sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 27.

Zayn se inclina casualmente contra la barra, bebiendo una copa de vino blanco. Está vestido con su tradicional camisa blanca de lino, pantalones, corbata y chaqueta negras. Su cabello está tan alborotado como siempre. Suspiro. Desde luego luce magnífico. Me quedo por unos segundos en la entrada del bar, mirándolo, admirando la vista. Él es más que hermoso. Mira, creo que nerviosamente, hacia la entrada y se queda quieto cuando me ve. Parpadea un par de veces, luego sonríe lento, perezoso, una sonrisa sexy que me deja muda y derretida por dentro. Haciendo un esfuerzo supremo por no morder mi labio, avanzo consciente de que yo, Anastasia Steele de Clumsyville, uso tacones altos. Él camina con gracia hasta alcanzarme.

—Luces sensacional —murmura mientras se inclina hacia abajo para besar brevemente mi mejilla—Un vestido, señorita Steele. Lo apruebo.

Tomando mi brazo, me conduce hacia una mesa aislada y le hace señas al camarero.

—¿Qué te gustaría para beber?

Mis labios se curvan en una rápida y astuta sonrisa mientras me siento y me deslizo en la mesa; bueno, al menos me está preguntando.

—Tomaré lo que estás tomando, por favor —¡Ves! Puedo jugar bien y comportarme. Divertido, ordena otra copa de Sancerre y se desliza frente a mí.

—Tienen una bodega excelente aquí —dice, ladeando su cabeza hacia un lado.

Poniendo sus codos en la mesa, coloca sus dedos sobre su hermosa boca, sus ojos mieles con alguna clase de emoción ilegible. Y ahí está... esa familiar descarga eléctrica que conecta con un lugar profundo dentro de mí. Me muevo incómoda bajo su mirada, mi corazón palpitando. Debo mantener mi tranquilidad.

—¿Estás nerviosa? —pregunta suavemente.

—Sí.

Él se inclina hacia adelante.

—Yo también —susurra con complicidad.

Mis ojos se alzan para encontrar los suyos. Él. Nervioso. Nunca. Parpadeo y me da una adorable sonrisa de lado. El camarero llega con mi vino, un pequeño plato de diferentes frutos secos y otro de aceitunas.

—Entonces ¿cómo vamos a hacer esto? —pregunto—. ¿Repasando mis puntos uno por uno?

—Impaciente como siempre, señorita Steele.

—Bueno, podría preguntarle: ¿qué piensa del clima de hoy?

Él sonríe y baja sus largos dedos para tomar una aceituna. La hace reventar en su boca y mis ojos se entretienen con ella, esa boca, que ha estado sobre mí... sobre todo mi cuerpo. Me sonrojo.

—Pienso que el clima ha estado particularmente normal hoy. —Sonríe con suficiencia.

—¿Se está riendo de mí, señor Malik?

—Lo hago, señorita Steele.

—Usted sabe que legalmente ese contrato es inaplicable.

—Estoy totalmente consciente de eso, señorita Steele.

—¿Iba a decirme algo de ese punto?

Me mira con el ceño fruncido.

—¿Crees que te obligaría a hacer algo que no quieres y luego fingir que tengo un aplazamiento legal sobre ti?

—Bueno… sí.

—No piensa muy bien de mí ¿no?

—No ha respondido mi pregunta.

—Anastasia, no importa si es legal o no. Representa un trato que me gustaría hacer contigo: qué me gustaría de ti y qué puedes esperar de mí. Si no te gusta, entonces no firmes. Si firmas y después decides que no te gusta, hay bastantes cláusulas que te permiten alejarte. Incluso si fuera legal, ¿crees que te arrastraría por los tribunales si decides escapar?

Tomo un largo trago de vino. Mi subconsciente me golpea fuerte en el hombro. Debes mantener tu inteligencia en esto. No bebas demasiado.

—Relaciones como estas son construidas sobre la honestidad y la confianza —continua— Si no confías en mí para saber cómo te afecto, qué tan lejos puedo ir contigo, qué tan lejos puedo llevarte; si no puedes ser honesta conmigo, entonces no podemos hacer esto.

Dios mío, cortamos la persecución rápidamente. Qué tan lejos puede llevarme. Mierda. ¿Qué significa eso?

—Entonces es bastante simple, Anastasia. ¿Confías en mí o no? —Sus ojos están ardiendo, apasionados.

—¿Tuviste discusiones similares con um... las quince?

—No.

—¿Por qué no?

—Porque todas ellas eran sumisas establecidas. Sabían lo que querían de la relación y generalmente lo que yo esperaba. Con ellas, era sólo una pregunta para ajustar los límites delicados, detalles como eso.

—¿Vas a una tienda? ¿’Nosotras somos sumisas’?

Él ríe.

—No exactamente.

—¿Cómo es entonces?

—¿Es eso lo que quieres discutir? ¿O iremos al grano? Tus puntos, como dices.

Trago. ¿Confío en él? ¿De esto se trata todo, de la… confianza? Seguramente esto debería ser recíproco. Recuerdo su mal humor cuando llamé a Justin.

—¿Estás hambrienta? —pregunta, distrayéndome de mis pensamientos.

—No.

—¿Has comido hoy?

Lo miro fijamente. Honestidad... mierda, no le va a gustar mi respuesta.

—No. —Mi voz es baja.

Él estrecha sus ojos.

—Tienes que comer, Anastasia. Podemos comer aquí o en mi suite. ¿Qué prefieres?

—Creo que debemos estar en público, en tierra neutral.

Él sonríe irónicamente.

—¿Crees que me detendrías? —dice en voz baja, una advertencia sensual.

Mis ojos se abren y trago fuertemente otra vez.

—Espero que sí.

—Ven, tengo un comedor privado reservado. Sin público. —Me sonríe enigmáticamente y sale de la cabina, manteniendo su mano extendida en mi dirección.

—Trae tu vino —murmura.

Colocando mi mano en la suya, me deslizo fuera y me paro junto a él. Me libera y su mano se extiende hasta mi codo. Me lleva de nuevo a través del bar y sube las grandes escaleras hacia un entresuelo. Un joven, vestido con un uniforme del Heathman, se acerca a nosotros.

—Señor Malik, por aquí.

Lo seguimos a través de un área de asientos de lujo hacia un comedor íntimo. Sólo una mesa apartada. La habitación es pequeña pero suntuosa. Bajo una lámpara de araña brillante, la mesa está toda predispuesta con lino almidonado, vasos de cristal, cubiertos de plata y un ramo de rosas blancas. El encanto del mundo antiguo y sofisticado impregna la sala llena de paneles de madera. El camarero retira mi silla y me siento. Coloca la servilleta en mi regazo. Zayn se sienta frente a mí. Levanto la mirada hacia él.

—No te muerdas el labio —susurra.

Frunzo el ceño. Maldita sea. Ni siquiera sé que lo estoy haciendo.

—He pedido ya. Espero que no te importe.

Francamente, me siento aliviada, no estoy segura de que pueda tomar ninguna decisión más.

—No, eso está bien —acepto.

—Es bueno saber que puedes ser sumisa. Ahora, ¿en dónde estábamos?

—El meollo de la cuestión.

Tomo otro sorbo de vino. Está realmente delicioso. Zayn Malik hace el vino bueno. Recuerdo el último sorbo de vino que me dio, en mi cama. Me ruborizo ante el pensamiento.

—Sí, tus dudas.

Rebusca en el bolsillo interior de su chaqueta y saca un trozo de papel. Mi correo electrónico.

—Cláusula 2. De acuerdo. Esto es para el beneficio de ambos. Lo redactaré de nuevo.

Parpadeo en su dirección. Mierda... vamos a revisar cada uno de estos puntos, uno por uno. Simplemente no me siento tan valiente viéndolo cara a cara. Parece muy formal. Me armo de valor con otro sorbo de vino. Zayn sigue.

—Mi salud sexual. Bueno, todas mis parejas anteriores se han hecho análisis de sangre y me hago pruebas periódicas cada seis meses por todos los riesgos de salud que mencionas. Todas mis últimas pruebas están limpias. Nunca he tomado drogas. De hecho, soy, con vehemencia, anti-drogas. Tengo una estricta política de no tolerancia con respecto a las drogas para todos mis empleados e insisto en hacer pruebas de drogas al azar.

Wow... el obseso del control se ha vuelto loco. Parpadeo en su dirección, sorprendida.

—Nunca me he hecho una transfusión de sangre. ¿Eso responde tu pregunta?

Asiento con la cabeza, impasible.

—El siguiente punto que mencioné anteriormente. Puedes irte en cualquier momento, Anastasia. No te detendré. Si te vas, sin embargo, eso es todo. Sólo para que lo sepas.

—Está bien —respondo en voz baja. Si me voy, eso es todo. La idea es sorprendentemente dolorosa.

El camarero llega con nuestro primer pedido. ¿Cómo es posible que pueda comer? Santo Moisés, ha pedido ostras sobre un lecho de hielo.

—Espero que te gusten las ostras. —La voz de Zayn es suave.

—Nunca he probado una. —Nunca.

—¿En serio? Bueno… —Alcanza una—. Todo lo que tienes que hacer es inclinarla y tragártela. Creo que puedes arreglártelas con eso.

Me mira y sé a lo que se refiere. Me ruborizo. Él sonríe, vierte un poco de jugo de limón en su ostra y la inclina hacia su boca.

—Mmm, deliciosa. Sabe a mar —dice sonriéndome—. Vamos —me anima.

—Entonces, ¿no la mastico?

—No, Anastasia, no lo hagas.

Sus ojos están iluminados con humor. Se ve tan joven así.

Me muerdo el labio y al instante su expresión cambia. Me mira con severidad. Extiendo la mano para coger mi primera ostra. Bueno... aquí voy. Escurro un poco de jugo de limón y la inclino. Se desliza por mi garganta, toda agua salada, el olor fuerte del cítrico y carnosidad... ooh. Me lamo los labios y él me está mirando fijamente, sus ojos entrecerrados.

—¿Y bien?

—Tomaré otra —le digo secamente.

—Buena chica —dice con orgullo.

—¿Elegiste esto deliberadamente? ¿No son conocidos por sus cualidades afrodisíacas?

—No, son el primer artículo en el menú. No necesito un afrodisíaco cerca de ti. Creo que ya lo sabes y creo que reaccionas de la misma forma cerca de mí —dice con sencillez—. Así que, ¿dónde estábamos? —Le echa un vistazo a mi correo electrónico, mientras extiendo una mano para alcanzar otra ostra.

Él reacciona de la misma manera. Yo le afecto... wow.

—Me obedeces en todo. Sí, quiero que hagas eso. Te necesito para hacer eso. Piensa en ello como las reglas del juego, Anastasia.

—Pero me preocupa que puedas hacerme daño.

—Hacerte daño, ¿cómo?

—Físicamente. —Y emocionalmente.

—¿De verdad crees que haría eso? ¿Traspasar cualquier límite que no puedes tomar?

—Has dicho que has hecho daño a alguien antes.

—Sí, lo he hecho. Fue hace mucho tiempo.

—¿Cómo la dañaste?

—La suspendí del techo de mi cuarto de juegos. De hecho, esa es una de tus preguntas. La suspensión, para eso son los mosquetones de la sala de juegos. El juego de la cuerda. Una de las cuerdas fue atada con demasiada fuerza.

Alzo mi mano pidiendo que se detenga.

—No necesito saber nada más. Así que, ¿no me suspenderás, entonces?

—No, si realmente no quieres. Puedes poner hay un límite fijo.

—Está bien.

—Así que, obedecer, ¿crees que puedes manejar eso?

Él me mira fijamente, sus ojos mieles intensos. Los segundos pasan.

—Podría intentarlo —susurro.

—Bien. —Sonríe—. Ahora el plazo. Un mes en lugar de tres es muy poco tiempo, especialmente si quieres un fin de semana lejos de mí cada mes. No creo que vaya a ser capaz de mantenerme alejado de ti durante todo ese periodo de tiempo. Apenas puedo manejarlo ahora.

Hace una pausa.
¿No puede permanecer lejos de mí? ¿Qué?

—¿Qué te parece un día durante un fin de semana al mes para ti, pero tengo a cambio una noche entre semana de esa semana?

—Está bien.

—Y por favor, probémoslo durante tres meses. Si no te parece para entonces, puedes irte en cualquier momento.

—¿Tres meses? —Me siento acorralada.

Tomo otro sorbo de vino y trato de auto controlarme con otra ostra. Podría aprender a apreciar esto.

—Sobre el asunto de la posesión, esa es sólo la terminología y se remonta al principio de obediencia. Es para lograr entrar en el estado de ánimo adecuado, para entender de dónde vengo. Y quiero que sepas que tan pronto cruces mi umbral como mi sumisa, haré que te guste. Tienes que aceptar eso, por voluntad propia. Es por eso que tienes que confiar en mí. Te follaré, en cualquier momento, de cualquier forma que quiera… en cualquier lugar que quiera. Te disciplinaré, porque cometerás errores. Te entrenaré para complacerme. Pero sé que no has hecho esto antes. Inicialmente, lo tomaremos con calma y yo te ayudaré. Construiremos diversos escenarios. Quiero que confíes en mí, pero sé que tengo que ganarme tu confianza y lo haré. El "o de otra manera", es para ayudarte a introducirte en la mentalidad, significa que todo vale.

Él es tan apasionado, fascinante. Esta es obviamente su obsesión, su forma de ser... no puedo quitar mis ojos de él. Realmente, realmente quiere esto. Deja de hablar y me mira.

—¿Todavía estás conmigo? —susurra, su voz rica, cálida y seductora.

Toma un sorbo de su vino, su mirada penetrante manteniéndose fija en la mía.

El camarero se acerca a la puerta y Zayn asiente sutilmente, permitiéndole que despeje la mesa.

—¿Querrías un poco más de vino?

—Tengo que conducir.

—¿Un poco de agua, entonces?

Asiento con la cabeza.

—¿Con o sin gas?

—Con gas, por favor.

El camarero se va.

—Estás muy callada —susurra Zayn.

—Eres muy hablador.

Sonríe

—Disciplina. Hay una línea muy fina entre el placer y el dolor, Anastasia. Son ambas caras de una misma moneda, una no existe sin la otra. Puedo mostrarte que tan placentero puede ser el dolor. No me crees ahora, pero esto es a lo que me refiero con la confianza. Habrá dolor, pero no hay nada que no puedas manejar. Una vez más, todo se reduce a la confianza. ¿Confías en mí, Anastasia?

—Sí —respondo espontáneamente, sin pensarlo… porque es verdad… confío en él.

—Bien. —Se ve aliviado—. El resto de las cosas son sólo detalles.

—Detalles importantes.

—Está bien, vamos a hablar de eso.

Mi cabeza está nadando con todas sus palabras. Debería haber traído el mini reproductor de Kate para poder escucharlo otra vez. Hay tanta información, tanto para procesar. El camarero aparece con nuestros platos: bacalao negro, espárragos y puré de papas con una salsa holandesa. Nunca me había sentido menos que la comida.

—Espero que te guste el pescado —dice Zayn suavemente.

Apuñalo mi comida y tomo un largo trago de mi agua con gas. Vehemente deseo que fuese vino.

—Las reglas. Hablemos de ellas. ¿La comida es un tema de discusión?

—Sí.

—¿Puedo modificarlo diciendo que comerás al menos tres veces al día?

—No. No estoy dando marcha atrás en eso. Nadie va a establecer lo que como. Sobre el sexo, sí, pero comer... no, de ninguna manera.

Aprieta sus labios.

—Necesito saber que no tienes hambre.

Frunzo el ceño.

—Tendrás que confiar en mí.

Me mira por un momento y se relaja.

—Buen punto, señorita Steele —dice en voz baja—. Acepto lo de la comida y el sueño.

—¿Por qué no puedo mirarte?

—Es una cosa de dominación/sumisión. Ya te acostumbraras a ello.

—¿Por qué no puedo tocarte?

—Porque no puedes.

Su boca se tensa en una rebelde línea.

—¿Es por la señora Robinson?

Me mira con curiosidad.

—¿Por qué piensas eso? —E inmediatamente entiende—. ¿Crees que ella me traumatizó?

Asiento.

—No, Anastasia. Ella no es la razón. Además, la señora Robinson aceptaría esta mierda.

—Así que nada que ver con ella.

—No. Y tampoco quiero que te des placer a ti misma.

¿Qué? Ah, sí, la cláusula de la no masturbación.

—Por curiosidad… ¿Por qué?

—Porque quiero todo tu placer —su voz es ronca, pero determinada.
Oh… no tengo una respuesta para eso.

A veces, sale con lo de “quiero morder ese labio” y otras es tan egoísta. Frunzo el ceño y tomo un mordisco del bacalao, intentando evaluar mentalmente las concesiones de lo que he ganado. La comida, el sueño, puedo mirarlo a los ojos. Él va a ir despacio y no hemos discutidos los limites suaves. Pero no estoy segura de que pueda enfrentarlo mientras comemos.

—Te he dado mucho en que pensar ¿no?

—Sí.

—¿También quieres hablar ahora de los limites suaves?

—No en la cena.

Él sonríe.

—¿Escrupulosa?

—Algo así.

—No has comido mucho.

—Ya he tenido suficiente.

—Tres ostras, cuatro mordiscos de bacalao y un tallo de espárragos, no papas, no nueces, no aceitunas y no has comido en todo el día. Dijiste que podía confiar en ti.

¡Por Dios! Ha mantenido un inventario.

—Zayn, por favor, es que no todos los días me siento a tener conversaciones como esta.

—Te necesito en forma y saludable, Anastasia.

—Lo sé.

—Y justo ahora, quiero sacarte ese vestido.

Trago saliva. Sacarme el vestido de Kate. Siento un tirón profundo en mi vientre. Los músculos que ahora tengo más acostumbrados se aprietan con sus palabras. Pero no puedo tenerlo. Su arma más potente, usada en mi contra, otra vez. Él es tan bueno en el sexo, me he dado cuenta de eso.

—No creo que esa sea una buena idea —murmuro en voz baja—. No hemos pedido el postre.

—¿Quieres postre? —resopla.

—Sí.

—Tú podrías ser el postre —murmura sugestivamente.

—No estoy segura de ser lo suficientemente dulce.

—Anastasia, eres deliciosamente dulce. Lo sé.

—Zayn. Usas el sexo como un arma. Esto es realmente injusto —susurro, mirando mis manos y luego mirándolo directamente. Él levanta sus cejas, sorprendido y veo que está considerando mis palabras. Se acaricia la barbilla, pensativamente.

—Tienes razón. Lo hago. En la vida utilizas lo que sabes, Anastasia. Eso no cambia lo mucho que te deseo. Aquí. Ahora.

¿Cómo puede seducirme únicamente con su voz? Realmente estoy jadeando, la sangre caliente corriendo por mis venas, mis nervios vibrando.

—Me gustaría intentar algo —respira hondo.

Frunzo el ceño. Me acaba de dar un montón de malditas ideas para procesar y ahora esto.

—Si fueras mi sumisa, no tendrías que pensar en esto. Sería fácil. —Su voz es suave, seductora—. Todas esas decisiones… todo ese desgastante proceso de pensamientos detrás de ello. ¿Qué es lo correcto para hacer? ¿Debería suceder aquí? ¿Puede pasar ahora? No tendrías que preocuparte por ningún detalle. Eso es lo que yo haría como tu Dominante. Y ahora, sé que me quieres, Anastasia.

Mi ceño se profundiza. ¿Cómo puede saberlo?

—Puedo saberlo porque....

Él está respondiendo mi pregunta no formulada. ¿También es psíquico?

—… tu cuerpo te delata. Estas apretando y juntando tus muslos, estas ruborizada y tu respiración ha cambiado.

O, esto es demasiado.

—¿Cómo sabes lo de mis muslos? —mi voz es baja, incrédula. Están debajo de la mesa por el amor de Dios.

—Sentí el movimiento del mantel y es una suposición calculada, basada en mis años de experiencia. Tengo razón ¿no?

Me sonrojo y miro hacia mis manos. Es por eso que estoy paralizada en este juego de seducción. Él es el único que conoce y entiende las reglas. Soy demasiado ingenua e inexperta. Mi única referencia es Kate y ella no toma nada de los hombres. Mis otras referencias son todas ficción: Elizabeth Bennett estaría indignada, Jane Eyre muy asustada y Tess accedería, al igual que yo.

—No he terminado mi bacalao.

—¿Prefieres ese frío bacalao que a mí?

Mi cabeza se levanta de golpe y lo miro y sus ojos mieles que queman como plata fundida, con imperiosa necesidad.

—Pensé que te gustaría que acabara mi plato.

—En este momento, señorita Steele, no puedo decirte nada por tu comida.

—Zayn. No juegas limpio.

—Lo sé. Nunca lo hago.

Mi diosa interior me frunce el ceño. Puedes hacer esto, ella persuade, jugar con el dios del sexo en su propio juego. ¿Puedo? Está bien. ¿Qué se hace? Mi inexperiencia es un albatros alrededor de mi cuello. Cogiendo un poco de espárragos, lo miro y muerdo mi labio. Luego, muy lentamente, coloco la punta del frío espárrago en mi boca y lo chupo.

Los ojos de Zayn se amplían sólo un poco, pero me doy cuenta.

—Anastasia. ¿Qué estás haciendo?

Muerdo la punta.

—Comiendo mi espárrago.

Zayn se mueve en su asiento.

—Creo que estás jugando conmigo, señorita Steele.

Finjo inocencia.

—Sólo estoy terminando mi comida, señor Malik.

El camarero elige ese momento para golpear y entrar deliberadamente. Mira brevemente a Zayn, quien le frunce el ceño pero luego asiente, así que recoge nuestros platos. La llegada del camarero ha roto el hechizo. Y aprovecho este precioso momento de claridad. Tengo que irme. Nuestra reunión sólo terminará de una manera si me quedo y necesito algunos limites después de tan intensa conversación. Así como mi cuerpo pide su toque, mi mente se está revelando. Necesito alejarme un poco para pensar acerca en todo lo que él ha dicho. Todavía no he tomado una decisión y su atractivo y proezas sexuales no lo hacen nada fácil.

―¿Te gustaría un poco de postre? ―pregunta Zayn, siempre un caballero, pero sus ojos todavía arden.

―No, gracias. Creo que debería irme. ―Bajo la mirada hacia mis manos.

―¿Irte? ―Él no puede esconder su sorpresa.

El mesero se va precipitadamente.

―Sí. ―Es la decisión correcta. Si me quedo aquí, en esta habitación con él, me follará. Me pongo de pie, a propósito―. Ambos tenemos la ceremonia de graduación mañana.

Zayn se pone de pie automáticamente, revelando años de arraigada cortesía.

―No quiero que te vayas.

―Por favor… tengo que hacerlo.

―¿Por qué?

―Porque me has dado mucho en qué pensar… necesito algo de distancia.

―Podría hacer que te quedaras ―amenaza.

―Sí, podrías fácilmente, pero no quiero que lo hagas.

Pasa su mano por su cabello, mirándome cuidadosamente.

―Sabes, cuando llegaste a mi oficina para entrevistarme, eras toda “sí señor, no señor”. Creí que eras una sumisa completamente natural. Pero francamente, Anastasia, no estoy seguro de que tengas un hueso de sumisa en tu delicioso cuerpo.

Se mueve lentamente hacia mí mientras habla, su voz tensa.

―Puede que tengas razón ―suspiro.

―Quiero la oportunidad de explorar la posibilidad de que lo tengas ―murmura, mirándome directamente. Extiende su mano y acaricia mi rostro, su pulgar recorriendo mi labio inferior―. No conozco otra manera, Anastasia. Esto es quién soy.

―Lo sé.

Se inclina para besarme, pero se detiene antes de que sus labios toquen los míos, sus ojos buscando los míos, queriendo, pidiendo permiso. Levanto mis labios hacia los suyos y él me besa y, porque no sé si alguna vez lo besaré de nuevo, me dejo ir, mis manos moviéndose a su propio ritmo y enredándose en su cabello, empujándolo hacia mí, mi boca abierta, mi lengua acariciando la suya. Su mano sujeta mi cuello mientras profundiza el beso, respondiendo a mi ardor. Su otra mano se desliza sobre mi espalda y aterriza en la base de mi columna vertebral mientras me empuja contra su cuerpo.

―¿No puedo convencerte de que te quedes? ―suspira entre besos.

―No.

―Pasa la noche conmigo.

―¿Y no tocarte? No.

Gime.

―Chica imposible. ―Retrocede, mirándome―. ¿Por qué creo que estás diciéndome adiós?

―Porque me voy ahora mismo.

―Eso no es lo que quiero decir y lo sabes.

―Zayn, tengo que pensar en esto. No sé si pueda tener la clase de relación que quieres.

Él cierra sus ojos y presiona su frente contra la mía, dándonos la oportunidad de ralentizar nuestras respiraciones. Después de un momento, besa mi frente, inhala profundamente, su nariz en mi cabello y luego me libera, dando un paso atrás.

―Como desee, señorita Steele ―dice, su cara impasible―. Te acompañare al vestíbulo.

Extiende su mano. Inclinándome, tomo mi bolso y pongo mi mano en la suya. ¡Dios! esto podría ser todo. Lo sigo dócilmente por las enormes escaleras y hacia el vestíbulo, mi cuero cabelludo picando, mi sangre bombeando. Este podría ser el último adiós si decido decir no. Mi corazón se contrae dolorosamente en mi pecho. Qué cambio. La diferencia que un momento de claridad puede hacerle a una chica.

―¿Tienes tu boleto de estacionamiento?

Busco en mi bolso y le entrego el boleto que él le da al portero.


―Gracias por la cena ―murmuro.

―Es un placer como siempre, señorita Steele ―dice educadamente, sin embargo, parece inmerso en sus pensamientos, completamente distraído.

Mientras levanto la mirada para mirarlo, guardo su hermoso perfil en mi memoria. La idea de no poder verlo de nuevo me persigue, molesta y demasiado dolorosa para ser contemplada. Se gira repentinamente, bajando su mirada hacia mí, su expresión intensa.

―Vas a mudarte este fin de semana a Seattle. Si tomas la decisión correcta, ¿puedo verte el domingo? ―Suena dudoso.

―Ya veremos. Quizás. ―Suspiro. Momentáneamente, parece aliviado, luego frunce el ceño.

―Hace frío ahora, ¿no tienes una chaqueta?

―No.

Sacude la cabeza con irritación y se quita su chaqueta.

―Toma. No quiero que te enfermes.

Parpadeo hacia él mientras la sostiene para mí y mientras extiendo mis brazos hacia atrás, recuerdo el momento en su oficina cuando deslizó el abrigo en mis hombros, la primera vez que lo conocí y el efecto que tuvo en mí entonces. Ahora ha cambiado, de hecho, es más intenso. Su chaqueta es cálida, demasiado grande y huele a él. Oh Dios mío… delicioso.

Mi auto aparece. La boca de Zayn se abre.

―¿Eso es lo que conduces?

Está horrorizado. Tomando mi mano, me lleva afuera. El aparcador sale, me entrega mis llaves y Zayn fríamente le entrega un poco de dinero.

―¿Es apto para circular? ―Está mirándome ahora.

―Sí.

―¿Te llevará hasta Seattle?

―Sí. Lo hará.

―¿Sin peligro?

―Sí ―chasqueo, exasperada―. De acuerdo, es vieja. Pero es mía y es apta para circular. Mi padrastro la compró para mí.

―Oh, Anastasia, creo que podemos hacerlo mejor que esto.

―¿Qué quieres decir? ―La compresión aparece―. No vas a comprarme un auto.

Me mira con el ceño fruncido, su mandíbula tensa.

―Ya veremos ―dice herméticamente.

Hace una mueca mientras abre la puerta del conductor y me ayuda a entrar. Me quito mis zapatos y bajo la ventana. Está mirándome, su expresión insondable, sus ojos oscuros.

―Conduce con cuidado ―dice tranquilamente.

―Adiós Zayn.

Mi voz está ronca por las lágrimas no derramadas… Caray, no voy a llorar. Le doy una pequeña sonrisa.

Mientras me alejo conduciendo, mi pecho se contrae, mis lágrimas empiezan a caer, ahogo un sollozo. Algunas lágrimas están cayendo por mi cara y realmente no entiendo por qué estoy llorando. Estaba defendiéndome. Él explicó todo. Fue claro. Me quiere, pero la verdad es que necesito más. Necesito que me quiera como yo quiero y lo necesito y en el fondo, sé que eso no es posible. Simplemente estoy abrumada.
Ni siquiera sé cómo catalogarlo. Si hago esto… ¿será mi novio? ¿Seré capaz de presentarlo a mis amigos? Salir a bares, al cine, a jugar bolos incluso, ¿con él? La verdad es que creo que no lo haré. No me dejará tocarlo y no me dejará dormir con él. Sé que no he tenido estas cosas en mi pasado, pero las quiero en mi futuro. Y ese no es el futuro que él concibe.

¿Qué pasa si digo sí y en tres meses él dice no, que ha tenido suficiente de intentar moldearme como algo que no soy? ¿Cómo me sentiré? Habré invertido emocionalmente tres meses, haciendo cosas que no estoy segura que quiera hacer. Y si entonces él dice no, acuerdo terminado, ¿cómo podría hacer frente con ese nivel de rechazo? Quizás es mejor retroceder ahora con la autoestima que tengo razonablemente intacta.

Pero el pensamiento de no verlo de nuevo es agonizante. ¿Cómo se ha metido bajo mi piel tan rápidamente? No puede ser simplemente sexo… ¿verdad? Seco las lágrimas de mis ojos. No quiero examinar mis sentimientos por él. Estoy asustada de lo que descubriré si lo hago. ¿Qué voy a hacer?

Aparco afuera de nuestro dúplex. No hay luces encendidas. Kate debe estar fuera. Estoy aliviada. No quiero que me atrape llorando de nuevo. Mientras me desvisto, enciendo la malvada máquina y en mi bandeja de entrada hay un mensaje de Zayn.


De: Zayn Malik
Asunto: Esta noche
Para: Anastasia Steele

No entiendo por qué huiste esta noche. Sinceramente, espero haber contestado a todas tus preguntas. Sé que te he dado un acuerdo enorme por contemplar y espero fervientemente que le des a mi propuesta una seria consideración. Realmente quiero hacer este trabajo. Lo tomaremos lentamente.

Confía en mí.

Zayn Malik
Gerente General, Malik Enterprise Holdings Inc.

Su correo electrónico me hace llorar más. No soy una fusión. No soy una adquisición. Leyendo esto, bien podría serlo. No respondo. Simplemente no sé qué decirle. Me meto en mi pijama, envolviendo su chaqueta a mí alrededor. Me subo a la cama. Mientras me acuesto mirando a la oscuridad, pienso en todas las veces que me advirtió que me mantuviera alejada.
“Anastasia, deberías mantenerte alejada de mí. No soy el hombre para ti. No quiero tener una novia. No soy la clase de hombre de corazones y flores. No hago el amor. Esto es todo lo que conozco.”

Y mientras lloro en mi almohada silenciosamente, esta es la última idea a la que me aferro. Es todo lo que sé, también. Tal vez juntos podemos trazar un nuevo curso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario