jueves, 4 de julio de 2013

Capítulo 129.

—¿Quince y medio kilos? Nada mal. El papá de Anastasia, sin embargo, mantiene el record. Uno de diecinueve y medio kilos.

—¡Estás bromeando! Nunca lo dijo.

—Feliz cumpleaños, de todas formas.

—Gracias. Así que, ¿dónde te gusta pescar?

Me desconecto. No necesito saber esto. Pero al mismo tiempo estoy aliviada. ¿Lo ves, Zayn? Justin no es tan malo.

Para el momento en que Justin está preparado para irse, ambos están mucho más relajados el uno con el otro. Zayn se cambia rápidamente a una camiseta y unos jeans y descalzo nos acompaña a Justin y a mí al vestíbulo.

—Gracias por dejarme dormir aquí —dice Justin a Zayn mientras estrechan manos.

—Cuando quieras. —Zayn sonríe.

Justin me abraza rápidamente.

—Cuídate, Anastasia.

—Claro. Fue genial verte. La próxima vez tendremos una noche fuera apropiada.

—Te tomo la palabra. —Nos despide con la mano desde dentro del ascensor, y entonces se ha ido.

—Ves, no es tan malo.

—Aún quiere estar dentro de tu ropa interior, Anastasia. Pero no puedo culparlo de eso.

—Zayn, ¡eso no es verdad!

—No tienes idea, ¿o sí? —Me sonríe hacia abajo—Te ha deseado. Mucho tiempo.

Frunzo el ceño.

—Zayn, es solo un amigo, un buen amigo.

Repentinamente me doy cuenta de que sueno como Zayn cuando está hablando de la Sra. Robinson. El pensamiento es inquietante.

Zayn extiende sus manos en un gesto aplacador.

—No quiero pelear —dice suavemente.

¡Oh! No estamos peleando… ¿o sí?

—Yo tampoco.

—No le dijiste que nos vamos a casar.

—No. Pensé que debería decírselo primero a mamá y a Ray.

Mierda. Es la primera vez que pienso en esto desde que dije que sí. Jesús; ¿qué van a decir mis padres?

Zayn asiente.

—Sí, estás en lo cierto. Y yo… um, debería preguntarle a tu padre.

Me río.

—Oh, Zayn; no estamos en el siglo dieciocho.

Santa mierda. ¿Qué dirá Ray? El imaginarme esa conversación me llena de horror.

—Es tradicional. —Zayn se encoge de hombros.

—Hablemos de eso más tarde. Quiero darte tu otro regalo.

Mi intención es distraerlo. El pensar en mi regalo es como un agujero quemando en mi conciencia. Necesito dárselo y ver cómo reacciona.

Me da su sonrisa tímida, y mi corazón se salta un latido. Tanto tiempo como viva, nunca me cansaré de ver esa sonrisa.

—Estas mordiendo tu labio —dice y tira de mi barbilla.

Un estremecimiento recorre mi cuerpo mientras sus dedos me tocan. Sin una palabra, y mientras aún tengo un poco de coraje, tomo su mano y lo llevo de vuelta a la habitación. Suelto su mano, dejándolo parado por la cama, y de debajo de mi lado de la cama, saco las dos cajas de regalo restantes.

—¿Dos? —dice, sorprendido.

Tomo una respiración profunda.

—Compré esta antes del, um… incidente de ayer. No estoy segura de ello ahora.

Rápidamente le entrego uno de los paquetes antes de cambiar de opinión. Me mira, intrigado, sintiendo mi vacilación.

—¿Estás segura de que quieres que lo abra?

Asiento, ansiosamente.

Zayn rompe la envoltura del paquete y mira sorprendido la caja.

—Charlie Tango —susurro.

Sonríe. La caja contiene un pequeño helicóptero de madera con un gran rotor de hélices a energía solar. Lo abre.

—Energía solar —murmura— Wow.

Y, sin apenas darme cuenta, ya está sentado en la cama, montándolo. Lo encaja rápidamente y lo sostiene en la palma de la mano. Un helicóptero azul de madera. Levanta la vista hacia mí con esa gloriosa sonrisa de muchacho cien por cien americano, y luego se acerca a la ventana y, cuando la luz del sol baña el pequeño helicóptero, las hélices empiezan a girar.

—Mira eso —exhala, examinándolo de cerca— Lo que podemos hacer con esta tecnología.

Lo sostiene al nivel de sus ojos, mirando las aspas girar. Está fascinado y es fascinante de ver cómo se pierde a sí mismo en sus pensamientos, mirando el pequeño helicóptero ¿Qué está pensando?

—¿Te gusta?

—Anastasia, lo amo. Gracias. —Me agarra y me besa rápidamente, entonces se gira para mirar el rotor girar— Lo agregaré al planeador en mi oficina —dice distraídamente, mirando las hélices girar.

Mueve su mano fuera de la luz del sol, y las hélices lentamente giran más lento hasta detenerse. No puedo esconder mi sonrisa divide-rostro, y quiero abrazarme a mí misma. Lo ama. Por supuesto, es acerca de tecnología alternativa. Lo olvidé al momento de comprarlo. Colocándolo sobre la cómoda, se gira para encararme.

—Me hará compañía hasta que salvemos a Charlie Tango.

—¿Es salvable?

—No lo sé. Eso espero. Lo extrañaré, de otra forma.

¿Lo? Me sorprendo a mí misma por la pequeña punzada de celos que siento por un objeto inanimado. Mi subconsciente resopla con una risa burlona. La ignoro.

—¿Qué hay en la otra caja? —pregunta, sus ojos amplios con entusiasmo casi infantil.

Dios mío.

—No estoy segura si este regalo es para ti o para mí.

—¿De veras? —pregunta, y sé que he picado su interés.

Nerviosamente le entrego la segunda caja. La sacude gentilmente y ambos oímos el pesado traqueteo. Levanta la mirada hacia mí

—¿Por qué estás tan nerviosa? —pregunta perplejo.

Me encojo de hombros, avergonzada y excitada mientras me sonrojo.
Levanta una ceja hacia mí.

—Me tienes intrigado, señorita Steele —susurra, y su voz corre directo a través de mí, deseo y anticipación reproduciéndose en mi vientre— Tengo que decir que disfruto tu reacción. ¿Qué has estado haciendo? — Entrecierra sus ojos especulativamente.

Sigo con los labios apretados mientras contengo la respiración.
Remueve la tapa de la caja y saca una pequeña tarjeta. El resto del contenido está envuelto en papel tisú. Abre la tarjeta, y sus ojos se oscurecen rápidamente hacia los míos; abriéndose con shock o sorpresa. Simplemente no lo sé.

—¿Hacer cosas rudas contigo? —murmura.

Asiento y trago. Inclina su cabeza a un lado con cautela, evaluando mi reacción, y frunce el ceño. Entonces vuelve su atención de regreso a la caja. Desgarra a través del papel tisú azul pálido y saca una máscara de ojos, algunas pinzas para pezones, un tapón anal, su iPod, su corbata gris-plata; y por último pero no menos importante, las llaves de su sala de juegos.

Me observa, su expresión oscura, ilegible. Oh mierda. ¿Ha sido una mala idea?

—¿Quieres jugar? —pregunta suavemente.

—Sí —suspiro.

—¿Por mi cumpleaños?

—Sí. —¿Puede sonar mi voz más pequeña?

Una miríada de emociones cruza su rostro, ninguna de las cuales puedo situar, pero se decide por ansioso. Hmm… No exactamente la reacción que esperaba.

—¿Estás segura? —pregunta.

—No los látigos y esas cosas.

—Lo entiendo.

—Sí, entonces. Estoy segura.

Sacude su cabeza y mira hacia abajo al contenido de la caja.

—Sexo loco e insaciable. Bien, creo que podemos hacer algo con este lote — murmura casi para sí mismo, entonces pone el contenido de regreso en la caja.

Cuando me mira otra vez, su expresión ha cambiado completamente. Cielo santo, sus ojos mieles queman, y su boca se eleva en una sonrisa lenta y erótica. Extiende su mano.

— Ahora —dice, y no es una petición. Mi vientre se contrae, apretado y duro, profundo, profundamente abajo. Pongo mi mano en la suya.

—Ven —ordena, y lo sigo fuera de la habitación, mi corazón en mi boca.

Deseo corriendo espeso y caliente a través de mi sangre y mi interior se aprieta con hambrienta anticipación. Mi Diosa interior se levanta alrededor de su chaise longue. ¡Finalmente!

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