¡Bésame
maldita sea! Le suplico, pero no me puedo mover. Estoy paralizada por una
extraña y desconocida necesidad, completamente cautivada por él. Miro fijamente
la exquisitamente esculpida boca de Zayn Malik, hipnotizada y él me devuelve la
mirada, sus ojos oscurecidos. Respira con más fuerza de lo habitual y yo he
dejado de respirar por completo. Estoy en tus brazos. Bésame, por favor. Cierra
los ojos, respira profundamente y me ofrece una breve señal de negación con la
cabeza, como si respondiera a mi silenciosa petición. Cuando abre los ojos de
nuevo, lo hace con algún nuevo propósito, una firme resolución.
–Anastasia,
debes mantenerte lejos de mí. No soy el hombre adecuado para ti –susurra. ¿Qué? ¿A qué viene esto?
Ciertamente debería ser yo quien decida eso. Le frunzo el ceño y niego con la
cabeza.
–Respira,
Anastasia, respira. Voy a ponerte de pie y a dejarte ir –dice en voz baja y me aleja con
gentileza.
La
adrenalina se ha disparado a través de mi cuerpo, ya sea por el fallido
atropellamiento del ciclista o por la embriagadora proximidad de Zayn,
dejándome ansiosa y débil. ¡No! Grita mi mente cuando él se aleja, dejándome
desamparada. Tiene sus manos sobre mis hombros, sosteniéndome con sus brazos
extendidos, observando mis reacciones cuidadosamente. Y en lo único en lo que
puedo pensar es en que quería ser besada, que lo hice malditamente obvio y él
no lo hizo. No me quiere. Realmente no me quiere. He estropeado magníficamente
el café de la mañana.
–Lo
tengo –respiro, encontrando mi voz–. Gracias –murmuro, inundada de humillación. ¿Cómo
pude haber malinterpretado tanto la situación entre nosotros? Tengo que
alejarme de él.
–¿Por
qué? –frunce el ceño. Aún mantiene sus manos
sobre mis hombros.
–Por
salvarme –susurro.
–Ese
idiota manejaba en sentido contrario. Me alegro de que estuviera aquí. Me
estremezco al pensar lo que te podría haber pasado. ¿Quieres venir y sentarte
en el hotel por un momento? –Me
libera, las manos a ambos lados de su cuerpo y estoy de pie frente a él
sintiéndome como una tonta.
Con
una sacudida, aclaro mi cabeza. Simplemente quiero irme. Todas mis vagas y no
articuladas esperanzas han sido frustradas. No me quiere. ¿En qué estaba
pensando? Me regaño. ¿Qué querría Zayn Malik contigo? Mi subconsciente se burla
de mí. Envuelvo mis brazos a mi alrededor, me giro para hacerle frente a la
calle y tomo nota con alivio de que el hombre verde ha aparecido. Rápidamente
atravieso la calle, consciente de que Malik está detrás de mí. Fuera del hotel,
me volteo brevemente para hacerle frente pero no puedo mirarlo a los ojos.
–Gracias
por el té y por hacer la sesión de fotos –murmuro.
–Anastasia…
yo… –Se detiene, y la angustia en su voz reclama
mi atención, por lo que contra mi voluntad me encuentro mirándole
detenidamente. Sus ojos mieles lucen sombríos cuando se pasa una mano por el
cabello. Se ve contrariado, frustrado, sus expresiones son crudas. Todo su
cuidadoso control se ha evaporado.
–¿Qué,
Zayn? –espeto con irritación desde que él
dice… nada. Solo quiero irme. Tengo que llevarme lejos mi frágil y herido
orgullo y de alguna manera cuidar de él hasta que sane.
–Buena
suerte con tus exámenes. –Murmura.
¿Eh?
¿Ésta es la razón de por qué se ve tan desolado? ¿Ésta es la gran despedida? ¿Simplemente
desearme suerte en mis exámenes?
–Gracias
–No puedo ocultar el sarcasmo en mi voz–. Adiós, señor Malik. –Me vuelvo sobre
mis talones, vagamente sorprendida porque no tropiezo y sin darle un segundo
vistazo, desaparezco por la vereda hacia el estacionamiento subterráneo.
Una
vez bajo el oscuro, frío concreto del estacionamiento con sus sombrías luces
fluorescentes, me apoyo contra la pared y pongo la cabeza en mis manos. ¿En qué
estaba pensando? Espontáneas e indeseadas lágrimas llenan mis ojos. ¿Por qué
estoy llorando? Me hundo en el suelo, enojada conmigo misma por ésta reacción
sin sentido. Doblando mis rodillas, me doblo sobre mí misma. Quiero hacerme tan
pequeña como sea posible, quizá así éste absurdo dolor sea menos mientras más
pequeña me vuelva. Colocando la cabeza sobre mis rodillas, dejo que las
irracionales lágrimas caigan sin restricciones. Lloro por la pérdida de algo
que nunca tuve. Qué ridículo. Estar en
duelo por algo que nunca fue… mis frustrados sueños, esperanzas y mis
deterioradas expectativas.
Nunca
había recibido un rechazo. De acuerdo… sí, era una de las últimas en ser
escogida para el baloncesto o el voleibol, pero entendía eso: correr y hacer
algo más al mismo tiempo, como hacer rebotar o lanzar una pelota, no es lo mío.
Soy realmente pasiva en cualquier tipo de deporte.
Aunque
románticamente, nunca me he puesto a mí misma en esa posición, jamás. Una vida
de inseguridad: soy demasiado pálida, demasiado flacucha, demasiado desaliñada,
descoordinada y una larga lista de defectos que continúan. He sido siempre la
primera en rechazar a cualquiera que pudiera ser considerado como un admirador.
Había un chico en mi clase de química que me gustaba, pero nunca nadie ha
despertado mi interés, nadie excepto Zayn maldito Malik. Quizá debería ser más
amable con gente a la que le gusto, como Paul Clayton y Justin Drew, aunque
estoy segura que ninguno de ellos ha sido encontrado sollozando a solas en
lugares oscuros. Quizá todo lo que necesito es un buen llanto.
¡Detente!
¡Detente ahora! Mi subconsciente está gritándome metafóricamente, de brazos
cruzados, apoyándose en una pierna y golpeando con su pie en señal de
frustración. Sube al auto, ve a casa y continúa con tus estudios. ¡Olvídate de
él…! ¡Ahora! Y detén toda esta mierda de regodearte en la autocompasión.
Inhalo
profundamente, me estabilizo y me levanto. Espabílate Steele. Mientras me
dirijo al automóvil de Kate seco las lágrimas de mi rostro. No pensaré en él de
nuevo. Puedo lidiar con este incidente como si fuera sólo una experiencia más y
concentrarme en mis exámenes.
Kate
está sentada en la mesa del comedor con su portátil cuando llego. Su sonrisa de
bienvenida se desvanece en cuanto me ve.
–Ana,
¿qué va mal?
Ay
no… no el interrogatorio Katherine Kavanagh. Niego con la cabeza, imitando su
estilo de “ríndete ahora”, pero bien podría estar lidiando con un ciego
sordomudo.
–Has
estado llorando. –Ella
tenía un don excepcional para señalar los malditos hechos obvios algunas veces–. ¿Qué te hizo ese cabrón? –gruñe y su rostro… Jesús, da miedo.
–Nada,
Kate. –En realidad ese es el problema. El
pensamiento trae una sonrisa irónica a mi rostro.
–Entonces,
¿por qué has estado llorando? Tú nunca lloras –dice, su voz suavizándose. Se pone de pie, sus ojos
verdes rebosantes de preocupación. Pone sus brazos a mí alrededor y me
abraza. Necesito decirle algo para hacerla retroceder.
–Estuve
a punto de ser golpeada por un ciclista. –Es
lo mejor que puedo hacer, pero la distrae momentáneamente de… él.
–Por
dios, Ana, ¿estás bien? ¿Te lastimaste? –Me
sostiene con el brazo extendido y me mira rápidamente.
–No,
Zayn me salvó –susurro– pero estaba muy conmocionada.
–No
me sorprende. ¿Cómo estuvo el café? Sé que lo odias.
–Tomé
un té. Estuvo bien, nada que reportar en realidad. No sé porque me lo pidió.
–Le
gustas Ana. –Deja caer sus brazos.
–Ya
no. No voy a volver a verlo. –Sí,
de hecho consigo hacerlo sonar como que no me importa.
–¿De
veras?
Mierda,
esta intrigada. Me dirijo a la cocina para que no pueda ver mi rostro.
–Sí…
él está un poco fuera de mi liga Kate –digo
tan secamente como puedo.
–¿Qué
quieres decir?
–Ay
Kate, es obvio. –Me
doy media vuelta y la enfrento cuando se detiene en el umbral de la cocina.
–No
lo es para mí –dice–. De acuerdo, tiene más dinero que tú, pero entonces
¡también tiene más dinero que la mayoría de las personas en América!
–Kate
él es… –Me encojo de hombros.
–¡Ana!
Por el amor de Dios, ¿cuántas veces debo decírtelo? Eres absolutamente divina. –Me interrumpe. Ay no. Va comenzar con
eso de nuevo.
–Kate,
por favor. Tengo que estudiar. La interrumpo. Ella frunce el ceño.
–¿Quieres
ver el articulo? Ya está terminado. Justin tomó algunas fotos realmente buenas.
¿Necesito
un recordatorio visual del hermoso Zayn no-te-quiero Malik?
–Claro.
–Conjuro una sonrisa en mi rostro y
camino hasta el portátil. Y allí está él, mirándome en blanco y negro,
mirándome y encontrándome carente de algo.
Pretendo
leer el artículo, todo el tiempo encontrando su mirada miel, buscando en la
fotografía alguna pista que me diga por qué no es el hombre adecuado para mí,
según sus propias palabras. Y de pronto, salta a la vista. Es demasiado
gloriosamente bien parecido. Somos polos opuestos y de dos mundos diferentes.
Tengo una visión de mi misma como Ícaro volando demasiado cerca del sol,
ardiendo y estrellándome como resultado. Sus palabras cobran sentido. No es
adecuado para mí. Esto es lo que quería decir y hace que su rechazo sea más
fácil de aceptar… casi. Puedo vivir con esto, lo comprendo.
–Muy
buen trabajo, Kate. –Me
las arreglo para decir–.
Voy a estudiar. –No
voy a pensar en él de nuevo por ahora, me comprometo conmigo misma y abriendo
mis apuntes, comiendo a leer.
Es
solo cuando estoy acostada, intentando dormir, que le permito a mis
pensamientos ir a la deriva, regresando a mi extraña mañana. Sigo volviendo a
lo de “no suelo salir con nadie” y me enfado por haberla recordado antes,
cuando estaba en sus brazos suplicándole mentalmente con cada fibra de mi ser
que me besara. Lo había dicho allí y antes. No me quería como novia. Me pongo
de costado. Ociosamente, me pregunto si tal vez es célibe. Cierro los ojos y
comienzo a dejarme ir. Quizás se reserva para alguien especial. Bueno, no para
ti, mi subconsciente soñoliento me da un golpe final antes de librarse dentro
de mis sueños.
Y
esa noche, sueño con ojos mieles, diferentes formas de hijas verdes en leche,
corro a través de lugares oscuros con espectrales luces fluorescentes y no sé
si corro hacia o es estoy escapando de algo… simplemente no está claro.
Bajo
mi lápiz. Terminado. Mi examen final está terminado. Siento la sonrisa del gato
Risón extenderse en mi rostro. Probablemente es la primera vez que he sonreído
en toda la semana. Es viernes y celebramos esta noche, celebrar de verdad.
¡Incluso podría emborracharme! Nunca antes he estado borracha. Le doy un
vistazo a través de la sala de deportes a Kate, quien continúa garabateando
furiosamente, a cinco minutos para terminar. Esto es todo, el final de mi
carrera académica. Nunca tendré que volver a sentarme entre filas de ansiosos y
aislados estudiantes. Dentro de mi cabeza estoy haciendo elegantes piruetas,
sabiendo muy bien que ese es el único lugar en el que puedo hacerlas. Kate deja
de escribir y baja su lápiz. Me mira y también veo su sonrisa de gato Risón.
Volvemos
a nuestro apartamento en su Mercedes, negándonos a hablar de nuestro examen
final. Kate está más preocupada por lo que llevará puesto esta noche en el bar.
Yo estoy ocupada intentando tomar mis llaves dentro del bolso.
–Ana,
hay un paquete para ti –Kate
está de pie en los escalones de la puerta principal sosteniendo un paquete
envuelto en papel marrón. Qué raro. No he encargado nada en Amazon
recientemente. Kate me da el paquete y toma mis llaves para abrir la puerta
principal.
Está
dirigido a la Srta. Anastasia Steele. No hay un nombre o dirección de remitente.
Quizás sea de mi mamá o de Ray.
–Probablemente
es de mis padres.
–¡Ábrelo!
–Kate está emocionada mientras se
dirige a la cocina por nuestra “Champán para celebrar que nuestros exámenes han
acabado”
Abro
el paquete y dentro encuentro una cajita mediana de cuero que contiene tres
libros aparentemente idénticos, cubiertos con tela viaje y una tarjeta blanca.
Escrita por un solo lado, con tinta negra y una clara letra cursiva, dice lo
siguiente:
¿Por
qué no me dijiste que había peligro? ¿Por qué no me advertiste?
Las
damas saben de lo que deben protegerse, ya que leen novelas en las que se les
previene de estos trucos…
Reconozco
la cita de Tess. Estoy aturdida por la ironía de que acabo de pasar tres horas
escribiendo acerca de las novelas de Thomas Hardy en mi examen final. Quizás no
es una ironía…Quizás es deliberado. Inspecciono los libros de cerca, tres
volúmenes de Tess of the D’Urbervilles. Abro el libro. Escrito en el frente con
algún tipo de letra antigua, esta lo siguiente.
“Londres: Jack
R. Osgood, McIiaine & Co., 1981.”
Santa
mierda, son primeras ediciones. Deben valer una fortuna y sé de inmediato quién
las envía. Kate esta sobre mi hombro contemplando los libros. Toma la tarjeta.
–Primeras
ediciones –susurro.
–No.
–Los ojos de Kate se amplían con
incredibilidad–. ¿Malik?
Asiento
con la cabeza.
–No
puedo pensar en nadie más.
–¿Qué
significa esta tarjeta?
–No
tengo la menor idea. Creo que es una advertencia, honestamente, él continúa
advirtiéndome. No tengo ni idea de por qué. No es como si estuviera golpeando a
su puerta. –Frunzo el ceño.
–Sé
que no quieres hablar de él, Ana, pero de verdad está afectándote. Con o sin
advertencias.
No
me he permitido obsesionarme con Zayn Malik durante esta última semana. Bueno…
sus ojos mieles siguen frecuentando mis sueños y sé que me tomará una eternidad
sacar la sensación de sus brazos a mi alrededor y su maravillosa fragancia de
mi cerebro. ¿Por qué me envió esto? Me dijo que yo no era para él.
–He
encontrado una primera edición de Tess en vente en Nueva york en 14.000
dólares. Pero la tuya se ve mucho mejor, debe haber costado más. –Kate le esta consultado a su buen
amigo Google.
–Esta
cita, Tess se la dice a su madre luego de que Alec D´Urberville le ha hecho una
de sus maldades.
–Ya
lo sé –reflexiona Kate–. ¿Qué intenta decir?
–No
sé y no me importa. No puedo aceptar estos libros. Los enviare de regreso con
una cita igual de desconcertante de alguna parte oscura del libro.
–¿La
cita en la que Ángel Clare dice “vete a la mierda”? –pregunta Kate con el rostro
completamente serio.
–Sí,
esa cita. –Me rio. Amo a Kate, es tan leal y
solidaria. Embalo los libros y los dejo en la mesa del comedor. Kate me da una
copa de Champán.
–Por
el término de los exámenes y nuestra nueva vida en Seattle. –Kate sonríe abiertamente.
–Por
el término de los exámenes, nuestra nueva vida en Seattle y excelentes
resultados.- Chocamos las copas y bebemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario