martes, 14 de mayo de 2013

Capítulo 52.


 

Me despierto con un sobresalto. Creo que acabo de caerme de algunas escaleras en un sueño y me enderezo rápidamente, momentáneamente desorientada. Está oscuro y estoy sola en la cama de Zayn. Algo me ha despertado, algún pensamiento insistente. Miro hacia la alarma junto a la cama. Son las cinco de la mañana, pero me siento descansada. ¿Por qué? Oh, es la diferencia de horario, en Georgia serían las ocho de la mañana, necesito tomar mi píldora.

Salgo de la cama, agradecida por lo que sea que me ha despertado. Puedo escuchar las débiles notas del piano. Zayn está tocando. Esto debo verlo. Adoro verlo tocar. Desnuda, saco mi bata de la silla y camino silenciosamente por el corredor, poniéndome mi bata y escuchando el mágico sonido del lamento melódico que viene del gran salón.

Envuelto en la oscuridad, Zayn se sienta en una burbuja de luz mientras toca y su cabello destella con rayos cobrizos y dorados. Parece desnudo, aunque sé que está usando sus pantalones de pijama. Está concentrándose, tocando hermosamente, perdido en la melancolía de la música. Vacilo, observando desde las sombras, sin querer interrumpirlo. Quiero sostenerlo. Parece perdido, incluso triste y dolorosamente solitario… o quizá sólo es la música que está tan llena de un dolor conmovedor. Termina la pieza, hace una pausa por un segundo y luego empieza a tocarla de nuevo. Me muevo cautelosamente hacia él, atraída como una polilla a la llama… la idea me hace sonreír. Él levanta la mirada y frunce el ceño antes de que su mirada regrese a sus manos.

Oh, no ¿está enojado porque lo estoy molestando?

—Deberías estar dormida —me reprende gentilmente.

Puedo decir que está preocupado por algo.

—También tú —respondo no tan gentilmente.

Levanta la mirada de nuevo, sus labios moviéndose con el rastro de una sonrisa.

—¿Me está reprendiendo, señorita Steele?

—Sí, señor Malik, lo estoy haciendo.

—Bueno, no puedo dormir. —Frunce el ceño una vez más mientras un rastro de irritación o rabia destella a través de su rostro. ¿Conmigo? Seguramente no.

Ignoro su expresión facial y muy valientemente me siento junto a él en el taburete del piano, poniendo mi cabeza en su hombro desnudo para observar sus hábiles y ágiles dedos acariciar las teclas. Hace una pausa un momento y luego continua hacia al final de la pieza.

—¿Qué fue eso? —pregunto suavemente.

—Chopin. Obra 28, número 4. En E menor, si estás interesada —murmura.

—Siempre estoy interesada en lo que haces.

Se da la vuelta y suavemente presiona sus labios contra mi cabello.

—No quise despertarte.

—No lo hiciste. Toca la otra.

—¿La otra?

—La pieza de Bach que tocaste la primera noche que me quedé.

—Oh, el Marcello.

Empieza a tocar lenta y deliberadamente. Siento el movimiento de sus manos en su hombro mientras me recuesto contra él y cierro mis ojos. Las tristes y enternecedoras notas se arremolinan lenta y lúgubremente a nuestro alrededor, haciendo eco en las paredes. Es una pieza inquietantemente hermosa, más triste incluso que el Chopin y me pierdo en la belleza del lamento. A una cierta extensión, refleja cómo me siento. El profundo anhelo doloroso que tengo por conocer mejor a este extraordinario hombre, por intentar entender su tristeza.
Demasiado pronto, la pieza llega a su final.

—¿Por qué tocas sólo música triste? —Me enderezo y levanto la mirada hacia él mientras se encoge de hombros en respuesta a mi pregunta, su expresión cautelosa— Entonces, ¿sólo tenías seis cuando empezaste a tocar? —puntualizo.

Asiente, su mirada cautelosa intensificándose. Después de un momento, se ofrece voluntario a hablar.

—Me lancé a aprender a tocar el piano para complacer a mi nueva madre. 

—¿Para encajar en la familia perfecta?

—Sí, por decirlo así —dice evasivamente—. ¿Por qué estás despierta? ¿No necesitas recuperarte de los esfuerzos de ayer?

—Son las ocho de la mañana para mí. Y necesito tomar mi píldora.

Levanta sus cejas en sorpresa.

—Bien, lo recordaste —murmura y puedo decir que está impresionado. Sus labios se curvan en una media sonrisa—. Sólo tú empezarías un tratamiento de control de natalidad con píldoras en una zona horaria diferente. Tal vez deberías esperar media hora y luego otra media hora mañana en la mañana. De modo que eventualmente puedas tomarlas a una hora razonable.

—Buen plan —susurro—. Entonces, ¿qué deberíamos hacer por media hora? —Parpadeo hacia él.

—Puedo pensar en unas cuantas cosas. —Sonríe, sus ojos mieles brillantes. Le devuelvo la mirada impasiblemente mientras mi interior se aprieta y se derrite bajo su mirada conocedora.

—Por otro lado, podríamos hablar —sugiero calmadamente.

Su ceja se levanta.

—Prefiero lo que tengo en mente. —Me sube a su regazo.

—Siempre preferirás el sexo a hablar. —Me río, estabilizándome al sostenerme de sus brazos.

—Cierto. Especialmente contigo. —Huele mi cabello y empieza a dejar un rastro de besos bajo mi oreja hacia mi garganta— Quizás sobre el piano —susurra.

Oh, Dios… Mi cuerpo entero se tensa con el pensamiento. En el piano. Wow.

—Quiero dejar algo claro —susurro mientras mi pulso empieza a acelerarse y mi diosa interna cierra sus ojos, deleitándose con la sensación de sus labios sobre mí.

Hace una pausa momentáneamente antes de continuar su sensual asalto.

—Siempre tan ansiosa por información, señorita Steele. ¿Qué necesitas aclarar? —susurra contra mi piel en la base de mi cuello, continuando con suaves y tiernos besos.

—Nosotros —susurro mientras cierro los ojos.

—Hmm. ¿Qué hay con nosotros? —Detiene su rastro de besos junto a mi hombro.

—El contrato.

Levanta su mirada, observándome, una pizca de diversión en sus ojos y suspira. Acaricia con las yemas de sus dedos mi mejilla.

—Bueno, creo que el contrato ha quedado obsoleto, ¿no te parece? —Su voz es baja y ronca, sus ojos suaves.

—¿Obsoleto?

—Obsoleto. —Sonríe. Me quedo boquiabierta, sin entender.

—Pero eras tan entusiasta.

—Bueno, eso fue antes. De cualquier manera, las Reglas no son discutibles, se quedarán. —Su expresión se endurece ligeramente.

—¿Antes? ¿Antes de qué?

—Antes de… —Hace una pausa y la expresión cautelosa está de vuelta—Más. —Se encoje de hombros.

—Oh.

—Además, ya hemos estado dos veces en el salón de juegos y no has huido gritando hacia las colinas.

—¿Esperas que lo haga?

—Nada de lo que haces es esperado, Anastasia—dice secamente.

—Entonces, déjame tenerlo claro. ¿Sólo quieres que siga las Reglas del contrato todo el tiempo, pero no el resto del contrato?

—Excepto en el salón de juegos. Quiero que sigas el espíritu del contrato en el salón de juegos y sí, quiero que sigas las reglas… todo el tiempo. De esa forma sabré que estarás a salvo y podré tenerte en cualquier momento que lo desee.

—¿Y si rompo una de las reglas?

—Entonces te castigaré.

—¿Pero no necesitarás mi permiso?

—Sí, lo necesitaré.

—¿Y si digo que no?

Me mira por un momento, con una expresión confundida.

—Si dices que no, dirás que no. Tendré que encontrar una forma de persuadirte.

Me alejo de él y me pongo de pie. Necesito algo de distancia. Frunce el ceño mientras lo miro fijamente. Parece confundido y cauteloso una vez más.

—Así que el aspecto del castigo permanece.

—Sí, pero sólo si rompes las reglas.

—Necesito releerlas —digo, intentando recordar los detalles.

—Te las traeré. —Su tono es repentinamente de negocios.

Wow. Esto se ha puesto serio tan rápidamente. Se levanta del piano y camina ágilmente hacia su estudio. Mi cuero cabelludo pica. Dios, necesito algo de té. El futuro de nuestra denominada relación está siendo discutida a las cinco cuarenta y cinco de la mañana, cuando él está preocupado por algo más, ¿es esto sabio? Me dirijo a la cocina que todavía está cubierta por la oscuridad. ¿Dónde están los interruptores de luz? Los encuentro, enciendo la luz y vierto agua en una tetera. ¡Mi píldora! Rebusco en mi bolso que dejé en la barra del desayuno y las encuentro rápidamente. Un trago y he terminado. Para cuando termino, Zayn está de vuelta, sentado en uno de los bancos de la barra, observándome atentamente.

—Aquí tienes. —Empuja una pieza de papel hacia mí, y me doy cuenta que él ha tachado algunas cosas.

REGLAS

Obediencia:

La sumisa obedecerá inmediatamente cualquier instrucción dada por el Dominante, sin vacilación o reserva y de una manera expeditiva. La Sumisa estará de acuerdo con cualquier actividad sexual considerada apropiada y placentera por el Dominante, exceptuando las actividades que están explicadas como límites duros (Apéndice A). Ella lo hará con entusiasmo y sin dudar.

Sueño:

La Sumisa se asegurará de mantener un mínimo de siete horas de sueño en una noche cuando no esté con el Dominante.

Comida:

La Sumisa comerá regularmente, para mantener su salud y bienestar, de una lista prescrita de comidas (Apéndice 4). La Sumisa no comerá tentempiés entre comidas, con excepción de fruta.

Ropa:

Mientras esté con el Dominante, la Sumisa usará ropa sólo aprobada por el Dominante. El Dominante proporcionará un presupuesto para la ropa de la Sumisa, el cual la Sumisa deberá utilizar. El Dominante deberá acompañar a la Sumisa a comprar la ropa para dicho propósito.

Ejercicio:

El Dominante deberá proveer a la Sumisa de un entrenador personal tres veces por semana en sesiones de una hora de duración, a veces siendo de mutuo acuerdo entre el entrenador personal y la Sumisa. El entrenador personal informará al Dominante del progreso de la Sumisa.

Higiene personal / Belleza:

La Sumisa se mantendrá limpia, afeitada y/o depilada con cera en todo momento. La Sumisa visitará un salón de belleza elegido por el Dominante en el momento que elija el Dominante y se someterá a los tratamientos que el Dominante crea convenientes.

Seguridad personal:

La Sumisa no beberá en exceso, fumará, ni tomará drogas por gusto, ni se pondrá a sí misma en peligro innecesario.

Cualidades personales:

La Sumisa no tendrá ninguna relación sexual con alguien que no sea el Dominante. La Sumisa se comportará de una manera respetuosa y modesta en todo momento. Debe reconocer que su comportamiento es un reflejo directo del Dominante. Ella se hará responsable de los delitos, faltas cometidas y la mala conducta cuando no esté en la presencia del Dominante.

El incumplimiento de cualquiera de los anteriores, tendrá como resultado un castigo inmediato, cuya naturaleza será determinada por el Dominante.

—¿Así que lo de la obediencia sigue en pie?

—Oh, sí —dice sonriendo.

Niego con la cabeza divertida y antes de darme cuenta, pongo los ojos en blanco.

—¿Acabas de ponerme los ojos en blanco, Anastasia? —susurra.

Oh, mierda.

—Posiblemente. Depende de cuál sea tu reacción.

—La misma de siempre —dice, sacudiendo ligeramente la cabeza, sus ojos encendidos con entusiasmo.

Trago con fuerza por instinto y un escalofrío de emoción me recorre.

—Así que... — ¿Qué voy a hacer?

—¿Sí? —Se lame el labio inferior.

—Quieres azotarme ahora.

—Sí. Y lo haré.

—¿Ah, sí, señor Malik? —lo reto, respondiendo con una sonrisa. Dos pueden jugar a este juego.

—¿Me vas a parar?

—Vas a tener que atraparme en primer lugar.

Sus ojos se abren una fracción y sonríe, poco a poco poniéndose sobre sus pies.

—¿Ah, sí, señorita Steele?

La barra del desayuno está entre nosotros. Nunca he estado tan agradecida por su existencia como en este momento.

—Y te estás mordiendo el labio —susurra, se mueve lentamente hacia su izquierda mientras yo me muevo hacia la mía.

—No lo harías —bromeo—. Después de todo, pusiste los ojos en blanco.

Trato de razonar con él. Sigue avanzando hacia su izquierda, al igual que yo.

—Sí, pero acabas de subir el listón de excitación con este juego. —Sus ojos resplandecen de emoción y una salvaje anticipación emana de él.

—Soy bastante rápida, ya lo sabes. —Intento mostrar indiferencia.

—Yo también.

Está acechándome en su propia cocina.

—¿Vas a venir tranquilamente? —pregunta.

—¿Cómo siempre?

—Señorita Steele, ¿qué quieres decir? —Sonríe— Va a ser peor para ti si tengo que ir por ti.

—Eso es sólo si me atrapas, Zayn. Y ahora mismo, no tengo ninguna intención de dejar que me atrapes.

—Anastasia, podrías caerte y hacerte daño. Lo qué te pondría en directa desobediencia de la regla número siete.

—He estado en peligro desde que te conocí, señor Mlaik, con reglas o sin reglas.

—Sí lo has hecho. —Hace una pausa y frunce el entrecejo ligeramente.

De repente, se lanza sobre mí, haciéndome chillar y correr alrededor de la mesa del comedor. Me las arreglo para escapar, poniendo la mesa entre nosotros. Mi corazón late con fuerza y la adrenalina se dispara a través de mi cuerpo... hombre… esto es tan emocionante. Soy una niña de nuevo, aunque eso no es correcto. Lo observo cuidadosamente mientras avanza lenta y deliberadamente hacia mí. Retrocedo al mismo tiempo.

—Desde luego, sabes distraer a un hombre, Anastasia.

—Nuestro objetivo es satisfacerle, señor Malik. ¿Distraerlo de qué?

—La vida. El universo. —Mueve una de sus manos ligeramente.

—Parecías muy preocupado mientras estabas jugando.

Se detiene y se cruza de brazos, su expresión divertida.

—Podemos hacer esto durante todo el día, nena, pero te atraparé y sólo será peor para ti cuando lo haga.

—No, no lo harás. —No debo ser demasiado confiada. Me repito esto como un mantra. Mi subconsciente ha encontrado sus Nikes y está en los tacos de salida.

—Cualquiera pensaría que no quieres que te alcance.

—No lo quiero. Ese es el punto. Siento por el castigo lo mismo que tú sientes cuando te toco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario