sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 21.

Al lado del ascensor, puedo ver el Audi 4x4 negro, pero es el elegante deportivo negro el que se abre con un pitido y se ilumina cuando lo apunta el llavero que controla la alarma. Es uno de esos automóviles que deberían tener a una rubia con largas piernas y usando sólo un pequeño vestido, extendida a través del capó.

—Bonito automóvil —murmuro con sequedad.

Levanta la mirada y sonríe.

—Lo sé —dice y por una fracción de segundo, el dulce, joven, despreocupado Zayn está de vuelta.

Eso me alegra el corazón. Está tan emocionado. Los chicos y sus juguetes. Pongo mis ojos en blanco hacia él, pero no puedo reprimir mi sonrisa. Me abre la puerta y me subo. Vaya... es bajo. Se mueve alrededor del automóvil con una gracia fácil y dobla su larga elegancia a mi lado. ¿Cómo hace eso?

—Entonces, ¿qué tipo de automóvil es este?

—Se trata de un Audi R8 Spyder. Es un hermoso día, podemos bajar el techo. Hay una gorra de béisbol allí. De hecho, debería haber dos. —Apunta hacia la guantera—Y lentes de sol si los quieres.

Enciende el automóvil y el motor ruge detrás de nosotros. Pone el bolso en el espacio tras nuestros asientos, presiona un botón y el techo se reclina lentamente. Con un golpecito en un interruptor, Bruce Springsteen nos rodea.

—Vas a amar a Bruce. —Sonríe y saca el automóvil fácilmente de su plaza del estacionamiento hasta la rampa empinada, donde hacemos una pausa en la barrera.

Entonces estamos fuera en una mañana soleada en Seattle. Busco en la guantera y tomo las gorras de béisbol. Los Mariners. ¿Le gusta el béisbol? Le paso una gorra y se la pone. Paso mi cola de caballo por la parte posterior de la mía y arrastro hacia abajo la visera.

Las personas nos miran mientras avanzamos por las calles. Por un momento, creo que es a él... y entonces, una parte muy paranoica piensa que todos me están mirando porque saben lo que he estado haciendo durante las últimas doce horas, pero finalmente, me doy cuenta de que es al automóvil. Zayn parece no darse cuenta, perdido en sus pensamientos.

El tráfico es escaso y pronto estamos en la I-5 dirigiéndonos al sur, el viento barriendo sobre nuestras cabezas. Bruce está cantando acerca de estar ardiendo y su deseo. Cuán adecuado. Me sonrojo mientras escucho las palabras. Zayn me mira. Tiene sus Ray-Bans puestas por lo que no puedo ver lo que está pensando. Su boca se inclina un poco, estira su mano y la coloca sobre mi rodilla, apretándola suavemente. Mi aliento se dificulta.

—¿Hambrienta? —pregunta.

—No especialmente.

Su boca se aprieta en una línea dura.

—Tienes que comer, Anastasia —me reprende— Conozco un buen lugar cerca de Olympia. Pararemos allí.

Aprieta mi rodilla de nuevo y luego devuelve su mano al volante mientras baja su pie sobre el acelerador. Estoy presionada contra la parte de posterior de mi asiento. Vaya, este automóvil se puede mover.

El restaurante es pequeño e íntimo, una cabaña de madera en medio de un bosque. La decoración es rústica: sillas y mesas al azar con manteles de cuadritos, flores silvestres en floreros pequeños. Cuisine Sauvage dice un cartel encima de la puerta.

—No he estado aquí en un tiempo. No tenemos opciones, cocinan lo que sea que han capturado o recogido. —Levanta sus cejas con fingido horror y tengo que reír. La camarera toma la orden de nuestras bebidas. Se sonroja cuando ve a Zayn, evitando el contacto visual con él, escondiéndose bajo su flequillo rubio y largo. ¡A ella le gusta! ¡No soy sólo yo!

—Dos vasos de Pinot Grigio —dice Zayn con una voz de autoridad. Frunzo mis labios, exasperada— ¿Qué? —dice bruscamente.

—Quería una Coca-Cola dietética —susurro.

Sus ojos mieles se entrecierran y sacude su cabeza.

—El Pinot Grigio aquí es un vino decente, irá bien con la comida, con lo que sea que recibamos —dice con paciencia.

—¿Lo que sea que recibamos?

—Sí. —Sonríe, deslumbrante, con su cabeza inclinada con una sonrisa de lado y los polos de mi estómago saltan por encima de mi brazo. No puedo evitar reflejar su gloriosa sonrisa en respuesta—Le gustaste a mi madre —dice secamente.

—¿En serio? —Sus palabras me hacen sonrojar con placer.

—Oh, sí. Siempre pensó que era gay.

Mi boca se abre y recuerdo esa pregunta... en la entrevista. Oh, no.

—¿Por qué pensaba que eras gay? —susurro.

—Porque nunca me ha visto con una chica.

—¿Oh... ni siquiera una de las quince?

Él sonríe.

—Te acordaste. No, ninguna de las quince.

—Oh.

—Sabes, Anastasia, ha sido un fin de semana de novedades para mí también —dice en voz baja.

—¿Lo ha sido?

—Nunca he dormido con nadie, nunca he tenido sexo en mi cama, nunca volé con una chica en Charlie Tango, nunca le presenté una mujer a mi madre. ¿Qué me estás haciendo? —Sus ojos arden, su intensidad me quita el aliento.

La camarera llega con nuestras copas de vino y de inmediato tomo un rápido sorbo. ¿Se está abriendo o simplemente haciendo una observación casual?

—Realmente he disfrutado este fin de semana —murmuro. Entrecierra sus ojos hacia mí otra vez.

—Deja de morderte el labio —gruñe—Yo también —añade.

—¿Qué es sexo vainilla? —le pregunto, cualquier cosa para distraerme de la mirada intensa, ardiente y sexy que me está dando. Se ríe.

—Sólo es sexo sencillo, Anastasia. Sin juguetes, sin extras añadidos. —Se encoge de hombros—. Sabes... bueno, en realidad no lo haces, pero eso es lo que significa.

—Oh. —Pensaba que el sexo que tuvimos fue brownie con cobertura de chocolate, con una cereza en la parte superior. Pero bueno, ¿qué sé yo?

La camarera nos trae sopa. Ambos la miramos de manera dudosa.

—Sopa de ortiga —nos informa la camarera antes de girar y balancearse de regreso a la cocina. No creo que a ella le guste ser ignorada por Zayn. Pruebo tentativamente. Es delicioso. Zayn y yo levantamos la mirada el uno hacia el otro al mismo tiempo con alivio. Me río y él inclina su cabeza hacia un lado.

—Ese es un sonido hermoso —murmura.

—¿Por qué nunca has tenido sexo vainilla antes? ¿Siempre has hecho... eh, lo que has hecho? —pregunto, intrigada.

Asiente con la cabeza lentamente.

—Más o menos. —Su voz es cautelosa. Frunce el ceño por un momento y parece estar involucrado en algún tipo de lucha interna. Luego levanta la vista, con una decisión tomada—. Una de las amigas de mi madre me sedujo cuando tenía quince años.

—Oh. —¡Eso es ser joven!

—Tenía gustos muy particulares. Fui su sumiso durante seis años. —Se encoge de hombros.

—Oh. —Mi cerebro se ha congelado, sorprendido hasta la inactividad por esta admisión.

—Así que sé lo que implica, Anastasia. —Sus ojos brillan con comprensión. Lo miro, incapaz de articular nada, incluso mi subconsciente está en silencio— Realmente no tuve una introducción común al sexo.

La curiosidad se activa a lo grande.

—¿Así que nunca saliste con alguien en la universidad?

—No. —Niega con su cabeza para enfatizar el punto.

La camarera toma nuestros platos, interrumpiéndonos por un momento.

—¿Por qué? —le pregunto cuándo se ha ido.

Sonríe sarcásticamente.

—¿De verdad quieres saber?

—Sí.

—No quería hacerlo. Ella era todo lo que quería, necesitaba. Y, además, me habría golpeado terriblemente. —Sonríe con cariño ante el recuerdo.

Oh, esta es demasiada información… pero quiero más.

—¿Así que si era una amiga de tu madre, qué edad tenía?

Sonríe.

—Edad suficiente para saber desempeñarse mejor.

—¿Todavía la ves?

—Sí.

—¿Todavía... eh...? —Me sonrojo.

—No. —Niega con la cabeza y sonríe con indulgencia a mí—Es una muy buena amiga.

—Oh. ¿Lo sabe tu madre?

Me da una mirada de no-seas-*beep*.

—Por supuesto que no.

La camarera regresa con carne de venado, pero mi apetito ha desaparecido. Qué revelación. Zayn sumiso... Tomo un trago grande del Pinot Grigio; él tiene razón, por supuesto, es delicioso. Por Dios, todas estas revelaciones, son mucho más en qué pensar. Necesito tiempo para procesar esto cuando esté por mi cuenta, no cuando estoy distraída por su presencia. Es tan abrumador, tan macho alfa y ahora ha lanzado esta bomba en la ecuación. Él sabe lo que es.

—Pero, no puede haber sido a tiempo completo… —Estoy confundida.

—Bueno, lo fue, aunque no la veía todo el tiempo. Era... difícil. Después de todo, todavía estaba en la escuela y luego en la universidad. Come, Anastasia.

—En realidad no tengo hambre, Zayn. —Estoy recuperándome de su revelación.

Su expresión se endurece.

—Come —dice en voz baja, muy baja.

Lo miro. Este hombre, abusado sexualmente cuando era adolescente, tiene un tono muy amenazante.

—Dame un momento —murmuro en voz baja. Parpadea un par de veces.

—Está bien —murmura y continúa con su comida.

Así es como será si firmo: ordenándome. Frunzo el ceño. ¿Quiero esto? Alcanzando mi cuchillo y tenedor, corto tentativamente la carne de venado. Es muy sabroso.

—¿Es así como nuestra relación eh... será? —Susurro—. ¿Tú, ordenándome? —No puedo obligarme a mirarlo.

—Sí —murmura.

—Ya veo.

—Y lo que es más, querrás que lo haga —añade en voz baja.

Sinceramente, lo dudo. Corto otro trozo de carne de venado, sosteniéndolo contra mi boca.

—Es un gran paso —murmuro y como.

—Lo es. —Cierra sus ojos un instante. Cuando los abre, están amplios y serios— Anastasia, tienes que ir con tus instintos. Haz la investigación, lee el contrato, estaré feliz de discutir cualquier aspecto. Estaré en Portland hasta el viernes si quieres hablar de ello antes de esa fecha. —Sus palabras vienen a mí apresuradamente— Llámame, tal vez podamos cenar, por ejemplo ¿el miércoles? Realmente quiero hacer funcionar esto. De hecho, nunca he querido nada tanto como quiero que esto funcione.

Su sinceridad quema, su anhelo se refleja en sus ojos. Esto es principalmente lo que no comprendo. ¿Por qué yo? ¿Por qué no una de las quince? Oh, no... ¿Eso seré yo? ¿Un número? ¿El dieciséis de muchas?

—¿Qué pasó con las quince? —Dejo escapar.

Levanta sus cejas con sorpresa, luego luce resignado, negando con su cabeza.

—Varias cosas, pero se reduce a… —Hace una pausa, tratando de encontrar las palabras, creo— Incompatibilidad.

Se encoge de hombros.

—¿Y crees que yo podría ser compatible contigo?

—Sí.

—¿Así que ya no estás viendo a ninguna de ellas?

—No, Anastasia, no lo hago. Soy monógamo en mis relaciones.

Ah... esto son noticias.

—Ya veo.

—Investiga, Anastasia.

Bajo mi cuchillo y tenedor. No puedo comer más.

—¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que vas a comer?

Asiento con la cabeza. Me frunce el ceño, pero decide no decir nada. Doy un pequeño suspiro de alivio. Mi estómago está agitándose con toda esta nueva información y me siento un poco mareada por el vino. Lo veo mientras devora todo su plato. Debe hacer ejercicio para mantenerse en tan buena forma. El recuerdo de la forma en que su pijama cuelga de sus caderas viene espontáneamente a mi mente. La imagen es totalmente distractora. Me retuerzo incómodamente. Levanta la vista hacia mí y me sonrojo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario