martes, 14 de mayo de 2013

Capítulo 50.

Me siento un tanto ansiosa por regresar, temerosa de lo que me espera al final de mi viaje. Mientras mentalmente reviso cual podría ser el escenario de la “situación", me doy cuenta de que el único asiento vacío es el que está a mi lado. Sacudo la cabeza, mientras por mi mente cruza el pensamiento de que tal vez Zayn podría haber comprado el asiento junto mí para que yo no pudiera hablar con nadie. Desecho la idea como ridícula: nadie puede ser así de controlador y celoso. Cierro los ojos cuando el avión se dirige hacia la pista de despegue.

Emerjo en la terminal de Sea-Tac ocho horas más tarde, para encontrar a Taylor esperando y sosteniendo un cartel que dice Señorita. Anastasia Steele. ¡Honestamente! Pero es bueno verlo.

—Hola Taylor.

—Señorita Steele —me saluda formalmente, pero puedo ver el atisbo de una sonrisa en sus ojos marrones. Luce inmaculado como siempre: elegante traje negro, camisa blanca y corbata negra.

—Se cómo es tu apariencia Taylor, no necesitas llevar un cartel y desearía que me llamaras Ana.

—Anastasia. ¿Puedo por favor llevar tus bolsos?

—No, me las puedo arreglar. Gracias. —Sus labios se aprietan notablemente— Pero si te sientes más cómodo llevándolos tú... —tartamudeo.

—Gracias. —Toma mi bolso y mi recientemente adquirido maletín con ruedas para la ropa, que mamá me compró—Por aquí, señora.

Suspiro. Él es educado. Recuerdo que, aunque me gustaría borrarlo de mi memoria, este hombre me ha comprado ropa interior. De hecho ese pensamiento me perturba, es el único hombre que me ha comprado ropa interior. Ni siquiera Ray tuvo que enfrentar ese desafío.

Caminamos en silencio hacia un Audi negro en el estacionamiento del aeropuerto y mantiene la puerta abierta para mí. Me subo y me pregunto si usar una falda tan corta en mi regreso a Seattle fue una buena idea. Era genial y aceptado en Georgia. Aquí me siento expuesta. Una vez que Taylor ha guardado los bolsos en el baúl, nos ponemos en marcha hacia Escala.

El viaje es lento, estoy atrapada en el tráfico en hora punta. Taylor mantiene sus ojos en la carretera.

No puedo soportar más el silencio.

―¿Cómo está Zayn, Taylor?

―El señor Malik está preocupado, señorita Steele.

Oh, esta debe ser la “situación.” Es como si extrajera un filón de oro.

―¿Preocupado?

―Sí, señora.

Frunzo el ceño hacia Taylor y él me mira por el espejo retrovisor, nuestros ojos se encuentran. No dice nada más. Por Dios, puede ser tan callado como el maniático del control.

―¿Está bien?

―Creo que sí, señora.

―¿Estás más cómodo llamándome señorita Steele?

―Sí, señora.

―Oh, está bien.

Bien, eso interrumpe nuestra conversación y seguimos en silencio. Empiezo a pensar que el reciente desliz de Taylor, cuando me dijo que Zayn había estado en un infierno sobre ruedas, fue una anomalía. Tal vez se avergüenza de ello, preocupado de que haya sido desleal. El silencio es sofocante.

―¿Podrías poner un poco de música, por favor?

―Por supuesto, señora. ¿Qué le gustaría escuchar?

―Algo relajante.

Veo una sonrisa aparecer en los labios de Taylor cuando nuestros ojos se encuentran brevemente de nuevo en el espejo.

―Sí, señora.

Presiona un par de botones en el volante, y las cepas suaves del canon de Pachelbel llena el espacio entre nosotros. Oh, sí... esto es lo que necesito.

―Gracias. ―Me recuesto de nuevo a medida que nos conducimos lenta pero constante a lo largo de la I-5 en Seattle.
Veinticinco minutos más tarde, me deja fuera de la impresionante fachada que es da la entrada de Escala.

―Adelante, señora ―dice, sosteniendo la puerta abierta para mí―. Voy a buscar su equipaje. ―Su expresión es suave, cálida, incluso paternal.

―Gracias por ir a recogerme.

―Es un placer, señorita Steele. ―Sonríe y me dirijo hacia el edificio. El portero me saluda con un gesto de la mano de la cabeza.

Mientras viajo hasta el trigésimo piso, unas mil mariposas extienden sus alas y aletean de forma errática en mi estómago. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Y sé que es porque no tengo ni idea de en qué estado de ánimo va a estar Zayn cuando llegue. Mi diosa interior tiene la esperanza de un tipo de estado de ánimo, mi subconsciente, como yo, está lleno de nervios.
Las puertas del ascensor se abren y estoy en el vestíbulo. Es tan extraño no ser recibida por Taylor. Por supuesto, está estacionando el auto.

En la gran sala, Zayn está en su BlackBerry hablando en voz baja mientras mira fijamente por las puertas de cristal hacia la noche de Seattle. Lleva un traje gris con la chaqueta desabrochada y está pasando su mano por su cabello: está agitado, incluso tenso. Oh, no… ¿qué está mal? Agitado o no, todavía es más que hermoso. ¿Cómo puede verse tan... arrasador?

―No queda ni rastro... Bueno... Sí. ―Se vuelve, me ve y toda su conducta cambia.

De la tensión al alivio a otra cosa: una mirada que llama directamente a mi diosa interior, una mirada sensual, sus ojos mieles arden.
Mi boca se seca y el deseo prolifera en mi cuerpo... vaya.

―Mantenme informado ―suelta y cuelga su teléfono mientras camina resueltamente hacia mí.

Permanezco paralizada mientras cierra la distancia entre nosotros, devorándome con los ojos... algo anda mal… la tensión en su mandíbula, la ansiedad en torno a sus ojos. Se saca su chaqueta, se deshace de su corbata oscura y arroja ambos prendas en el sofá en el camino hacia mí. Luego, sus brazos se envuelven a mí alrededor y me empuja hacia él, duro, rápido, tomando mi cola de caballo para inclinar mi cabeza, besándome como si su vida dependiera de ello. ¿Qué demonios? Saca la cinta dolorosamente fuera de mi cabello, pero no me importa. Hay una cualidad desesperada, primitiva en su beso. Me necesita, por algún motivo y nunca me he sentido tan deseada y codiciada. Es oscuro, sensual y alarmante, todo al mismo tiempo. Lo beso de vuelta con el mismo fervor, hundiendo mis dedos en su cabello. Nuestras lenguas se entrelazan, la pasión y el ardor estallan entre nosotros. Tiene un sabor divino, caliente, sexy y su olor… todo gel de baño y Zayn, es tan excitante. Aleja su boca de la mía y me está mirando, preso de una emoción sin nombre.

―¿Qué pasa? ―jadeo.

―Estoy tan contento de que estés de vuelta. Dúchate conmigo… ahora.

No puedo decidir si se trata de una solicitud o una orden.

―Sí ―susurro y me toma de la mano, llevándome fuera de la gran habitación en su dormitorio hacia su cuarto de baño.

Una vez allí, me libera y deja corriendo el agua en la amplia ducha. Girándose poco a poco, me mira, con los ojos entrecerrados.

―Me gusta tu falda. Es muy corta ―dice, en voz baja―. Tienes excelentes piernas.

Sale de sus zapatos y se agacha para quitar cada uno de sus calcetines, sin apartar sus ojos de mí. Estoy sin habla por la mirada de hambre en sus ojos. Vaya... ser así de deseada por este dios Griego. Imito sus acciones y salgo de mis zapatos negros. De repente, llega a mí, apoyándome contra la pared. Besándome en mi cara, mi garganta, mis labios... corriendo sus manos en mi cabello. Siento la fría y suave pared de azulejos a mis espaldas a medida que empuja su cuerpo contra mí, de modo que quedo aplastada entre su calor y el frío de la cerámica. Tentativamente, pongo mis brazos sobre lo alto de los suyos y gime mientras aprieto con fuerza.

―Te quiero ahora. Aquí... rápido, duro ―jadea y sus manos están en mis muslos, levantando mi falda―. ¿Todavía estás sangrando?

―No. ―Me ruborizo.

―Bien.

Sus pulgares se enganchan sobre mi ropa interior de algodón blanco y de repente, se deja caer sobre sus rodillas a medida que la retira. Mi falda ahora está arremangada en lo alto, por lo que estoy desnuda de la cintura para abajo y jadeante, esperando. Aferra mis caderas, empujándome contra la pared otra vez, y me besa en el vértice de mis muslos. Sujetando mis muslos, me obliga a separar las piernas. Gimo con fuerza, sintiendo su lengua rodeando mi clítoris. Oh, sí. Inclinando mi cabeza hacia atrás involuntariamente, gimo cuando mis dedos encuentran su camino en su cabello.

Su lengua es implacable, fuerte e insistente, reduciéndome, girando, vueltas y vueltas, una y otra vez sin parar. Es exquisito, la intensidad del sentimiento, es casi doloroso. Mi cuerpo comienza a acelerarse y él me libera. ¿Qué? ¡No! Mi respiración es irregular mientras jadeo, mirándolo con deliciosa anticipación. Él toma mi rostro con ambas manos, me sostiene con firmeza y me besa duro, metiendo su lengua en mi boca para que pueda probar mi excitación. Desatando su pantalón, se libera, toma la parte posterior de mis muslos y me levanta.

―Envuelve tus piernas alrededor de mí, nena ―ordena, su voz es urgente, tensa.

Hago lo que me dice, envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y él se mueve de forma rápida y brusca, llenándome. ¡Ah! Él jadea y yo gimo. Sosteniéndome detrás, sus dedos se clavaban en mi suave carne y empieza a moverse, lentamente al principio, a un ritmo constante incluso... pero a medida que se desenvuelve su control, acelera... más y más rápido. Echo mi cabeza hacia atrás y me concentro en la invasiva y agotadora sensación celestial... que me empuja y empuja... hacia adelante, más alto, arriba... y cuando ya no puedo más, estallo a su alrededor, girando en espiral hacia un intenso y aplastante orgasmo. Él se deja ir con un gruñido profundo y entierra su cabeza en mi cuello mientras se entierra dentro de mí, gimiendo ruidosa e incoherentemente a medida que encuentra su liberación.

Su respiración es irregular, pero me besa con ternura, sin moverse, aún dentro de mí y parpadeo, incapaz de mirarlo a los ojos. A medida que entra en foco, se retira suavemente de mí, sosteniéndome firmemente mientras pongo mis pies en el suelo. El baño está ahora nublado con el vapor del agua... y está caliente. Me siento demasiado abrumada.

―Pareces contento de verme ―murmuro con una tímida sonrisa.
Sus labios se elevan en una sonrisa.

―Sí, señorita Steele, creo que mi placer es bastante evidente. Ven… déjame llevarte a la ducha.

Deshace los próximos tres botones de su camisa, se quita los gemelos, los tira por encima de su cabeza y los descarta en el suelo. Remueve sus pantalones y calzoncillos rápidamente y los patea hacia un lado. Comienza a desabrochar los botones de mi blusa mientras lo observo, anhelando extender mi mano y acariciar su pecho, pero me contengo.

―¿Cómo estuvo tu viaje? ―pregunta con suavidad. Parece mucho más calmado ahora, su aprehensión se ha ido, disuelto por el encuentro sexual.

―Muy bien, gracias ―murmuro, aún sin aliento―Muchas gracias una vez más por la primera clase. Realmente es una forma mucho más agradable de viajar.―Sonrío tímidamente hacia él― Tengo algunas noticias ―agrego nerviosa.

―¿Ah, sí? ―Me mira mientras deshace el último botón, desliza la blusa por mis brazos y la arroja en la parte superior de sus ropas desechadas.

―Tengo un trabajo.

Se detiene y entonces me sonríe, sus ojos son cálidos y suaves.

―Felicidades, señorita Steele. Y ahora, ¿me dirás dónde? ―bromea.

―¿No sabes?

Niega con la cabeza, frunciendo el ceño ligeramente.

―¿Por qué iba yo a saber?

―Con tus capacidades de acoso, pensé que podrías tener... ―me interrumpo poco a poco a medida que su rostro decae.

― Anastasia, no se me ocurriría interferir en tu carrera, a menos que tú me lo pidas, por supuesto. ―Parece herido.

—¿Así que no tienes idea de qué compañía es?

—No. Sé que hay cuatro empresas editoriales en Seattle, así que estoy asumiendo que es una de ellas.

—SIP

—¡Oh, la pequeña! Bueno. Bien hecho. —Se inclina y me besa en la frente—Chica lista. ¿Cuándo empiezas?

—El lunes.

—Que pronto, ¿eh? Será mejor que te aproveche mientras pueda. Date la vuelta.

Soy dominada por su orden casual, por lo que estoy ofreciéndome y se deshace de mi sujetador y baja la cremallera de mi falda. Empuja la falda hacia abajo, acoplándose a mí por detrás mientras lo hace y besando mi hombro. Se inclina contra mí y su nariz acaricia mi cabello, respirando profundamente. Aprieta mis nalgas.

—Usted me embriaga, señorita Steele y me calma. Esta combinación es embriagadora. —Besa mi pelo. Tomando mi mano, tira de mí hacia la ducha.

—Ay —chillo. El agua está prácticamente hirviendo. Zayn me sonríe, mientras el agua cae sobre él.

—Es sólo un poco de agua caliente.

Y la verdad es que tiene razón. Se siente divino, lavando la pegajosa mañana de Georgia y lo pegajoso de nuestro amor.

—Date la vuelta —ordena y lo hago, volviendo el rostro hacia la pared— Quiero lavarte —murmura y alcanza el jabón líquido. Exprime un poco en su mano.

—Tengo algo más que decirte —murmuro mientras sus manos empiezan en mis hombros.

—¿Ah, sí? —pregunta con suavidad.

Me doy valor con una respiración profunda.

—La exposición de fotografía de mi amigo Justin se abre el jueves en Portland.

Él se pone rígido, sus manos cerniéndose sobre mis pechos. He hecho hincapié en la palabra "amigo".

—Sí, ¿y qué? —pregunta con severidad.

—Le dije que iría. ¿Quieres venir conmigo?

Después de lo que se siente como una cantidad monumental de tiempo, poco a poco comienza a lavarme otra vez.

—¿A qué hora?

—La apertura es a las siete y media de la tarde.

Él besa mi oreja.

—Está bien.

Dentro, mi subconsciente se relaja y luego se derrumba, cayendo en una butaca vieja y estropeada.

—¿Estabas nerviosa por preguntarme?

—Sí. ¿Cómo puedes decirlo?

—Anastasia, todo tu cuerpo acaba de relajarse —dice secamente.

—Bueno, es sólo que tú pareces estar umm... del lado celoso.

—Sí, lo estoy —dice sombríamente— Y harías bien en recordar eso. Pero gracias por preguntar. Llevaremos a Charlie Tango.

Oh, el helicóptero, por supuesto, tonta de mí. Más vuelo... ¡genial! Sonrío.

—¿Puedo lavarte? —pregunto.

—No lo creo —murmura y me besa suavemente en el cuello para suavizar el aguijón de su negativa. Pongo mala cara hacia la pared mientras él acaricia mi espalda con jabón.

—¿Alguna vez me dejaras tocarte? —pregunto con valentía.

Se pone rígido de nuevo, su mano en mi trasero.

—Pon tus manos en la pared Anastasia. Voy a tomarte de nuevo —murmura en mi oído mientras sujeta mis caderas y sé que el debate ha terminado.

Más tarde, estamos sentados en la barra de desayuno, vestidos con batas de baño, habiendo consumido una excelente pasta de la señora Jones.

—¿Más vino? —pregunta Zayn, sus ojos mieles brillando.

—Una copa pequeña, por favor. —El Sancerre está fresco y delicioso.

Zayn sirve una copa para mí y otra para él.

—¿Cómo está la eh… “situación” que te trajo a Seattle? —le pregunto tentativamente.

Frunce el ceño.

—Fuera de control —murmura con amargura—. Pero nada por lo que preocuparte, Anastasia. Tengo planes para ti esta noche.

—¿Ah, sí?

—Sí. Te quiero lista y esperando en mi sala de juegos en quince minutos. —Se levanta y me mira—. Puedes alistarte en tu habitación. Por cierto, el armario está lleno de ropa para ti. No quiero ninguna discusión acerca de ellas. —Pone sus ojos en blanco, desafiándome a decir algo. Cuando no lo hago, sale hacia su estudio.

¡Yo! ¿Discutir? ¿Contigo, Cincuenta Sombras? Esto vale más que mi trasero. Me siento en el taburete de la barra, momentáneamente aturdida, tratando de asimilar este pedazo de información. Me compró ropa. Pongo los ojos en blanco de una forma exagerada a sabiendas de que no me puede ver. Automóvil, teléfono, computadora... ropa, lo próximo será un maldito condominio y entonces realmente seré su amante.

¡Ja! Mi subconsciente tiene un rostro sarcástico. La ignoro y hago mi camino escaleras arriba hacia mi habitación. Sigue siendo mía... ¿por qué? Pensé que él había acordado dejarme dormir con él. Supongo que no está acostumbrado a compartir su espacio personal, pero yo tampoco. Me consuelo con la idea de que por lo menos tengo un lugar para escapar de él.

Examinando la puerta, encuentro que tiene una cerradura pero no una llave. Me pregunto brevemente si la señora Jones tiene una de repuesto. Le voy a preguntar.

Abro la puerta del armario y la cierro de nuevo rápidamente. ¡Dios! él se ha gastado una fortuna. Se parece al de Kate, tanta ropa colgando cuidadosamente en la barra. En el fondo, sé que todos me quedarán bien. Pero no tengo tiempo para pensar en eso, tengo que arrodillarme en el Salón Rojo de... Dolor... o Placer, con suerte esta noche.

*

Estoy de rodillas en la puerta, desnuda, excepto por mis bragas. Mi corazón está en mi boca. Vaya, pensé que después del baño él habría tenido suficiente. El hombre es insaciable o tal vez todos los hombres son como él. No tengo ni idea, ni nadie para compararlo tampoco. Cerrando los ojos, trato de calmarme para conectar con mi subconsciente. Ella está ahí en algún lugar, escondida detrás de mi diosa interior.

La anticipación corre como soda burbujeante a través de mis venas. ¿Qué hará? Respiro profundamente, tranquilizándome, pero no lo puedo negar, estoy emocionada, excitada, ya mojada. Esto es tan... quiero pensar incorrecto, pero por alguna razón, no lo es. Es correcto para Zayn. Eso es lo que él quiere y después de los últimos días... después de todo lo que ha hecho, tengo al hombre y tomo lo que sea que él decide que quiere, lo que sea que él piensa que necesita.

El recuerdo de su mirada cuando vine esta tarde, el anhelo en su rostro, su caminata determinada hacia mí como si yo fuera un oasis en el desierto. Haría casi cualquier cosa por ver esa mirada otra vez. Junto mis muslos ante el delicioso recuerdo y esto me recuerda que tengo que abrir mis rodillas. Las separo. ¿Cuánto tiempo me hará esperar? La espera está paralizándome, paralizándome con un oscuro y seductor deseo. Echo un vistazo rápido alrededor de la habitación sutilmente iluminada; la cruz, la mesa, el sofá, el banco... esa cama. Se ve tan grande y está cubierta con sábanas de satén rojo. ¿Qué aparato utilizará?

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