miércoles, 3 de julio de 2013

Capítulo 116.

De regreso en el automóvil, nos dirigimos hacia Seattle, el humor de Zayn se ha levantado considerablemente.

—¿Así que vas a comprarla? —pregunto.

—Sí.

—¿Pondrás Escala a la venta?

Él frunce el entrecejo.

—¿Por qué haría eso?

—Para pagar... —mi voz se arrastra hasta apagarse. Me ruborizo.

Él sonríe con satisfacción.

—Confía en mí, puedo pagarla.

—¿Te gusta ser rico?

—Sí. Muéstrame a alguien que no le guste —dice oscuramente.

De acuerdo, dejemos ese asunto rápidamente.

—Anastasia, vas tener que aprender a ser rica, también, si dices que sí —dice suavemente.

—La riqueza no es algo a lo que haya aspirado alguna vez, Zayn —frunzo el entrecejo.

—Lo sé. Me encanta eso de ti. Pero entonces nunca has tenido hambre —dice simplemente. Sus palabras son inquietantes.

—¿Dónde vamos? —pregunto alegremente, cambiando de tema.

—A celebrarlo. —Zayn se relaja.

¡Oh!

—A celebrar qué, ¿la casa?

—¿Ya te has olvidado? Tu papel del editor suplente.

—Oh sí. —Sonrío ampliamente. Increíblemente, me había olvidado.

—¿Dónde?

—Allá arriba en mi club.

—¿Tu club?

—Sí. Uno de ellos.


El Mile High Club está en el piso setenta y seis de Columbia Tower, superior incluso al apartamento de Zayn. Es muy nuevo y tiene las mejores vistas giratorias sobre Seattle.

—¿Una copa, señora? —Zayn me da una copa de champan helada mientras nos sentábamos en un taburete.

—Vaya, gracias, señor. —Subrayo la última palabra coquetamente, moviendo mis pestañas deliberadamente hacia él.

Él me mira fijamente y su cara se oscurece.

—¿Estás coqueteando conmigo, Srta. Steele?

—Sí, Sr. Malik, lo estoy. ¿Qué vas hacer sobre eso?

—Estoy seguro que puedo pensar en algo —dice, en voz baja— Ven, nuestra mesa está lista.

Cuando nos acercamos a la mesa, Zayn me detiene, con su mano en mi codo.

—Ve y quítate las bragas —me susurra.

¿Ah? Un cosquilleo delicioso corre por mi espina dorsal.

—Ve —ordena en voz baja.

¡Guau! ¿Qué? Parpadeo hacia él. No está sonriendo, está mortalmente serio. Cada músculo debajo de mi cintura se tensa. Le doy mi copa de champán, giro bruscamente en mis talones, y me dirijo hacia el baño.

¡Mierda! ¿Qué va hacer? Quizás el nombre de este club es muy apropiado.
Los baños están a la altura del diseño moderno, todo de madera oscura, granito negro y focos de luz de halógenos estratégicamente colocados. En la intimidad del cubículo, sonrío burlonamente cuando me despojo de mi ropa interior. De nuevo agradezco haberme cambiado por el vestido azul marino. Pensé que era el atuendo adecuado para cumplir con el buen Dr. Flynn, no había esperado que la tarde tomara este inesperado curso.

Ya me estoy emocionando. ¿Por qué él me afecta así? Lamento un poco la facilidad con la que caigo bajo su hechizo. Ahora sé que no pasaremos la tarde hablando de todos nuestros problemas y recientes acontecimientos… ¿pero cómo puedo resistirme a él?
Comprobando mi apariencia en el espejo, mi mirada se ilumina y me ruborizo con excitación. Cuestión de dejarse llevar.

Respiro profundamente y me encamino de regreso al club. Quiero decir, no es como si no hubiera ido nunca sin bragas antes. Mi Diosa interior se cubre con una suave boa de plumas rosa y diamantes, pavoneándose con sus zapatos de fulana.

Zayn se encuentra sentado educadamente cuando regreso a la mesa, con expresión inescrutable. Se le ve perfecto, atractivo, tranquilo, y sereno. Claro, que ahora conozco la diferencia.

—Siéntate a mi lado —dice. Me deslizo en el asiento y él se sienta— He ordenado para ti. Espero que no te importe.

Me devuelve mi copa medio acabada de champán, mirándome intensamente y bajo su escrutinio, mi sangre calienta nuevamente. Él descansa sus manos sobre sus muslos. Y me tenso y abro mis piernas ligeramente.

El camarero llega con un plato de ostras en hielo picado. Ostras. El recuerdo de nosotros dos en el comedor privado del Heathman llena mi mente. Estábamos discutiendo su contrato. Oh chico. Desde entonces hemos recorrido un largo camino.

—Creo que te gustaron las ostras la última vez que las probaste. —Su voz es seductoramente, baja.

—Sólo las he probado una vez hace tiempo —murmuro, con voz entrecortada.

Sus labios se contraen bruscamente con una sonrisa.

—Oh, Srta. Steele... ¿cuándo aprenderás? —Reflexiona.

Él toma una ostra del plato y levanta su otra mano de su muslo. Yo retrocedo con expectación, pero él alcanza una rodaja de limón.

—¿Aprender qué? —pregunto. ¡Dios, mi pulso está acelerado! Sus dedos largos, experimentados exprimen suavemente el limón sobre el marisco.

—Come —dice, sosteniendo la concha cerca de mi boca. Yo abro mis labios, y él pone la concha suavemente en mi labio inferior— Inclina la cabeza hacia atrás despacio —murmura.

Lo hago como me pide y la ostra se desliza por mi garganta. Él no me toca sólo a la concha.

Zayn toma una para él, y luego me da otra a mí. Nosotros continuamos esta tortuosa rutina hasta que toda la docena desaparece. Su piel nunca conecta con la mía. Está haciéndome enloquecer.

—¿Todavía te gustan las ostras? —pregunta cuando trago la última.

Asiento con la cabeza, enrojecida, anhelando su toque.

—Bueno.

Me muevo en mi asiento. ¿Por qué esto está tan excitante?
Él pone su mano casualmente en su propio muslo nuevamente, y yo me derrito.

Ahora. Por favor. Tócame. Mi Diosa interior está de rodillas, desnuda, excepto por sus bragas… mendigando. Él mueve su mano arriba y abajo de su muslo, la levanta, luego vuelve a colocarla donde estaba.

El camarero vuelve a llenar nuestras copas de Champán y de inmediato retira nuestros platos. Momentos más tarde regresa con nuestro plato principal, lubina…—¡no puedo creerlo!— servida con una salsa holandesa, espárragos y patatas salteadas.

—¿Unos de tus platos favoritos, Sr. Malik?

—Definitivamente, Srta. Steele. Aunque creo que era bacalao en el Heathman.

Su mano se mueve en su muslo de arriba abajo. Mi respiración pincha, pero aun así no me toca. Es muy frustrante. Trato de concentrarme en nuestra conversación.

—Me parece recordar que estábamos en un comedor privado, discutiendo los contratos.

—Días felices —dice, sonriendo burlonamente— Esta vez espero conseguir follar contigo. —Él mueve su mano para recoger su cuchillo.


Él toma un bocado de su lubina. Lo está haciendo a propósito.

—No cuentes con ello —murmuro con un mohín y él me mira, divertido— Hablando de contratos —agrego— El contrato de confidencialidad.

—Rómpelo —dice simplemente.

¡Vaya!

—¿Qué? ¿En serio?

—Sí.

—¿Estás seguro de que no me voy a correr al Seattle Times con una revelación? —bromeo.

Él se ríe y es un sonido maravilloso. Parece tan joven.

—No. Confío en ti. Te voy a dar el beneficio de la duda.

Oh. Le sonrío tímidamente.

—Lo mismo digo —dejo escapar.

Sus ojos se iluminan.

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