose. NO… y mi cuerpo traicionero explota en un orgasmo intenso.

—¡Oh, Anastasia! —grita fuertemente cuando encuentra su clímax, manteniéndome quieta mientras se descarga a raudales dentro de mí. Se derrumba, jadeando fuertemente junto a mí y me tira sobre él, enterrando su rostro en mi pelo, sosteniéndome cerca.

—¡Oh, pequeña! —respira—. Bienvenida a mi mundo.

Nos quedamos allí, jadeando juntos, esperando lentamente recuperar el aliento. Él acaricia mi cabello suavemente. Estoy de nuevo en su pecho. Pero esta vez, no tengo la fuerza para levantar mi mano y sentirlo. Hombre… sobreviví. Esto no era tan malo. Soy más tolerante de lo que pensé. Mi diosa interna está postrada… bueno, por lo menos ella está callada. Zayn huele mi cabello de nuevo, inhalando profundamente.

—Bien hecho, cariño —susurra, con tranquila alegría en su voz.

Sus palabras se curvan alrededor de mí como una suave toalla mullida del Hotel Heathman y estoy muy contenta de que él esté feliz.

Toma el tirante de mi camisola.

—¿Esto es con lo que duermes? —pregunta suavemente.

—Sí —respiro adormecida.

—Deberías estar entre sedas y rasos, hermosa chica. Te llevaré de compras.

—Me gustan mis sudaderas —murmuro, intentando y fallando en parecer irritada.

Él besa mi cabeza de nuevo.

—Ya veremos —dice.

Nos quedamos durante unos minutos más, horas, quién sabe y creo que me adormecí.

—Tengo que irme —dice e inclinándose hacia abajo, besa mi frente suavemente— ¿Estás bien? —Su voz es suave.

Pienso sobre su pregunta. Mi trasero está dolorido. Bueno, ardiendo ahora y sorprendentemente me siento, además de agotada, radiante. La comprensión es humillante, inesperada. No entiendo.

—Estoy bien —susurro. No quiero decir nada más que eso.

Se levanta.

—¿Dónde está el baño?

—En el pasillo a la izquierda.

Levanta el otro condón y sale de la habitación. Me incorporo y vuelvo a ponerme mis pantalones deportivos. Rozan un poco contra mi trasero que todavía escuece. Estoy muy desconcertada por mi reacción. Lo recuerdo diciendo —no puedo recordar cuándo— que me sentiría mucho mejor después de una buena paliza. ¿Cómo puede ser así? Realmente no lo entiendo. Pero extrañamente, lo hago. No puedo decir que haya disfrutado de la experiencia, de hecho, me gustaría hasta cierto punto haberlo evitado, pero ahora… tengo esta sensación de seguridad, rareza, de resplandor y satisfacción. Pongo la cabeza entre mis manos. Simplemente no lo entiendo.

Zayn entra a la habitación. No puedo mirarlo a los ojos. Miro fijamente hacia abajo, a mis manos.

—Encontré un poco de aceite de bebé. Déjame frotarlo en tu trasero.

—No. Voy a estar bien.

— Anastasia —advierte y quiero poner mis ojos en blanco pero rápidamente me detengo.

Me pongo de pie frente a la cama. Sentado junto a mí, vuelve a tirar hacia abajo mis pantalones deportivos. De arriba abajo al igual que la ropa interior de una prostituta comenta amargamente mi subconsciente. En mi cabeza, le digo a dónde ir. Siento como Zayn echa un chorro de aceite de bebé en su mano y luego frota mi trasero con extrema ternura: de limpiador de maquillaje a bálsamo para suavizar un trasero golpeado, quién habría pensado que un líquido fuera tan versátil.

—Me gustan mis manos en ti —murmura y tengo que estar de acuerdo, a mí también.

—Ahí —dice cuando ha acabado y vuelve a subir mis pantalones.

Echo un vistazo a mi reloj. Las diez treinta.

—Me voy ahora.

—Te dejaré afuera. —Aún no puedo mirarlo.

Tomando mi mano, me lleva a la puerta principal. Afortunadamente, Kate aún no está en casa. Todavía debe estar cenando con su familia y Ethan. Me alegro realmente que ella no haya estado aquí para oír mi castigo.

—¿No tienes que llamar a Taylor? —pregunto, evitando el contacto visual.

—Taylor ha estado aquí desde las nueve. Mírame —respira.

Me esfuerzo en encontrar sus ojos, pero cuando lo hago, él está mirándome fijamente de arriba abajo, asombrado.

—No lloraste —murmura, luego me toma de repente y me besa fervientemente— El domingo —susurra contra mis labios y eso es una promesa y una amenaza.

Lo observo caminar por el sendero y subir en el gran Audi negro. No mira hacia atrás. Cierro la puerta y permanezco indefensa en la sala de un apartamento en el que sólo voy a pasar otro par de noches. Un lugar en el que he vivido felizmente durante casi cuatro años… aun así hoy, por primera vez, me siento sola e incómoda aquí, conmigo misma. ¿Tanto me he desviado de quién soy? Sé que escondido, no muy lejos, bajo mi exterior entumecido, hay un torrente de lágrimas. ¿Qué estoy haciendo? La ironía es que ni siquiera puedo sentarme y disfrutar un buen llanto. Tendré que estar de pie. Sé que es tarde, pero decido llamar a mi madre.

—Cariño, ¿cómo estás? ¿Cómo fue tu graduación? —Ella se entusiasma por teléfono. Su voz es un bálsamo consolador.

—Lo siento, es tan tarde —susurro.

Ella hace una pausa.

—¿ Anastasia? ¿Qué va mal? —Ahora está muy seria.

—Nada, mamá, sólo quería oír tu voz.

Está callada durante un momento.

— Anastasia, ¿qué es? Por favor, dímelo.

Su voz es suave, confortante y sé que le importa. Sin que las invite, mis lágrimas empiezan a fluir. He llorado tan a menudo en los últimos días.

—Por favor, Anastasia —dice ella y su angustia refleja la mía.

—¡Oh, mamá, es un hombre!

—¿Qué te ha hecho? —Su alarma es palpable.

—No es así. —Aunque sí lo es… Oh, No quiero preocuparla. Sólo quiero a alguien que sea fuerte por mí en este momento.

—Anastasia, por favor, estás preocupándome.

Tomo una profunda respiración.

—Estoy enamorada de este chico y él es tan diferente a mí, que no sé si deberíamos estar juntos.

—Oh, querida. Me gustaría poder estar contigo. Lo siento mucho, me perdí tu graduación. Así que, finalmente, te has enamorado de alguien. ¡Oh, cariño! Los hombres, ellos son tan complicados. Son una especie diferente, cariño. ¿Cuánto tiempo hace que lo conoces?

Zayn es definitivamente una especie diferente… un planeta diferente.

—Oh, casi tres semanas, más o menos.

—Anastasia, querida, eso no es para nada mucho tiempo. ¿Cómo puedes conocer a alguien en ese intervalo de tiempo? Simplemente tómatelo con calma y mantenlo a una distancia segura hasta que decidas si él es digno de ti.

Estupendo… es enervante cuando mi madre es tan perspicaz, pero llega demasiado tarde para esto. ¿Es él digno de mí? Ese es un concepto interesante. Siempre me pregunto si yo soy digna de él.

—Cariño, pareces tan infeliz. Ven a casa, visítanos. Te extraño, querida. A Bob también le encantaría verte. Puedes conseguir un poco de distancia y quizá un poco de perspectiva. Necesitas un descanso. Has estado trabajando muy duro.

¡Oh, hombre! Eso es tentador. Huir a Georgia. Tomar el sol, algunos cócteles. El buen humor de mi madre... sus amorosos abrazos.

—Tengo dos entrevistas de trabajo en Seattle el lunes.

—¡Oh, eso es una noticia maravillosa!

La puerta abre y Kate aparece, sonriéndome abiertamente. Su rostro cae cuando ve que he estado llorando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario