sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 15.

Zayn está pasando ambas manos por su cabello y caminando de un lado a otro por su estudio. Dos manos, eso es doble exasperación. Su control sólido usual se ha esfumado.

―No entiendo por qué no me dijiste ―me crítica severamente.

―El tema nunca surgió. No tengo el hábito de revelar mi estatus sexual a todo el que conozco. Quiero decir, apenas si nos conocemos.

Estoy mirando mis manos. ¿Por qué me estoy sintiendo culpable? ¿Por qué está tan enojado? Le doy una mirada.

―Bueno, tú sabes mucho sobre mí ahora ―chasquea, su boca se presiona en una línea severa―. ¡Sabía que eras inexperta, pero virgen! ―Lo dice como si realmente fuera una mala palabra―. Rayos, Anastasia, acabo de mostrarte. Puede que Dios me perdone. ¿Alguna vez has sido besada, sin contarme a mí?

―Por supuesto que sí. ―Hago mi mejor esfuerzo para lucir ofendida. De acuerdo… quizás dos veces.

―¿Y un joven agradable no ha caído rendido a tus pies? Simplemente no entiendo. Tienes veintiuno, casi veintidós. Eres hermosa.

Pasa sus manos por su cabello otra vez.

Hermosa. Me sonrojo, complacida. Zayn Malik piensa que soy hermosa. Anudo mis dedos, mirándolos fijamente, tratando de ocultar mi sonrisa tonta. Quizás es corto de vista, mi subconsciente ha levantado su cabeza, sonámbula. ¿Dónde estaba cuando la necesitaba?

―Y estás discutiendo con seriedad lo que quiero hacer, cuando no tienes experiencia. ―Sus cejas se juntan― ¿Cómo has evitado el sexo? Dime, por favor.

Me encojo de hombros.

―No ha habido nadie en realidad, ya sabes. ―Nadie ha estado a la altura, sólo tú. Y resultaste ser alguna clase de monstruo―. ¿Por qué estás tan enojado conmigo? ―susurro.

―No estoy enojado contigo, estoy enojado conmigo. Simplemente asumí…―Suspira. Me mira con astucia y luego sacude su cabeza― ¿Quieres irte? ―pregunta, su voz gentil.

―No, a menos que quieras que me vaya ―murmuro. Oh no… no quiero irme.

―Por supuesto que no. Me gusta tenerte aquí. ―Él frunce el ceño mientras dice esto y luego mira su reloj― Es tarde. ―Y se gira para mirarme―Estás mordiéndote el labio. ―Su voz es ronca y está mirándome especulativamente.

―Lo siento.

―No te disculpes. Es sólo que también quiero morderlo.

Jadeo… ¿cómo puede decirme cosas como esa y esperar que no esté afectada?

―Ven ―murmura.

―¿Qué?

―Vamos a rectificar la situación ahora mismo.

―¿Qué quieres decir? ¿Qué situación?

―Tu situación. Anastasia, voy a hacerte el amor, ahora.

―Oh. ―El piso se ha desmoronado. Soy una situación. Estoy sosteniendo mi respiración.

―Si es que quieres hacerlo, quiero decir, no quiero empujar mi suerte.

―Creí que tú no hacías el amor. Creí que follabas. ―Trago saliva, mi boca repentinamente seca.

Me da una sonrisa maliciosa, los efectos de ésta viajan todo el camino hasta allí.

―Puedo hacer una excepción o quizás combine los dos, ya veremos. Realmente quiero hacerte el amor. Por favor, ven a mi cama conmigo. Quiero que nuestro acuerdo funcione, pero realmente necesitas tener alguna idea de en qué te estás metiendo. Podemos empezar tu entrenamiento esta noche, con lo básico. Esto no significa que todo vaya a volverse corazones y flores, es un medio para un fin, pero uno que quiero, y que espero que tú también. ―Su mirada miel es intensa.

Me sonrojo… oh Dios mío… los deseos se hacen realidad.

―Pero no he hecho todas las cosas que exiges de tu lista de reglas. ―Mi voz está entrecortada, vacilante.

―Olvídate de las reglas. Olvídate de todos esos detalles por esta noche. Te deseo. Te he deseado desde que entraste en mi oficina y sé que me deseas. No estarías sentada aquí discutiendo calmadamente sobre castigos y límites estrictos si no lo quisieras. Por favor, Anastasia, pasa la noche conmigo.

Extiende su mano en mi dirección, sus ojos están brillantes, ardientes… excitados y pongo mi mano en la suya. Él me empuja hacia sus brazos así que puedo sentir la longitud de su cuerpo contra el mío, esta acción rápida me toma por sorpresa. Pasa sus dedos alrededor de mi cuello, enrolla mi cola de caballo alrededor de su muñeca y empuja gentilmente, así que me veo obligada a mirar arriba hacia él. También me mira.

―Eres una joven valiente ―susurra―. Estoy impresionado.

Sus palabras son como alguna clase de artefacto incendiario; mi sangre arde. Se inclina, besa mis labios gentilmente y chupa mi labio inferior.

―Quiero morder este labio ―murmura contra mi boca y cuidadosamente tira de éste con sus dientes. Gimo y él sonríe. ―Por favor, Anastasia, déjame hacerte el amor.

―Sí ―susurro, porque esa es la razón por la que estoy aquí.

Su sonrisa es triunfante mientras me libera, toma mi mano y me lleva a través del apartamento.

Su habitación es enorme. Las ventanas dejan ver un Seattle iluminado y elevado. Las paredes son blancas y los muebles son azul pálido. La cama enorme es ultra-moderna, hecha de madera gris y áspera, cuatro postes pero sin dosel. Sobre la pared encima de estos hay una pintura impresionante del mar.

Estoy temblando como una hoja. Esto es. Finalmente, después de todo este tiempo, voy a hacerlo, con nadie más que Zayn Malik. Mi respiración es superficial y no puedo quitarle los ojos de encima. Él se quita su reloj y lo pone sobre la parte superior de un mueble con cajones a juego con la cama y se quita la chaqueta, dejándola sobre la silla. Está vestido con una camisa de lino blanco y pantalones. Es de una belleza sorprendente. Su cabello cobrizo oscuro es un desastre, su camisa está por fuera, sus ojos mieles audaces y deslumbrantes. Se quita sus Converse, se estira y se saca las medias, una por una. Los pies de Zayn Malik… vaya… ¿qué tienen los pies descalzos? Girándose, me mira, su expresión suave.

―Asumo que no tomas la píldora.

¡Qué! 

―Pensé que no. ―Abre el cajón superior del mueble y saca un paquete de condones. Me mira atentamente.

―Prepárate ―murmura―. ¿Quieres las cortinas cerradas?

―No me importa ―susurro― Pensé que no dejabas que nadie durmiera en tu cama.

―¿Quién dice que vamos a dormir? ―murmura suavemente.

―Oh.

Camina lentamente hacia mí. Confiado, sexy, sus ojos ardientes y mi corazón empieza a palpitar. Mi sangre está bombeando alrededor de mi cuerpo. Deseo, denso y caliente llena mi estómago. Él se para frente de mí, mirándome a los ojos. Es jodidamente atractivo.

―Vamos a quitar esta chaqueta, ¿de acuerdo? ―dice suavemente, toma las solapas y desliza gentilmente mi chaqueta por mis hombros. La deja sobre la silla.

―¿Tienes idea de lo mucho que te deseo, Anastasia Steele? ―susurra.

Mi respiración se entrecorta. No puedo quitar mis ojos de los suyos. Se estira y gentilmente pasa sus dedos desde mi mejilla hasta mi barbilla.

―¿Tienes alguna idea de lo que voy a hacerte? ―agrega, acariciando mi barbilla.

Los músculos dentro de la parte más profunda y más oscura de mí se aprietan de la forma más deliciosa. El dolor es tan dulce y agudo que quiero cerrar mis ojos, pero estoy hipnotizada por los ojos mieles mirándome fervientemente.

Inclinándose, me besa. Sus labios son demandantes, firmes y lentos, moldeando los míos. Empieza a desabotonar mi camisa mientras deja besos como toques de plumas sobre mi mandíbula, mi barbilla y las esquinas de mi boca. Lentamente la quita y la deja caer al suelo. Retrocede y me mira. Tengo un sostén de ajuste perfecto de color azul claro. Gracias al cielo.

―Oh, Anastasia ―respira―. Tienes la piel más hermosa, pálida y perfecta. Quiero besar cada centímetro de tu cuerpo.

Me sonrojo. Oh Dios mío… ¿Por qué dijo que no podía hacerme el amor? Haré cualquier cosa que quiera. Toma mi lazo para el cabello, lo quita y jadea cuando mi cabello cae en cascadas alrededor de mis hombros.

―Me gustan las blancas ―murmura y sus manos están en mi cabello, agarrando cada lado de mi cabeza.

Su beso es demandante, su lengua y labios miman los míos. Gimo y mi lengua encuentra tentativamente la suya. Pone sus brazos a mí alrededor y me arrastra contra su cuerpo, apretándome con fuerza. Una mano permanece en mi cabello, la otra viaja por mi espina dorsal hasta mi cintura y luego a mi trasero. Sus manos se flexionan sobre él y aprieta gentilmente. Me sostiene contra sus caderas y siento su erección, que lánguidamente empuja hacia mí.

Gimo una vez más en su boca. Difícilmente puedo contener las sensaciones desenfrenadas o las hormonas que se alborotan a través de mi cuerpo. Lo deseo con tantas ganas.

Tomando la parte superior de sus brazos, siento sus bíceps, él es sorprendentemente fuerte… muscular. Tentativamente, muevo mis manos a su rostro y hacia su cabello. Es tan suave, revuelto. Tiro gentilmente y él gime. Me lleva hacia la cama, hasta que la siento detrás de mis rodillas. Creo que va a empujarme sobre ella, pero no lo hace. Liberándome, repentinamente cae sobre sus rodillas. Agarra mis caderas con ambas manos y recorre con su lengua alrededor de mi ombligo, luego mordisquea gentilmente su camino hasta el hueso de mi cadera, luego sobre mi vientre hasta el otro lado.

―Ah ―gimo.

Mirarlo sobre sus rodillas en frente de mí, sentir su boca sobre mí, es tan inesperado y caliente. Mis manos permanecen en su cabello, empujando gentilmente mientras trato de tranquilizar mi respiración demasiado fuerte. Me mira a través de esas pestañas imposiblemente largas, sus ojos de un miel ardiente. Sus manos alcanzan y deshacen el botón de mis jeans y sin prisas baja la cremallera. Sin quitar sus ojos de mí, sus manos se mueven bajo la pretina, rozándome y moviéndose a mi trasero. Sus manos se deslizan lentamente desde mi trasero a mis muslos, quitando mis jeans mientras lo hace. No puedo alejar mi mirada. Él se detiene y lame sus labios, nunca rompiendo el contacto visual. Se inclina hacia adelante, recorriendo su nariz hasta el vértice entre mis muslos. Lo siento. Allí.

―Hueles tan bien ―murmura y cierra sus ojos, una mirada de placer puro sobre su cara y prácticamente convulsiono.

Se estira y tira de la manta de la cama, luego me empuja gentilmente hasta que caigo sobre el colchón.
Todavía arrodillado, agarra mi pie y desata mi Converse, quitándome mi zapato y la media. Me levanto sobre mis codos para ver lo que está haciendo. Estoy jadeando… queriendo. Él levanta mi pie por el talón y corre la uña de su pulgar por el empeine. Es casi doloroso, pero siento que el movimiento hace eco en mi ingle. Jadeo. Sin quitar sus ojos de los míos, otra vez pone su lengua a lo largo de mi empeine y luego sus dientes. Gimo… cómo puedo sentir esto, allí. Me recuesto sobre la cama, gimiendo. Escucho su risita suave.

―Oh, Anastasia, lo que podría hacerte ―susurra. Me quita mi otra media y zapato, luego se para y me quita los jeans. Estoy acostada sobre su cama vestida sólo con mi sostén y bragas y él está mirándome.

―Eres muy hermosa, Anastasia Steele. No puedo esperar a estar dentro de ti.

Sus palabras. Él es tan seductor. Me quita la respiración.

―Muéstrame cómo te complaces.

¿Qué? Frunzo el ceño.

―No seas tímida, Anastasia, muéstrame ―susurra.

Sacudo mi cabeza.

―No sé qué quieres decir. ―Mi voz es ronca, difícilmente la reconozco, enlazada con el deseo.

―¿Cómo te haces correr? Quiero verlo.

Sacudo mi cabeza.

―No lo hago ―murmuro. Él levanta sus cejas, asombrado por un momento, sus ojos se oscurecen y sacude su cabeza en incredulidad.

―Bueno, tendremos que ver lo que podemos hacer sobre eso. ―Su voz es suave, desafiante, una amenaza deliciosa y sensual.

Deshace los botones de sus pantalones y lentamente se los baja, sus ojos sobre los míos todo el tiempo. Se inclina sobre mí y, agarrando cada uno de mis tobillos, separa rápidamente mis piernas y se arrastra sobre la cama entre ellas. Se cierne sobre mí. Estoy temblando con necesidad.

―Quédate quieta ―murmura y luego se inclina y besa el interior de mi muslo, dejando un rastro de besos hacia arriba, sobre el material de encaje delgado de mis bragas, besándome.

Oh… no puedo quedarme quieta. ¿Cómo no puedo moverme? Me retuerzo bajo él.

―Vamos a tener que trabajar en que te quedes quieta, nena.

Deja besos sobre mi vientre, su lengua se hunde en mi ombligo. Todavía está dirigiéndose al norte, besándome sobre mi torso.

Mi piel está en llamas. Estoy sonrojada, demasiado caliente, demasiado fría, estoy agarrando la sábana bajo mí. Se tumba a mi lado y su mano viaja desde mi cadera, a mi cintura y hasta mi pecho. Me mira, su expresión ilegible y gentilmente acuna mi pecho.

―Llenas mi mano perfectamente, Anastasia ―murmura y hunde su dedo índice en la copa de mi sostén y gentilmente la tira hacia abajo liberando mi pecho, pero el alambre de abajo y la tela de la copa lo fuerzan hacia arriba. Su dedo se mueve a mi otro pecho y repite el proceso. Mis pechos están hinchados y mis pezones se endurecen bajo su mirada firme. Estoy atada por mi propio sostén.

―Muy lindo ―susurra apreciativamente y mis pezones se endurecen incluso más.

Sopla muy suavemente sobre uno mientras su mano se mueve a mi otro pecho y su pulgar gira lentamente al final de mi pezón, alargándolo. Gimo, sintiendo la dulce sensación hasta en mi ingle.

Estoy tan húmeda. Oh por favor, ruego internamente mientras mis dedos aprietan mucho más la sábana. Sus labios se cierran alrededor de mi otro pezón y tira de él. Casi convulsiono.

―Vamos a ver si podemos hacer que te corras de esta manera ―susurra, continuando su asalto lento y sensual. Mis pezones soportan el peso delicioso de sus dedos hábiles y labios, encendiendo cada terminación nerviosa de mi cuerpo así que mi cuerpo entero canta con dulce agonía, él simplemente no se detiene.

―Oh… por favor ―ruego y echo mi cabeza hacia atrás, mi boca abierta mientras gimo, mis piernas endurecidas. ¿Qué está sucediéndome?

―Vamos, nena ―murmura. Sus dientes se cierran sobre mi pezón y su pulgar y dedo empujan fuerte y me deshago en sus manos, mi cuerpo convulsionando haciéndose añicos en miles de pedazos. Él me besa, profundamente, su lengua en mi boca absorbiendo mis gritos.

Oh Dios mío. Eso fue extraordinario. Ahora sé de qué se trata todo esto. Su mirada baja hacia mí, una sonrisa satisfecha sobre su rostro, aunque estoy segura de que no hay nada más que gratitud y admiración en la mía.

―Eres muy sensible ―respira―. Vas a tener que aprender a controlar eso y va a ser muy divertido enseñarte cómo.
Me besa otra vez.

Mi respiración todavía está entrecortada mientras bajo de mi orgasmo. Su mano se mueve a mi cintura, a mi cadera y luego me acuna, íntimamente… caramba. Su dedo se desliza a través del encaje fino y lentamente hace círculos a mí alrededor… allí. Brevemente cierra sus ojos y su respiración se entrecorta.

―Estás tan deliciosamente húmeda. Dios, te deseo. ―Empuja su dedo en mi interior y grito mientras lo hace una y otra vez. Pasa su mano por mi clítoris y grito una vez más. Empuja en mi interior más y más fuerte. Gimo.

De repente, se sienta, tira de mis bragas y la lanza sobre el suelo. Se quita sus bóxers y su erección se libera. Se estira sobre su mesa de noche y agarra un paquete de aluminio y luego se mueve entre mis piernas, separándolas mucho más. Se pone de rodillas y empuja un condón sobre su considerable longitud.

―No te preocupes ―respira, sus ojos sobre los míos―. También te expandes.―Se inclina, su mano en cada lado de mi cabeza, así se cierne sobre mí, mirándome a los ojos, su mandíbula apretada, sus ojos quemando. Es sólo ahora que me doy cuenta que todavía está vistiendo su camisa.

―¿Realmente quieres hacer esto? ―pregunta suavemente.


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