martes, 14 de mayo de 2013

Capítulo 51.

La puerta se abre y Zayn entra, ignorándome por completo. Miro hacia abajo rápidamente, observando mis manos, colocadas con cuidado sobre mis muslos extendidos. Colocando algo en el cofre grande al lado de la puerta, da un paseo casual hacia la cama. Satisfaciéndome, doy un vistazo rápido hacia él y mi corazón casi se tambalea hasta parar. Está desnudo, a excepción de esos suaves pantalones rasgados, con el botón superior casualmente abierto. Vaya, se ve tan malditamente caliente. Mi subconsciente está abanicándose frenéticamente y mi diosa interior se está balanceando y retorciéndose en algún ritmo carnal, primitivo. Ella es tan lista. Lamo mis labios instintivamente. Mi sangre golpea a través de mi cuerpo, gruesa y pesada, libidinosa. ¿Qué va a hacerme?

Volviéndose, camina con indiferencia de regreso a los cajones de la cómoda. Abriendo uno, comienza a remover las cosas y a colocarlas en la parte superior. Mi curiosidad quema, incluso arde, pero me resisto a la tentación abrumadora de echar un vistazo rápido. Cuando termina lo que está haciendo, viene a pararse frente a mí. Puedo ver sus pies desnudos y quiero besar cada centímetro de ellos... pasar mi lengua por encima de su empeine, chupar cada uno de sus dedos.

—Te ves hermosa —dice en voz baja.

Mantengo mi cabeza baja, consciente de que está mirándome mientras estoy prácticamente desnuda. Siento el rubor mientras se extiende lentamente sobre mi rostro. Se agacha y ahueca mi barbilla, forzando mi rostro hacia arriba para encontrar su mirada.

—Eres una mujer hermosa, Anastasia. Y eres toda mía —murmura—Levántate. —Su orden es suave, llena de promesas sensuales.

Temblando, me pongo de pie.

—Mírame —dice en voz baja y miro arriba hacia su ardiente mirada miel. Es su mirada de Dominante, fría, dura y sexy como el infierno, siete sombras de pecado en una mirada atractiva. Mi boca se seca y sé que haré todo lo que pida. Una sonrisa casi cruel juega en sus labios.

—No tenemos un contrato firmado, Anastasia. Pero hemos hablado de los límites. Y quiero reiterar que tenemos las palabras de seguridad, ¿de acuerdo?

¿Qué cosa tiene planeada que necesito las palabras de seguridad?

—¿Cuáles son? —pregunta con autoridad.

Frunzo el ceño ligeramente ante su pregunta y su rostro se endurece sensiblemente.

—¿Cuáles son las palabras de seguridad, Anastasia? —dice lenta y deliberadamente.

—Amarillo —murmuro.

—¿Y? —pregunta, su boca formando una línea dura.

—Rojo —digo en voz baja.

—Recuérdalas.

Y no puedo evitarlo... levanto mi ceja hacia él y estoy a punto de recordarle mi promedio, pero el repentino destello frío en sus helados ojos mieles me detiene en seco.

—No empieces con tu boca inteligente aquí, señorita Steele. O te la follaré mientras estés sobre tus rodillas. ¿Entiendes?

Trago por instinto. Muy bien. Parpadeo rápidamente, arrepentida. En realidad, es su tono de voz, en lugar de la amenaza, lo que me intimida.

—¿Y bien?

—Sí, señor —murmuro a toda prisa.

—Buena chica. —Hace una pausa mientras me mira fijamente— No te las digo porque creo que vayas a necesitarlas porque estarás adolorida. Lo que me propongo hacerte será intenso. Muy intenso y tienes que guiarme. ¿Entiendes?

En realidad no. ¿Intenso? Vaya.

—Esto es acerca del tacto, Anastasia. No serás capaz de verme ni oírme. Pero vas a ser capaz de sentirme.

Frunzo el ceño, ¿no oírlo? ¿Cómo es que va a funcionar? Se gira. Sobre el cofre hay una caja negro mate, lisa y plana. Cuando mueve su mano en el frente, la caja se divide en dos: dos puertas se abren revelando un reproductor de CD y una serie de botones. Zayn presiona varios de estos botones en secuencia. No pasa nada pero él parece satisfecho. Estoy desconcertada. Cuando se gira hacia mí otra vez, usa su pequeña sonrisa de tengo-un-secreto.

—Voy a atarte a esa cama, Anastasia. Pero voy a vendarte los ojos primero y —revela su iPod en su mano— no serás capaz de escucharme. Todo lo que oirás es la música que voy a tocar para ti.

Muy bien. Un interludio musical no era lo que yo estaba esperando. ¿Alguna vez hace lo que espero? Por Dios, espero que no sea rap.

—Ven. —Tomando mi mano, me conduce sobre la antigua cama con dosel. Hay cadenas unidas en cada esquina, cadenas de fino metal con muñequeras de piel, brillando contra el satén rojo.

Oh, hombre, creo que mi corazón va a salirse de mi pecho y me estoy derritiendo de adentro hacia fuera, el deseo corriendo a través de mí. ¿Podría estar más excitada?

—Párate aquí.

Estoy frente a la cama. Él se inclina y susurra en mi oído.

—Espera aquí, mantén los ojos en la cama. Imagínate a ti misma yaciendo aquí atada y totalmente a mi merced.


Se aleja por un momento y puedo escucharlo cerca de la puerta, atrayendo algo. Todos mis sentidos están híper alertas, mi audición más aguda. Él ha recogido algo del estante de fustas y palas junto a la puerta. ¡Dios mío! ¿Qué es lo que va a hacer?

Lo siento detrás de mí. Agarra mi cabello, lo recoge en una cola de caballo detrás de mí y empieza a trenzarlo.

—Aunque me gustan tus trenzas Anastasia, estoy demasiado impaciente por estar contigo ahora. Así que una tendrá que ser suficiente. —Su voz es baja, suave.

Sus hábiles dedos rozan mi espalda ocasionalmente mientras trabajan en mi cabello y cada toque casual es como un dulce y eléctrico choque contra mi piel. Sujeta la punta con un lazo, luego, gentilmente, tira de la trenza, de modo que soy forzada contra él. Tira de nuevo hacia un lado de modo que mueva mi cabeza, dándole un mejor acceso a mi cuello. Inclinándose, lo huele. Traza con sus dedos y su lengua la base de mí oreja hasta mi hombro. Tararea suavemente mientras lo hace y el sonido retumba a través de mí. Justo abajo… justo allí abajo, dentro de mí. Sin querer, gruño silenciosamente.

—Calma —susurra contra mi piel. Levanta sus brazos frente a mí, tocando los míos. En su mano derecha hay una fusta. Recuerdo el nombre de mi primera introducción a esta habitación.

—Tócala —susurra y suena como el diablo mismo. Mi cuerpo arde en respuesta.

Tentativamente, me estiro y rozo las largas hebras. Tiene muchas frondas largas, todas de gamuza con pequeñas cuentas en las puntas.

—Usaré esto. No dolerá, sino que traerá la sangre a la superficie de tu piel y te hará muy sensible.

Oh, dice que no dolerá.

—¿Cuáles son las palabras de seguridad, Anastasia?

—Um… amarillo y rojo, señor —susurro.

—Buena chica. Recuerda, la mayor parte de tu miedo está en tu mente.

Dejar caer la fusta en la cama y sus manos se mueven hacia mi cintura.

—No necesitarás estas —murmura y mete sus dedos entre mis bragas para deslizarlas por mis piernas. Doy un paso tembloroso para quitármelas, apoyándome en el ornamentado poste de la cama. 

—Quédate quieta —ordena, besa mi trasero y luego me pellizca dos veces, tensándome—. Ahora recuéstate. Boca arriba —añade mientras me da una palmada fuerte en el trasero, haciéndome saltar.

Deprisa, gateo hacia el duro e inflexible colchón de la cama y me recuesto, mirándolo a él. El satén de las sabanas debajo de mí es frío y suave contra mi piel. Su mirada es impasible, excepto por sus ojos, que brillan con un deseo apenas contenido.

—Manos sobre tu cabeza —ordena y hago como me ordena.

Caray, mi cuerpo tiene hambre de él. Ya lo deseo.

Se da la vuelta y por la esquina de mi ojo, lo veo pasearse hacia la cómoda, regresando con el iPod y lo que se parece a una máscara para ojos, similar a la que usé en mi vuelo a Atlanta. El pensamiento me hace querer sonreír, pero no puedo lograr que mis labios cooperen. Estoy demasiado consumida por la anticipación. Sólo sé que mi rostro está completamente inmóvil, mis ojos enormes, mientras lo observo.

Sentándose en el borde la cama, me muestra el iPod. Tiene conectado un par de audífonos y tiene una antena. Qué raro. Frunzo el ceño mientras intento averiguar de qué va esto.

—Esto transmite lo que está sonando en el iPod al sistema en la habitación —responde Zayn a mi pregunta no pronunciada mientras golpea la pequeña antena— Puedo escuchar lo que estás escuchando y tengo un control remoto para ello.

Sonríe con suficiencia hacia su broma privada y sostiene en alto un pequeño y plano dispositivo que luce como una calculadora muy a la moda. Se inclina hacia mí, insertando los audífonos en mis orejas y pone el iPod en alguna parte de la cama por sobre mi cabeza.

—Levanta la cabeza —demanda y lo hago inmediatamente.

Lentamente me pone la máscara, empujado el elástico sobre la parte trasera de mi cabeza y estoy ciega. El elástico de la máscara sostiene los audífonos en su lugar. Todavía puedo escucharlo, aunque el sonido está sofocado mientras se levanta de la cama. Estoy ensordecida por mi propia respiración, es superficial y errática, reflejando mi excitación. Zayn toma mi brazo izquierdo, lo estira gentilmente hacia la esquina derecha y pone la esposa de cuero alrededor de mi muñeca. Sus largos dedos acarician la longitud de mi brazo una vez ha terminado. ¡Oh! Su toque provoca un delicioso estremecimiento. Lo escucho moverse lentamente hacia el otro lado, toma mi brazo derecho y lo esposa. Vuelve a pasar sus largos dedos por mi brazo. Oh, Dios…. Estoy lista para estallar ahora mismo. ¿Por qué es esto tan erótico?
Se mueve hacia la parte baja de la cama y sujeta mis tobillos.

—Levanta tu cabeza de nuevo —ordena.

Lo hago y me arrastra por la cama de modo que mis brazos están estirados y casi tensionándose por las muñequeras. Dios mío, no puedo mover los brazos. Un escalofrío de miedo mezclado con una tentadora euforia atraviesa mi cuerpo, dejándome mojada. Gruño. Separando mis piernas, él esposa primero mi tobillo derecho y luego el izquierdo, de modo que estoy sujeta, con las piernas abiertas y totalmente vulnerable. Es tan enervante no poder verlo. Escucho atentamente… ¿qué está haciendo? Y no escucho nada, sólo mi respiración y el retumbante sonido de mi corazón mientras la sangre pulsa furiosamente contra mis tímpanos.

Abruptamente, el iPod cobra vida. Desde dentro de mi cabeza, una solitaria voz angelical canta sin compañía una larga y dulce nota y es acompañada casi inmediatamente por otra voz y luego más voces… Dios mío, un coro celestial cantando a capela en mi cabeza himno antiguo, muy antiguo. ¿Qué, en el nombre del cielo, es esto? Nunca he escuchado nada como esto. Algo casi insoportablemente suave roza mi cuello, deslizándose lánguidamente por mi garganta, lentamente a través de mi pecho, sobre mis senos, acariciándome… tirando de mis pezones, es tan suave. Es tan inesperado. ¡Es piel! ¿Un guante de piel?

Zayn traza su mano, sin prisa y deliberadamente bajo mi estómago, dando círculos alrededor de mi ombligo, luego cuidadosamente de una cadera a otra y estoy intentado anticipar a dónde va a ir después… pero la música en mi cabeza me transporta. Toca la piel a través de la línea de mi vello púbico… luego entre mis piernas… junto a mis muslos, por debajo de una pierna… sobre la otra… casi hace cosquillas pero no lo suficiente… más voces se unen… cada una cantando diferentes partes, sus voces mezclándose feliz y dulcemente en una melódica armonía que está más allá de cualquier cosa que haya escuchado. Entiendo una palabra —“deus”— y me doy cuenta que están cantando en latín.

El guante de piel sigue moviéndose bajo mis brazos y alrededor de mi cintura… de regreso hacia mis senos. Mis pezones se endurecen bajo el suave toque… y estoy jadeando… preguntándome a dónde irá después su mano. De repente, el guante se ha ido y puedo sentir las frondas de la fusta flotando sobre mi piel, siguiendo el mismo camino del guante y es tan difícil concentrarme con la música en mi cabeza; suena como un centenar de voces cantando, tejiendo un etéreo tapiz de sedoso oro y plata a través de mi cabeza, mezcladas con la sensación de la suave gamuza contra mi piel… trazándose sobre mí… oh, Dios mío… abruptamente, desaparece. Luego, de repente, un brusco latigazo en mi estómago.

—¡Aagghh! —grito. Me toma por sorpresa y no duele exactamente, sino que envía un cosquilleo por todas partes y me golpea de nuevo. Más duro.

—¡Ahh!

Quiero moverme, retorcerme… escapar o darle la bienvenida a cada golpe… no lo sé, es tan abrumador… no puedo tirar de mis brazos… mis piernas están atrapadas… estoy firmemente sujeta en mi lugar… y golpea de nuevo a través de mis senos. Grito. Y es una dulce agonía soportable, simplemente… placentera; no, no es de inmediato, pero mientras mi piel canta con cada golpe en un perfecto contrapunto con la música en mi cabeza, soy arrastrada hacia la oscura parte de mi mente que se rinde a esta sensación tan erótica. Sí… entiendo esto. Él me golpea a través de la cadera. Luego, se mueve en suaves golpes sobre mi vello púbico, en mis muslos, la parte interna… y de regreso a mis caderas.

Él sigue haciéndolo mientras la música alcanza el clímax y luego, de repente, la música se detiene. Y también lo hace él. Entonces, la canción empieza de nuevo… subiendo y subiendo y él deja caer golpes sobre mí… y gruño y me retuerzo. Una vez más, se detiene y todo está en silencio… excepto por mi salvaje respiración... y mi salvaje anhelo. Por… oh… ¿qué está pasando? ¿Qué es lo que va a hacer ahora? La excitación es casi insoportable. He entrado en un lugar muy oscuro y carnal.

La cama se mueve mientras lo siento trepar sobre mí y la canción inicia de nuevo. Está en modo repetición. Esta vez son su nariz y sus labios los que toman el lugar del guante… deslizándose por mi cuello y mi garganta, besando, chupando… recorriendo mis senos… ¡Ah! Tentando cada uno de mis pezones… su lengua revoloteando alrededor de cada uno mientras sus dedos provocan despiadadamente el otro… gruño, en voz alta, creo, aunque no puedo oírlo.

Estoy perdida. Perdida en él… perdida en las astrales y seráficas voces…, perdida ante todas las sensaciones de las que no puedo escapar... estoy completamente a la merced de su toque experto.

Se mueve abajo hacia mi estómago, su lengua dando círculos alrededor de mi ombligo, siguiendo el camino de la fusta y del guante… gimo. Él está besando, chupando y mordisqueando… moviéndose hacia el sur… y luego su lengua está ahí. En la unión de mis muslos. Lanzo mi cabeza hacia atrás y grito hasta que casi detono en un orgasmo… estoy en el borde y él se detiene.

¡No! La cama se mueve y él se arrodilla entre mis piernas. Se inclina hacia el poste de la cama y la esposa en mi tobillo repentinamente se ha ido.

Empujo mi pierna hacia el centro de la cama… descansando contra él. Él se inclina hacia el poste opuesto y libera mi otra pierna. Sus manos viajan rápidamente bajo mis piernas, apretando y masajeando, trayéndolas de vuelta a la vida. Luego, sujetando mis caderas, me levanta de modo que mi espalda ya no está en la cama. Estoy arqueada, descansando en mis hombros. ¿Qué? Está arrodillándose entre mis piernas… y con un suave movimiento está dentro de mí... oh y grito de nuevo. El estremecimiento de mi inminente orgasmo empieza y él se detiene. El estremecimiento muere… oh, no… me va a torturar por más tiempo.

—¡Por favor! —gimo.

Me agarra más fuerte… ¿en advertencia? No lo sé, sus dedos cavan en la piel de mi trasero mientras me quedo ahí, jadeando… de modo que me quedo quieta a propósito. Muy lentamente, empieza a moverse de nuevo… afuera y luego adentro… agonizantemente lento. Estoy gritando por dentro… y mientras el número de voces en la pieza coral incrementa… también lo hace su paso, sólo un poco, es tan controlado… tan acompasado con la música. Y ya no puedo soportarlo.

—Por favor —ruego y con un suave movimiento, me baja de vuelta a la cama y está yaciendo sobre mí, sus manos en la cama junto a mis senos mientras soporta su peso y empuja dentro de mí.

Cuando la música alcanza su clímax, caigo… caigo libremente… en el más intenso y agonizante orgasmo que alguna vez tuve, y Zayn me sigue… empujando con fuerza dentro de mí, tres veces más… finalmente quedándose quieto, luego colapsando sobre mí.

Mientras mi conciencia regresa de donde sea que ha estado, Zayn sale de mí. La música se ha detenido y lo puedo sentir estirarse a través de mi cuerpo mientras suelta la esposa de mi muñeca derecha. Gruño cuando mi mano es liberada. Rápidamente libera mi otra mano, gentilmente aparta la máscara de mis ojos y remueve los audífonos. Parpadeo ante la débil luz y miro su intensa mirada miel.

—Hola —murmura.

—Hola tú —le susurro tímidamente en respuesta. Sus labios se curvan en una sonrisa y se inclina para besarme suavemente.

—Bien hecho —susurra—Date la vuelta.

¿Qué va a hacer ahora? Sus ojos se suavizan.

—Sólo voy a frotar tus hombros.

—Oh… de acuerdo.

Ruedo rígidamente sobre mí estómago. Estoy tan cansada. Zayn se sienta a horcajadas sobre mí y empieza a masajear mis hombros. Gruño audiblemente, él tiene unos dedos tan fuertes y conocedores. Inclinándose, besa mi cabeza.

—¿Qué era esa música? —murmuro casi inarticuladamente.

—Se llama Spem In Alium o el Motete de Cuarenta Partes de Thomas Tallis.

—Fue… abrumador.

—Siempre he querido follar con esa canción.

—¿No será otra primera vez, señor Malik?

—Lo es, señorita Steele.

Gruño de nuevo mientras sus dedos hacen su magia en mis hombros.

—Bueno, es la primera vez que he follado con esa canción también —murmuro, somnolienta.

—Mmm… tú y yo nos estamos dando muchas primeras veces. —Su voz es tranquila.

—¿Qué te dije en mi sueño… emm, señor?

Sus manos detienen sus cuidados por un momento.

—Dijiste muchas cosas, Anastasia. Hablaste de jaulas y fresas… que querías más… y que me extrañabas.

Oh, gracias al cielo por eso.

—¿Eso es todo? —El alivio en mi voz es evidente.

Zayn detiene su masaje celestial y se mueve de modo que está yaciendo a mi lado. Su cabeza está apoyada sobre su codo. Está frunciendo el ceño.

—¿Qué creíste que habías dicho?

—Que pensaba que eras feo, engreído y que eras imposible en la cama.

La arruga en su ceja se profundiza.

—Bueno, naturalmente soy todas esas cosas y ahora me tienes realmente intrigado. ¿Qué me estás escondiendo, señorita Steele?

Parpadeo inocentemente.

—No estoy escondiendo nada.

—Anastasia, eres una mentirosa sin esperanzas.

—Pensé que ibas a hacerme reír después del sexo, esto no lo está logrando.

Sus labios se curvan.

—No puedo hacer bromas.

—¡Señor Malik! ¿Algo que no puedes hacer? —Le sonrío y él sonríe en respuesta.

—No, soy un bromista sin esperanzas. —Luce tan orgulloso de sí mismo que empiezo a reír tontamente.

—Soy una bromista sin esperanzas también.

—Ese es un sonido tan hermoso —murmura, se inclina y me besa—Y estás escondiendo algo, Anastasia. Puede que te torture para que me lo digas.

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