lunes, 1 de julio de 2013

Capítulo 107.

Presiona algo en la barra, luego empuja, y así mis pies están separados aún más. Whoa, por noventa centímetros. Mi boca se abre, luego tomo un respiro profundo. Mierda, esto es excitante. Estoy en llamas, inquieta y necesitada.

Zayn lame su labio inferior.

—Oh, vamos a tener algo de diversión con esto Anastasia. —Se inclina hacia el separador y lo gira, así quedo recostada de frente. Eso me toma por sorpresa.

—¿Ves lo que puedo hacerte? —dice sombríamente mientras lo gira de nuevo, así estoy de nuevo recostada en mi espalda, con la boca abierta hacia él, jadeante.

—Estas otras esposas son para tus manos. Pensaré en eso. Depende en si te comportas o no.

—¿Cuándo no me comporto?

—Puedo pensar en un par de infracciones —dice suavemente, deslizando sus dedos por las plantas de mis pies. Hace cosquillas, pero la barra me mantiene en mi lugar, aunque trate de retorcerme para alejarme de sus dedos.

—Tu BlackBerry, una.

Jadeo.

—¿Qué vas a hacer?

—Oh, yo nunca revelo mis planes. —Sonríe, sus ojos encendidos por la diablura.

Santo cielo. Es tan alucinantemente sexy, me quita el aliento.
Se arrastra en la cama para arrodillarse entre mis piernas, gloriosamente desnudo, y yo estoy indefensa.

—Mmm. Estás tan expuesta, señorita Steele. —Desliza los dedos de ambas manos en el interior de mis dos piernas, lentamente, con seguridad, dibujando pequeños patrones circulares. Sin nunca perder su contacto visual conmigo.

—Es todo sobre expectación Anastasia. ¿Qué te haré?

Sus suaves palabras penetran en lo más profundo y oscuro de mí. Me retuerzo sobre la cama y gimo. Sus dedos continúan su lento recorrido en mis piernas, pasa la parte de atrás de mis rodillas. Instintivamente, quiero cerrar mis piernas pero no puedo.

—Recuerda, si no te gusta algo, simplemente dime que me detenga —murmura.

Doblándose para besar mi vientre, suaves y succionantes besos, mientras sus manos continúan su camino ascendente hacia el interior de mis muslos, tocando y burlándose.

—Oh, por favor, Zayn —suplico.

—Oh, señorita Steele. He descubierto que puede ser despiadada en sus asaltos amorosos hacia mí, creo que debería devolverle el favor.

Mis dedos agarran el edredón mientras me entrego a él, su boca suavemente va descendiendo, y sus dedos ascendiendo, hacia el vulnerable y expuesto vértice entre mis muslos. Gimo mientras desliza sus dedos en mi interior y encorvo mi pelvis para encontrarlos. Zayn gime en respuesta.

—Nunca dejas de sorprenderme Anastasia. Estás tan mojada —murmura contra la línea que une mi vello púbico con mi vientre. Mi cuerpo se encorva cuando su boca me encuentra.

Empieza un lento y sensual asalto, su lengua gira una y otra vez mientras sus dedos se introducen en mí. Ya que no puedo cerrar mis piernas o moverme, es intenso, realmente intenso. Mi espalda se arquea y trato de absorber las sensaciones.

—Oh, Zayn —grito.

—Lo sé, nena —susurra, y se pone sobre mí y sopla suavemente sobre la parte más sensible de mi cuerpo.

—¡Agh, por favor! —ruego.

—Di mi nombre —ordena.

—Zayn —grito, difícilmente reconozco mi propia voz, se escucha tan aguda y necesitada.

—De nuevo —resopla.

—Zayn, Zayn, Zayn Malik —grito con fuerza.

—Eres mía. —Su voz es suave y mortal y con un último movimiento de su lengua, caigo —espectacularmente— abrazando mi orgasmo, y debido a que mis piernas están separada, sigue y sigue y me pierdo en él.

Vagamente soy consciente de que Zayn me ha puesto de frente.

—Vamos a tratar esto nena. Si no te gusta, o es muy incómodo, me lo dices, y nos detendremos.

¿Qué? Estoy demasiado perdida en el resplandor para formar algún pensamiento consciente o coherente. Estoy sentada en el regazo de Zayn. ¿Cómo pasó esto?

—Inclínate hacia abajo, nena —murmura en mi oído—, cabeza y pecho en la cama.

En medio del aturdimiento hago lo que se me dice. Tira mis dos manos hacia atrás y las ata a la barra, juntos a mis tobillos. Oh… mis rodillas están inmóviles, mi trasero en el aire, totalmente vulnerable, completamente suyo.

—Anastasia, luces tan hermosa. —Su voz llena de maravilla, y escucho el rasgado de una hoja de papel aluminio. Desliza sus dedos desde la base de mi columna hasta mi sexo y se detiene un momento sobre mi trasero.

—Cuando estés lista, quiero esto también. —Su dedo se mete en mí. Jadeo en voz alta y me siento tensa bajo su suave sondeo—No hoy, dulce Anastasia, pero un día… te amaré de todas la maneras. Quiero poseer cada pulgada de ti. Eres mía.

Pienso en la prueba anal, y todo lo que aprieta en mi interior. Sus palabras me hacen gemir, y sus dedos se mueven arriba y giran hacia un territorio más familiar.

Momentos después, me la está metiendo.

—¡Augh! Suave —grito, y se detiene.

—¿Estás bien?

—Suave… déjame acostumbrarme.

Se mete lentamente en mí, luego se sale lentamente, me llena, se extiende en mi interior, dos, tres veces, y no puedo hacer nada.

—Sí, bueno, creo que estoy bien —murmuro, disfrutando de la sensación.

Él gime, y aumenta su ritmo. Moviéndose, moviéndose… implacable… hacia adelante, hacia adentro, llenándome… y es exquisito. Hay alegría en mi desamparo, alegría en mi rendición hacia él, y en el saber de qué puede perderse en mí de la manera en la que le gusta. Puedo hacerlo. Me lleva a esos oscuros lugares, lugares que no sabía que existían, y juntos los llenamos de luz. Oh sí… ardiente, brillante luz.

Me dejo ir, enorgulleciéndome de lo que está haciéndome, encontrando mi dulce, dulce liberación, mientras me vengo de nuevo en voz alta, gritando su nombre. Y se detiene, vertiendo su corazón y su alma en mi interior.

—Anastasia, nena —grita y colapsa a mi lado.

Sus dedos con destreza desatan las correas, y masajea mis tobillos y luego mis muñecas. Cuando ha terminado y soy finalmente libre, me toma en sus brazos y me dejo ir, exhausta.

Cuando emerjo de nuevo, estoy encorvada a su lado y me está mirando. No tengo idea de qué hora es.

—Podría verte dormir por siempre Anastasia —murmura y besa mi frente. Sonrió y me desplazo lánguidamente a su lado.

—No quiero dejarte ir jamás —dice en voz baja y envuelve sus brazos alrededor de mí.

Mmm.

—Nunca querré irme. Nunca me dejes ir —murmuro soñolientamente, mis parpados rehusándose a abrir.

—Te necesito —susurra, pero su voz es distante, etérea parte de mis sueños.

Me necesita… me necesita… y finalmente me dejo caer en la oscuridad, mis últimos pensamientos son los de un pequeño niño con ojos mieles sucio, desordenado, con cabello revuelto sonriendo tímidamente hacia mí.

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