sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 16.

―Por favor ―ruego.

―Pon tus rodillas arriba ―ordena suavemente y soy rápida en obedecer―. Voy a hacerte el amor ahora, señorita Steele ―murmura, mientras posiciona la cabeza de su erección en la entrada de mi sexo―Duro ―susurra y se hunde de un golpe en mi interior.

―¡Aargh! ―grito mientras siento una extraña sensación de pinchazo profunda en mi interior mientras él rasga mi virginidad. Se queda quieto, mirándome, sus ojos brillantes con triunfo extático.
Su boca está abierta ligeramente y su respiración es pesada. Gime.

―Estás tan apretada. ¿Estás bien?

Asiento, mis ojos amplios, mis manos en sus antebrazos. Me siento tan llena. Sigue quieto, dejándome aclimatarme a la sensación intrusiva y abrumadora de él en mi interior.

―Voy a moverme, nena ―respira después de un momento, su voz tirante.

Se retira con una lentitud exquisita. Y cierra sus ojos, gime y empuja en mi interior de nuevo. Grito una segunda vez y él se queda quieto.

―¿Más? ―susurra, su voz torca.

―Sí. ―Aspiro. Él lo hace una vez más y se queda quieto de nuevo.

Gimo. Mi cuerpo aceptando… Oh, quiero esto.

―¿Otra vez? ―aspira.

―Sí. ―Es una súplica.

Y él se mueve, pero esta vez no se detiene. Se echa sobre sus codos para así poder sentir su peso sobre mí, oprimiéndome. Se mueve lentamente al principio, impulsándose dentro y fuera de mí. Acelera. Yo gimo, él se mueve más fuerte, acelerando la velocidad, sin piedad, un ritmo incesante y yo mantengo el ritmo, encontrándome con sus embestidas.

Agarra mi cabeza entre sus manos y me besa fuertemente, sus dientes agarrando mi labio inferior otra vez. Se mueve un poco y puedo sentir la edificación de algo muy dentro de mí, como antes. Empiezo a ponerme más rígida a medida que el empuja una y otra vez. Mi cuerpo se estremece, se arquea, un brillo de sudor se acumula sobre mí. Oh Dios... no sabía que iba a sentirse así... no sabía que podía sentirse tan bueno como esto. Mis pensamientos se dispersan... sólo hay sensación... sólo él... sólo yo... oh, por favor... me pongo rígida.

—Acaba para mí —susurra sin aliento y me deshago con sus palabras, explotando alrededor de él mientras llego al clímax y me desarmo en un millón de pedazos debajo de él. Mientras él se viene, dice mi nombre, empujando duro, luego quedándose quieto mientras acaba dentro de mí.

Todavía estoy jadeando, tratando de aminorar mi respiración, mi corazón desbocado y mis pensamientos están desenfrenados. Guau... eso fue asombroso. Abro los ojos y tiene su frente apretada contra la mía, sus ojos cerrados, su respiración entrecortada. Los ojos de Zayn parpadean abriéndose y me miran, sombríos pero suaves. Todavía está dentro de mí. Inclinándose, presiona suavemente un beso en mi frente y luego, lentamente, se retira de mí.

—Oh. —Me estremezco con la falta de familiaridad.

—¿Te lastimé? —pregunta Zayn mientras se acuesta a mi lado, recostado sobre un codo. Me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja. Y tengo que sonreír, ampliamente.

—¿Me estas preguntando si me heriste?

—No he perdido la ironía —sonríe sardónicamente—. De verdad, ¿estás bien?

Sus ojos son intensos, minuciosos, exigentes incluso.

Me tiendo a su lado, sintiéndome despejada, mis huesos como la mermelada, pero estoy relajada, profundamente relajada. Le sonrío. No puedo dejar de sonreír. Ahora sé por qué tanto alboroto. Dos orgasmos… llegando al tope, como una lavadora en centrifugado, wow. No tenía idea de lo que mi cuerpo era capaz de hacer, podía ser enrollado con tanta fuerza y liberado con tanta violencia, tan gratificante. El placer era indescriptible.

—Estas mordiéndote el labio y no me has respondido. —Tiene el ceño fruncido.

Le sonrío con picardía. Luce glorioso con su pelo alborotado, sus ojos mieles ardientes y la expresión seria y oscura.

—Me gustaría hacer eso de nuevo —susurro. Por un momento, pienso que veo una mirada fugaz de alivio en su rostro antes de que las persianas bajen y me mira con los ojos entornados.

—¿Lo harías ahora, señorita Steele? —murmura secamente. Se inclina y me besa gentilmente en la esquina de mi boca—. No exiges pequeñas cosas. Voltéate.

Parpadeo en su dirección momentáneamente y me volteo. Me desabrocha el sujetador y pasa su mano de la espalda a mi trasero.

—De verdad tienes la piel más bella —murmura.

Se mueve hasta que una de sus piernas está entre las mías y esta acostado a medias en mi espalda. Puedo sentir los botones de su camisa presionándome mientras recoge mi cabello y besa mi hombro desnudo.

—¿Por qué estas usando tu camisa? —pregunto. Él se queda quieto.

Después de un latido, se quita la camisa y se acuesta sobre mí. Siento su cálida piel contra la mía. Mmmm… se siente celestial.

—Entonces, ¿quieres que te folle otra vez? —me susurra en el oído y comienza a dejar un rastro de suaves y delicados besos alrededor de mi oído y bajando por mi cuello.

Sus manos bajan, rozando mi cintura, encima de mi cadera y abajo de mi muslo a la parte de atrás de mi rodilla. Empuja mi rodilla más arriba y mi aliento se dificulta... ¡Oh! ¿Qué está haciendo ahora? Se mueve para estar entre mis piernas, presionándose contra mi espalda y su mano se desplaza desde mi muslo hasta mi trasero. Me acaricia el glúteo lentamente y luego arrastra los dedos por entre mis piernas.

—Te voy a tomar desde atrás, Anastasia —murmura y con su otra mano sujeta mi pelo por la nuca en un puño y tira suavemente, manteniéndome en posición. No puedo mover la cabeza. Estoy maniatada por debajo de él, impotente.

—Eres mía —susurra—Solo mía. No lo olvides. —Su voz es intoxicante, sus palabras emocionantes y seductoras. Siento su erección creciendo contra mi muslo.

Sus largos dedos se desplazan para masajear suavemente mi clítoris, dando vueltas lentamente. Su respiración es suave contra mi cara mientras lentamente me pellizca a lo largo de mi mandíbula.

—Hueles divino —me acaricia detrás de la oreja.

Su mano se frota contra mí, dando vueltas y vueltas. Acto reflejo, mis caderas comienzan a circular, imitando su mano, mientras el insoportable placer despunta a través de mi sangre como adrenalina.

—Quédate quieta —me ordena, su voz suave pero urgida y lentamente introduce su pulgar dentro de mí, girándolo en vueltas y vueltas, acariciando la pared frontal de mi vagina. El efecto es alucinante, toda mi energía se concentra en este espacio pequeño dentro de mi cuerpo. Gimo.

—¿Te gusta? —pregunta suavemente, sus dientes tomando mi oreja y comienza a flexionar el dedo lentamente, adentro, afuera, adentro, afuera... sus dedos siguen dando vueltas.

Cierro mis ojos, tratando de mantener mi respiración bajo control, tratando de absorber las caóticas sensaciones desordenadas a las que sus dedos dan rienda suelta, el fuego atravesando mi cuerpo. Gimo de nuevo.

—Estas muy mojada, tan rápido. Tan entusiasta, Oh, Anastasia, me gusta eso. Me gusta mucho —susurra.

Quiero endurecer mis piernas pero no me puedo mover. Me está inmovilizando, manteniendo una constante, el ritmo lento y tortuoso. Es absolutamente exquisito. Gimo de nuevo y se mueve de repente.

—Abre tu boca —ordena y mete su dedo en mi boca. Mis ojos se abren, parpadeando salvajemente.

—Prueba como sabes —respira contra mi oído—. Chúpame, cariño.

Su pulgar se presiona contra mi lengua y mi boca se cierra alrededor de él, succionándolo salvajemente. Pruebo la salinidad en su pulgar y el sabor metálico de la sangre. Esto está mal, pero es tan erótico.

—Quiero follarte la boca, Anastasia y lo haré pronto — su voz es ronca, cruda, su respiración más inconexa.

¡Follarme la boca! Gimo y lo muerdo. Él jadea y me tira el pelo más fuerte, con dolor, así que lo libero.

—Mi atrevida y dulce chica —susurra y luego alcanza la mesa de noche para conseguir un paquete plateado—. Quédate tranquila, no te muevas —me ordena mientras libera mi cabello.

Rompe el papel mientras respiro con dificultad, la sangre zumbando en mis venas. La anticipación es estimulante. Se inclina hacia abajo, su peso sobre mí y me agarra del cabello manteniendo mi cabeza inmóvil. No me puedo mover. Estoy seductoramente atrapada por él, preparada y lista para que me tome otra vez.

—Vamos a hacerlo de verdad, despacio esta vez, Anastasia —resopla.

Y poco a poco se acomoda en mí, poco a poco, lentamente, hasta que está enterrado en mí. Estirándose, llenándome, implacable. Gimo ruidosamente. Se siente más profundo esta vez, delicioso. Gimo otra vez y deliberadamente hace circular sus caderas y retrocede, se pausa un segundo y luego vuelve a entrar. Repite esto una y otra vez. Me está volviendo loca, sus embestidas juguetonas, deliberadamente lentas y la sensación de plenitud intermitente es abrumadora.

—Te sientes tan bien —gime y mis entrañas comienzan a temblar. Se retira y espera—Oh, no, nena, todavía no —murmura y cuando el temblor cesa, comienza el delicioso proceso de nuevo.

—Oh, por favor —suplico. No estoy segura de que pueda soportarlo más. Mi cuerpo esta aprisionado, ansiando la liberación.

—Quiero que te duela, cariño —murmura y continua su dulce tormento, sin prisa, hacia atrás, hacia adelante—Cada vez que te muevas mañana, quiero que recuerdes que he estado aquí. Sólo yo. Eres mía.

Gimo.

—Por favor, Zayn—susurro.

—¿Qué quieres, Anastasia? Dime.

Gimo de nuevo. Lo saca y se mueve lentamente hacia mí, girando las caderas una vez más.

—Dime —murmura.

—A ti, por favor. —Incrementa el ritmo sólo un poco y su respiración se vuelve más errática. Mis entrañas empiezan a acelerarse y Zayn coge el ritmo.

—Eres.Tan.Dulce —murmura entre cada embestida—Te.Deseo.Tanto.

Gimo.

—Eres.Mía. Acaba para mí, cariño —gruñe.

Sus palabras son mi perdición, inclinándome por el precipicio. Mi cuerpo se convulsiona en torno a él y acabo, ruidosamente diciendo en voz alta una versión distorsionada de su nombre en el colchón y Zayn sigue con dos embestidas agudas, y se congela, acabando dentro de mí mientras se libera. Se derrumba sobre mí, su rostro en mi pelo.

- Dios Anastasia —susurra. Se quita sobre mí inmediatamente y rueda sobre su lado de la cama. Subo mis rodillas hasta mi pecho, completamente agotada e inmediatamente me quedo dormida o pierdo el conocimiento en un sueño exhausto.

Cuando me despierto, todavía está oscuro. No tengo idea de cuánto he dormido. Me extiendo por debajo de la manta y me siento adolorida, deliciosamente adolorida. Zayn no se ve por ningún lado. Me siento, viendo el paisaje de la ciudad en frente de mí. Hay unas pocas luces entre los rascacielos y hay un susurro del amanecer en el este.

Escucho música. Las notas melodiosas del piano, un lamento triste y dulce. Bach, creo, pero no estoy segura.
Me envuelvo en el edredón y silenciosamente voy hacia el corredor y hacia el gran salón. Zayn está en el piano, completamente perdido en la música que está sonando. Su expresión es triste y desamparada, como la música. Su interpretación es fascinante. Recostada contra la pared de la entrada, escucho embelesada. Él es un músico consumado. Se sienta desnudo, su cuerpo bañado por la cálida luz emitida por una lámpara solitaria junto al piano. Con el resto de la gran sala en la oscuridad, es como si estuviera en su propia aislada piscina, intocable... solo en una burbuja.

Voy lentamente en silencio hacia él, atraída por la música sublime, la melancolía. Estoy hipnotizada viendo sus hábiles dedos largos mientras se encuentran y presionan suavemente las teclas, pensando en cómo esos mismos dedos han manejado y acariciado hábilmente mi cuerpo. Me sonrojo y jadeo ante los recuerdos y presiono mis muslos. El alza la mirada, sus ojos miel, brillantes e insondables, su expresión indescifrable.

—Lo siento —susurro—. No quise interrumpirte.

Una arruga revolotea en su rostro.

— Sin duda debería decirte eso a ti —murmura. Termina de tocar y pone sus manos en sus piernas.

Noto que está usando pantalones de pijama. Corre sus dedos a través de su cabello y se levanta. Sus pantalones cuelgan de sus caderas, de esa manera... oh Dios. Mi boca se seca mientras casualmente pasea alrededor del piano hacia mí. Tiene los hombros anchos, caderas estrechas y sus abdominales se tensan a medida que camina. Es realmente impresionante.

—Deberías estar en la cama —me advierte.

—Esa es una bella pieza. ¿Bach?

—La transcripción es de Bach, pero originalmente es un concierto para oboe de Alessandro Marcello.

—Fue exquisita, pero muy triste, una gran melodía melancólica.

Sus labios se tuercen en una media sonrisa.

—Cama —ordena—. Estarás exhausta en la mañana.

—Me desperté y no estabas allí.

—Se me hace difícil dormir, no estoy acostumbrado a dormir con nadie —murmura.

No puedo entender su estado de ánimo. Parece un poco desanimado, pero es difícil decir en la oscuridad. Tal vez fue el tono de la pieza que estaba tocando. Pone su brazo a mí alrededor y gentilmente me regresa a la habitación.

—¿Por cuánto tiempo has estado tocando? Tocas maravillosamente.

—Desde que tenía seis.

—Oh.

Zayn como un niño de seis años… mi mente invoca una imagen de un lindo niño de pelo cobrizo con ojos miel y mi corazón se derrite, un niño a quien le gusta la música triste.

—¿Cómo te sientes? —pregunta cuando estamos de nuevo en el cuarto. Enciende una luz lateral.

—Estoy bien.

Miramos a la cama al mismo tiempo. Hay sangre en las sábanas, evidencia de mi virginidad perdida. Me sonrojo, avergonzada, tirando del edredón más fuerte a mí alrededor.

—Bueno, eso le va a dar a la señora Jones algo en lo que pensar —murmura Zayn mientras se pone delante de mí. Pone su mano debajo de mi barbilla e inclina hacia atrás mi cabeza, mirándome. Sus ojos son intensos y examina mi rostro. Me doy cuenta de que no había visto su pecho desnudo antes. Instintivamente, me estiro para correr mis dedos a través de su pecho para ver cómo se siente. Inmediatamente, él da un paso atrás fuera de mi alcance.

—Métete en la cama —dice bruscamente—Iré y me acostaré contigo. — Su voz se suaviza. Dejo caer mi mano y frunzo el ceño. No creo que jamás haya tocado su torso. Abre una cómoda, saca una camiseta y rápidamente la desliza sobre él.

—Cama —ordena de nuevo. Subo de nuevo en la cama, tratando de no pensar en la sangre. Se trepa a mi lado y me jala en su abrazo, envolviendo sus brazos alrededor de mí, de modo que estoy de espaldas a él. Besa mi cabello suavemente e inspira profundamente.

—Duerme, dulce Anastasia—murmura y cierro mis ojos, pero no puedo evitar sentir una melancolía residual, de la música o de su conducta. Zayn Malik tiene un lado triste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario