viernes, 5 de julio de 2013

Capítulo 134.

Todo el aire deja mi cuerpo de inmediato. Tomo el teléfono y cubro el micrófono.

—¡Le dijiste! —siseo. Zayn asiente, y sus ojos se amplían ante mi obvia mirada de angustia.

¡Mierda! Tomo una profunda respiración.

―Hola, papá.

―Zayn me acaba de preguntar si puede casarse contigo —dice Ray.

El silencio se extiende entre nosotros y desesperadamente pienso en qué decir. Ray, como es costumbre, permanece en silencio, sin darme una pista de cuál es su reacción ante las noticias.

—¿Qué le dijiste? —respondo entrecortadamente.

―Dije que quería hablar contigo. Es un poco repentino, ¿no lo crees, Anastasia? No lo has conocido por mucho tiempo. Quiero decir, es un tipo agradable, sabe pescar…pero, ¿tan pronto? —Su voz es calmada y medida.

—Sí. Es repentino… espera. —Apresuradamente, dejo el área de la cocina, lejos de la ansiosa mirada de Zayn y me dirijo hacia la gran ventana. Las puertas hacia el balcón están abiertas, y doy un paso hacia la luz del sol. No puedo caminar hacia el límite. Está demasiado arriba.

—Sé que es repentino y todo, pero… bueno, lo amo. Me ama. Quiere casarse conmigo, y nunca habrá nadie más para mí. —Me sonrojo pensando que ésta es probablemente la conversación más íntima que alguna vez he tenido con mi padrastro.

Ray está en silencio al otro lado del teléfono.

—¿Le has dicho a tu madre?

—No.

—Anastasia… sé que él es rico y elegible, ¿pero casarse? Es un paso tan grande. ¿Estás segura?

—Él me da toda la felicidad que busco —susurro.

—Guau —dice Ray tras un momento, su tono más suave.

—Lo es todo.

—Anastasia, Anastasia, Anastasia. Eres una mujer joven tan testaruda. Espero por Dios que sepas lo que estás haciendo. Pásamelo, ¿quieres?

—Claro, papá, ¿y me entregarás en la boda? —pregunto calmadamente.

—Oh, cariño. —Su voz se rompe, y está callado por unos cuantos momentos, la emoción en sus voz trayendo lágrimas a mis ojos— Nada me daría mayor placer —dice eventualmente.

Oh, Ray. Te quiero tanto… trago saliva, para evitar seguir llorando.

—Gracias, papá. Te pasaré a Zayn. Sé gentil con él. Lo amo —susurro.

Creo que Ray está sonriendo al final de la línea, pero es difícil de decir. Siempre es difícil saber con Ray.

—Claro Anastasia. Y ven y visita a este viejo, y trae a Zayn contigo.

Marcho de vuelta al salón —enojada con Zayn por no advertirme—, y le paso el teléfono, mi expresión dejándole saber cuán molesta estoy. Está divertido cuando toma el teléfono y vuelve a su estudio.
Dos minutos después, reaparece.

—Tengo la bendición concedida de mala gana de tu padrastro —dice orgullosamente, tan orgullosamente que, de hecho, me hace reír tontamente, y él me sonríe. Está actuando como si acabara de negociar una nueva fusión o adquisición que, supongo, en algún nivel ha hecho.

—Vaya, eres una buena cocinera mujer.

Zayn traga su último bocado y alza su copa de vino blanco hacia mí. Me ruborizo bajo sus elogios y se me ocurre que solo llegaré a cocinar para él los fines de semana. Frunzo el ceño. Me gusta cocinar. Quizás debería hacerle un pastel por su cumpleaños. Reviso mi reloj. Todavía tengo tiempo.

—¿Anastasia? —Interrumpe mis pensamientos— ¿Por qué me pediste no tomarte fotos?

Su pregunta me sobresalta más porque su voz es engañosamente suave.
Oh… mierda. Las fotos. Miro fijamente abajo, a mi plato vacío, torciendo mis dedos en mi regazo. ¿Qué puedo decir? Me prometí a mí misma no mencionar que encontré su versión de Readers’ Wives (revista de adultos).

—Anastasia—chasquea— ¿Qué pasa? —Me hace saltar, y su voz me ordena mirarlo.

¿Cuándo pensé que él no me intimidaba?

—Encontré tus fotos —susurro.

Sus ojos se amplían en shock.

—¿Has estado en la caja fuerte? —pregunta, incrédulo.

—¿Caja fuerte? No. No sabía que tenías una caja fuerte.

Él frunce el ceño.

—No entiendo.

—En tu armario. La caja. Estaba buscando tu corbata y la caja estaba bajo tus vaqueros… los que normalmente usas en la sala de juegos. Excepto hoy. —Me ruborizo.

Me mira boquiabierto, horrorizado y corre su mano nerviosamente a través de su cabello mientras procesa la información. Frota su barbilla, perdido en sus pensamientos, pero no puede enmascarar la molestia perpleja grabada en su rostro. Abruptamente, sacude la cabeza, exasperado —pero divertido también— y una tenue sonrisa de admiración besa la esquina de su boca. Junta los dedos de sus manos frente a él y se enfoca en mí una vez más.

—No es lo que piensas. Me había olvidado por completo de ellas. Esa caja se ha movido. Esas fotografías pertenecen a mi caja fuerte.

—¿Quién las movió? —susurro.

Él traga.

—Solo hay una persona que podría haber hecho eso.

—Oh. ¿Quién? Y, ¿qué quieres decir con “no es lo que pienso”?
Él suspira e inclina su cabeza hacia un lado y creo que está avergonzado. ¡Debería estarlo! gruñe mi subconsciente.

—Esto va a sonar frío pero… hay una póliza de seguros —susurra, armándose de valor por mi respuesta.

—¿Póliza de seguros?

—Contra la exposición.

El centavo cae y repiquetea incómodamente gira y gira en mi cabeza vacía.

—Oh —murmuro, porque no puedo pensar en qué más decir. Cierro mis ojos. Esto es. Estos son Cincuenta sombras de Mierda, justo aquí, justo ahora.

— Sí, tienes razón —murmuro— Eso suena frío. —Me pongo de pie para aclarar nuestros platos. No quiero saber nada más.

—Anastasia.

—¿Ellas saben? ¿Las chicas… las sumisas?

Él frunce el ceño.

—Por supuesto que saben.

Oh, bueno, eso es algo. Se estira, agarrándome y halándome hacia él.

—Esas fotos se supone que están en la caja fuerte. No son para uso recreativo. —Se detiene— Quizás lo fueron cuando fueron tomadas originalmente. Pero… —Se detiene, implorándome— No significan nada.

—¿Quién las puso en tu armario?

—Solo podría haber sido Leila.

—¿Ella sabe la combinación de tu caja fuerte?

Se encoge de hombros.

—No me sorprendería. Es una combinación muy larga, y la uso tan raramente. Es el número que la tengo escrito abajo y no la he cambiado. —Sacude su cabeza— Me pregunto qué más sabe y si se ha llevado algo más de aquí. —Frunce el ceño, luego vuelve su atención de vuelta a mí—Mira, destruiré las fotos. Ahora si lo deseas.

—Son tus fotos Zayn. Haz con ellas lo que desees —susurro.

—No seas así —dice, tomando mi cabeza en sus manos y sosteniendo mi mirada con la suya— No quiero esa vida. Quiero nuestra vida, juntos.

Santo cielo. ¿Cómo sabe que debajo de mi horror acerca de esas fotos está el hecho de que soy paranoica?

—Anastasia, pensé que exorcizamos a todos esos fantasmas esta mañana. Me siento así. ¿Tú no?

Parpadeo hacia él, rememorando nuestra muy, muy placentera, romántica y francamente sucia mañana en su cuarto de juegos.

—Sí. —Sonrío— Sí, me siento así también.

—Bien. —Se inclina hacia adelante y me besa, plegándome en sus brazos—Las trituraré —murmura—Y luego tengo que trabajar. Lo siento nena, pero tengo una montaña de negocios para terminar esta tarde.

—No pasa nada. Tengo que llamar a mi madre. —Hago una mueca— Luego quiero hacer unas compras y hornearte un pastel.

Él sonríe y sus ojos se iluminan como un niño pequeño.

—¿Un pastel?

Asiento.

—¿Un pastel de chocolate?

—¿Quieres un pastel de chocolate? —Su sonrisa es contagiosa.

Él asiente.

—Veré lo que puedo hacer Sr. Malik.

Me besa una vez más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario