sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 32.

Zayn irrumpe en mi habitación y bruscamente enciende la luz, haciéndome entre cerrar los ojos.

—Jesús, Anastasia —murmura. Apaga la luz otra vez y está a mi lado en un momento.

—¿Qué estás haciendo aquí? —jadeo entre sollozos. No puedo parar de llorar.

Enciende la luz de la mesilla haciéndome entrecerrar los ojos otra vez. Kate viene y se queda de pie en la puerta.

—¿Quieres que eche a este imbécil? —pregunta, radiando hostilidad termonuclear.

Zayn levanta las cejas hacia ella, sin duda sorprendido por su halagador epíteto y su salvaje antagonismo. Niego con la cabeza y ella pone los ojos en blanco.

Oh… No haría eso cerca del Señor Malik.

—Sólo grita si me necesitas —dice ella gentilmente—. Malik, tus tarjetas están marcadas —sisea. Él asiente con la cabeza, ella se da vuelta y tira de la puerta pero no se cierra. Zayn me mira, su expresión grave, su rostro lívido. Usa su chaqueta a rayas y de su bolsillo interno, saca un pañuelo y me lo entrega. Creo que aún tengo el otro en algún lado.

—¿Que está pasando? —pregunta en voz baja.

—¿Por qué estás aquí? —pregunto, ignorando su pregunta.

Mis lágrimas milagrosamente han cesado, pero me quedo con temblores sacudiendo mi cuerpo.

—Parte de mi rol es anteponer tus necesidades. Dijiste que querías que me quedara, así que aquí estoy. Y sin embargo, te encuentro así. —Parpadea en mi dirección, realmente desconcertado—. Estoy seguro de que soy el responsable, pero no tengo idea de por qué. ¿Es porque te golpeé?

Me levanto, haciendo una mueca de dolor por mi trasero. Me siento y lo enfrento.

—¿Tomaste un ibuprofeno?

Niego con la cabeza. Pone los ojos en blanco, se levanta y abandona la habitación. Lo oigo hablar con Kate pero no sé lo que están diciendo. Él está de vuelta unos momentos después con píldoras y una taza de agua.

—Toma esto —ordena gentilmente mientras se sienta a mi lado en la cama.

Hago lo que dice.

—Háblame —susurra—. Me dijiste que estabas bien. Nunca te hubiese dejado si pensé que estarías así.

Me quedo mirando mis manos. ¿Qué puedo decir que no haya dicho ya? Quiero más. Quiero que se quede porque él quiera quedarse conmigo, no porque estoy llorando y hecha un lio y no quiero que me golpee, ¿es eso tan irracional?

—Considero entonces que cuando dijiste que estabas bien, no lo estabas.

Me sonrojo.

—Pensé que estaba bien.

— Anastasia, no puedes decirme lo que piensas que quiero oír. Eso no es muy honesto —me reprende—. ¿Cómo puedo confiar en algo de lo que me hayas dicho?

Lo miro de reojo y está con el ceño fruncido, con una expresión sombría en sus ojos. Pasa ambas manos por su cabello.

—¿Cómo te sentiste mientras estaba pegándote y después de eso?

—No me gustó. Preferiría que no lo hicieras otra vez.

—No estaba destinado a que te gustara.

—¿Por qué te gusta? —Me quedo mirándolo.

Mi pregunta lo sorprende.

—¿Realmente quieres saber?

—Oh, créeme, estoy intrigada. —No puedo evitar el sarcasmo en mi voz.

Frunce el ceño otra vez.

—Cuidado —advierte.

Me pongo pálida.

—¿Vas a pegarme otra vez? —lo reto.

—No, no esta noche.

Uf... mi subconsciente y yo damos en silencio un suspiro de alivio.

—Así que —empiezo.

—Me gusta el control que me da, Anastasia. Quiero que te comportes de cierta forma y si no lo haces, debo castigarte y aprenderás a comportarte de la forma que deseo. Disfruto castigándote. He querido darte nalgadas desde que me preguntaste si era gay.

Me sonrojo ante el recuerdo. Vaya, yo misma quería golpearme después de esa pregunta. Así que Katherine Kavanagh es la responsable de todo esto y si ella hubiese ido a esa entrevista y preguntado si era gay, estaría sentada aquí con dolor en el trasero. No me gusta ese pensamiento. ¿Cuán confuso es esto?

—Así que, no te gusta como soy.

Él me mira de nuevo, desconcertado.

—Creo que eres preciosa como eres.

—Entonces, ¿por qué estás tratando de cambiarme?

—No estoy tratando de cambiarte. Me gustaría que fueras cortés, que sigas el conjunto de reglas que te he dado y no me desafíes. Simple —dice él.

—Pero, ¿quieres castigarme?

—Sí, quiero.

—Eso es lo que no entiendo.

Suspira y pasa sus manos por su cabello otra vez.

—Es la forma en la que estoy hecho, Anastasia. Necesito controlarte. Necesito que te comportes de cierta manera, Anastasia y si no lo haces… me encanta ver que tu hermosa piel se ponga rosa alabastro y se caliente en mis manos. Me excita.

Ahora estamos llegando a algo.

—Entonces, ¿no es el dolor por el que me haces pasar?

Él traga.

—Un poco, para ver si puedes soportarlo, pero esa no es toda la razón. Es el hecho de que tú eres mía para hacer lo que considere oportuno, el máximo control sobre otra persona. Y me excita. Muchísimo, Anastasia. Mira, no me estoy explicando muy bien… nunca antes tuve que hacerlo. Realmente no he pensado en esto en profundidad. Siempre he estado con personas con ideas afines —dice, encogiéndose de hombros como disculpándose—. Y todavía no respondes mi pregunta: ¿Cómo te sentiste después?

—Confundida.

—Estabas excitada por eso, Anastasia. —Cierra sus ojos un instante y cuando vuelve abrirlos y me mira, están ardiendo.

Su expresión saca esa parte oscura en mí, enterrada en las profundidades de mi vientre: mi libido, despertado y dominado por él, incluso ahora insaciable.

—No me mires así —murmura.

Frunzo el ceño. Dios, ¿qué he hecho ahora?

—No tengo ningún condón, Anastasia y sabes que estás molesta. Contrario a lo que tu compañera cree, no soy un monstruo fálico. Por lo tanto, ¿te sientes confundida?

Me retuerzo bajo su intensa mirada.

—No tienes ningún problema en ser honesta conmigo por correo. Tus correos siempre me dicen exactamente cómo te sientes. ¿Por qué no puedes hacer eso en una conversación? ¿Tanto te intimido?

—Me seduces, Zayn. Me abrumas completamente. Me siento como Ícaro volando demasiado cerca del Sol —le susurro.

Él jadea.

—Bueno, creo que lo entiendes al revés —susurra.

—¿Qué?

—Oh, Anastasia, me has hechizado, ¿no es obvio?

No, yo no. Hechizado... mi diosa interior está mirando con la boca abierta. Incluso ella no cree esto.

—Todavía no has respondido mi pregunta. Escríbeme un correo, por favor. Pero ahora, realmente me gustaría dormir. ¿Me puedo quedar?

—¿Te quieres quedar? —No puedo ocultar la esperanza en mi voz.

—Tú me querías aquí.

—No has respondido a mi pregunta.

—Te voy a escribir un correo electrónico —murmura con petulancia.

De pie, saca de los bolsillos de sus pantalones vaqueros su BlackBerry, sus llaves, su billetera y dinero. Santo cielo, los hombres llevan un montón de basura en sus bolsillos. Se despoja de su reloj, sus zapatos, los calcetines, los pantalones, su chaqueta y los coloca sobre mi silla. Camina hacia el otro lado de la cama y se mete en ella.

—Acuéstate —ordena.

Me deslizo lentamente bajo las sábanas, haciendo una mueca, mirándolo fijamente. Dios... va a quedarse. Creo que estoy entumecida de la sorpresa. Se apoya en un codo, mirándome.

—Si vas a llorar, llora frente a mí. Necesito saber.

—¿Quieres que llore?

—No particularmente. Solo quiero saber cómo te estás sintiendo. No te quiero escapando de mis manos. Apaga la luz. Es tarde y los dos tenemos que trabajar mañana.

Está aquí… y todavía tan mandón, pero no me puedo quejar, está en mi cama.

Aun no entiendo por qué… tal vez debería llorar más a menudo frente a él. Apago la luz de la mesilla.

—Recuéstate de lado, de espaldas a mí —murmura en la oscuridad

Pongo mis ojos en blanco, con el completo conocimiento de que no puede verme, pero hago lo que me ha dicho. Con cautela, se acerca, pone sus brazos a mí alrededor y me acerca a su pecho… Oh Dios mío.

—Duerme, nena —susurra y siento su nariz en mi cabello mientras inhala profundamente.

Santo cielos. Zayn Malik está durmiendo conmigo y en la comodidad y el consuelo de sus brazos, voy a la deriva en un sueño pacífico.

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