martes, 14 de mayo de 2013

Capítulo 45.

Miro nerviosamente alrededor del bar, pero no lo puedo ver.

—Anastasia, ¿qué sucede? Te ves como si hubieras visto un fantasma.

—Es Zayn, está aquí.

—¿Qué? ¿En serio? —Echa un vistazo alrededor del bar también.

Me he olvidado de mencionarle las tendencias acosadoras de Zayn a mi mamá.

Lo veo. Mi corazón salta, empezando un latido vibrante y aplastante mientras se abre paso hacia nosotras. Realmente está aquí, por mí. Mi diosa interna salta haciendo porras desde su diván. Moviéndose suavemente a través del público, su cabello brilla cobrizo y rojo bajo las lámparas halógenas. Sus brillantes ojos mieles brillan con… ¿rabia? ¿Tensión? Su boca está en una sombría línea, su mandíbula tensa. Oh, no. Estoy tan enojada con él ahora y aquí está. ¿Cómo puedo estar enojada con él frente a mi madre?

Llega a nuestra mesa, mirándome cautelosamente. Está vestido con una camisa de lino blanco y jeans.

—Hola —digo en un chillido, incapaz de esconder la sorpresa y sobrecogimiento al verlo aquí en carne y hueso.

—Hola —responde, inclinándose y besando mi mejilla, tomándome por sorpresa.

—Zayn, esta es mi madre, Carla. —Mis maneras arraigadas toman el control.

Se da la vuelta para saludar a mi madre.

—Señora Adams, estoy encantado de conocerla.

¿Cómo sabes su nombre? Le da su sonrisa impresionante de Zayn Malik patentada, descomunalmente matadora. Ella no tiene esperanza. La mandíbula de mi madre prácticamente golpea la mesa. Contrólate, mamá. Ella toma su mano y se dan un apretón. Mi madre no ha respondido. Oh, quedar sin palabras y completamente estupefacta es una cosa genética, no tenía ni idea.

—Zayn —se las arregla para decir, sin aliento.

Él le sonríe de manera cómplice, sus ojos mieles pestañeando. Entrecierro los ojos hacia ambos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Mi pregunta suena más frágil de lo que pretendo y su sonrisa desaparece, su expresión ahora es cautelosa.

Estoy encantada de verlo, pero completamente tomada por sorpresa, mi rabia por la señora Robinson todavía hierve lentamente a través de mis venas. No sé si quiero gritarle o lanzarme a sus brazos —pero no creo que le gustaría eso tampoco— y quiero saber cuánto tiempo ha estado observándonos. También estoy un poco ansiosa por el correo que acabo de enviarle.

—Vine a verte, por supuesto. —Me mira impulsivamente. Oh, ¿qué es lo que está pensando?— Me estoy quedando en este hotel.

—¿Te estás quedando aquí? —Sueno como una estudiante con anfetaminas, demasiado estridente para mis propios oídos.

—Bueno, ayer dijiste que desearías que estuviera aquí. —Hace una pausa intentando evaluar mi reacción—Estamos para complacerle, señorita Steele. —Su voz es calmada, sin rastro de humor.

Oh no ¿está enojado? ¿Quizá por los comentarios de la señora Robinson? ¿O el hecho de que estoy en mi tercera —muy pronto cuarta— copa de Cosmo? Mi madre está mirando ansiosamente entre los dos.

—¿No nos acompañarás con un trago, Zayn? —Llama con la mano al mesero, que está a su lado en un nanosegundo.

—Tomaré una ginebra con tónica —dice Zayn—Hendricks, si la tiene o Bombay Sapphire. Pepino para la Hendricks, lima con la Bombay.

Infiernos… sólo Zayn podría hacer una comida al ordenar una bebida.

—Y dos Cosmos más, por favor —añado, mirando ansiosamente a Zayn. Estoy bebiendo con mi madre, no puede estar enojado por eso.

—Por favor, toma asiento, Zayn.

—Gracias, señora Adams.

Zayn empuja una silla cercana y se sienta junto a mí. 

—Entonces, ¿resulta que te estás quedando en el hotel en donde estamos bebiendo? —pregunto, intentando mantener mi tono ligero.

—O, resulta que estás bebiendo en el hotel en donde me estoy quedando —responde Zayn—. Acabo de terminar la cena, vine aquí y te vi. Estaba distraído pensando en tu último correo, levanté la mirada y aquí estás. Qué coincidencia, ¿eh?

Inclina su cabeza a un lado y veo el rastro de una sonrisa. Gracias al cielo, puede que podamos salvar la noche después de todo.

—Mi madre y yo estuvimos de compras esta mañana y en la playa esta tarde. Decidimos tomar unos cuantos cócteles esta noche —murmuro, sintiendo que le debo algún tipo de explicación.

—¿Te compraste esa blusa? —Señala con su cabeza mi nueva blusa de seda verde—El color te sienta. Y te has bronceado un poco. Te ves adorable.

Me sonrojo, sin palabras ante su cumplido.

—Bueno, iba a hacerte una visita mañana. Pero aquí estás.

Se estira, toma mi mano y le da un gentil apretón, recorriendo con su pulgar mis nudillos de aquí para allá… y siento el familiar tirón. La carga eléctrica que recorre mi piel bajo la gentil presión de su pulgar, encendiendo mi corriente sanguínea y pulsando alrededor de mi cuerpo, calentando todo en su camino. Han pasado cerca de dos días desde que lo vi. Oh, Dios… lo deseo. Mi respiración se hace difícil. Parpadeo hacia él, sonriendo tímidamente y veo una sonrisa jugando en sus hermosos y esculpidos labios.

—Pensé que te sorprendería. Pero como siempre, Anastasia, me sorprendes al estar aquí.

Miro rápidamente a mi mamá, quien está mirando fijamente a Zayn… ¡sí, mirándolo fijamente! Detente, mamá. Como si él fuera alguna criatura exótica, nunca antes vista. Quiero decir, sé que nunca he tenido novio y Zayn sólo califica como tal para una referencia rápida, pero, ¿es tan increíble que pudiera atraer a un hombre? ¿A este hombre? Sí, francamente, míralo, espeta mi subconsciente. ¡Oh, cállate! ¿Quién te invitó a la fiesta? Frunzo el ceño a mi mamá, pero ella no parece notarlo.

—No quiero interrumpir el tiempo que tienes con tu madre. Tomaré una bebida rápida y luego me retiraré. Tengo trabajo que hacer —dice él con seriedad.

—Zayn, es agradable finalmente conocerte —interrumpe mi mamá, encontrado su voz— Anastasia ha hablado muy cariñosamente de ti.

Él le sonríe.

—¿En serio? —Enarca una ceja en mi dirección, una expresión divertida en su rostro y me sonrojo de nuevo.

El mesero llega con nuestras bebidas.

—Una Hendricks, señor —dice él, triunfante.

—Gracias —murmura Zayn en reconocimiento.

Tomo mi último Cosmo nerviosamente.

—¿Cuánto tiempo te quedas en Georgia, Zayn? —pregunta mamá.

—Hasta el viernes, señora Adams.

—¿Cenarás con nosotras mañana en la noche? Y por favor, llámame Carla.

—Estaría encantado, Carla.

—Excelente. Si los dos me disculpan, necesito visitar el tocador.

Mamá… acabas de ir. La miro, desesperada mientras se pone de pie y se aleja, dejándonos solos.

—Así que estás enojada conmigo por cenar con una vieja amiga. —Zayn gira su ardiente y cautelosa mirada hacia mí, levantando mi mano hacia sus labios y besando cada nudillo gentilmente.

¿Quiere hacer esto ahora?

—Sí —murmuro, mientras mi sangre caliente atraviesa todo mi cuerpo.

—Nuestra relación sexual se terminó hace mucho, Anastasia —susurra—No deseo a nadie más que a ti. ¿No has entendido eso todavía?

Parpadeo en su dirección.

—Pienso en ella como una pederasta, Zayn. —Sostengo mi aliento, esperando su reacción.

Zayn palidece.

—Eso es muy crítico. No fue así —susurra, sorprendido. Libera mi mano.

¿Crítico?

—Oh, ¿cómo fue entonces? —pregunto. Los Cosmos me están haciendo valiente.

Frunce el ceño, desconcertado. Continúo.

—Tomó ventaja de un vulnerable chico de quince años. ¿Si hubieras sido una chica de quince años y la señora Robinson fueran un señor Robinson, tentándote hacia un estilo de vida ligado al BDSM, eso habría estado bien? ¿Digamos, si fuese Mia?

Jadea y me frunce el ceño.

—Anastasia, no fue así.

Lo miro severamente.

—De acuerdo, no se sintió así para mí —continua calmadamente— Ella fue una fuerza positiva. Lo que yo necesitaba.

—No lo entiendo. —Es mi turno para lucir desconcertada.

—Anastasia, tu madre regresará pronto. No estoy cómodo hablando de esto ahora. Quizá después. Si no quieres que esté aquí, tengo un avión esperando en el Hilton Head. Puedo irme.

Está enojado conmigo… no.

—No, no te vayas. Por favor. Estoy encantada de que estés aquí. Simplemente estoy intentando hacerte entender. Estoy enojada de que tan pronto como me fui, cenaste con ella. Piensa en cómo te pones cuando voy a algún lugar con Justin. Justin es un buen amigo. Jamás he tenido una relación sexual con él. Al contrario que tú y ella… —Dejo las palabras en el aire, incapaz de llevar ese pensamiento más lejos.

—¿Estás celosa? —Me mira fijamente, estupefacto y sus ojos se suavizan ligeramente, cálidos.

—Sí y enojada por lo que ella te hizo.

—Anastasia, me ayudó, eso es todo lo que diré al respecto. Y en cuanto a tus celos, ponte en mis zapatos. No he tenido que justificar mis acciones a nadie en los últimos siete años. A ninguna persona. Hago lo que deseo, Anastasia. Me gusta mi autonomía. No fui a ver a la señora Robinson para molestarte. Fui porque, de vez en cuando cenamos juntos. Es una amiga y una compañera de negocios.

¿Socios en los negocios? Esto es una noticia.

Me mira fijamente, evaluando mi expresión.

—Sí, somos socios. El sexo ha terminado entre nosotros. Así ha sido durante años.

—¿Por qué terminó la relación?

Su boca se estrecha y sus ojos resplandecen.

—Su marido lo descubrió.

¡Santo cielo!

—¿Podemos hablar sobre esto en algún otro momento o en otro lugar más privado? —gruñe.

—No creo que vayas a convencerme de que ella no es alguna especie de pedófila.

—No pienso en ella de esa manera. Nunca lo hago. ¡Ahora, eso es suficiente! —chasquea.

—¿La amaste?

—¿Cómo les va a ustedes dos? —Mi madre ha vuelto, sin ser vista por ninguno de nosotros.

Pongo una sonrisa falsa en mi cara mientras Zayn y yo nos inclinamos hacia atrás a toda prisa… culpablemente. Ella me mira fijamente.

—Muy bien, mamá.

Zayn prueba su bebida, mirándome atentamente, con expresión vigilante. ¿Qué estará pensando? ¿Él la amó? Pienso que, si me dice que sí lo hizo, me voy a enojar, bastante.

—Bueno señoras, las dejaré esta noche.

No… no… él no puede dejarme colgada así.

—Por favor, pongan estas bebidas en mi cuenta, habitación número 612. Te llamaré a ti por la mañana, Anastasia. Hasta mañana, Carla.

—Oh, es tan bonito escuchar que alguien utiliza tu nombre completo.

—Bonito nombre para una chica hermosa —murmura Zayn, agitando sus manos extendidas y ella realmente sonríe como una tonta.

Estoy de pie, mirándolo fijamente, implorándole que conteste mi pregunta y él besa mi mejilla, castamente.

—Nos vemos más tarde, cariño —susurra en mi oreja. Después desaparece.

Maldito-monstruo-controlador-bastardo. Mi enojo vuelve con toda su fuerza. Me dejo caer en mi silla y me vuelvo para enfrentar a mi madre.

—Bien, estoy sorprendida, Anastasia. Él es un buen partido. Sin embargo, no sé qué está pasando entre ustedes dos. Creo que necesitan hablar. Ufff, la tensión aquí es insufrible. —Se abanica teatralmente.

—¡MAMÁ!

—Vete hablar con él.

—No puedo. Vine aquí para verte.

—Anastasia, viniste aquí porque estás desconcertada sobre ese hombre. Es obvio que están locos el uno por el otro. Necesitas hablar con él. Voló casi cinco mil kilómetros simplemente para verte, ¡por el amor de Dios! Ya sabes lo horrible es volar.

Me sonrojo. No le he dicho nada sobre su avión privado.

—¿Qué? —me dice.

—Tiene su propio avión —mascullo, avergonzada— y está sólo a cuatro mil kilómetros, mamá.

¿Por qué me avergüenzo? Sus cejas se dispararon.

—Estupendo —murmura— Anastasia, pasa algo entre ustedes dos. He estado intentando sondearlo desde que llegaste aquí. Pero la única forma de que arregles el problema, sea lo que sea, es hablarlo directamente con él. Puedes seguir pensándolo tanto como quieras… pero hasta que realmente lo hables, no vas a conseguir llegar a ninguna conclusión.

Frunzo el ceño en su dirección.

—Anastasia, dulzura, siempre has tenido tendencia a analizarlo todo excesivamente. Déjate llevar por tu instinto. ¿Qué te dice eso, cariño?

Miro fijamente mis dedos.

—Creo que estoy enamorada de él —murmuro.

—Lo sé, querida. Y él de ti.

—¡No!

—Sí, Anastasia. ¡Diablos…! ¿Qué necesitas? ¿Una señal de neón que se encienda en su frente?

Abro la boca y las lágrimas repuntan en la esquina de mis ojos.

—Anastasia, querida. No llores.

—No creo que él me ame.

—No importa lo rico que seas, uno no deja todo a un lado y entra en su avión privado para cruzar todo un continente sólo para tomar el té de la tarde. ¡Vete con él! Este es un lugar hermoso, muy romántico. Es también un territorio neutral.

Me retuerzo bajo su mirada. Quiero y no quiero ir.

—Querida, no sientas que tienes que volver conmigo. Yo quiero que seas feliz… y ahora mismo, pienso que la llave de tu felicidad está arriba, en la habitación 612. Si necesitas venir a casa después, la llave está bajo la planta de Yuca en el porche delantero. Si te quedas… bien… ahora eres una chica mayor. Simplemente toma precauciones.

Me sonrojo. ¡Jesús, mamá!

—Terminemos nuestros Cosmos primero.
—Ésa es mi chica. —Ella sonríe abiertamente.

*

Golpeo tímidamente en la habitación 612 y espero. Zayn abre la puerta. Está al teléfono. Parpadea cuando me ve, completamente sorprendido. Entonces, sostiene la puerta y la abre completamente para que entre en su cuarto.

—¿Todas las indemnizaciones por despido concluyeron? ¿Y el costo? —Zayn silba entre dientes—. ¡Cielos! Eso fue un error caro… 

Miro alrededor de la sala. Está en una suite, como en el Heathman. El mobiliario aquí es ultramoderno, muy actual. Toda en color púrpura oscuro y dorado con destellos bronce en las paredes. Zayn camina, acercándose a una pieza de madera oscura y abre la puerta para revelar un minibar. Me indica que me sirva yo misma, después vaga por la habitación. Asumo que es para que no pueda oír su conversación. Me encojo de hombros. No detuvo su llamada cuando entré en su estudio un momento antes. Oigo el ruido de agua corriendo… está llenando la bañera. Me sirvo jugo de naranja. Camina de vuelta hacia la sala.

—Haz que Andrea me envié los esquemas. Barney dijo que él había solucionado el problema… — Zayn ríe—. No, viernes… hay una parcela de tierra aquí que me interesa… Sí, consigue que Bill me llame… No, mañana… quiero ver lo que ofrecerá Georgia si nos instalamos aquí. —Zayn no aparta su mirada de mí. Me entrega un vaso, apuntando hacia una cubeta de hielo—. Si sus incentivos son lo suficientemente atractivos… pienso que deberíamos considerarlo, aunque no estoy seguro sobre el maldito calor que hace aquí… estoy de acuerdo con que Detroit también tiene sus ventajas y es más fresco… —Su rostro se oscurece momentáneamente. ¿Por qué? —Consigue que Bill llame. Mañana… No demasiado temprano.

Cuelga y me mira fijamente, su rostro ilegible y el silencio se extiende entre nosotros.
De acuerdo… es mi turno para hablar.

—No contestaste mi pregunta —murmuro.

—No. No lo hice —dice él en voz baja, con sus ojos mieles muy abiertos y alertas.

—¿No contestaste mi pregunta sobre ella o no la amaste?

Él cruza sus brazos, se reclina contra la pared y una pequeña sonrisa baila en sus labios.

—¿Qué estás haciendo aquí, Anastasia?

—Justamente te lo acabo de decir.

Él respira profundamente.

—No. No la amé. —Frunce el ceño en mi dirección, divertido pero aún perplejo.

No puedo creer que esté aguantando la respiración. Me arqueo como un saco de tela viejo cuando la suelto. Bueno, gracias al cielo por eso. ¿Cómo me sentiría si realmente hubiera amado a la bruja?

—Eres la diosa de ojos verdes, Anastasia. ¿Quién lo habría pensado?

—¿Está burlándose de mí, señor Malik?

—No me atrevería.

Niega con la cabeza solemnemente, pero tiene un destello malvado en sus ojos.

—¡Oh, creo que lo harías! Y creo que lo haces… a menudo.

Sonríe burlonamente cuando repito las palabras que él me dijo antes. Sus ojos se oscurecen.

—Por favor, deja de morderte los labios. Estás en mi habitación, no he puesto los ojos en ti desde hace casi tres días y he volado un largo trayecto para verte. —Su tono ha cambiado a suave y sensual.

Su BlackBerry zumba, distrayéndonos a ambos y él la apaga sin siquiera mirar quién es. Mi respiración se interrumpe. Sé hacia dónde va esto… pero se supone que tenemos que hablar. Él da un paso hacia mí luciendo su sexy mirada depredadora.

—Te deseo, Anastasia. Ahora. Y tú me deseas. Por eso estamos aquí.

—Realmente quería saberlo —susurro como defensa.

—Bueno, ahora que lo sabes, ¿te quedas o te vas?

Me ruborizo cuando se acerca y se detiene delante de mí.

—Me quedo —murmuro, mirándolo ansiosamente.

—Oh, eso espero. —Baja la mirada hacia mí—Estabas tan enojada conmigo —suspira.

—Sí.

—No recuerdo a nadie más que a mi familia estando enojado conmigo. Me gusta.

Corre las puntas de los dedos por mi mejilla. Oh, cielos, su cercanía, su delicioso olor a Zayn. Se supone que debemos estar hablando, pero mi corazón late con fuerza, mi sangre canta a medida que corre a través de mi cuerpo, el deseo crece, desplegándose... en todas partes. Zayn se inclina y desliza su nariz a lo largo de mi hombro y hasta la base de mi oreja, deslizando sus dedos en mi cabello.

—Tenemos que hablar —susurro.

—Más tarde.

—Hay tantas cosas que quiero decir.

—Yo también.

Siembra un suave beso bajo el lóbulo de mi oreja mientras sus dedos se aprietan en mi cabello. Empujando mi cabeza hacia atrás, expone mi garganta. Sus dientes rozan mi barbilla y me besa la garganta.

—Te deseo —suspira.

Gimo y me estiro, alcanzando sus brazos.

—¿Estás sangrando? —Él sigue dándome besos.

Santo Dios. ¿Nada se le pasa por alto?

—Sí —digo en voz baja, avergonzada.

—¿Tienes calambres?

—No. —Me ruborizo. Por Dios...

Se detiene y me mira.

—¿Te has tomado la pastilla?

—Sí. —¿Cuán mortificante es esto?

—Vamos a tomar un baño.

¿Ah, sí?

Toma mi mano y me lleva al dormitorio. Está dominado por una cama súper king con cortinas elaboradas. Pero no se detiene ahí. Me lleva al cuarto de baño que tiene dos habitaciones, toda aguamarina y piedra caliza blanca. Es enorme; en el segundo cuarto hay una bañera hundida, lo suficientemente grande para cuatro personas, con escalones de piedra que conducen a ella y poco a poco se va llenando con agua. El vapor se eleva ligeramente por encima de la espuma y noto un banco de piedra en todo su perímetro. Las velas parpadean a un lado. Vaya... ha hecho todo esto mientras estaba en el teléfono.

—¿Tienes una cinta para el cabello?

Parpadeo hacia él, busco en el bolsillo de los pantalones vaqueros y saco una goma para el cabello.

—Tómalo —me ordena suavemente. Hago lo que me pide.

Está cálido y sofocante al lado de la bañera y mi camiseta comienza a pegarse. Se inclina y cierra el grifo. Guiándome de nuevo a la primera parte del cuarto de baño, se queda detrás de mí, de cara al espejo de la pared, por encima de los dos lavabos de cristal.

—Levanta los brazos —jadea. Hago lo que me ha dicho y levanta la blusa por encima de mi cabeza de modo que estoy de pie, desnuda de cintura para arriba frente a él. No quitando sus ojos de los míos, me rodea y deshace el botón superior de mis jeans y baja la cremallera—Te voy a tomar en el cuarto de baño, Anastasia.

Inclinándose, me besa el cuello. Muevo la cabeza hacia un lado y le doy un acceso más fácil. Sujetando sus pulgares en mis pantalones, los desliza lentamente por mis piernas, hundiéndose detrás de mí cuando los empuja a ellos y a mis bragas al suelo.

—Sal de tus pantalones.

Agarrando el borde de la bañera, hago precisamente eso. Ahora estoy desnuda, mirándome a mí misma y él está de rodillas detrás de mí. Besa suavemente y luego muerde mi trasero, haciéndome jadear. Se pone de pie y me mira una vez más en el espejo. Me esfuerzo por permanecer inmóvil, ignorando mi inclinación natural de cubrirme. Extiende su mano por mi vientre, la palma de su mano casi llegando de cadera a cadera.

—Mírate. Eres tan hermosa —murmura—. Tócate.

Toma mis dos manos entre las suyas, sus palmas contra el dorso de mis manos, sus dedos entre los míos, de modo que mis dedos están extendidos. Pone mis manos sobre mi vientre.

—Siente la suavidad de tu piel.

Su voz es suave y baja. Mueve mis manos en un círculo lento hacia arriba, hacia mis pechos

—Siente lo lleno que son tus senos.

Sostiene mis manos de modo que ahuecan mis pechos. Él acaricia suavemente mis pezones con sus pulgares una y otra vez.
Gimo con los labios entreabiertos y arqueo la espalda para que mis pechos llenen mis palmas. Él aprieta mis pezones entre nuestros dedos, tirando suavemente de modo que se alargan más. Puedo ver con fascinación a la criatura desenfrenada retorciéndose delante de mí. Oh, esto se siente bien. Gimo y cierro los ojos, ya no queriendo ver a esa mujer libidinosa en el espejo, cayendo a pedazos en sus propias manos... sus manos... sintiendo mi piel como él lo haría, experimentando cuan excitante es… sólo su tacto y sus calmas y suaves órdenes.

—Eso es, nena —murmura.

Guía mis manos por los lados de mi cuerpo, más allá de mi cintura hacia mis caderas y a lo largo de mi vello púbico. Desliza su pierna entre las mías, separando mis pies, abriéndome y corre mis manos sobre mi sexo, con una mano y luego con la otra, creando un ritmo. Es tan erótico. En verdad: soy una marioneta y él es el maestro de las marionetas.

—Mira a tu reflejo, Anastasia —susurra mientras deja besos y mordiscos suaves a lo largo de mi hombro. Gimo. De pronto, me deja ir.

—Continúa —ordena y se para detrás, observándome.

Me acaricio. No. Lo quiero a él, que él lo haga. No se siente igual. Estoy perdida sin él. Se saca la camisa sobre su cabeza y rápidamente se quita los pantalones.

—¿Prefieres que haga eso? —Su mirada miel quema la mía en el espejo.

—Oh, sí... por favor —jadeo.

Envuelve sus brazos a mí alrededor otra vez y toma mis manos una vez más, continuando con la caricia sensual a través de mi sexo, por encima de mi clítoris. Su pecho y su erección se presionan contra mí. Oh, rápido... por favor. Muerde la nuca de mi cuello y cierro los ojos, disfrutando de la infinidad de sensaciones; mi cuello, mi ingle... la sensación de tenerlo detrás de mí. Se detiene abruptamente y me gira por completo, rodeando mis muñecas con una mano, encarcelando mis manos detrás de mí y tirando de mi cola de caballo con la otra. Estoy contra él y me besa salvajemente, haciendo estragos en mi boca con la suya. Reteniéndome en el lugar.

Su respiración es irregular, igualando la mía.

—¿Cuándo comenzó tu período, Anastasia? —pregunta de la nada, mirando hacia mí.

—Eh... ayer —murmuro, excitadísima.

—Bien. —Él me libera y me da la vuelta—Sostente del lavabo —me ordena y tira de mis caderas hacia atrás de nuevo, como lo hizo en la habitación de juegos, así que estoy agachada.

Llega entre mis piernas y tira del cordón azul... ¡qué! Y... saca suavemente el tampón y lo arroja en el inodoro cercano. Santo Dios. Dulce madre de todo... Por Dios. Y luego está dentro de mí... ¡ah! Piel contra piel... se mueve lentamente en un primer momento... fácilmente, probándome, empujándome... oh, cielos. Me sujeto al lavabo, jadeando, obligándome a retroceder, sintiéndolo dentro de mí. Oh, la dulce agonía... sus manos estrechan mis caderas. Establece un ritmo de castigo… dentro, fuera y alcanza y encuentra mi clítoris, masajeándome... oh, Jesús. Noto como me acelero.

—Eso es, nena —dice ásperamente mientras se incrusta en mí, inclinando sus caderas y es suficiente para mandarme a volar, volar alto.
Vaya... y me vengo ruidosamente, agarrándome a la vida en el lavabo a medida que caigo en espiral a lo largo de mi orgasmo, todo girando y apretándose a la vez. Él sigue, estrechándome con fuerza, su frente en mi espalda cuando llega a su clímax y dice mi nombre como si fuera una letanía o una oración.

—¡Oh, Anastasia! —Su respiración es irregular en mi oído, en perfecta sinergia con la mía—. Oh, nena, ¿alguna vez voy a tener suficiente de ti? —susurra.

¿Será siempre así? Tan abrumador, tan desgastante, tan desconcertante y seductor. Quería hablar, pero ahora estoy agotada y aturdida por hacer el amor y me pregunto: ¿alguna vez yo voy a tener suficiente de él?
Nos hundimos lentamente en el suelo y él envuelve sus brazos a mí alrededor, encarcelándome. Me acurruco en su regazo, mi cabeza contra su pecho, a medida que ambos nos calmamos. Muy sutilmente, aspiro su olor dulce y embriagador. No lo acaricies. No lo acaricies. Repito en mi cabeza; aunque estoy muy tentada a hacerlo. Quiero levantar mi mano y dibujar en su pecho con la punta de mis dedos... pero me resisto, a sabiendas de que él lo odiará si lo hago. Ambos permanecemos tranquilos, perdidos en nuestros pensamientos. Estoy pérdida en él... perdida por él.
Recuerdo que tengo mi período.

—Estoy sangrando —me quejo.

—No me molesta —suspira.

—Me di cuenta. —No puedo mantener la sequedad fuera de mi voz.
Se tensa un poco.

—¿Te molesta? —pregunta en voz baja.

¿Me molesta? Tal vez debería... ¿debería? No, no lo hace. Me inclino hacia atrás y levanto la mirada hacia él y él me mira, con los ojos de un miel suave.

—No, en absoluto.

Sonríe.

—Bueno. Vamos a tomar un baño.

Se desenreda de mí alrededor, colocándome en el suelo mientras se pone de pie. Mientras lo hace, me doy cuenta una vez más de las pequeñas cicatrices redondas y blancas en su pecho. No son de varicela, medito distraídamente. Grace dijo que apenas se vio afectado. Mierda... deben ser de quemaduras. ¿Quemaduras de qué? Palidezco ante la comprensión, conmoción y repulsión que corren a través de mí. ¿De cigarrillos? ¿La señora Robinson, su madre biológica, quién? ¿Quién le hizo esto? Tal vez haya una explicación razonable y estoy reaccionando exageradamente. Una loca esperanza florece en mi pecho; la esperanza de que estoy equivocada.

—¿Qué pasa? —Zayn abre los ojos de par en par con alarma.

—Tus cicatrices —susurro—No son de varicela.

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