lunes, 13 de mayo de 2013

Capítulo 36.

La Dra. Greene es alta, rubia e impecablemente vestida con un traje azul marino. Me recuerda a las mujeres que trabajan en la oficina de Zayn. Es como un modelo idéntico de otra rubia perfecta. Su largo cabello está atrapado en un elegante moño. Debe tener unos cuarenta años.

—Señor Malik. —Ella sacude la mano tendida de Zayn.

—Gracias por venir en tan poco tiempo —dice Zayn.

—Gracias por hacerme digna de su tiempo, señor Malik. Señorita Steele.

Ella sonríe, sus ojos frescos y evaluadores.

Nos damos la mano y sé que es una de esas mujeres que no toleran a los tontos. Al igual que Kate. Me gusta de inmediato. Le da una mirada mordaz a Zayn y después de un torpe latido, él toma su señal.

—Voy a estar abajo —murmura y deja lo que va a ser mi dormitorio.

—Bueno, señorita Steele. El señor Malik me está pagando una pequeña fortuna para atenderla. ¿Qué puedo hacer por usted?

Después de un minucioso examen y una prolongada discusión, la Dra. Greene y yo elegimos la mini píldora. Me escribe una receta pre-pago y me instruye a recogerlas mañana. Me encanta su actitud sensata: me ha dado una conferencia, hasta que está tan azul como el color de su vestido, acerca de lo importante que es tomarla a la misma hora cada día. Y puedo decir que está ardiendo de curiosidad acerca de mi llamada “relación” con el señor Malik. No le doy ningún detalle. De alguna manera, no creo que luciera un aspecto tan tranquilo y sereno si hubiera visto su Salón Rojo del Dolor. Me ruborizo mientras pasamos la puerta cerrada volvemos a bajar a la galería de arte que es la sala de estar de Zayn.

Zayn está leyendo, sentado en su sofá. Un aria impresionante está sonando en el equipo de música, girando alrededor de él, envolviéndolo, llenando la habitación con una canción dulce, conmovedora. Por un momento, se ve sereno. Se vuelve y mira hacia nosotras cuando entramos y sonríe con gusto hacía mí.

—¿Ya terminaste? —pregunta, como si estuviera sinceramente interesado. Señala con el mando a distancia a una elegante caja blanca debajo de la chimenea que alberga su iPod y la exquisita melodía se desvanece, pero sigue en el fondo. Se levanta y camina hacia nosotros.

—Sí, señor Malik. Cuide de ella, es una mujer hermosa, joven y brillante.

Zayn se sorprende… al igual que yo. Qué cosa tan inapropiada para que un médico diga. ¿Está dándole algún tipo de advertencia no tan sutil?
Zayn se recupera.

—Tengo toda la intención —murmura, desconcertado.

Mirándolo, me encojo de hombros, avergonzada.

—Le enviaré mi cuenta —dice secamente mientras le da la mano.

—Buenos días y buena suerte para ti, Anastasia. —Ella sonríe, sus ojos se arrugan cuando lo hace mientras nos damos la mano.

Taylor aparece de la nada para acompañarla por las puertas dobles y fuera del ascensor. ¿Cómo hace eso? ¿Dónde se esconde?

—¿Cómo fue eso? —pregunta Zayn.

—Muy bien, gracias. Dijo que tenía que abstenerme de toda actividad sexual durante las próximas cuatro semanas.

La boca de Zayn cae abierta en estado de conmoción, no puedo mantener un rostro serio por más tiempo y le sonrío como una idiota.

— jajajajajajaja ¡Caíste!

Entorna los ojos e inmediatamente dejo de reír. De hecho, parece más bien algo imperdonable. Oh, No. Mi subconsciente se acobarda en la esquina ya que toda la sangre fluye de mi rostro y me imagino que me pone sobre sus rodillas otra vez.

—¡Caíste! —dice y sonríe. Me agarra por la cintura y me jala contra él—Eres incorregible, señorita Steele —murmura, mirándome fijamente a los ojos mientras pasa sus dedos por mi cabello, sosteniéndome firmemente en el lugar. Me besa y me aferro a sus musculosos brazos.

—Por mucho que me gustaría tenerte aquí, ahora, necesitas comer y yo también, no quiero que mueras sobre mí más adelante —murmura contra mis labios.

—¿Es mi cuerpo todo lo que quieres de mí? —le susurro.

—Eso y tu inteligente boca —respira.

Me besa apasionadamente una vez más, y luego, bruscamente, me libera, tomando mi mano y me lleva a la cocina. Me tambaleo. Un minuto estamos bromeando y al siguiente... Abanico mi rostro ardiente. Él es sexo con piernas y ahora tengo que recuperar mi equilibrio y comer algo. El aria sigue sonando en el fondo.

—¿Qué es esa música?

—Villa Lobos, un aria de Bachianas Brasileiras. Buena, ¿no?

—Sí —murmuro en total acuerdo.

La barra de desayuno está prevista para dos personas; Zayn tiene una ensaladera en la nevera.

—¿Ensalada César con pollo está bien?

Oh, gracias a Dios, nada demasiado pesado.

—Sí, bien, gracias.

Lo observo mientras se mueve con gracia a través de su cocina. Está tan a gusto con su cuerpo en un nivel, pero no le gusta que lo toquen... así que quizás, en el fondo, no lo está. Ningún hombre es una isla, reflexiono, excepto tal vez Zayn Malik.

—¿En qué estás pensando? —pregunta, alejándome de mi ensueño. Me ruborizo.

—Estaba viendo la forma en que te mueves.

Levanta una ceja, divertido.

—¿Y? —dice secamente.

Me ruborizo un poco más.

—Eres muy elegante.

—Bueno, gracias señorita Steele —murmura. Se sienta a mi lado, sosteniendo una botella de vino— ¿Chablis?

—Por favor.

—Sírvete tú misma la ensalada —dice, su voz suave—. Dime, ¿por cuál método optaste?

Estoy momentáneamente confundida por su pregunta, cuando me doy cuenta de que está hablando de la visita de la Dra. Greene.

—Mini píldora.

Frunce el ceño.

—¿Y recordaras tomarla regularmente en el momento adecuado, todos los días?

Por Dios... por supuesto que lo haré. ¿Cómo lo sabe? Me ruborizo al pensar que, probablemente, es por una o más de las quince.

—Estoy segura de que me acordaré —me quejo con sequedad.

Me mira con divertida condescendencia.

—Voy a poner una alarma en mi calendario. —Él sonríe—Come.

La ensalada Cesar con pollo está deliciosa. Para mi sorpresa, me muero de hambre y por primera vez desde que estoy con él, termino mi comida antes que él.

El vino es fresco, limpio y afrutado.

—¿Deseosa como siempre, señorita Steele? —dice, sonriendo hacia mi plato vacío.

Lo miro desde abajo de mis pestañas.

—Sí —le susurro.

Contiene el aliento. Y mientras me mira fijamente, siento la atmósfera entre nosotros cambiar poco a poco, evolucionando... cargándose. Su mirada va de oscura a ardiente, me lleva con él. Se pone de pie, cerrando la distancia entre nosotros y me estrecha en sus brazos.

—¿Quieres hacer esto? —respira, mirándome fijamente.

—No he firmado nada.

—Ya lo sé, pero estoy rompiendo todas las reglas en estos días.

—¿Vas a pegarme?

—Sí, pero no voy a hacerte daño. No quiero castigarte en este momento. Si me hubieras atrapado ayer por la tarde, bueno, eso habría sido una historia diferente.

¡Santo cielo! Él quiere hacerme daño... ¿Cómo puedo lidiar con esto? No puedo ocultar el horror en la cara.

—No dejes que nadie te convenza de lo contrario, Anastasia. Una de las razones por las que la gente como yo hace esto, es porque nos gusta, ya sea para dar o recibir dolor. Es muy simple. A ti no, así que pasé mucho tiempo ayer pensando en eso.

Me tira contra él y su erección presiona en mi vientre. Debo correr, pero no puedo.

Me siento atraída por él en un nivel profundo, elemental, que no puedo empezar a entender.

—¿Llegaste a alguna conclusión? —susurro.

—No y ahora mismo, sólo quiero atarte y follarte sin sentido. ¿Estás lista para esto?

—Sí —respiro, ya que todo en mi cuerpo se tensa a la vez... oh.

—Bueno. Ven.

Toma mi mano y dejando todos los platos sucios en la barra de desayuno, nos dirigimos al piso de arriba.

Mi corazón empieza a golpear. Esto es todo. Realmente voy a hacer esto. Mi diosa interior está girando como una bailarina de clase mundial, pirueta tras pirueta. Abre la puerta de su cuarto de juegos, dejándome de nuevo de pie y estoy una vez más en el Salón Rojo del Dolor.

Es el mismo, el olor a cuero, cítrico, barniz y madera oscura, todo muy sensual. Mi sangre está corriendo caliente y asustada por mi cuerpo, la adrenalina mezclada con la lujuria y el deseo. Es un coctel potente y embriagador. La postura de Zayn ha cambiado completamente, sutilmente alterada, más fuerte y cruel. Me mira y sus ojos están calientes, perdidos en la lujuria… hipnóticos.

—Cuando estés aquí, eres completamente mía —suspira, cada palabra lenta y medida— para hacer lo que yo quiera. ¿Lo entiendes? —Su mirada es tan intensa.

Mi boca se seca, mi corazón estallando por encontrar una manera para salir de mi pecho.

—Quítate tus zapatos —ordena suavemente.

Trago y más bien tontamente, me los quito. Él se inclina, los recoge y los deposita junto a la puerta.

—Bien. No dudes cuando te pida que hagas algo. Ahora voy a quitarte este vestido. Algo que he querido hacer por días, si recuerdo bien. Quiero que estés cómoda con tu cuerpo Anastasia y me gustaría verlo todo. Es una alegría contemplarlo. De hecho, podría verte todo el día y te quiero sin vergüenza y sin pena de tu desnudez. ¿Entiendes?

—Sí.

—¿Sí qué? —Él se inclina, mirando.

—Sí, Amo.

—Bien. Levanta tus brazos por encima de tu cabeza.

Hago lo que me dice, él se agacha y toma el dobladillo. Lentamente, sube el vestido por mis muslos, mis caderas, mi estómago, mis pechos, mis hombros y por encima de mi cabeza. Él se mueve hacia atrás para examinarme y distraídamente dobla mi vestido, sin quitar los ojos de mí. Lo pone en el gran armario junto a la puerta. Estirándose, levanta mi barbilla, su toque abrasándome.

—Estás mordiendo tu labio —suspira—Sabes lo que me hace esto —añade sombríamente—Voltéate.

Me volteo de inmediato, sin dudar. Él desabrocha mi sostén y luego toma ambas tiras, lentamente lo baja por mis brazos, acariciando mi piel con sus dedos y las puntas de sus uñas mientras desliza mi sostén hacia afuera. Su toque envía escalofríos por mi columna, despertando cada terminal nerviosa de mi cuerpo. Está detrás de mí, tan cerca que siento el calor radiando de él, calentándome toda. Lanza mi cabello hacia atrás para que caiga por mi espalda, agarra un puñado en mi nuca y mueve mi cabeza hacia un lado. Pasa su nariz por mi cuello expuesto, inhalando, luego va hacia mi oreja. Los músculos en mi estómago se aprietan, carnales y deseosos. ¡Dios! él apenas me ha tocado y ya lo quiero.

—Hueles tan divino como siempre, Anastasia —susurra mientras me da un suave beso en mi oreja.

Gimo.

—Callada —suspira—. No hagas ningún sonido. —Sujetando mi cabello, para mi sorpresa, comienza a trenzarlo en una larga trenza, sus dedos rápidos y hábiles. La ata con una misteriosa banda para el cabello cuando termina y le da un pequeño jalón así que estoy contra él.

—Me gusta trenzado aquí —susurra.

Hmm… ¿Por qué? Suelta mi cabello.

—Date la vuelta —ordena. Hago lo que me dice, mi respiración superficial, miedo y ansiedad mezclados. Es una mezcla embriagadora.

—Cuando te diga que vengas aquí, así es como te vestirás. Sólo con tus bragas. ¿Entiendes?

—Sí.

—¿Sí, qué?

—Sí, Amo.

Un rastro de sonrisa levanta las esquinas de su boca.

—Buena chica. —Sus ojos queman en los míos—Cuando te diga que vengas aquí, espero que te arrodilles allá. —Él señala un lugar junto a la puerta—Hazlo ahora.

Pestañeo procesando sus palabras y hago lo que me dice.

—Puedes sentarte en tus tobillos. —Me siento—Pon tus manos y antebrazos en tus muslos. Ahora, abre tus piernas. Más. Más. Perfecto. Mira al suelo.

Él camina hacia mí y puedo ver sus pies y espinillas en mi campo de visión. Pies descalzos. Debería estar tomando notas si quiere que lo recuerde. Se agacha y toma mi trenza de nuevo. Luego, mueve mi cabeza hacia atrás así que estoy mirándolo. Esto no es doloroso.

—¿Recordarás esta posición, Anastasia?

—Sí, Amo.

—Bien. Quédate aquí, no te muevas. —Deja la habitación.

Estoy de rodillas, esperando. ¿A dónde se ha ido? ¿Qué va a hacerme? El tiempo se mueve. No tengo idea de cuánto tiempo me deja así… ¿unos cuantos minutos, cinco, diez? Mi respiración se vuelve más superficial. La anticipación me está devorando desde adentro hacia afuera.

Y de repente, regresa y de golpe estoy más calmada y excitada con cada respiración. ¿Podría estar más excitada? Puedo ver sus pies. Se ha cambiado sus pantalones. Estos son más viejos, suaves, rasgados y muy lavados. Estos pantalones son calientes. Cierra la puerta y cuelga algo detrás.

—Buena chica, Anastasia. Te ves adorable de esa manera. Muy bien. De pie.

Me pongo de pie pero mantengo mi cabeza agachada.

—Puedes mirarme.

Lo miro y está mirándome atentamente, evaluando, pero sus ojos son suaves. Se ha quitado su camisa. Oh Dios… quiero tocarlo. El botón superior de sus pantalones está sin abotonar.

—Ahora voy a encadenarte, Anastasia. Dame tu mano derecha. —Le doy mi mano.

Él voltea la palma hacia arriba y antes de que lo sepa, aplasta un látigo que no había notado en mi mano derecha. Sucede tan rápido que la sorpresa a duras penas se registra. Incluso más asombroso, no duele. Bueno, no mucho, sólo un escozor.

—¿Cómo se siente eso? —pregunta.

Pestañeo, mirándolo confundida.

—Respóndeme.

—Bien. —Frunzo el ceño.

—No frunzas el ceño.

Pestañeo e intento estar impasible. Tengo éxito.

—¿Eso dolió?

—No.

—Esto no va a doler. ¿Lo entiendes?

—Sí. —Mi voz es insegura. ¿En verdad no va a doler?

—Lo dije en serio —dice él.

Mierda. Mi respiración es tan superficial. ¿Sabe lo que estoy pensando? Me muestra el látigo. Es de cuero café trenzado. Mis ojos se encuentran con los suyos y están encendidos con fuego y un rastro de asombro.

—Nuestro objetivo es complacer, señorita Steele —murmura—Ven—Toma mi codo y me mueve debajo de la reja. Él se estira y baja algunos grilletes con esposas de cuerpo negro— Esta reja está diseñada para que los grilletes se puedan mover.

Miro hacia arriba. Dios mío, es como un mapa del subterráneo.

—Vamos a empezar aquí, pero quiero follarte de pie. Así que terminaremos en la pared. —Él señala con el látigo hacia donde está la gran X de madera—. Pon tus brazos por encima de tu cabeza.

Lo hago, sintiendo como si estuviera saliendo de mi cuerpo, un observador casual de los eventos mientras se desarrollan a mí alrededor. Esto es más que fascinante, más allá de lo erótico. Es singularmente la cosa más emocionante y aterradora que he hecho. Me estoy confiando a este hermoso hombre, que por su propia admisión, es cincuenta sombras de mierda. Suprimo el breve estremecimiento de miedo. Kate y Elliot, saben que estoy aquí.

Él se para muy cerca mientras asegura las esposas. Estoy mirando su pecho. Su proximidad es celestial. Huele a jabón y a Zayn, una mezcla embriagadora y eso me arrastra al presente. Quiero pasar mi nariz y lengua por su pecho. Podría solamente inclinarme…

Él da un paso hacia atrás y me mira, su expresión enmascarada, obscena, carnal y estoy pérdida, mis manos atadas, pero sólo mirando su hermoso rostro, leyendo su necesidad y ansiedad por mí, puedo sentir la humedad entre mis piernas.
Él camina lentamente a mí alrededor.

—Te ves muy bien atada, señorita Steele. Y tu boca inteligente, callada por ahora. Me gusta eso.

De pie frente a mí una vez más, engancha sus dedos en mis bragas y, a un paso lento, las desliza por mis piernas, desnudándome con agonizante lentitud, de modo que termina arrodillándose en frente de mí. Sin apartar los ojos de mí, estruja mis bragas en su mano, las sostiene sobre su nariz e inhala profundamente. ¿Acaba de hacer eso? Me sonríe pícaramente y las guarda en el bolsillo de sus pantalones.

Levantándose del piso perezosamente como un gato montés, pone la punta de la fusta a la altura de mi ombligo, rodeándolo sin prisas, tentándome. Con el roce del cuero, me estremezco y jadeo. Él camina a mí alrededor de nuevo, deslizando la fusta por la mitad de mi cuerpo. En su segundo circuito, repentinamente me da un latigazo con la fusta y golpea bajo mi parte trasera… contra mi sexo. Grito de sorpresa mientras todas mis terminaciones nerviosas se alertan. Empujo contra mis restricciones. La sorpresa se desliza a través de mí y es la sensación más dulce, rara y placentera.

—Calma —susurra mientras camina a mí alrededor de nuevo, la fusta ligeramente más arriba, alrededor de la mitad de mi cuerpo. Esta vez, cuando la azota contra mí en el mismo lugar, lo estoy anticipando… oh, Dios… Mi cuerpo convulsiona con el dulce y punzante latigazo.

Mientras me rodea da un latigazo de nuevo, esta vez golpeando mi pezón y echo mi cabeza hacia atrás cuando mis terminaciones nerviosas cantan. Golpea el otro… un corto, suave y dulce castigo. Mis pezones se endurecen y se alargan por la agresión y gimo audiblemente, tirando de mis esposas de cuero.

—¿Se siente bien? —susurra él.

—Sí.

Me golpea de nuevo a través de mis nalgas. La fusta arde esta vez.

—¿Sí qué?

—Sí, Amo —gimoteo.

Se detiene… pero ya no puedo verlo. Mis ojos están cerrados mientras intento absorber la multitud de sensaciones que atraviesan mi cuerpo. Muy lentamente, lanza pequeños latigazos de la fusta bajo mi estómago, dirigiéndose al sur. Sé a dónde está llevando esto e intento prepararme psicológicamente para ello, pero cuando golpea mi clítoris, grito en voz alta.

—¡Oh, por favor! —gimo.

—Calma —ordena y me golpea de nuevo en mi trasero.

No esperaba que esto fuera así… estoy perdida. Perdida en un mar de sensaciones. Y repentinamente, él está arrastrando la fusta contra mi sexo, a través de mi vello púbico, bajo la entrada de mi vagina.

—Ve lo mojada que estás por esto, Anastasia. Abre tus ojos y tu boca.

Hago lo que me dice, completamente seducida. Él empuja la punta de la fusta en mi boca, como mi sueño.

—Ve a qué sabes. Chupa. Chupa, nena.

Mi boca se cierra alrededor de la fusta mientras mis ojos se clavan en los suyos. Puedo saborear el rico cuero y la salinidad de mi excitación. Sus ojos están ardiendo. Él está en su elemento.

Saca la punta de mi boca y da un paso al frente, me toma y me besa, su lengua invadiendo mi boca. Envolviendo sus manos a mí alrededor, me empuja contra él. Su peso colisiona con el mío y anhelo tocarlo, pero no puedo, mis manos yacen inútiles sobre mí.

—Oh, Anastasia, sabes tremendamente bien —susurra—. ¿Te hago venir?

—Por favor —ruego.

La fusta da en mi trasero. ¡Ow!

—¿Por favor, qué?

—Por favor, Amo —gimoteo.

Él me sonríe, triunfante.

—¿Con esto? —Sostiene la fusta arriba para que pueda verla.

—Sí, Amo.

—¿Estás segura? —Me mira severamente.

—Sí, por favor, Amo.

—Cierra los ojos.

Aíslo la habitación, lo aíslo a él… a la fusta. Empieza lentos y mordaces latigazos contra mi estómago una vez más. Moviéndose abajo, suaves y pequeños latigazos contra mi clítoris, una, dos, tres veces, una y otra vez, hasta que, finalmente, allí es —no puedo soportar más—, y me vengo, gloriosa, audiblemente, flaqueando. Sus brazos me rodean mientras mis piernas se vuelven gelatina. Me disuelvo en su abrazo, mi cabeza contra su pecho y estoy lloriqueando y gimoteando mientras los remanentes de mi orgasmo me consumen.

Él me levanta y de repente nos estamos moviendo, mis brazos todavía atados sobre mi cabeza y puedo sentir la fría madera de la cruz pulida en mi espalda, está desabrochando los botones de sus pantalones. Me baja contra la cruz rápidamente mientras se pone un condón, luego sus manos envuelven mis muslos y me levanta de nuevo.

—Levanta tus piernas, nena, envuélvelas a mí alrededor.

Me siento tan débil, pero hago lo que pide mientras él envuelve mis piernas a su alrededor y se posiciona debajo de mí. Con una estocada, está dentro de mí y grito de nuevo, escuchando su gemido sofocado en mi oído. Mis brazos están descansando en sus hombros mientras él empuja dentro de mí. Caray, es profundo de esta forma. Él empuja una y otra vez, su rostro en mi cuello, su áspera respiración en mi garganta. Siento la cima más cerca. Caray, no… no de nuevo… no creo que mi cuerpo resistirá otro momento impactante. Pero no tengo opción… y con una inevitabilidad que se está haciendo más familiar, me dejo ir y me vengo de nuevo y es dulce, agonizante e intenso. Pierdo todo el control de mí misma. Zayn me sigue, gritando su liberación a través de dientes apretados y sosteniéndome fuerte y cerca mientras lo hace.

Sale de mí suavemente y me pone contra la cruz, su cuerpo soportando el mío. Desatando las esposas, libera mis manos y ambos caemos al piso. Me empuja a su regazo, acunándome y recuesto mi cabeza contra su pecho. Si tuviera la fuerza, lo tocaría, pero no la tengo. Tardíamente, me doy cuenta que él todavía está usando sus pantalones.

—Bien hecho, nena —murmura—. ¿Te dolió?

—No —susurro. Apenas puedo mantener mis ojos abiertos. ¿Por qué estoy tan cansada?

—¿Esperabas que doliera? —susurra mientras me sostiene cerca, sus dedos apartando algunas hebras de mi cabello fuera de mi rostro.

—Sí.

—Ya ves, la mayor parte de tu miedo está en tu cabeza, Anastasia. —Hace una pausa—. ¿Lo harías de nuevo?

Pienso por un momento mientras la fatiga nubla mi cerebro… ¿De nuevo?

—Sí. —Mi voz es tan suave.

Él me abraza apretadamente.

—Bien. También yo —murmura, luego se inclina y suavemente besa la cima de mi cabeza.

—No he terminado contigo todavía.

No ha terminado conmigo todavía. ¡Santo Dios! No hay forma de que pueda hacer más. Estoy completamente cansada y luchando con el irresistible deseo de dormir. Estoy recostándome contra su pecho, mis ojos están cerrados y él está envuelto a mi alrededor —brazos y piernas— y me siento… a salvo y oh, tan cómoda. ¿Me dejará dormir, tal vez soñar? Mi boca se curva con el tonto pensamiento y volviendo mi cara hacia el pecho de Zayn, inhalo su aroma único y lo olisqueo, pero se tensa inmediatamente… Abro los ojos y lo miro. Él me está mirando fijamente.

—No lo hagas —susurra en advertencia.

Me sonrojo y vuelvo a mirar a su pecho con anhelo. Quiero besarlo y por primera vez, me doy cuenta de que él tiene unas cuantas cicatrices pequeñas y circulares salpicando su pecho. ¿Varicela? ¿Sarampión? Pienso ausentemente.

—Arrodíllate junto a la puerta —ordena mientras se sienta, poniendo sus manos en sus rodillas, liberándome. Ya no tan cálida, la temperatura de su voz ha caído varios grados.

Tropiezo tontamente hasta ponerme de pie, voy hacia la puerta y me arrodillo como me ha instruido. Estoy temblorosa y muy, muy cansada, monumentalmente confundida. Quién hubiera pensado que podía encontrar tal gratificación en esta habitación. ¿Quién hubiera pensado que sería tan agotador? Mis miembros están deliciosamente pesados, saciados. Mi diosa interna tiene una señal de “No molestar” afuera de su habitación.

Zayn se está moviendo en la periferia de mi visión. Mis ojos empiezan a caerse.

—Te estoy aburriendo, ¿no es así, señorita Steele?

Me despierto de un salto y Zayn está de pie frente a mí, sus brazos cruzados mientras me mira. Oh, Dios, atrapada durante la siesta, esto no va a ser bueno. Sus ojos se suavizan cuando levanto la mirada hacia él.

—Levántate —ordena.

Me pongo de pie cautelosamente. Él me mira fijamente y su boca se curva.

—Estás agotada, ¿no es cierto?

Asiento tímidamente, sonrojándome.

—Resistencia, señorita Steele. —Entrecierra los ojos en mi dirección—. No he terminado contigo todavía. Sostén tus manos al frente como si estuvieras rezando.

Parpadeo hacia él. ¡Rezando! Rezando para que vayas más lento conmigo. Hago lo que me dice. Toma la abrazadera de plástico y la sujeta alrededor de mis muñecas, apretando el plástico. Infiernos. Mis ojos vuelan a los suyos.

—¿Luce familiar? —pregunta él, incapaz de esconder su sonrisa.

Caray… las abrazaderas plásticas. ¡La Ferretería Clayton! Todo se vuelve claro. Me quedo boquiabierta ante él mientras la adrenalina se apresura a través de mi cuerpo otra vez. De acuerdo —eso ha captado mi atención—, estoy despierta ahora.

—Tengo tijeras aquí. —Las sostiene arriba para que las vea—. Puedo cortarlas en cualquier momento.

Intento separar mis muñecas, probando mis lazos y mientras lo hago, el plástico araña mi piel. Duele un poco, pero si relajo mis muñecas, están bien, la abrazadera no me corta la piel.

—Ven. —Toma mis manos y me conduce hacia la cama de cuatro postes. Me doy cuenta ahora que tiene oscuras sábanas rojas y un grillete en cada esquina.

—Quiero más… mucho, mucho más. —Se inclina y susurra en mi oído. Y los latidos de mi corazón empiezan a retumbar de nuevo. Oh, Dios.

—Pero haré esto rápido. Estás cansada. Sostente al poste —dice.

Frunzo el ceño. ¿No en la cama, entonces? Encuentro que puedo separar las manos y sujeto el poste de madera tallada.

—Más abajo —ordena—. Bien. No te sueltes. Si lo haces, te daré unas palmadas. ¿Entiendes?

—Sí, Amo.

—Bien.

Se para detrás de mí y sujeta mis caderas y luego me levanta rápidamente hacia atrás, de modo que estoy inclinándome hacia adelante, sosteniendo el poste.

—No te sueltes, Anastasia —advierte él—. Voy a follarte duro desde atrás. Sostente al poste para soportar tu peso. ¿Entiendes?

—Sí.

Me da un manotazo a través de mi trasero. 

—Sí, Amo —murmuro rápidamente.

—Separa tus piernas. —Pone su pierna entre las mías y, sosteniendo mis caderas, empuja mi pierna derecha a un lado.

—Así está mejor. Después de esto, te dejaré dormir.

¿Dormir? Estoy jadeando. No estoy pensando en dormir ahora. Se estira y gentilmente acaricia mi espalda.

—Tienes una piel tan hermosa, Anastasia—susurra mientras se inclina y me besa a lo largo de la columna, besos gentiles y ligeros como plumas. Al mismo tiempo, sus manos se mueven hacia mi torso, palmeando mis pechos y, mientras hace esto, atrapa mis pezones entre sus dedos y los aprieta gentilmente.

Sofoco mi gemido cuando siento mi cuerpo entero responder, volviendo a la vida una vez más por él.

Gentilmente, me mordisquea y me chupa en la cintura, apretando mis pezones y mis manos se aprietan en el poste exquisitamente tallado. Sus manos caen a un lado, escucho el ahora familiar rasgar de la lámina y él se quita los pantalones.

—Tienes un trasero tan cautivante y sexy, Anastasia Steele. Lo que me gustaría hacerle. —Sus manos acarician y rodean cada una de mis nalgas, luego sus dedos se deslizan abajo e introduce dos dentro de mí.

—Tan mojada. Nunca decepcionas, señorita Steele —susurra y escucho el asombro en su voz—. Sostente fuerte… esto va a ser rápido, nena.

Agarra mis caderas y se posiciona y me abrazo a mí misma para su asalto. Pero se estira, sujeta mi trenza cerca del final y le da vuelta alrededor de su muñeca junto a mi nuca, sosteniendo mi cabeza en su lugar. Muy lentamente, se mueve dentro de mí, empujando mi cabello al mismo tiempo… oh, la plenitud. Sale de mí lentamente y su otra mano sujeta mi cadera, sosteniéndola fuerte y luego me penetra, empujándome hacia adelante.

—¡Sostente, Anastasia! —grita a través de los dientes apretados.

Me agarro más fuerte alrededor del poste y empujo contra él mientras continúa sus arremetidas despiadadas, una y otra vez, sus dedos hundiéndose en mi cadera. Mis brazos están doliendo, mis piernas se sienten inseguras, mi cuero cabelludo está doliendo por su agarre en mi cabello… y siento que algo se reúne muy profundo dentro de mí. Oh, no… y por primera vez, temo mi orgasmo… si me vengo… colapsaré. Zayn continúa moviéndose duramente contra mí, dentro de mí, su respiración áspera, gimiendo, gruñendo. Mi cuerpo está respondiendo… Siento como acelera. Pero, repentinamente, Zayn se queda inmóvil, empujando realmente profundo.

—Vamos, Anastasia, dámelo —gruñe y mi nombre en sus labios me envía sobre el borde mientras me vuelvo toda cuerpo y sensación de espiral y una dulce, dulce liberación y luego pierdo por completa la conciencia.

Cuando el sentido regresa, estoy yaciendo sobre él. Está en el piso y yo estoy sobre él, mi espalda contra su frente y estoy mirando al techo, toda post-coito, resplandeciente, exhausta. Oh, las marcas, pienso ausentemente, los había olvidado. Zayn huele mi oreja.

—Sostén tus manos arriba.

Mis brazos se sienten como si estuvieran hechos de plomo, pero los levanto. Empuña las tijeras y pasa una hoja bajo el plástico.

—Declaro a esta Anastasia, inaugurada —susurra y corta el plástico.

Río tontamente y froto mis muñecas cuando son liberadas. Siento su sonrisa.

—Ese es un sonido tan adorable —dice con añoranza. Se sienta de repente, tomándome con él de modo que estoy una vez más sentada en su regazo.

—Eso es mi culpa —dice y me mueve de modo que pueda acariciar mis hombros y brazos. Gentilmente, masajea la vida de vuelta a mis miembros.

¿Qué?

Levanto la mirada hacia él, intentando entender qué quiere decir.

—Que no te rías más a menudo.

—No soy muy buena riendo —murmuro, adormilada.

—Oh, pero cuando pasa, señorita Steele, es una maravilla y una alegría para contemplar.

—Que lenguaje más florido, señor Malik —murmuro, intentando mantener mis ojos abiertos.

Sus ojos se suavizan y sonríe.

—Yo diría que te han follado y necesitas dormir.

—Eso no fue florido en absoluto —refunfuño juguetonamente.

Sonríe ampliamente, gentilmente me levanta de él y se levanta, gloriosamente desnudo. Deseo momentáneamente estar más despierta para apreciarlo realmente. Recogiendo sus pantalones, se los pone de nuevo, a lo comando.

—No quiero asustar a Taylor, o a la señora Jones, si vamos al caso —murmura él.

Hmm… deben saber el bastardo pervertido que es. El pensamiento me preocupa.

Se agacha para ayudarme a ponerme de pie y me conduce a la puerta. En la parte trasera de ésta, cuelga una toga gris. Pacientemente, me viste como si fuera una niña pequeña. No tengo la fuerza para levantar mis brazos. Cuando estoy cubierta y respetable, se inclina y me besa cariñosamente, su boca se curva en una sonrisa.

—A la cama —dice.

Oh… no…

—Para dormir —añade de modo tranquilizador cuando ve mi expresión.

De repente, me levanta y me carga, acurrucada contra su pecho, a la habitación al final del corredor en donde, más temprano hoy, la Dra. Greene me examinó. Mi cabeza cae contra su pecho. Estoy exhausta. No recuerdo alguna vez haber estado así de cansada. Retirando el edredón, me acuesta e incluso más sorpresivamente, se sube a mi lado y me sostiene cerca.

—Duerme ahora, chica hermosa —susurra y besa mi cabello.

Y antes de que pueda hacer un comentario burlón, estoy dormida

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