martes, 14 de mayo de 2013

Capítulo 40.



Permanece inmóvil y me mira sin comprender. Su expresión se ensombrece. Oh, mierda, esto no se ve bien. ¡Dale un minuto! Grita mi subconsciente.

―Anastasia, yo… ―Se pasa las manos por el cabello. Las dos manos. Vaya, está realmente desconcertado ― Creo que lo hicimos ―dice finalmente.

―Quiero tocarte.

Él da un paso involuntario lejos de mí, su expresión por un momento es temerosa y luego se detiene.

―Por favor ―susurro.

Se recupera.

―Oh, no señorita Steele, has tenido suficientes concesiones de mi parte esta noche. Y digo que no.

―¿No?

―No.

Oh… no puedo discutir con eso… ¿verdad?

―Mira, estás cansada, estoy cansado. Sólo vamos a la cama ―dice, mirándome con atención.

―Así que, ¿tocarte es un límite duro para ti?

―Sí. Es una noticia vieja.

―Por favor, dime por qué.

―Oh, Anastasia, por favor. Simplemente déjalo por ahora ― murmura, exasperado.

―Es importante para mí.

Una vez más pasa ambas manos por su cabello y pronuncia una maldición entre dientes. Girando sobre sus talones, se dirige a la cómoda, saca una camiseta y la tira en mi dirección. La atrapo, desconcertada.

―Ponte eso y metete en la cama ―gruñe, irritado.

Frunzo el ceño, pero decido seguirle la corriente. Volviendo mi espalda, rápidamente me quito el sujetador, me pongo la camiseta tan a prisa como me sea posible para cubrir mi desnudez. Dejo mis bragas puestas, no las he usado la mayor parte de la noche.

―Necesito ir al baño. ―Mi voz es un susurro.

Frunce el ceño, confuso.

―¿Ahora estás pidiendo permiso?

―Eh… no.

―Anastasia, sabes dónde está el baño. Hoy en día, a este punto de nuestro extraño arreglo, no necesitas mi permiso para usarlo.

No puede ocultar su irritación.

Se saca su camisa y yo corro rápidamente hacia el cuarto de baño.
Me miro en el espejo grande, sorprendida de que todavía tengo el mismo aspecto. Después de todo lo que he hecho hoy, sigo siendo la misma chica ordinaria mirándome boquiabierta. ¿Qué esperabas… que te crecieran cuernos y una pequeña cola puntiaguda? Me suelta mi subconsciente. ¿Y qué demonios estás haciendo? El tacto es su límite duro. Demasiado pronto, idiota, tiene que caminar antes de que pueda correr. Mi subconsciente está furioso, al estilo medusa en su ira, con el cabello al viento, sus manos crispadas en torno a su rostro como El Grito de Edvard Munch. La ignoro, pero no va a subirse de nuevo a su caja. Lo estás haciendo enojar… piensa en todo eso que él ha dicho, todo lo que ha concedido. Frunzo el ceño ante mi reflejo. Tengo que ser capaz de mostrarle afecto… entonces, tal vez, pueda corresponder.

Niego con la cabeza resignada y tomo el cepillo de Zayn. Mi subconsciente tiene razón, por supuesto. Lo estoy provocando. Él no está listo y yo tampoco. Estamos en equilibrio sobre el delicado sube y baja que es nuestro extraño arreglo; en extremos opuestos, vacilante y éste se inclina y se balancea entre nosotros. Ambos necesitamos acercarnos más al medio. Sólo espero que ninguno de los dos caiga en nuestro intento de hacerlo. Todo esto es tan apresurado. Tal vez necesito un poco de distancia. Georgia parece más atractivo que nunca. A medida que comienzo a cepillar mis dientes, él golpea.

―Entra ― farfullo con la boca llena de pasta de dientes.

Zayn se detiene en el umbral, su pijama colgando de sus caderas, de esa manera que hace que cada pequeña célula de mi cuerpo se alce y tome nota. Su torso está al desnudo y lo ingiero como si estuviera muerta de sed y él fuera agua clara de un arroyo de montaña. Me mira impasible, luego sonríe y se acerca hasta estar a mi lado. Nuestros ojos se encuentran en el espejo. Termino con su cepillo de dientes, me enjuago y se lo entrego, mi mirada sin dejar nunca la suya. Sin decir palabra, toma el cepillo de dientes y lo pone en su boca. Le sonrío de vuelta y sus ojos de repente danzan con humor.

―Siéntete libre de pedir prestado mi cepillo de dientes. ―Su tono es ligeramente burlón.

―Gracias, señor. ―Sonrío dulcemente y me voy rumbo a la cama.
Unos minutos más tarde, se une a mí.

―Sabes que no es así como había previsto esta noche ―murmura con petulancia.

―Imagínate si te digo que no puedes tocarme.

Trepa a la cama y se sienta con las piernas cruzadas.

―Anastasia, te lo he dicho. Cincuenta sombras. Tuve un mal comienzo en la vida; no quieres toda esa mierda en tu cabeza. ¿Por qué lo querrías?

―Porque quiero conocerte mejor.

―Me conoces lo suficientemente bien.

―¿Cómo puedes decir eso? ―Me revuelvo para colocarme sobre mis rodillas, frente a él.

Pone los ojos en blanco, frustrado.

―Estás poniendo los ojos en blanco. La última vez que lo hice, terminé sobre tu rodilla.

―Oh, me gustaría ponerte allí de nuevo.

Me da una idea.

―Dime y lo tendrás.

―¿Qué?

―Ya me has oído.

―¿Estás negociando conmigo? ―Su voz suena asombrada.

Asiento con la cabeza. Si… este es el camino.

―Negociación.

―No funciona de esa manera, Anastasia.

―Está bien. Dime y voy a poner los ojos en blanco para ti.

Se ríe y me da una rara visión de un Zayn sin preocupaciones. No lo he visto en mucho tiempo. Vuelve a ponerse serio.

―Siempre tan entusiasta y ansiosa de información. ―Sus ojos mieles arden con especulación. Después de un momento, se baja amablemente de la cama―. No te vayas ―dice y sale de la habitación.

La inquietud se lanza a través de mí, por lo que me abrazo. ¿Qué está haciendo? ¿Tiene algún plan malvado? ¿Supongamos que regresa con un bastón o algún pervertido implemento extraño? ¡Dios! ¿Qué voy a hacer entonces? Cuando vuelve, está sosteniendo algo pequeño en sus manos. No puedo ver lo que es y estoy muerta de curiosidad.

―¿A qué hora es tu primera entrevista mañana? ―pregunta en voz baja.

―A las dos.

Una sonrisa maliciosa se extiende lentamente por su cara.

―Bien. ―Y ante mis ojos, cambia sutilmente. Es más duro, intratable… caliente. Éste es el Zayn Dominante.

―Sal de la cama. Párate aquí. ―Señala el costado de la cama, me levanto y salgo en la mitad de tiempo. Se queda mirándome fijamente, sus ojos brillando con promesa―. ¿Confías en mí? ―pregunta en voz baja.

Asiento. Él extiende la mano y en su palma hay dos bolas redondas, brillantes y plateadas unidas con un grueso hilo negro.

―Estas son nuevas ―dice enfáticamente.

Lo miro inquisitivamente.

―Voy a ponerlas dentro de ti y luego te azotaré, no por castigo sino para tu placer y el mío. ―Hace una pausa, midiendo mi reacción.

¡Dentro de mí! Jadeo y todos los músculos en lo profundo de mi vientre se contraen. Mi diosa interior está haciendo el baile de los siete velos.

―Luego follaremos y si todavía estás despierta, compartiré información sobre mis años de formación. ¿De acuerdo?

¡Me está pidiendo permiso! Sin aliento, asiento. Soy incapaz de hablar.

―Buena chica. Abre tu boca.

¿La boca?

―Más grande.

Muy suavemente, él pone las bolas en mi boca.

—Necesitan lubricación. Chupa ―ordena con voz suave.

Las bolas están frías, el sabor es ligero, sorpresivamente fuerte y metálico. Mi boca seca se llena de saliva mientras mi lengua explora los objetos no familiares. La mirada miel de Zayn no deja la mía.

Santo Dios, esto me está encendiendo. Me retuerzo ligeramente.

―Quédate quieta, Anastasia ―advierte―Detente. ― Las saca de mi boca. Moviéndose hacia la cama, tira a un lado el edredón y se sienta en el borde.

―Ven aquí.

Me paro frente a él.

―Ahora date vuelta, agáchate y sujeta tus tobillos.

Parpadeo y su expresión se oscurece.

―No dudes ―me reprende suavemente con una corriente oculta en su voz y mete las bolas en su boca.

Maldición, esto es más sexy que el cepillo de dientes. Sigo sus órdenes inmediatamente. Dios, ¿Puedo tocarme los tobillos? Descubro que puedo hacerlo con facilidad. La camiseta se desliza hacia arriba por mi espalda, exponiendo mi parte trasera. Gracias al cielo he mantenido mis bragas, pero sospecho que no lo haré por mucho tiempo.

Él posa su mano en mi espalda con reverencia y muy suavemente la acaricia con toda su mano. Con mis ojos abiertos, puedo ver sus piernas a través de las mías, nada más. Cierro los ojos fuertemente mientras él gentilmente mueve mis bragas hacia un lado y lentamente corre su dedo de arriba hacia abajo por mi sexo. Mi cuerpo se revitaliza el mismo en una mezcla embriagadora de salvaje anticipación y excitación. Desliza un dedo dentro de mí y lo gira deliciosamente lento. Oh, se siente bien. Doy un gemido.

Su respiración se detiene y lo escucho jadear mientras repite el movimiento. Retira su dedo y muy lentamente, inserta los objetos, una lenta y deliciosa bola a la vez. Oh. Están a la temperatura de mi cuerpo, calentadas por nuestras bocas. Es una sensación curiosa. Una vez están dentro de mí, no las puedo sentir realmente; pero por otra parte, sé que están ahí.

Él endereza mis bragas, se inclina hacia adelante y sus labios besan suavemente mi trasero.

―Párate ―ordena y temblorosamente me pongo de pie.

¡Oh! Ahora las puedo sentir… un poco. Él agarra mis caderas para sostenerme mientras re-establezco mi equilibrio.

―¿Estás bien? ―pregunta con voz severa.

―Sí. ―Mi respuesta es una suave pluma.

―Date la vuelta. ―Me doy vuelta y lo enfrento.

Las bolas descienden e involuntariamente me contraigo alrededor de ellas. La sensación me asusta, pero no de una mala manera.

―¿Cómo se siente? ―pregunta.

―Es extraño.

―¿Extraño bien o extraño mal?

―Extraño bien ―confieso, sonrojándome.

―Bien. ―Hay un rastro de humor acechando sus ojos.

―Quiero un vaso de agua. Ve y busca uno para mí por favor.

Oh.

―Y cuando regreses, te pondré sobre mis rodillas. Piensa en eso, Anastasia.

¿Agua? Él quiere agua, ahora. ¿Por qué?

Al dejar la habitación, comprendo por qué quiere que camine; mientras lo hago, las bolas pesan dentro de mí, masajeándome internamente. Es una sensación tan rara y no del todo desagradable. De hecho, mi respiración se acelera mientras me estiro para alcanzar un vaso del gabinete de la cocina y jadeo. Oh… podría quedarme con estas. Me hacen sentir necesitada, necesitada de sexo.

Él me está mirando cuidadosamente cuando regreso.

―Gracias ―dice cuando toma el vaso.

Lentamente, toma un sorbo, luego pone el vaso en la mesita de noche. Hay un paquete de aluminio listo y esperando como yo. Y sé que él está haciendo esto para aumentar la anticipación. Mi corazón ha dado un latido. Él voltea su mirada brillante y miel hacia mí.

―Ven. Párate junto a mí. Como la última vez.

Me muevo furtivamente hacia él, mi sangre zumba por mi cuerpo y esta vez… estoy excitada. Despierta.

―Pídemelo ―dice en voz baja.

Frunzo el ceño. ¿Pedirle qué?

―Pídemelo. —Su voz es ligeramente dura.

¿Qué? ¿Agua? ¿Qué quiere?

―Pídemelo, Anastasia. No lo diré de nuevo. ―Hay una amenaza implícita en sus palabras y me doy cuenta. Él quiere que le pida que me pegue.

Me mira expectante, sus ojos se hacen más fríos. 

―Golpéeme, por favor… Señor ―susurro.

Él cierra los ojos momentáneamente, saboreando mis palabras. Estirando el brazo, agarra mi mano izquierda y me tira sobre sus rodillas. Caigo al instante y él me estabiliza cuando aterrizo sobre su regazo. Mi corazón quiere salir cuando su mano acaricia mi trasero. Estoy en ángulo a lo largo de su regazo, de nuevo, de manera que mi torso descansa en la cama junto a él. Esta vez no pone su pierna por encima de la mía, sino que aparta el cabello de mi rostro y lo pone detrás de mi oreja. Una vez termina, agarra el cabello de mi nuca para mantenerme quieta. Tira suavemente y mi cabeza se inclina hacia atrás.

―Quiero ver tu rostro mientras te doy palmadas, Anastasia ―murmura, al mismo tiempo que acaricia suavemente mi parte trasera.

Su mano baja entre las mejillas de mi trasero, la empuja contra mi sexo y la sensación de saciedad es… gimo. Oh, la sensación es exquisita.

―Esto es para el placer, Anastasia, mío y tuyo ―susurra suavemente.

Levanta la mano y la trae con una sonora bofeteada contra la unión de mis muslos, mi trasero y mi sexo. Las bolas intentan salir de mí y me pierdo en un pantano de sensación: el ardor a lo largo de mi trasero, la plenitud de las bolas en mí interior y el hecho de que él me está sujetando. Muevo mi rostro hacia arriba mientras mis facultades tratan de absorber todas estas sensaciones ajenas. Noto en algún lugar de mi celebro que no me está golpeando tan fuerte como la última vez. Acaricia mi trasero de nuevo, haciendo un camino con su palma a lo largo de mi piel y sobre mi ropa interior.

¿Por qué no me quita las bragas? Luego su palma desaparece y aparece de nuevo. Gimo mientras la sensación se extiende. Él comienza un patrón: de izquierda a derecha y luego abajo. Cuando baja es lo mejor.
Todo se mueve dentro de mí… y entre cada bofetada me acaricia, me toca, así que soy masajeada dentro y fuera. Es una sensación tan estimulante, erótica y por alguna razón, porque esto es en mis términos, no me importa el dolor. No es tan doloroso; bueno, lo es, pero no insoportable. Es manejable de alguna forma y sí, placentero… incluso. Gimo. Sí, puedo hacer esto.

Hace una pausa mientras arrastra lentamente mis bragas por mis piernas. Me retuerzo en sus piernas, no porque quiero escaparme de los golpes, sino porque quiero… más, liberación, algo. Su toque contra mi sensible piel es todo un cosquilleo sensual. Es estremecedor y él comienza de nuevo. Golpes suaves de izquierda a derecha y abajo, oh, cuando baja. Gimo.

―Buena chica, Anastasia ―gime y su respiración se acelera.

Me da dos nalgadas más y luego toma el hilo adjunto a las bolas y las saca repentinamente. Casi llego al clímax; la sensación es fuera de este mundo. Moviéndose, lentamente me da la vuelta. Escucho en vez de ver la rasgadura del paquete de aluminio y luego él está tendido a mi lado. Se apodera de mis manos, las lleva sobre mi cabeza y entra en mí, deslizándose lentamente, llenándome en dónde las bolas de plata habían estado. Gimo en voz alta.

―Oh, cariño ―susurra mientras se mueve hacia atrás y hacia adelante, con un tempo lento y sensual, saboreándome, sintiéndome.

Es lo más gentil que ha sido y no toma mucho tiempo llevarme al borde, en un orgasmo espiral, delicioso, violento y agotador. Cuando me aprieto a su alrededor, eso promueve su liberación y se desliza dentro de mí, con rigidez, jadeando mi nombre con un asombro desesperado.

―¡Anastasia!

Él está en silencio, jadeando sobre mí, sus manos todavía están entrelazadas con las mías por encima de mi cabeza. Finalmente, se echa hacia atrás y me mira fijamente.

―Lo disfruté ―susurra y luego me besa dulcemente.

No se toma tiempo para más besos dulces, pero se levanta, me cubre con el edredón y desaparece en el baño. Cuando regresa trae una botella de loción blanca. Se sienta a mi lado en la cama.

―Date la vuelta ―ordena y de mala gana lo hago.

Honestamente, con toda esta agitación me siento adormecida.

―Tu trasero está de un color glorioso ―dice con aprobación y con ternura masajea la loción en mi trasero.

―Revela el secreto, Malik. ―Bostezo.

―Señorita Steele, usted sabe cómo arruinar un momento.

―Teníamos un trato.

―¿Cómo te sientes?

―No hagas trampa.

Él suspira, se desliza a mi lado y me toma en sus brazos. Con cuidado de no tocar mi trasero, nos estamos acurrucando de nuevo. Él besa suavemente la parte trasera de mi oreja.

―La mujer que me trajo a este mundo era una zorra que consumía crack, Anastasia. Ahora duerme.

Maldición… ¿Qué significa eso?

―¿Era?

―Está muerta.

―¿Hace cuánto?

Él suspira.

―Murió cuando yo tenía cuatro años. No me acuerdo realmente de ella. Carrick me ha dado algunos detalles. Yo sólo recuerdo algunas cosas. Por favor, duerme.

―Buenas noches, Zayn.

―Buenas noches, Anastasia.

Y entro en un cegado y exhausto sueño de un niño de cuatro años con los ojos mieles, en un lugar oscuro, tenebroso y miserable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario