sábado, 11 de mayo de 2013

Capítulo 22.

—Daría cualquier cosa por saber lo que estás pensando en este mismo momento —murmura. Me sonrojo más. Me sonríe, con una sonrisa malvada— Puedo adivinar —bromea en voz baja.

—Me alegro de que no puedas leer mi mente.

—Tu mente, no, Anastasia, pero tu cuerpo, ese lo he llegado a conocer bastante bien desde ayer. —Su voz es sugerente.

¿Cómo es que cambia tan rápidamente de un estado de ánimo al otro? Es tan voluble... es difícil mantener el ritmo.
Le hace gestos a la camarera y le pide la cuenta. Una vez que ha pagado, se para y me extiende su mano.

—Ven. —Tomando mi mano en la suya, me lleva de nuevo al automóvil.

Este contacto, piel con piel, es lo que es tan inesperado de él, es normal, íntimo. No puedo conciliar este gesto común, tierno, con lo que él quiere hacer en esa habitación... El Salón Rojo del Dolor.

Estamos en silencio en el viaje de Olympia a Vancouver, ambos perdidos en nuestros propios pensamientos. Cuando estaciona afuera de mi departamento, son las cinco de la tarde. Las luces están encendidas, Kate está en casa. Empacando, sin duda, a menos que Elliot todavía esté allí. Apaga el motor y me doy cuenta de que voy a tener que dejarlo.

—¿Quieres entrar? —le pregunto.

No quiero que se vaya. Quiero prolongar nuestro tiempo juntos.

—No. Tengo trabajo que hacer —dice simplemente, mirándome, una expresión inescrutable.

Miro abajo hacia mis manos mientras junto mis dedos. De repente, me siento emocional. Él se va. Estirando su mano, toma una de las mías y lentamente la lleva hasta su boca, con ternura besando el dorso de mi mano, como un gesto dulce y pasado de moda. Mi corazón salta hasta mi boca.

—Gracias por este fin de semana, Anastasia. Ha sido... el mejor. ¿Miércoles? ¿Te recogeré en el trabajo, desde cualquier lugar? —dice en voz baja.

—Miércoles —susurro.

Besa mi mano de nuevo y la coloca de vuelta en mi regazo. Sale, da la vuelta hacia mi lado y abre la puerta del pasajero. ¿Por qué me siento de repente desprovista? Un nudo se forma en mi garganta. No debo permitir que me vea así. Fijando una sonrisa en mi cara, salgo fuera del coche y continúo por el camino, sabiendo que tengo que enfrentarme a Kate, temiendo enfrentarme a Kate. Me doy la vuelta y lo miro a medio camino. Barbilla arriba Steele, me reprendo a mí misma.

—Oh… por cierto, llevo tu ropa interior. —Le ofrezco una pequeña sonrisa y levanto la cinturilla de los boxer que llevo para que pueda ver. La boca de Zayn cae abierta, sorprendida. Qué gran reacción. Mi humor cambia inmediatamente y entro pavoneándome en la casa, parte de mí queriendo saltar y lanzar el puño al aire. ¡SÍ! Mi diosa interior está encantada.

Kate está en la sala de estar empaquetando sus libros en cajas.

—Estás de vuelta. ¿Dónde está Zayn? ¿Cómo estás? —Su voz es agitada, ansiosa y salta hacia mí agarrando mis hombros, analizando mi rostro minuciosamente antes incluso de que hubiera dicho hola.

Tengo que tratar con la persistencia y la tenacidad de Kate y estoy en posesión de un documento legal firmado diciendo que no puedo hablar. No es una mezcla saludable.

—Bueno, ¿cómo fue? No pude parar de pensar en ti —Sonríe maliciosamente.

No puedo dejar de sonreír ante su preocupación y su ardiente curiosidad, pero de repente, me siento tímida. Me sonrojo. Fue muy privado. Todo ello. Ver y saber lo que Zayn tiene que esconder. Pero tengo que darle algunos detalles, porque no me dejará en paz hasta que lo haga.

—Fue bien, Kate. Muy bien, creo —digo tranquilamente, intentando esconder mi vergonzosa sonrisa que lo dice todo.

—¿Tú crees?

—No tengo nada para compararlo, ¿no? —Me encojo de hombros en tono de disculpa.

—¿Te hizo llegar?

Es muy contundente. Me vuelvo de color escarlata.

—Sí —murmuro, exasperada.

Kate me empuja al sofá y nos sentamos. Estrecha mis manos.

—Eso está bien. —Kate me mira con incredulidad—Fue tu primera vez. Wow, Zayn debe saber realmente lo que está haciendo.

Oh Kate, si tú supieras.

—Mi primera vez fue horrible —continúa, haciendo una cara de comedia triste.

—¿Oh? —Esto me tiene interesada, es algo que nunca antes había divulgado.

—Sí, Steve Paton. Escuela secundaria, un deportista. —Se estremece— Fue rudo. No estaba preparada. Ambos estábamos borrachos. Tú sabes… el típico desastre adolescente post-baile. Ugh… me llevó meses antes de decidir probar otra vez. Y no con él, la maravilla sin agallas. Era demasiado joven. Tuviste razón al esperar.

—Kate, eso suena horrible.

Kate parece pensativa.

—Sí, me llevó casi un año tener mi primer orgasmo a través del sexo con penetración y aquí estás tú… ¿la primera vez?

Asiento tímidamente. Mi diosa interior se sienta en la posición del loto pareciendo serena, excepto por la disimulada y autocomplaciente sonrisa en su rostro.

—Me alegro de que la perdieras con alguien que sabe diferenciar entre su pene y su codo. —Me guiña el ojo— Así que, ¿cuándo vas a verlo de nuevo?

—El miércoles. Vamos a cenar.

—¿Así que todavía te gusta?

—Sí. Pero no sé acerca del… futuro.

—¿Por qué?

—Él es complicado, Kate. Tú sabes… vive en un mundo muy diferente al mío. —Gran excusa. Creíble también. Mucho mejor que: Tiene un Salón Rojo del Dolor y quiere hacerme su esclava sexual.

—Oh por favor, no dejes que esto sea por el dinero, Anastasia. Elliot dice que es muy insólito para Zayn salir con alguien.

—¿Lo dijo? —Mi voz se alza varias octavas.

¡Demasiado obvia, Steele! Mi subconsciente me mira, meneando su largo y delgado dedo, entonces se transforma en la balanza de la justicia para recordarme que él podría demandarme si revelo demasiado. Ja… ¿qué va a hacer?, ¿quitarme todo mi dinero? Debo recordar googlear “penalizaciones por romper un acuerdo de no divulgación” mientras hago el resto de mi “investigación”. Es como si me hubieran dado una tarea escolar. Tal vez incluso me gradúe. Me sonrojo, recordando mí A por el experimento en el baño esta mañana.

—Anastasia, ¿qué pasa?

—Sólo recordando algo que Zayn —digo.

—Te ves diferente —dice Kate afectuosamente.

—Me siento diferente. Dolorida —confieso.

—¿Dolorida?

—Un poco. —Me sonrojo.

—Yo también. Hombres —dice con disgusto simulado—. Son animales. —Ambas nos reímos.

—¿Estás dolorida? —exclamo.

—Sí… uso excesivo.

Me río tontamente.

—Cuéntame acerca del uso excesivo de Elliot —pregunto cuando he parado de reír.

Oh, puedo sentirme a mí misma relajándome por primera vez desde que estaba en la cola del bar… antes de la llamada de teléfono que comenzó todo esto, cuando estaba admirando al señor Malik desde la distancia. Felices días sin complicaciones.

Kate se sonroja. Oh Dios… Katherine Michell Kavanagh se vuelve toda Anastasia Lohany Steele conmigo. Me lanza una mirada húmeda. Nunca la había visto reaccionar de esta forma por un hombre antes. Mi mandíbula cae al suelo. ¿Dónde está Kate y qué has hecho con ella?

—Oh, Anastasia. —Deja salir a borbotones—. Él es tan… todo. Y cuando nosotros… oh… realmente bueno. —Difícilmente puede hilvanar una frase, está mal.

—Creo que estás intentando decirme que te gusta.

Asiente, sonriendo como una loca.

—Y voy a verlo el sábado. Nos va a ayudar a mudarnos. —Junta sus manos, da un brinco fuera del sofá y hace piruetas hasta la ventana.

¿Mudanza? Me había olvidado de eso, incluso con las cajas de embalaje rodeándonos.

—Es muy amable de su parte —digo apreciativamente. Puedo llegar a conocerlo también. Quizás pueda darme una visión más clara de su extraño y perturbador hermano—Así que, ¿qué hicieron anoche? —pregunto. Ladea la cabeza hacia mí y eleva las cejas en una mirada de tú-que-crees-*beep*. 

—Más o menos lo que hiciste, aunque cenamos primero. —Me sonríe —¿Estás realmente bien? Pareces un poco agobiada.

—Me siento agobiada. Zayn es muy intenso.

—Sí, puedo ver cómo puede ser. ¿Pero fue bueno contigo?

—Sí —la tranquilizo—. Estoy realmente hambrienta, ¿debería cocinar?

Asiente y recoge dos libros más para empaquetar.

—¿Qué quieres hacer con los libros de catorce mil dólares? —pregunta.

—Voy a devolvérselos.

—¿De verdad?

—Es un regalo exagerado. No puedo aceptarlo, especialmente ahora. —Le sonrío a Kate y ella asiente.

—Te entiendo. Te llegaron un par de cartas y Justin estuvo llamando hora tras hora. Sonaba desesperado.

—Lo llamaré —murmuro evasivamente.

Si le dijera a Kate acerca de Justin, se lo sirve en el desayuno. Recojo las cartas de la mesa del comedor y las abro— ¡Hey, tengo entrevistas! La semana siguiente, en Seattle, ¡para las plazas de practicantes!

—¿Para qué editorial?

—¡Para ambas!

—Te dije que tu GPA (promedio de calificaciones) te abriría puertas, Anastasia.

Kate, por supuesto, ya tiene un cupo de prácticas en el Seattle Times. Su padre conoce a alguien que conoce a alguien.

—¿Cómo se siente Elliot acerca de que vayas a irte lejos? —pregunto.

Kate entra en la cocina, por primera vez esta tarde, está desconsolada.

—Entiende. Parte de mí no quiere irse, pero es tentador tumbarse al sol por un par de semanas. Además, mi mama está soportándolo, pensando que este será nuestro último viaje real en familia antes de que Ethan y yo salgamos de cabeza al mundo al empleo remunerado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario