Respira
hondo. Estoy avergonzada, abochornada. Mierda. ¿Por qué no he echado un vistazo
a la pregunta antes de leerla? ¿Cómo voy a decirle que estoy limitándome a leer
las preguntas? Malditas sean Kate y su curiosidad.
–No,
Anastasia, no soy gay.
Alza
las cejas y me mira con los ojos fríos. No parece contento.
–Le
pido disculpas. Está… bueno… está
aquí escrito.
Ha
sido la primera vez que me ha llamado por mi nombre. El corazón se me ha
disparado y vuelve a arderme las mejillas. Nerviosa, me coloco el mechón de
pelo detrás de la oreja.
Inclina
un poco la cabeza
–¿Las
preguntas no son suyas?
Quiero
que se me trague la tierra
–Bueno…
no. Kate… la señorita Kavanagh… me ha pasado una lista.
–¿Son
compañeras de la revista de la facultad?
Oh,
no. No tengo nada que ver con la revista. Es una actividad extraacadémica de
ella, no mía. Me arden las mejillas.
–No.
Es mi compañera de piso.
Se
frota la barbilla con parsimonia y sus ojos miles me observan atentamente.
–¿Se
ha ofrecido usted para hacer la entrevista? –me pregunta en tono inquietantemente tranquilo.
A
ver, ¿quién se supone que entrevista a quién? Su mirada me quema por dentro y
no puedo evitar decirle la verdad.
–Me
lo ha pedido ella. No se encuentra bien. Le contesto en voz baja, como
disculpándome.
–Esto
explica muchas cosas
Llaman
a la puerta y entra la rubia número dos.
–Señor
Malik, perdone que lo interrumpa, pero su próxima reunión es dentro de dos
minutos.
–No
hemos terminado, Andrea. Cancele mi próxima reunión, por favor.
Andrea
se queda boquiabierta, sin saber que contestar. Parece perdida, el señor Malik
vuelve el rostro hacia ella lentamente y alza las cejas. La chica se pone colorada.
Menos mal, no soy la única.
–Muy
bien, señor Malik. –Murmura,
y sale del despacho.
Él
frunce el ceño y vuelve a centrar su atención en mí.
–¿Por
dónde íbamos, señorita Steele?
Vaya,
ya estamos otra vez con lo de “señorita Steele”.
–No
quisiera interrumpir sus obligaciones.
–Quiero
saber de usted, creo que es lo justo.
Sus
ojos miel brillan de curiosidad. Mierda, mierda ¿Qué pretende? Apoya los codos
en los brazos de la butaca y une las yemas de los dedos de ambas manos frente a
la boca. Su boca me… me desconcentra. Trago saliva.
–No
hay mucho que saber –le
digo volviéndome a ruborizar.
–¿Qué
planes tiene después de graduarse?
Me
encojo de hombros. Su interés me desconcierta. Venirme a Seattle con Kate,
encontrar trabajo…La verdad es que no he pensado mucho más allá de los
exámenes.
–No
he hecho planes, señor Malik. Tengo que aprobar los exámenes finales.
Y
ahora tendría que estar estudiando, no sentada en su inmenso, aséptico y precioso
despacho, sintiéndome incómoda frente a su penetrante mirada.
–Aquí
tenemos un excelente programa de prácticas. –Me dice en tono tranquilo.
Alzo
las cejas sorprendida. ¿Está ofreciéndome trabajo?
–Lo
tendré en cuenta –murmuro
confundida–. Aunque no creo que encaje aquí.
Oh,
no. Ya estoy otra vez pensando en voz alta.
–¿Por
qué lo dice?
Ladea
un poco la cabeza, intrigado, y una ligera sonrisa se insinúa en sus labios.
–Es
obvio, ¿no?
Soy
torpe, desaliñada y no soy rubia.
–Para
mí no.
Su
mirada es intensa y su atisbo de sonrisa ha desaparecido. De pronto siento que
unos extraños músculos me oprimen el estómago. Aparto los ojos de su mirada
escrutadora y me contemplo los nudillos, aunque no los veo. ¿Qué está pasando?
Tengo que marcharme ahora mismo. Me inclino hacia delante para coger la
grabadora.
–¿Le
gustaría que le enseñara el edificio? –me
pregunta.
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