martes, 14 de mayo de 2013

Capítulo 53. FIN.

Todo su porte cambia en un nanosegundo. Pasando ya del juguetón Zayn, me está mirando como si le hubiera dado una bofetada. Está pálido.

—¿Así es como te sientes? —susurra.

Esas cinco palabras y la forma en que las musita, lo dice todo. ¡Oh, no! Me dicen mucho más sobre él y sobre cómo se siente. Me dicen acerca de su miedo y odio. Frunzo el ceño. No, no me siento tan mal. De ninguna manera. ¿Verdad?

—No. A mí no me afecta tanto como eso, pero te da una idea —murmuro, mirándolo ansiosamente.

—Oh —dice. Maldición. Se ve completa y absolutamente perdido, como si hubiera tirado de la alfombra bajo sus pies. Tomando una profunda respiración, me muevo alrededor de la mesa hasta quedarme de pie frente a él, mirando sus ojos aprensivos— ¿Tanto lo odias? —Suspira, sus ojos llenos de horror.

—Bueno... no —lo tranquilizo. Por Dios, ¿es así como se siente sobre las personas tocándolo? —No. Me siento ambivalente al respecto. No me gusta, pero no lo odio.

—Pero anoche, en la sala de juegos, tú... —Se calla.

—Lo hago por ti, Zayn, porque lo necesitas. Yo no. No me hiciste daño ayer por la noche. Eso fue en un contexto diferente, puedo racionalizar eso internamente y confío en ti. Pero cuando quieres castigarme, me preocupa que vayas a hacerme daño.

Sus ojos mieles brillan como una tormenta turbulenta. El tiempo pasa, se expande y se escapa antes de que él conteste en voz baja.

—Quiero hacerte daño. Pero no más allá de lo que tú no puedas soportar.

—¿Por qué?

Se pasa la mano por su cabello y se encoge de hombros.

—Simplemente lo necesito. —Hace una pausa, mirándome con angustia, cierra los ojos y sacude su cabeza—No puedo decírtelo —susurra.

—¿No puedes o no lo harás?

—No lo haré.

—Así que sabes por qué.

—Sí.

—Pero no me lo dirás.

—Si lo hago, saldrás corriendo y gritando de la habitación y nunca querrás volver. —Me mira con recelo—No puedo arriesgarme a eso, Anastasia.

—Quieres que me quede.

—Más de lo que imaginas. No podría soportar perderte.

Oh, Dios.

Baja la mirada hacia mí y de repente, me atrae a sus brazos y me empieza a besar, besándome apasionadamente. Me toma completamente por sorpresa, siento su pánico y su desesperada necesidad en su beso.


—No me dejes. Has dicho que no me dejarías y me suplicaste que no me marchara en tu sueño —murmura contra mis labios.

Oh... mis confesiones nocturnas.

—No quiero irme. —Y mi corazón se aprieta, retorciéndose de dentro hacia fuera.

Este es un hombre necesitado. Su miedo está desnudo y es obvio, pero está perdido... en algún lugar dentro de su oscuridad. Sus ojos están muy abiertos, sombríos y torturados. Puedo calmarlo. Uniéndome a él brevemente en la oscuridad y trayéndolo hacia la luz.

—Enséñame —susurro.

—¿Enseñarte?

—Enséñame lo mucho que puede dañarme.

—¿Qué?

—Castígame. Quiero saber cuán malo puede llegar a ser.

Zayn da un paso lejos de mí, completamente confundido.

—¿Tratarías?

—Sí. Dije que lo haría. —Pero tengo un motivo. Si hago esto por él, tal vez me deje tocarlo.

Parpadea hacia mí.

—Anastasia, eres tan confusa.

—También estoy confundida. Estoy tratando de resolver esto. Y tú y yo sabremos, de una vez por todas, si puedo hacer esto. Si puedo manejarlo, entonces tal vez tú… —Mis palabras fallan y sus ojos se abren de nuevo. Él sabe que me estoy refiriendo a la cosa de tocar. Por un momento, se ve roto, pero entonces, una firme determinación se asienta en sus rasgos y entorna sus ojos, mirándome especulativamente, como si sopesara alternativas.

De repente, toma mi brazo en un agarre firme y se da vuelta, dirigiéndome fuera de la gran sala, escaleras arriba y hacia la sala de juegos. Placer y dolor, recompensa y castigo… sus palabras de hace tiempo hacen eco en mi mente.

—Te voy a mostrar lo malo que puede ser y puedes hacerte tu propia opinión. —Hace una pausa en la puerta— ¿Estás lista para esto?

Asiento, decidida y estoy vagamente mareada, débil mientras toda la sangre deja mi cara.

Él abre la puerta y sin soltar mi brazo, agarra lo que parece ser un cinturón del estante junto a la puerta, entonces, me lleva hasta el banco de cuero rojo en la esquina de la habitación.

—Inclínate sobre el banco —murmura en voz baja.

Bien. Puedo hacer esto. Me inclino sobre el cuero liso y suave. Ha dejado mi bata puesta. En una parte tranquila de mi cerebro, estoy vagamente sorprendida de que no me ha hecho quitármela. Santo Dios, esto va a doler... lo sé. Mi subconsciente se ha desmayado y mi diosa interior está tratando de parecer valiente.

—Estamos aquí porque dijiste que sí, Anastasia. Y corriste de mí. Voy a golpearte seis veces y vas a contar conmigo.

¿Por qué diablos no acaba con esto de una vez? Siempre hace un disfrute el castigarme. Pongo los ojos en blanco, sabiendo muy bien que no puede verme.

Levanta el borde de mi bata de baño y por alguna razón, se siente más íntimo que estar desnuda. Acaricia suavemente mi trasero, pasando su cálida mano por todas partes en ambos glúteos y hasta la parte superior de mis muslos.

—Estoy haciendo esto para que recuerdes que no debes huir de mí y por más emocionante que sea, no quiero que vuelvas a hacerlo —susurra. Y la ironía no se me escapa. Estaba corriendo para evitar esto. Si abriera sus brazos, correría hacia él, no lejos de él— Y pusiste tus ojos en blanco. Sabes cómo me siento acerca de eso.

De repente, se ha ido… ese nerviosismo y miedo en su voz. Está de vuelta a donde estaba. Lo oigo en su tono, en la forma en que coloca sus dedos en mi espalda, sosteniéndome… y la atmósfera en la habitación cambia.
Cierro mis ojos, preparándome para el golpe. Viene duro, rompiendo a través de mi lado posterior y la mordedura del cinturón es todo lo que temía. Grito de forma involuntaria y tomo una enorme bocanada de aire.

—¡Cuenta, Anastasia! —ordena.

—¡Uno! —grito y suena como un insulto.

Me golpea de nuevo y el dolor pulsa y hace eco a lo largo de la línea del cinturón.

Dios... esto no fue buena idea.

—¡Dos! —grito. Se siente tan bien gritar.

Su respiración es irregular y dura. Mientras que la mía es casi inexistente mientras desesperadamente escarbo alrededor de mi psique en busca de algo de fuerza interna. El cinturón corta en mi carne de nuevo.

—¡Tres! —Lágrimas inoportunas brotan de mis ojos. Por Dios, esto es más difícil de lo que pensaba, mucho más difícil que las nalgadas. No está reservándose nada.

—¡Cuatro! —grito cuando el cinturón me golpea otra vez y ahora las lágrimas corren por mi rostro. No quiero llorar. Me enoja el estar llorando. Me golpea de nuevo.

—¡Cinco! —Mi voz es más un sollozo ahogado, estrangulado y en este momento, creo que lo odio. Uno más, puedo hacer uno más. Mi trasero se siente como si estuviera en llamas.

—¡Seis! —susurro mientras el abrasador dolor corta a través de mí otra vez. Lo escucho dejar caer el cinturón detrás de mí y me está tirando a sus brazos, sin aliento y compasivo... y no quiero nada de él.

—Déjame ir... no... —Y me encuentro luchando por salir de su agarre, dándole un empujón. Luchando con él—. ¡No me toques! —siseo.

Me enderezo y lo miro y me está mirando como si yo pudiera salir corriendo, con grandes ojos mieles, desconcertado. Seco furiosamente las lágrimas de mis ojos con el dorso de mis manos, mirándolo.

—¿Esto es lo que realmente te gusta? Yo, ¿de esta manera? —Uso la manga de la bata de baño para limpiar mi nariz. Me mira con recelo— Bueno, eres un jodido hijo de puta.

—Anastasia—suplica, sorprendido.

—¡No te atrevas a decirme Anastasia! ¡Necesitas ordenar tu mierda, Malik! —Y con eso, me dirijo con rigidez y salgo de la sala de juegos, cerrando la puerta sin hacer ruido detrás de mí.

Estrecho la manija de la puerta detrás de mí y brevemente me recuesto contra la puerta. ¿A dónde ir? ¿Me voy? ¿Me quedo? Estoy tan molesta, hirvientes lágrimas de rabia resbalan por mis mejillas y las seco con furia. Sólo quiero acurrucarme. Acurrucarme y recuperarme de alguna manera. Sanar mi fe rota. ¿Cómo pude haber sido tan idiota? Por supuesto que duele.

Tentativamente, froto mi trasero. Y efectivamente duele. ¿A dónde ir? No a su habitación. Mi habitación o la habitación que sería mía, no es mía... era mía. Es por esto que quería que la mantuviera.
Sabía que necesitaría distancia de él.

Me dirijo rígida en esa dirección, consciente de que Zayn puede seguirme. Está todavía oscuro en el dormitorio, el amanecer sólo un susurro en el horizonte. Subo con torpeza a la cama, con cuidado de no sentarme en mi dolorido y delicado trasero. Me quedo con la bata de baño, envolviéndola alrededor de mí, me acurruco y realmente me dejo ir, sollozando con fuerza en mi almohada.

¿Qué estaba pensando? ¿Por qué le dejé hacerme esto? Quería la oscuridad, explorar lo malo que podría ser… pero es demasiado oscuro para mí. No puedo hacer esto. Sin embargo, esto es lo que él hace, así es como se excita.

Que monumental llamada de atención. Y para ser justos con él, me advirtió y me advirtió, una y otra vez. No es normal. Tiene necesidades que no puedo cumplir.

Me doy cuenta de eso ahora. No quiero que me golpee de esa manera otra vez, nunca. Pienso en el par de veces que me ha golpeado y lo fácil que era para mí en comparación. ¿Es eso suficiente para él? Lloro con más fuerza en la almohada. Lo voy a perder. No va a querer estar conmigo si no le puedo dar esto. ¿Por qué, por qué, por qué me he enamorado de Cincuenta Sombras? ¿Por qué? ¿Por qué no puedo amar a Justin o a Paul o alguien como yo?

Oh, su mirada angustiada mientras me iba. Fui tan cruel, tan conmocionada por la barbarie... ¿me perdonara... lo perdonaré? Mis pensamientos son todos locos y confusos, haciéndose eco y rebotando en el interior de mi cráneo. Mi subconsciente está sacudiendo tristemente su cabeza, y mi diosa interior no está por ningún lado. Oh, esto es una mañana oscura del alma para mí. Estoy tan sola. Quiero a mi mamá. Recuerdo sus palabras de despedida en el aeropuerto: “Sigue tu corazón, cariño, y por favor, por favor… trata de no sobre pensar las cosas. Relájate y disfruta. Eres tan joven, cariño, tienes mucho que experimentar, simplemente deja que suceda. Te mereces lo mejor de todo.”
Me dejé llevar por mi corazón y tengo un trasero adolorido y un angustiado y roto espíritu para demostrarlo. Me tengo que ir. Eso es todo... Tengo que irme. No es bueno para mí y no soy buena para él. ¿Cómo podemos hacer que esto funcione? Y la idea de no volver a verlo casi me ahoga... mi Cincuenta Sombras.

Escucho a la puerta hacer clic al abrir. Oh, no… está aquí. Pone algo en la mesita de noche y la cama se mueve bajo su peso mientras sube detrás de mí.

—Shhh—respira y quiero separarme de él, moverme hacia el otro lado de la cama, pero estoy paralizada. No me puedo mover y me quedo quieta con rigidez, sin ceder en absoluto—No pelees conmigo, Anastasia, por favor —susurra.

Suavemente, me tira en sus brazos, hundiendo la nariz en mi cabello, besando mi cuello—. No me odies —murmura suavemente contra mi piel, su voz dolorosamente triste.

Mi corazón se aprieta de nuevo y libero una nueva ola de sollozos silenciosos. Sigue besándome suavemente, tiernamente, pero me mantengo distante y cautelosa.

Nos acostamos juntos así, ninguno dice nada durante mucho tiempo. Sólo me sostiene y, muy gradualmente, me relajo y dejo de llorar. El amanecer va y viene y la suave luz se hace más brillante al moverse la mañana y todavía yacemos en silencio.

—Te he comprado Advil y un poco de crema de árnica —dice después de un largo tiempo.

Me vuelvo muy lentamente en sus brazos para poder enfrentarme a él. Descanso la cabeza sobre su brazo.
Miro su hermoso rostro. No está dando nada, pero mantiene sus ojos en los míos, apenas parpadeando. Oh, es increíblemente guapo. En tan poco tiempo se ha convertido en alguien muy, muy querido por mí. Alcanzándolo, acaricio su mejilla y recorro las puntas de mis dedos a través de su barba. Cierra los ojos y exhala un poco.

—Lo siento —le susurro.

Abre los ojos y me mira desconcertado.

—¿Por qué?

—Lo que dije.

—No me dijiste nada que no supiera. —Y sus ojos se suavizan con alivio— Lamento haberte lastimado.

Me encojo de hombros.

—Pedí eso. —Y ahora lo sé. Trago. Aquí va. Tengo que decir mi parte— No creo que pueda ser todo lo que quieres que sea —susurro. Sus ojos se amplían ligeramente y parpadea, su expresión temerosa vuelve.

—Eres todo lo que quiero que seas.

 
¿Qué?

—No entiendo. No soy obediente, y puedes estar tan seguro como el infierno que no voy a dejarte hacerme eso otra vez. Y eso es lo que necesitas, lo dijiste.

Vuelve a cerrar sus ojos y puedo ver innumerables emociones cruzar su rostro. Cuando los abre de nuevo, su expresión es desolada. Oh no.

—Tienes razón. Debería dejarte ir. No soy bueno para ti.

Mi cuero cabelludo pica mientras todos y cada uno de los folículos en mi cuerpo ponen atención y el mundo se aleja de mí, dejando un amplio abismo para que caiga. Oh, no.

—No quiero irme —susurro. Esto es. Pagar o jugar. Lágrimas nadan en mis ojos una vez más.

—Tampoco quiero que te vayas —susurra, su voz cruda. Levanta una mano y gentilmente acaricia mi mejilla y seca una lágrima con su pulgar—Volví a la vida desde que te conocí. —Su pulgar traza el contorno de mi labio inferior.

—Yo también —susurro—Me he enamorado de ti, Zayn.

Sus ojos se amplían otra vez, pero esta vez, con miedo puro sin diluir.

—No —susurra como si le hubiera sacado el aire. Oh, no—No puedes amarme, Anastasia. No… eso está mal. —Está horrorizado.

— ¿Mal? ¿Por qué está mal?

—Bueno, mírate. No puedo hacerte feliz. —Su voz es angustiada.

—Pero tú sí me haces feliz. —Frunzo el ceño.

—No en este momento, no haciendo lo que quiero hacer.

Esto es realmente. Esto es a lo que se reduce, incompatibilidad y todos esos pobres sustitutos vienen a mi mente.

—Nunca superaremos esto, ¿verdad? —susurro, mi cuero cabelludo pica por el miedo.
Niega con su cabeza desoladamente. Cierro mis ojos. No puedo soportar mirarlo.

—Bueno… debo irme, entonces —murmuro, haciendo una mueca de dolor cuando me levanto.

—No, no te vayas. —Suena aterrorizado.

—No hay razón para que me quede. —De repente, me siento cansada, realmente agotada y quiero irme ahora. Me bajo de la cama y Zayn me sigue—Iré a vestirme. Me gustaría un poco de privacidad —digo, mi voz plana y vacía mientras lo dejo de pie en la habitación.

Dirigiéndome abajo, doy una mirada al gran salón, pensando cuántas horas antes había descansado mi cabeza sobre su hombro mientras él tocaba el piano. Había pasado tanto desde entonces.
He tenido mis ojos abiertos y vislumbrado la extensión de su depravación y ahora sé que no es capaz de amar, de dar o recibir amor. Mis peores miedos han sido cumplidos. Y extrañamente, es muy liberador.

El dolor es tal que niego reconocerlo. Me siento entumecida. He escapado de algún modo de mi cuerpo y ahora soy una casual observadora del desarrollo de esta tragedia. Me ducho rápida y metódicamente, pensando sólo en cada segundo que sigue. Ahora aprieto mi botella de gel de ducha. Pongo la botella de gel de ducha de regreso en el estante. Froto el paño en mi cara, mis hombros… y sigo, todas acciones simples, mecánicas, que requieren simples y mecánicos pensamientos.

Termino mi ducha y como no he lavado mi cabello, puedo secarme rápidamente. Me visto en el baño, tomando mis pantalones y camiseta de mi pequeña maleta. Mis pantalones rozan contra mi trasero, pero francamente, es un dolor al que le doy la bienvenida mientras distraiga mi mente de lo que está pasando con mi corazón astillado y hecho añicos.

Me detengo al cerrar mi maleta y la bolsa que guarda el regalo de Zayn atrapa mis ojos, un juego para armar un planeador Blahnik L23, algo para que él construya. Las lágrimas amenazan. Oh, no… momentos más felices, cuando había esperanza de más. Lo saco de la maleta, sabiendo que necesito entregárselo. Rápidamente, rasgo un pedazo de papel de mi cuaderno, garabateo apresuradamente una nota para él y la dejo encima de la caja.

Esto me recordó un momento feliz.
Gracias.
Anastasia.

Me miro en el espejo. Un pálido y obsesionado fantasma me devuelve la mirada. Recojo mi cabello en una cola de caballo e ignoro cuan hinchados están mis párpados por llorar. Mi subconsciente asiente con aprobación. Incluso ella sabe que no tiene que molestarme en este momento. No puedo creer que mi mundo se esté desmoronando a mí alrededor en una estéril pila de cenizas, todas mis esperanzas y sueños cruelmente rotos. No, no tengo que pensar en eso. No ahora, no todavía. Tomando una profunda inhalación, recojo mi maleta y después de poner el juego para armar el planeador y mi nota sobre su almohada, me dirijo hacia el gran salón.
Zayn está al teléfono. Está vestido con pantalones negros y una camiseta. Sus pies están descalzos.

—¡Dijo qué! —Grita, haciéndome saltar— Bueno, podría habernos dicho la maldita verdad. Cuál es su número, tengo que llamarlo… Bueno, esta es una verdadera mierda. —Levanta la vista y no saca sus oscuros y enfadados ojos de mí— Encuéntrala —dice de golpe y aprieta el botón para cortar.

Camino hacia el sillón y recojo mi mochila, haciendo mi mayor esfuerzo para ignorarlo. Saco la Mac y camino de regreso hacia la cocina, poniéndola cuidadosamente sobre la barra del desayuno, con la Blackberry y las llaves del auto. Cuando me giro para encararlo, está mirándome fijamente, estupefacto de horror.

—Necesito el dinero que Taylor consiguió por mi Beetle. —Mi voz es clara y calmada, desprovista de emoción… extraordinario.

—Anastasia, no quiero esas cosas, son tuyas —dice con incredulidad—. Por favor, llévatelas.

—No Zayn, sólo las acepté a regañadientes y ya no las quiero.

—Anastasia, sé razonable —me regaña, incluso ahora.

—No quiero nada que me recuerde a ti. Sólo necesito el dinero que Taylor consiguió por mi coche. —Mi voz es bastante monótona.

Jadea.

—¿Estás tratando de herirme?

—No. —Lo miro frunciendo el ceño. Desde luego que no… te amo—. No lo hago por eso. Estoy tratando de protegerme —susurro. Porque no me quieres de la manera en que yo te quiero.

—Por favor, Anastasia, toma esas cosas.

—Zayn, no quiero pelear, sólo necesito el dinero.

Entrecierra sus ojos, pero ya no me intimida. Bueno, sólo un poco. Le devuelvo la mirada impasiblemente, sin parpadear o echarme hacia atrás.

—¿Aceptarás un cheque? —dice ácidamente.

—Sí. Creo que eres bueno para esos.

No sonríe, sólo gira sobre sus talones y entra enfadadamente a su estudio. Doy una última mirada prolongada por su apartamento, el arte en las paredes, todo abstracto, sereno, tranquilo… incluso frío. Encaja, pienso ausentemente. Mis ojos se desvían hacia el piano. Dios, si hubiera mantenido mi boca cerrada, hubiéramos hecho el amor sobre el piano. No, follado, me hubiera follado sobre el piano.
Bueno, yo hubiera hecho el amor. El pensamiento yace pesado y triste en mi mente. Nunca me había hecho el amor, ¿o sí? Siempre había sido follar para él.

Zayn vuelve y me pasa un sobre.

—Taylor consiguió un buen precio. Es un auto clásico. Puedes preguntarle. Te llevará a casa.

Señala con la cabeza por sobre mi hombro. Me doy la vuelta y Taylor está de pie en el marco de la puerta, usando su traje, tan impecable como siempre.

—Está bien, puedo irme sola a casa, gracias.

Me giro para mirar a Zayn y veo la furia apenas contenida en sus ojos.

—¿Vas a desafiarme en cada momento?

—¿Por qué cambiar un hábito de toda la vida? —Le doy un pequeño encogimiento de hombros a modo de disculpa.

Cierra sus ojos con frustración y pasa la mano por su cabello.

—Por favor, Anastasia, deja que Taylor te lleve a casa.

—Iré a buscar el automóvil, señorita Steele —anuncia Taylor autoritariamente.

Zayn asiente en su dirección y cuando me doy la vuelta, Taylor se ha ido.
Me giro para enfrentar a Zayn. Estamos a poco más de un metro de distancia. Da un paso hacia adelante e instintivamente, doy un paso hacia atrás. Se detiene y la angustia en su expresión es palpable, sus ojos mieles ardiendo.

—No quiero que te vayas —murmura, su voz llena de anhelo.

—No puedo quedarme. Sé lo que quiero y no puedes dármelo y tampoco puedo darte lo que tú necesitas.

Avanza otro paso y levanto mis manos.

—No, por favor. —Me alejo de un salto de él. No hay forma de que pueda tolerar su toque ahora, me mataría— No puedo hacer esto.

Tomando mi maleta y mi mochila, me dirijo al recibidor. Me sigue, manteniendo una cuidadosa distancia. Presiono el botón del ascensor y la puerta se abre. Me subo.

—Adiós, Zayn—murmuro.

—Adiós, Anastasia—dice suavemente y luce total y absolutamente roto, un hombre agonizando de dolor, reflejando cómo me siento por dentro. Alejo mi mirada de él antes que cambie de opinión y trate de consolarlo.

La puerta del ascensor se cierra y me baja con una sacudida hacia las entrañas del sótano y hacia mi infierno personal.
Taylor mantiene la puerta abierta para mí y salto hacia la parte de atrás del coche. Evito el contacto visual.

Vergüenza y humillación pasan sobre mí. Soy un completo fracaso. Había esperado arrastrar a mi Cincuenta Sombras hacia la luz, pero había probado ser una tarea más allá de mis escasas habilidades. Desesperadamente, intento mantener mis emociones guardadas y bajo control. Mientras nos dirigíamos hacia la 4th Avenida, miro ciegamente por la ventana y la enormidad de lo que he hecho lentamente me llega. Lo he dejado. Al único hombre que he amado. Al único hombre con el que me he acostado.

Jadeo, los diques estallan. Lágrimas corren espontánea e inoportunamente por mis mejillas y las seco apresuradamente con mis dedos, escarbando en mi bolso por mis gafas de sol. Cuando nos detenemos en algún semáforo, Taylor sostiene un pañuelo de lino para mí. No dice nada, no mira en mi dirección y lo tomo con agradecimiento.

—Gracias —murmuro y este pequeño acto de discreta amabilidad es lo que me deshace. Me pongo cómoda en los lujosos asientos de cuero y lloro.

El apartamento está dolorosamente vacío y desconocido. No he vivido aquí lo suficiente para que se sienta como un hogar. Me dirijo directamente hacia mi habitación y ahí, colgando sin fuerza al final de mi cama, hay un muy triste globo de helicóptero desinflado. Charlie Tango, luciendo y sintiéndose exactamente como yo. Lo saco furiosamente de la baranda de mi cama, soltando el nudo y lo abrazo. Oh, ¿qué he hecho?
Me dejo caer en mi cama, con zapatos y todo y grito. El dolor es indescriptible… físico… mental… metafísico… está en todos lados, filtrándose en la médula de mis huesos. Dolor. Esto es dolor y lo he traído yo misma. Un desagradable e inesperado pensamiento viene de mi diosa interior, sus labios se curvan en un gruñido: el dolor físico de la hebilla de un cinturón no es nada, nada comparado con esta devastación. Me hago un ovillo, agarrando desesperadamente el desinflado globo de papel aluminio y el pañuelo de Taylor y me entrego al dolor.

Capítulo 52.


 

Me despierto con un sobresalto. Creo que acabo de caerme de algunas escaleras en un sueño y me enderezo rápidamente, momentáneamente desorientada. Está oscuro y estoy sola en la cama de Zayn. Algo me ha despertado, algún pensamiento insistente. Miro hacia la alarma junto a la cama. Son las cinco de la mañana, pero me siento descansada. ¿Por qué? Oh, es la diferencia de horario, en Georgia serían las ocho de la mañana, necesito tomar mi píldora.

Salgo de la cama, agradecida por lo que sea que me ha despertado. Puedo escuchar las débiles notas del piano. Zayn está tocando. Esto debo verlo. Adoro verlo tocar. Desnuda, saco mi bata de la silla y camino silenciosamente por el corredor, poniéndome mi bata y escuchando el mágico sonido del lamento melódico que viene del gran salón.

Envuelto en la oscuridad, Zayn se sienta en una burbuja de luz mientras toca y su cabello destella con rayos cobrizos y dorados. Parece desnudo, aunque sé que está usando sus pantalones de pijama. Está concentrándose, tocando hermosamente, perdido en la melancolía de la música. Vacilo, observando desde las sombras, sin querer interrumpirlo. Quiero sostenerlo. Parece perdido, incluso triste y dolorosamente solitario… o quizá sólo es la música que está tan llena de un dolor conmovedor. Termina la pieza, hace una pausa por un segundo y luego empieza a tocarla de nuevo. Me muevo cautelosamente hacia él, atraída como una polilla a la llama… la idea me hace sonreír. Él levanta la mirada y frunce el ceño antes de que su mirada regrese a sus manos.

Oh, no ¿está enojado porque lo estoy molestando?

—Deberías estar dormida —me reprende gentilmente.

Puedo decir que está preocupado por algo.

—También tú —respondo no tan gentilmente.

Levanta la mirada de nuevo, sus labios moviéndose con el rastro de una sonrisa.

—¿Me está reprendiendo, señorita Steele?

—Sí, señor Malik, lo estoy haciendo.

—Bueno, no puedo dormir. —Frunce el ceño una vez más mientras un rastro de irritación o rabia destella a través de su rostro. ¿Conmigo? Seguramente no.

Ignoro su expresión facial y muy valientemente me siento junto a él en el taburete del piano, poniendo mi cabeza en su hombro desnudo para observar sus hábiles y ágiles dedos acariciar las teclas. Hace una pausa un momento y luego continua hacia al final de la pieza.

—¿Qué fue eso? —pregunto suavemente.

—Chopin. Obra 28, número 4. En E menor, si estás interesada —murmura.

—Siempre estoy interesada en lo que haces.

Se da la vuelta y suavemente presiona sus labios contra mi cabello.

—No quise despertarte.

—No lo hiciste. Toca la otra.

—¿La otra?

—La pieza de Bach que tocaste la primera noche que me quedé.

—Oh, el Marcello.

Empieza a tocar lenta y deliberadamente. Siento el movimiento de sus manos en su hombro mientras me recuesto contra él y cierro mis ojos. Las tristes y enternecedoras notas se arremolinan lenta y lúgubremente a nuestro alrededor, haciendo eco en las paredes. Es una pieza inquietantemente hermosa, más triste incluso que el Chopin y me pierdo en la belleza del lamento. A una cierta extensión, refleja cómo me siento. El profundo anhelo doloroso que tengo por conocer mejor a este extraordinario hombre, por intentar entender su tristeza.
Demasiado pronto, la pieza llega a su final.

—¿Por qué tocas sólo música triste? —Me enderezo y levanto la mirada hacia él mientras se encoge de hombros en respuesta a mi pregunta, su expresión cautelosa— Entonces, ¿sólo tenías seis cuando empezaste a tocar? —puntualizo.

Asiente, su mirada cautelosa intensificándose. Después de un momento, se ofrece voluntario a hablar.

—Me lancé a aprender a tocar el piano para complacer a mi nueva madre. 

—¿Para encajar en la familia perfecta?

—Sí, por decirlo así —dice evasivamente—. ¿Por qué estás despierta? ¿No necesitas recuperarte de los esfuerzos de ayer?

—Son las ocho de la mañana para mí. Y necesito tomar mi píldora.

Levanta sus cejas en sorpresa.

—Bien, lo recordaste —murmura y puedo decir que está impresionado. Sus labios se curvan en una media sonrisa—. Sólo tú empezarías un tratamiento de control de natalidad con píldoras en una zona horaria diferente. Tal vez deberías esperar media hora y luego otra media hora mañana en la mañana. De modo que eventualmente puedas tomarlas a una hora razonable.

—Buen plan —susurro—. Entonces, ¿qué deberíamos hacer por media hora? —Parpadeo hacia él.

—Puedo pensar en unas cuantas cosas. —Sonríe, sus ojos mieles brillantes. Le devuelvo la mirada impasiblemente mientras mi interior se aprieta y se derrite bajo su mirada conocedora.

—Por otro lado, podríamos hablar —sugiero calmadamente.

Su ceja se levanta.

—Prefiero lo que tengo en mente. —Me sube a su regazo.

—Siempre preferirás el sexo a hablar. —Me río, estabilizándome al sostenerme de sus brazos.

—Cierto. Especialmente contigo. —Huele mi cabello y empieza a dejar un rastro de besos bajo mi oreja hacia mi garganta— Quizás sobre el piano —susurra.

Oh, Dios… Mi cuerpo entero se tensa con el pensamiento. En el piano. Wow.

—Quiero dejar algo claro —susurro mientras mi pulso empieza a acelerarse y mi diosa interna cierra sus ojos, deleitándose con la sensación de sus labios sobre mí.

Hace una pausa momentáneamente antes de continuar su sensual asalto.

—Siempre tan ansiosa por información, señorita Steele. ¿Qué necesitas aclarar? —susurra contra mi piel en la base de mi cuello, continuando con suaves y tiernos besos.

—Nosotros —susurro mientras cierro los ojos.

—Hmm. ¿Qué hay con nosotros? —Detiene su rastro de besos junto a mi hombro.

—El contrato.

Levanta su mirada, observándome, una pizca de diversión en sus ojos y suspira. Acaricia con las yemas de sus dedos mi mejilla.

—Bueno, creo que el contrato ha quedado obsoleto, ¿no te parece? —Su voz es baja y ronca, sus ojos suaves.

—¿Obsoleto?

—Obsoleto. —Sonríe. Me quedo boquiabierta, sin entender.

—Pero eras tan entusiasta.

—Bueno, eso fue antes. De cualquier manera, las Reglas no son discutibles, se quedarán. —Su expresión se endurece ligeramente.

—¿Antes? ¿Antes de qué?

—Antes de… —Hace una pausa y la expresión cautelosa está de vuelta—Más. —Se encoje de hombros.

—Oh.

—Además, ya hemos estado dos veces en el salón de juegos y no has huido gritando hacia las colinas.

—¿Esperas que lo haga?

—Nada de lo que haces es esperado, Anastasia—dice secamente.

—Entonces, déjame tenerlo claro. ¿Sólo quieres que siga las Reglas del contrato todo el tiempo, pero no el resto del contrato?

—Excepto en el salón de juegos. Quiero que sigas el espíritu del contrato en el salón de juegos y sí, quiero que sigas las reglas… todo el tiempo. De esa forma sabré que estarás a salvo y podré tenerte en cualquier momento que lo desee.

—¿Y si rompo una de las reglas?

—Entonces te castigaré.

—¿Pero no necesitarás mi permiso?

—Sí, lo necesitaré.

—¿Y si digo que no?

Me mira por un momento, con una expresión confundida.

—Si dices que no, dirás que no. Tendré que encontrar una forma de persuadirte.

Me alejo de él y me pongo de pie. Necesito algo de distancia. Frunce el ceño mientras lo miro fijamente. Parece confundido y cauteloso una vez más.

—Así que el aspecto del castigo permanece.

—Sí, pero sólo si rompes las reglas.

—Necesito releerlas —digo, intentando recordar los detalles.

—Te las traeré. —Su tono es repentinamente de negocios.

Wow. Esto se ha puesto serio tan rápidamente. Se levanta del piano y camina ágilmente hacia su estudio. Mi cuero cabelludo pica. Dios, necesito algo de té. El futuro de nuestra denominada relación está siendo discutida a las cinco cuarenta y cinco de la mañana, cuando él está preocupado por algo más, ¿es esto sabio? Me dirijo a la cocina que todavía está cubierta por la oscuridad. ¿Dónde están los interruptores de luz? Los encuentro, enciendo la luz y vierto agua en una tetera. ¡Mi píldora! Rebusco en mi bolso que dejé en la barra del desayuno y las encuentro rápidamente. Un trago y he terminado. Para cuando termino, Zayn está de vuelta, sentado en uno de los bancos de la barra, observándome atentamente.

—Aquí tienes. —Empuja una pieza de papel hacia mí, y me doy cuenta que él ha tachado algunas cosas.

REGLAS

Obediencia:

La sumisa obedecerá inmediatamente cualquier instrucción dada por el Dominante, sin vacilación o reserva y de una manera expeditiva. La Sumisa estará de acuerdo con cualquier actividad sexual considerada apropiada y placentera por el Dominante, exceptuando las actividades que están explicadas como límites duros (Apéndice A). Ella lo hará con entusiasmo y sin dudar.

Sueño:

La Sumisa se asegurará de mantener un mínimo de siete horas de sueño en una noche cuando no esté con el Dominante.

Comida:

La Sumisa comerá regularmente, para mantener su salud y bienestar, de una lista prescrita de comidas (Apéndice 4). La Sumisa no comerá tentempiés entre comidas, con excepción de fruta.

Ropa:

Mientras esté con el Dominante, la Sumisa usará ropa sólo aprobada por el Dominante. El Dominante proporcionará un presupuesto para la ropa de la Sumisa, el cual la Sumisa deberá utilizar. El Dominante deberá acompañar a la Sumisa a comprar la ropa para dicho propósito.

Ejercicio:

El Dominante deberá proveer a la Sumisa de un entrenador personal tres veces por semana en sesiones de una hora de duración, a veces siendo de mutuo acuerdo entre el entrenador personal y la Sumisa. El entrenador personal informará al Dominante del progreso de la Sumisa.

Higiene personal / Belleza:

La Sumisa se mantendrá limpia, afeitada y/o depilada con cera en todo momento. La Sumisa visitará un salón de belleza elegido por el Dominante en el momento que elija el Dominante y se someterá a los tratamientos que el Dominante crea convenientes.

Seguridad personal:

La Sumisa no beberá en exceso, fumará, ni tomará drogas por gusto, ni se pondrá a sí misma en peligro innecesario.

Cualidades personales:

La Sumisa no tendrá ninguna relación sexual con alguien que no sea el Dominante. La Sumisa se comportará de una manera respetuosa y modesta en todo momento. Debe reconocer que su comportamiento es un reflejo directo del Dominante. Ella se hará responsable de los delitos, faltas cometidas y la mala conducta cuando no esté en la presencia del Dominante.

El incumplimiento de cualquiera de los anteriores, tendrá como resultado un castigo inmediato, cuya naturaleza será determinada por el Dominante.

—¿Así que lo de la obediencia sigue en pie?

—Oh, sí —dice sonriendo.

Niego con la cabeza divertida y antes de darme cuenta, pongo los ojos en blanco.

—¿Acabas de ponerme los ojos en blanco, Anastasia? —susurra.

Oh, mierda.

—Posiblemente. Depende de cuál sea tu reacción.

—La misma de siempre —dice, sacudiendo ligeramente la cabeza, sus ojos encendidos con entusiasmo.

Trago con fuerza por instinto y un escalofrío de emoción me recorre.

—Así que... — ¿Qué voy a hacer?

—¿Sí? —Se lame el labio inferior.

—Quieres azotarme ahora.

—Sí. Y lo haré.

—¿Ah, sí, señor Malik? —lo reto, respondiendo con una sonrisa. Dos pueden jugar a este juego.

—¿Me vas a parar?

—Vas a tener que atraparme en primer lugar.

Sus ojos se abren una fracción y sonríe, poco a poco poniéndose sobre sus pies.

—¿Ah, sí, señorita Steele?

La barra del desayuno está entre nosotros. Nunca he estado tan agradecida por su existencia como en este momento.

—Y te estás mordiendo el labio —susurra, se mueve lentamente hacia su izquierda mientras yo me muevo hacia la mía.

—No lo harías —bromeo—. Después de todo, pusiste los ojos en blanco.

Trato de razonar con él. Sigue avanzando hacia su izquierda, al igual que yo.

—Sí, pero acabas de subir el listón de excitación con este juego. —Sus ojos resplandecen de emoción y una salvaje anticipación emana de él.

—Soy bastante rápida, ya lo sabes. —Intento mostrar indiferencia.

—Yo también.

Está acechándome en su propia cocina.

—¿Vas a venir tranquilamente? —pregunta.

—¿Cómo siempre?

—Señorita Steele, ¿qué quieres decir? —Sonríe— Va a ser peor para ti si tengo que ir por ti.

—Eso es sólo si me atrapas, Zayn. Y ahora mismo, no tengo ninguna intención de dejar que me atrapes.

—Anastasia, podrías caerte y hacerte daño. Lo qué te pondría en directa desobediencia de la regla número siete.

—He estado en peligro desde que te conocí, señor Mlaik, con reglas o sin reglas.

—Sí lo has hecho. —Hace una pausa y frunce el entrecejo ligeramente.

De repente, se lanza sobre mí, haciéndome chillar y correr alrededor de la mesa del comedor. Me las arreglo para escapar, poniendo la mesa entre nosotros. Mi corazón late con fuerza y la adrenalina se dispara a través de mi cuerpo... hombre… esto es tan emocionante. Soy una niña de nuevo, aunque eso no es correcto. Lo observo cuidadosamente mientras avanza lenta y deliberadamente hacia mí. Retrocedo al mismo tiempo.

—Desde luego, sabes distraer a un hombre, Anastasia.

—Nuestro objetivo es satisfacerle, señor Malik. ¿Distraerlo de qué?

—La vida. El universo. —Mueve una de sus manos ligeramente.

—Parecías muy preocupado mientras estabas jugando.

Se detiene y se cruza de brazos, su expresión divertida.

—Podemos hacer esto durante todo el día, nena, pero te atraparé y sólo será peor para ti cuando lo haga.

—No, no lo harás. —No debo ser demasiado confiada. Me repito esto como un mantra. Mi subconsciente ha encontrado sus Nikes y está en los tacos de salida.

—Cualquiera pensaría que no quieres que te alcance.

—No lo quiero. Ese es el punto. Siento por el castigo lo mismo que tú sientes cuando te toco.

Capítulo 51.

La puerta se abre y Zayn entra, ignorándome por completo. Miro hacia abajo rápidamente, observando mis manos, colocadas con cuidado sobre mis muslos extendidos. Colocando algo en el cofre grande al lado de la puerta, da un paseo casual hacia la cama. Satisfaciéndome, doy un vistazo rápido hacia él y mi corazón casi se tambalea hasta parar. Está desnudo, a excepción de esos suaves pantalones rasgados, con el botón superior casualmente abierto. Vaya, se ve tan malditamente caliente. Mi subconsciente está abanicándose frenéticamente y mi diosa interior se está balanceando y retorciéndose en algún ritmo carnal, primitivo. Ella es tan lista. Lamo mis labios instintivamente. Mi sangre golpea a través de mi cuerpo, gruesa y pesada, libidinosa. ¿Qué va a hacerme?

Volviéndose, camina con indiferencia de regreso a los cajones de la cómoda. Abriendo uno, comienza a remover las cosas y a colocarlas en la parte superior. Mi curiosidad quema, incluso arde, pero me resisto a la tentación abrumadora de echar un vistazo rápido. Cuando termina lo que está haciendo, viene a pararse frente a mí. Puedo ver sus pies desnudos y quiero besar cada centímetro de ellos... pasar mi lengua por encima de su empeine, chupar cada uno de sus dedos.

—Te ves hermosa —dice en voz baja.

Mantengo mi cabeza baja, consciente de que está mirándome mientras estoy prácticamente desnuda. Siento el rubor mientras se extiende lentamente sobre mi rostro. Se agacha y ahueca mi barbilla, forzando mi rostro hacia arriba para encontrar su mirada.

—Eres una mujer hermosa, Anastasia. Y eres toda mía —murmura—Levántate. —Su orden es suave, llena de promesas sensuales.

Temblando, me pongo de pie.

—Mírame —dice en voz baja y miro arriba hacia su ardiente mirada miel. Es su mirada de Dominante, fría, dura y sexy como el infierno, siete sombras de pecado en una mirada atractiva. Mi boca se seca y sé que haré todo lo que pida. Una sonrisa casi cruel juega en sus labios.

—No tenemos un contrato firmado, Anastasia. Pero hemos hablado de los límites. Y quiero reiterar que tenemos las palabras de seguridad, ¿de acuerdo?

¿Qué cosa tiene planeada que necesito las palabras de seguridad?

—¿Cuáles son? —pregunta con autoridad.

Frunzo el ceño ligeramente ante su pregunta y su rostro se endurece sensiblemente.

—¿Cuáles son las palabras de seguridad, Anastasia? —dice lenta y deliberadamente.

—Amarillo —murmuro.

—¿Y? —pregunta, su boca formando una línea dura.

—Rojo —digo en voz baja.

—Recuérdalas.

Y no puedo evitarlo... levanto mi ceja hacia él y estoy a punto de recordarle mi promedio, pero el repentino destello frío en sus helados ojos mieles me detiene en seco.

—No empieces con tu boca inteligente aquí, señorita Steele. O te la follaré mientras estés sobre tus rodillas. ¿Entiendes?

Trago por instinto. Muy bien. Parpadeo rápidamente, arrepentida. En realidad, es su tono de voz, en lugar de la amenaza, lo que me intimida.

—¿Y bien?

—Sí, señor —murmuro a toda prisa.

—Buena chica. —Hace una pausa mientras me mira fijamente— No te las digo porque creo que vayas a necesitarlas porque estarás adolorida. Lo que me propongo hacerte será intenso. Muy intenso y tienes que guiarme. ¿Entiendes?

En realidad no. ¿Intenso? Vaya.

—Esto es acerca del tacto, Anastasia. No serás capaz de verme ni oírme. Pero vas a ser capaz de sentirme.

Frunzo el ceño, ¿no oírlo? ¿Cómo es que va a funcionar? Se gira. Sobre el cofre hay una caja negro mate, lisa y plana. Cuando mueve su mano en el frente, la caja se divide en dos: dos puertas se abren revelando un reproductor de CD y una serie de botones. Zayn presiona varios de estos botones en secuencia. No pasa nada pero él parece satisfecho. Estoy desconcertada. Cuando se gira hacia mí otra vez, usa su pequeña sonrisa de tengo-un-secreto.

—Voy a atarte a esa cama, Anastasia. Pero voy a vendarte los ojos primero y —revela su iPod en su mano— no serás capaz de escucharme. Todo lo que oirás es la música que voy a tocar para ti.

Muy bien. Un interludio musical no era lo que yo estaba esperando. ¿Alguna vez hace lo que espero? Por Dios, espero que no sea rap.

—Ven. —Tomando mi mano, me conduce sobre la antigua cama con dosel. Hay cadenas unidas en cada esquina, cadenas de fino metal con muñequeras de piel, brillando contra el satén rojo.

Oh, hombre, creo que mi corazón va a salirse de mi pecho y me estoy derritiendo de adentro hacia fuera, el deseo corriendo a través de mí. ¿Podría estar más excitada?

—Párate aquí.

Estoy frente a la cama. Él se inclina y susurra en mi oído.

—Espera aquí, mantén los ojos en la cama. Imagínate a ti misma yaciendo aquí atada y totalmente a mi merced.


Se aleja por un momento y puedo escucharlo cerca de la puerta, atrayendo algo. Todos mis sentidos están híper alertas, mi audición más aguda. Él ha recogido algo del estante de fustas y palas junto a la puerta. ¡Dios mío! ¿Qué es lo que va a hacer?

Lo siento detrás de mí. Agarra mi cabello, lo recoge en una cola de caballo detrás de mí y empieza a trenzarlo.

—Aunque me gustan tus trenzas Anastasia, estoy demasiado impaciente por estar contigo ahora. Así que una tendrá que ser suficiente. —Su voz es baja, suave.

Sus hábiles dedos rozan mi espalda ocasionalmente mientras trabajan en mi cabello y cada toque casual es como un dulce y eléctrico choque contra mi piel. Sujeta la punta con un lazo, luego, gentilmente, tira de la trenza, de modo que soy forzada contra él. Tira de nuevo hacia un lado de modo que mueva mi cabeza, dándole un mejor acceso a mi cuello. Inclinándose, lo huele. Traza con sus dedos y su lengua la base de mí oreja hasta mi hombro. Tararea suavemente mientras lo hace y el sonido retumba a través de mí. Justo abajo… justo allí abajo, dentro de mí. Sin querer, gruño silenciosamente.

—Calma —susurra contra mi piel. Levanta sus brazos frente a mí, tocando los míos. En su mano derecha hay una fusta. Recuerdo el nombre de mi primera introducción a esta habitación.

—Tócala —susurra y suena como el diablo mismo. Mi cuerpo arde en respuesta.

Tentativamente, me estiro y rozo las largas hebras. Tiene muchas frondas largas, todas de gamuza con pequeñas cuentas en las puntas.

—Usaré esto. No dolerá, sino que traerá la sangre a la superficie de tu piel y te hará muy sensible.

Oh, dice que no dolerá.

—¿Cuáles son las palabras de seguridad, Anastasia?

—Um… amarillo y rojo, señor —susurro.

—Buena chica. Recuerda, la mayor parte de tu miedo está en tu mente.

Dejar caer la fusta en la cama y sus manos se mueven hacia mi cintura.

—No necesitarás estas —murmura y mete sus dedos entre mis bragas para deslizarlas por mis piernas. Doy un paso tembloroso para quitármelas, apoyándome en el ornamentado poste de la cama. 

—Quédate quieta —ordena, besa mi trasero y luego me pellizca dos veces, tensándome—. Ahora recuéstate. Boca arriba —añade mientras me da una palmada fuerte en el trasero, haciéndome saltar.

Deprisa, gateo hacia el duro e inflexible colchón de la cama y me recuesto, mirándolo a él. El satén de las sabanas debajo de mí es frío y suave contra mi piel. Su mirada es impasible, excepto por sus ojos, que brillan con un deseo apenas contenido.

—Manos sobre tu cabeza —ordena y hago como me ordena.

Caray, mi cuerpo tiene hambre de él. Ya lo deseo.

Se da la vuelta y por la esquina de mi ojo, lo veo pasearse hacia la cómoda, regresando con el iPod y lo que se parece a una máscara para ojos, similar a la que usé en mi vuelo a Atlanta. El pensamiento me hace querer sonreír, pero no puedo lograr que mis labios cooperen. Estoy demasiado consumida por la anticipación. Sólo sé que mi rostro está completamente inmóvil, mis ojos enormes, mientras lo observo.

Sentándose en el borde la cama, me muestra el iPod. Tiene conectado un par de audífonos y tiene una antena. Qué raro. Frunzo el ceño mientras intento averiguar de qué va esto.

—Esto transmite lo que está sonando en el iPod al sistema en la habitación —responde Zayn a mi pregunta no pronunciada mientras golpea la pequeña antena— Puedo escuchar lo que estás escuchando y tengo un control remoto para ello.

Sonríe con suficiencia hacia su broma privada y sostiene en alto un pequeño y plano dispositivo que luce como una calculadora muy a la moda. Se inclina hacia mí, insertando los audífonos en mis orejas y pone el iPod en alguna parte de la cama por sobre mi cabeza.

—Levanta la cabeza —demanda y lo hago inmediatamente.

Lentamente me pone la máscara, empujado el elástico sobre la parte trasera de mi cabeza y estoy ciega. El elástico de la máscara sostiene los audífonos en su lugar. Todavía puedo escucharlo, aunque el sonido está sofocado mientras se levanta de la cama. Estoy ensordecida por mi propia respiración, es superficial y errática, reflejando mi excitación. Zayn toma mi brazo izquierdo, lo estira gentilmente hacia la esquina derecha y pone la esposa de cuero alrededor de mi muñeca. Sus largos dedos acarician la longitud de mi brazo una vez ha terminado. ¡Oh! Su toque provoca un delicioso estremecimiento. Lo escucho moverse lentamente hacia el otro lado, toma mi brazo derecho y lo esposa. Vuelve a pasar sus largos dedos por mi brazo. Oh, Dios…. Estoy lista para estallar ahora mismo. ¿Por qué es esto tan erótico?
Se mueve hacia la parte baja de la cama y sujeta mis tobillos.

—Levanta tu cabeza de nuevo —ordena.

Lo hago y me arrastra por la cama de modo que mis brazos están estirados y casi tensionándose por las muñequeras. Dios mío, no puedo mover los brazos. Un escalofrío de miedo mezclado con una tentadora euforia atraviesa mi cuerpo, dejándome mojada. Gruño. Separando mis piernas, él esposa primero mi tobillo derecho y luego el izquierdo, de modo que estoy sujeta, con las piernas abiertas y totalmente vulnerable. Es tan enervante no poder verlo. Escucho atentamente… ¿qué está haciendo? Y no escucho nada, sólo mi respiración y el retumbante sonido de mi corazón mientras la sangre pulsa furiosamente contra mis tímpanos.

Abruptamente, el iPod cobra vida. Desde dentro de mi cabeza, una solitaria voz angelical canta sin compañía una larga y dulce nota y es acompañada casi inmediatamente por otra voz y luego más voces… Dios mío, un coro celestial cantando a capela en mi cabeza himno antiguo, muy antiguo. ¿Qué, en el nombre del cielo, es esto? Nunca he escuchado nada como esto. Algo casi insoportablemente suave roza mi cuello, deslizándose lánguidamente por mi garganta, lentamente a través de mi pecho, sobre mis senos, acariciándome… tirando de mis pezones, es tan suave. Es tan inesperado. ¡Es piel! ¿Un guante de piel?

Zayn traza su mano, sin prisa y deliberadamente bajo mi estómago, dando círculos alrededor de mi ombligo, luego cuidadosamente de una cadera a otra y estoy intentado anticipar a dónde va a ir después… pero la música en mi cabeza me transporta. Toca la piel a través de la línea de mi vello púbico… luego entre mis piernas… junto a mis muslos, por debajo de una pierna… sobre la otra… casi hace cosquillas pero no lo suficiente… más voces se unen… cada una cantando diferentes partes, sus voces mezclándose feliz y dulcemente en una melódica armonía que está más allá de cualquier cosa que haya escuchado. Entiendo una palabra —“deus”— y me doy cuenta que están cantando en latín.

El guante de piel sigue moviéndose bajo mis brazos y alrededor de mi cintura… de regreso hacia mis senos. Mis pezones se endurecen bajo el suave toque… y estoy jadeando… preguntándome a dónde irá después su mano. De repente, el guante se ha ido y puedo sentir las frondas de la fusta flotando sobre mi piel, siguiendo el mismo camino del guante y es tan difícil concentrarme con la música en mi cabeza; suena como un centenar de voces cantando, tejiendo un etéreo tapiz de sedoso oro y plata a través de mi cabeza, mezcladas con la sensación de la suave gamuza contra mi piel… trazándose sobre mí… oh, Dios mío… abruptamente, desaparece. Luego, de repente, un brusco latigazo en mi estómago.

—¡Aagghh! —grito. Me toma por sorpresa y no duele exactamente, sino que envía un cosquilleo por todas partes y me golpea de nuevo. Más duro.

—¡Ahh!

Quiero moverme, retorcerme… escapar o darle la bienvenida a cada golpe… no lo sé, es tan abrumador… no puedo tirar de mis brazos… mis piernas están atrapadas… estoy firmemente sujeta en mi lugar… y golpea de nuevo a través de mis senos. Grito. Y es una dulce agonía soportable, simplemente… placentera; no, no es de inmediato, pero mientras mi piel canta con cada golpe en un perfecto contrapunto con la música en mi cabeza, soy arrastrada hacia la oscura parte de mi mente que se rinde a esta sensación tan erótica. Sí… entiendo esto. Él me golpea a través de la cadera. Luego, se mueve en suaves golpes sobre mi vello púbico, en mis muslos, la parte interna… y de regreso a mis caderas.

Él sigue haciéndolo mientras la música alcanza el clímax y luego, de repente, la música se detiene. Y también lo hace él. Entonces, la canción empieza de nuevo… subiendo y subiendo y él deja caer golpes sobre mí… y gruño y me retuerzo. Una vez más, se detiene y todo está en silencio… excepto por mi salvaje respiración... y mi salvaje anhelo. Por… oh… ¿qué está pasando? ¿Qué es lo que va a hacer ahora? La excitación es casi insoportable. He entrado en un lugar muy oscuro y carnal.

La cama se mueve mientras lo siento trepar sobre mí y la canción inicia de nuevo. Está en modo repetición. Esta vez son su nariz y sus labios los que toman el lugar del guante… deslizándose por mi cuello y mi garganta, besando, chupando… recorriendo mis senos… ¡Ah! Tentando cada uno de mis pezones… su lengua revoloteando alrededor de cada uno mientras sus dedos provocan despiadadamente el otro… gruño, en voz alta, creo, aunque no puedo oírlo.

Estoy perdida. Perdida en él… perdida en las astrales y seráficas voces…, perdida ante todas las sensaciones de las que no puedo escapar... estoy completamente a la merced de su toque experto.

Se mueve abajo hacia mi estómago, su lengua dando círculos alrededor de mi ombligo, siguiendo el camino de la fusta y del guante… gimo. Él está besando, chupando y mordisqueando… moviéndose hacia el sur… y luego su lengua está ahí. En la unión de mis muslos. Lanzo mi cabeza hacia atrás y grito hasta que casi detono en un orgasmo… estoy en el borde y él se detiene.

¡No! La cama se mueve y él se arrodilla entre mis piernas. Se inclina hacia el poste de la cama y la esposa en mi tobillo repentinamente se ha ido.

Empujo mi pierna hacia el centro de la cama… descansando contra él. Él se inclina hacia el poste opuesto y libera mi otra pierna. Sus manos viajan rápidamente bajo mis piernas, apretando y masajeando, trayéndolas de vuelta a la vida. Luego, sujetando mis caderas, me levanta de modo que mi espalda ya no está en la cama. Estoy arqueada, descansando en mis hombros. ¿Qué? Está arrodillándose entre mis piernas… y con un suave movimiento está dentro de mí... oh y grito de nuevo. El estremecimiento de mi inminente orgasmo empieza y él se detiene. El estremecimiento muere… oh, no… me va a torturar por más tiempo.

—¡Por favor! —gimo.

Me agarra más fuerte… ¿en advertencia? No lo sé, sus dedos cavan en la piel de mi trasero mientras me quedo ahí, jadeando… de modo que me quedo quieta a propósito. Muy lentamente, empieza a moverse de nuevo… afuera y luego adentro… agonizantemente lento. Estoy gritando por dentro… y mientras el número de voces en la pieza coral incrementa… también lo hace su paso, sólo un poco, es tan controlado… tan acompasado con la música. Y ya no puedo soportarlo.

—Por favor —ruego y con un suave movimiento, me baja de vuelta a la cama y está yaciendo sobre mí, sus manos en la cama junto a mis senos mientras soporta su peso y empuja dentro de mí.

Cuando la música alcanza su clímax, caigo… caigo libremente… en el más intenso y agonizante orgasmo que alguna vez tuve, y Zayn me sigue… empujando con fuerza dentro de mí, tres veces más… finalmente quedándose quieto, luego colapsando sobre mí.

Mientras mi conciencia regresa de donde sea que ha estado, Zayn sale de mí. La música se ha detenido y lo puedo sentir estirarse a través de mi cuerpo mientras suelta la esposa de mi muñeca derecha. Gruño cuando mi mano es liberada. Rápidamente libera mi otra mano, gentilmente aparta la máscara de mis ojos y remueve los audífonos. Parpadeo ante la débil luz y miro su intensa mirada miel.

—Hola —murmura.

—Hola tú —le susurro tímidamente en respuesta. Sus labios se curvan en una sonrisa y se inclina para besarme suavemente.

—Bien hecho —susurra—Date la vuelta.

¿Qué va a hacer ahora? Sus ojos se suavizan.

—Sólo voy a frotar tus hombros.

—Oh… de acuerdo.

Ruedo rígidamente sobre mí estómago. Estoy tan cansada. Zayn se sienta a horcajadas sobre mí y empieza a masajear mis hombros. Gruño audiblemente, él tiene unos dedos tan fuertes y conocedores. Inclinándose, besa mi cabeza.

—¿Qué era esa música? —murmuro casi inarticuladamente.

—Se llama Spem In Alium o el Motete de Cuarenta Partes de Thomas Tallis.

—Fue… abrumador.

—Siempre he querido follar con esa canción.

—¿No será otra primera vez, señor Malik?

—Lo es, señorita Steele.

Gruño de nuevo mientras sus dedos hacen su magia en mis hombros.

—Bueno, es la primera vez que he follado con esa canción también —murmuro, somnolienta.

—Mmm… tú y yo nos estamos dando muchas primeras veces. —Su voz es tranquila.

—¿Qué te dije en mi sueño… emm, señor?

Sus manos detienen sus cuidados por un momento.

—Dijiste muchas cosas, Anastasia. Hablaste de jaulas y fresas… que querías más… y que me extrañabas.

Oh, gracias al cielo por eso.

—¿Eso es todo? —El alivio en mi voz es evidente.

Zayn detiene su masaje celestial y se mueve de modo que está yaciendo a mi lado. Su cabeza está apoyada sobre su codo. Está frunciendo el ceño.

—¿Qué creíste que habías dicho?

—Que pensaba que eras feo, engreído y que eras imposible en la cama.

La arruga en su ceja se profundiza.

—Bueno, naturalmente soy todas esas cosas y ahora me tienes realmente intrigado. ¿Qué me estás escondiendo, señorita Steele?

Parpadeo inocentemente.

—No estoy escondiendo nada.

—Anastasia, eres una mentirosa sin esperanzas.

—Pensé que ibas a hacerme reír después del sexo, esto no lo está logrando.

Sus labios se curvan.

—No puedo hacer bromas.

—¡Señor Malik! ¿Algo que no puedes hacer? —Le sonrío y él sonríe en respuesta.

—No, soy un bromista sin esperanzas. —Luce tan orgulloso de sí mismo que empiezo a reír tontamente.

—Soy una bromista sin esperanzas también.

—Ese es un sonido tan hermoso —murmura, se inclina y me besa—Y estás escondiendo algo, Anastasia. Puede que te torture para que me lo digas.

Capítulo 50.

Me siento un tanto ansiosa por regresar, temerosa de lo que me espera al final de mi viaje. Mientras mentalmente reviso cual podría ser el escenario de la “situación", me doy cuenta de que el único asiento vacío es el que está a mi lado. Sacudo la cabeza, mientras por mi mente cruza el pensamiento de que tal vez Zayn podría haber comprado el asiento junto mí para que yo no pudiera hablar con nadie. Desecho la idea como ridícula: nadie puede ser así de controlador y celoso. Cierro los ojos cuando el avión se dirige hacia la pista de despegue.

Emerjo en la terminal de Sea-Tac ocho horas más tarde, para encontrar a Taylor esperando y sosteniendo un cartel que dice Señorita. Anastasia Steele. ¡Honestamente! Pero es bueno verlo.

—Hola Taylor.

—Señorita Steele —me saluda formalmente, pero puedo ver el atisbo de una sonrisa en sus ojos marrones. Luce inmaculado como siempre: elegante traje negro, camisa blanca y corbata negra.

—Se cómo es tu apariencia Taylor, no necesitas llevar un cartel y desearía que me llamaras Ana.

—Anastasia. ¿Puedo por favor llevar tus bolsos?

—No, me las puedo arreglar. Gracias. —Sus labios se aprietan notablemente— Pero si te sientes más cómodo llevándolos tú... —tartamudeo.

—Gracias. —Toma mi bolso y mi recientemente adquirido maletín con ruedas para la ropa, que mamá me compró—Por aquí, señora.

Suspiro. Él es educado. Recuerdo que, aunque me gustaría borrarlo de mi memoria, este hombre me ha comprado ropa interior. De hecho ese pensamiento me perturba, es el único hombre que me ha comprado ropa interior. Ni siquiera Ray tuvo que enfrentar ese desafío.

Caminamos en silencio hacia un Audi negro en el estacionamiento del aeropuerto y mantiene la puerta abierta para mí. Me subo y me pregunto si usar una falda tan corta en mi regreso a Seattle fue una buena idea. Era genial y aceptado en Georgia. Aquí me siento expuesta. Una vez que Taylor ha guardado los bolsos en el baúl, nos ponemos en marcha hacia Escala.

El viaje es lento, estoy atrapada en el tráfico en hora punta. Taylor mantiene sus ojos en la carretera.

No puedo soportar más el silencio.

―¿Cómo está Zayn, Taylor?

―El señor Malik está preocupado, señorita Steele.

Oh, esta debe ser la “situación.” Es como si extrajera un filón de oro.

―¿Preocupado?

―Sí, señora.

Frunzo el ceño hacia Taylor y él me mira por el espejo retrovisor, nuestros ojos se encuentran. No dice nada más. Por Dios, puede ser tan callado como el maniático del control.

―¿Está bien?

―Creo que sí, señora.

―¿Estás más cómodo llamándome señorita Steele?

―Sí, señora.

―Oh, está bien.

Bien, eso interrumpe nuestra conversación y seguimos en silencio. Empiezo a pensar que el reciente desliz de Taylor, cuando me dijo que Zayn había estado en un infierno sobre ruedas, fue una anomalía. Tal vez se avergüenza de ello, preocupado de que haya sido desleal. El silencio es sofocante.

―¿Podrías poner un poco de música, por favor?

―Por supuesto, señora. ¿Qué le gustaría escuchar?

―Algo relajante.

Veo una sonrisa aparecer en los labios de Taylor cuando nuestros ojos se encuentran brevemente de nuevo en el espejo.

―Sí, señora.

Presiona un par de botones en el volante, y las cepas suaves del canon de Pachelbel llena el espacio entre nosotros. Oh, sí... esto es lo que necesito.

―Gracias. ―Me recuesto de nuevo a medida que nos conducimos lenta pero constante a lo largo de la I-5 en Seattle.
Veinticinco minutos más tarde, me deja fuera de la impresionante fachada que es da la entrada de Escala.

―Adelante, señora ―dice, sosteniendo la puerta abierta para mí―. Voy a buscar su equipaje. ―Su expresión es suave, cálida, incluso paternal.

―Gracias por ir a recogerme.

―Es un placer, señorita Steele. ―Sonríe y me dirijo hacia el edificio. El portero me saluda con un gesto de la mano de la cabeza.

Mientras viajo hasta el trigésimo piso, unas mil mariposas extienden sus alas y aletean de forma errática en mi estómago. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Y sé que es porque no tengo ni idea de en qué estado de ánimo va a estar Zayn cuando llegue. Mi diosa interior tiene la esperanza de un tipo de estado de ánimo, mi subconsciente, como yo, está lleno de nervios.
Las puertas del ascensor se abren y estoy en el vestíbulo. Es tan extraño no ser recibida por Taylor. Por supuesto, está estacionando el auto.

En la gran sala, Zayn está en su BlackBerry hablando en voz baja mientras mira fijamente por las puertas de cristal hacia la noche de Seattle. Lleva un traje gris con la chaqueta desabrochada y está pasando su mano por su cabello: está agitado, incluso tenso. Oh, no… ¿qué está mal? Agitado o no, todavía es más que hermoso. ¿Cómo puede verse tan... arrasador?

―No queda ni rastro... Bueno... Sí. ―Se vuelve, me ve y toda su conducta cambia.

De la tensión al alivio a otra cosa: una mirada que llama directamente a mi diosa interior, una mirada sensual, sus ojos mieles arden.
Mi boca se seca y el deseo prolifera en mi cuerpo... vaya.

―Mantenme informado ―suelta y cuelga su teléfono mientras camina resueltamente hacia mí.

Permanezco paralizada mientras cierra la distancia entre nosotros, devorándome con los ojos... algo anda mal… la tensión en su mandíbula, la ansiedad en torno a sus ojos. Se saca su chaqueta, se deshace de su corbata oscura y arroja ambos prendas en el sofá en el camino hacia mí. Luego, sus brazos se envuelven a mí alrededor y me empuja hacia él, duro, rápido, tomando mi cola de caballo para inclinar mi cabeza, besándome como si su vida dependiera de ello. ¿Qué demonios? Saca la cinta dolorosamente fuera de mi cabello, pero no me importa. Hay una cualidad desesperada, primitiva en su beso. Me necesita, por algún motivo y nunca me he sentido tan deseada y codiciada. Es oscuro, sensual y alarmante, todo al mismo tiempo. Lo beso de vuelta con el mismo fervor, hundiendo mis dedos en su cabello. Nuestras lenguas se entrelazan, la pasión y el ardor estallan entre nosotros. Tiene un sabor divino, caliente, sexy y su olor… todo gel de baño y Zayn, es tan excitante. Aleja su boca de la mía y me está mirando, preso de una emoción sin nombre.

―¿Qué pasa? ―jadeo.

―Estoy tan contento de que estés de vuelta. Dúchate conmigo… ahora.

No puedo decidir si se trata de una solicitud o una orden.

―Sí ―susurro y me toma de la mano, llevándome fuera de la gran habitación en su dormitorio hacia su cuarto de baño.

Una vez allí, me libera y deja corriendo el agua en la amplia ducha. Girándose poco a poco, me mira, con los ojos entrecerrados.

―Me gusta tu falda. Es muy corta ―dice, en voz baja―. Tienes excelentes piernas.

Sale de sus zapatos y se agacha para quitar cada uno de sus calcetines, sin apartar sus ojos de mí. Estoy sin habla por la mirada de hambre en sus ojos. Vaya... ser así de deseada por este dios Griego. Imito sus acciones y salgo de mis zapatos negros. De repente, llega a mí, apoyándome contra la pared. Besándome en mi cara, mi garganta, mis labios... corriendo sus manos en mi cabello. Siento la fría y suave pared de azulejos a mis espaldas a medida que empuja su cuerpo contra mí, de modo que quedo aplastada entre su calor y el frío de la cerámica. Tentativamente, pongo mis brazos sobre lo alto de los suyos y gime mientras aprieto con fuerza.

―Te quiero ahora. Aquí... rápido, duro ―jadea y sus manos están en mis muslos, levantando mi falda―. ¿Todavía estás sangrando?

―No. ―Me ruborizo.

―Bien.

Sus pulgares se enganchan sobre mi ropa interior de algodón blanco y de repente, se deja caer sobre sus rodillas a medida que la retira. Mi falda ahora está arremangada en lo alto, por lo que estoy desnuda de la cintura para abajo y jadeante, esperando. Aferra mis caderas, empujándome contra la pared otra vez, y me besa en el vértice de mis muslos. Sujetando mis muslos, me obliga a separar las piernas. Gimo con fuerza, sintiendo su lengua rodeando mi clítoris. Oh, sí. Inclinando mi cabeza hacia atrás involuntariamente, gimo cuando mis dedos encuentran su camino en su cabello.

Su lengua es implacable, fuerte e insistente, reduciéndome, girando, vueltas y vueltas, una y otra vez sin parar. Es exquisito, la intensidad del sentimiento, es casi doloroso. Mi cuerpo comienza a acelerarse y él me libera. ¿Qué? ¡No! Mi respiración es irregular mientras jadeo, mirándolo con deliciosa anticipación. Él toma mi rostro con ambas manos, me sostiene con firmeza y me besa duro, metiendo su lengua en mi boca para que pueda probar mi excitación. Desatando su pantalón, se libera, toma la parte posterior de mis muslos y me levanta.

―Envuelve tus piernas alrededor de mí, nena ―ordena, su voz es urgente, tensa.

Hago lo que me dice, envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y él se mueve de forma rápida y brusca, llenándome. ¡Ah! Él jadea y yo gimo. Sosteniéndome detrás, sus dedos se clavaban en mi suave carne y empieza a moverse, lentamente al principio, a un ritmo constante incluso... pero a medida que se desenvuelve su control, acelera... más y más rápido. Echo mi cabeza hacia atrás y me concentro en la invasiva y agotadora sensación celestial... que me empuja y empuja... hacia adelante, más alto, arriba... y cuando ya no puedo más, estallo a su alrededor, girando en espiral hacia un intenso y aplastante orgasmo. Él se deja ir con un gruñido profundo y entierra su cabeza en mi cuello mientras se entierra dentro de mí, gimiendo ruidosa e incoherentemente a medida que encuentra su liberación.

Su respiración es irregular, pero me besa con ternura, sin moverse, aún dentro de mí y parpadeo, incapaz de mirarlo a los ojos. A medida que entra en foco, se retira suavemente de mí, sosteniéndome firmemente mientras pongo mis pies en el suelo. El baño está ahora nublado con el vapor del agua... y está caliente. Me siento demasiado abrumada.

―Pareces contento de verme ―murmuro con una tímida sonrisa.
Sus labios se elevan en una sonrisa.

―Sí, señorita Steele, creo que mi placer es bastante evidente. Ven… déjame llevarte a la ducha.

Deshace los próximos tres botones de su camisa, se quita los gemelos, los tira por encima de su cabeza y los descarta en el suelo. Remueve sus pantalones y calzoncillos rápidamente y los patea hacia un lado. Comienza a desabrochar los botones de mi blusa mientras lo observo, anhelando extender mi mano y acariciar su pecho, pero me contengo.

―¿Cómo estuvo tu viaje? ―pregunta con suavidad. Parece mucho más calmado ahora, su aprehensión se ha ido, disuelto por el encuentro sexual.

―Muy bien, gracias ―murmuro, aún sin aliento―Muchas gracias una vez más por la primera clase. Realmente es una forma mucho más agradable de viajar.―Sonrío tímidamente hacia él― Tengo algunas noticias ―agrego nerviosa.

―¿Ah, sí? ―Me mira mientras deshace el último botón, desliza la blusa por mis brazos y la arroja en la parte superior de sus ropas desechadas.

―Tengo un trabajo.

Se detiene y entonces me sonríe, sus ojos son cálidos y suaves.

―Felicidades, señorita Steele. Y ahora, ¿me dirás dónde? ―bromea.

―¿No sabes?

Niega con la cabeza, frunciendo el ceño ligeramente.

―¿Por qué iba yo a saber?

―Con tus capacidades de acoso, pensé que podrías tener... ―me interrumpo poco a poco a medida que su rostro decae.

― Anastasia, no se me ocurriría interferir en tu carrera, a menos que tú me lo pidas, por supuesto. ―Parece herido.

—¿Así que no tienes idea de qué compañía es?

—No. Sé que hay cuatro empresas editoriales en Seattle, así que estoy asumiendo que es una de ellas.

—SIP

—¡Oh, la pequeña! Bueno. Bien hecho. —Se inclina y me besa en la frente—Chica lista. ¿Cuándo empiezas?

—El lunes.

—Que pronto, ¿eh? Será mejor que te aproveche mientras pueda. Date la vuelta.

Soy dominada por su orden casual, por lo que estoy ofreciéndome y se deshace de mi sujetador y baja la cremallera de mi falda. Empuja la falda hacia abajo, acoplándose a mí por detrás mientras lo hace y besando mi hombro. Se inclina contra mí y su nariz acaricia mi cabello, respirando profundamente. Aprieta mis nalgas.

—Usted me embriaga, señorita Steele y me calma. Esta combinación es embriagadora. —Besa mi pelo. Tomando mi mano, tira de mí hacia la ducha.

—Ay —chillo. El agua está prácticamente hirviendo. Zayn me sonríe, mientras el agua cae sobre él.

—Es sólo un poco de agua caliente.

Y la verdad es que tiene razón. Se siente divino, lavando la pegajosa mañana de Georgia y lo pegajoso de nuestro amor.

—Date la vuelta —ordena y lo hago, volviendo el rostro hacia la pared— Quiero lavarte —murmura y alcanza el jabón líquido. Exprime un poco en su mano.

—Tengo algo más que decirte —murmuro mientras sus manos empiezan en mis hombros.

—¿Ah, sí? —pregunta con suavidad.

Me doy valor con una respiración profunda.

—La exposición de fotografía de mi amigo Justin se abre el jueves en Portland.

Él se pone rígido, sus manos cerniéndose sobre mis pechos. He hecho hincapié en la palabra "amigo".

—Sí, ¿y qué? —pregunta con severidad.

—Le dije que iría. ¿Quieres venir conmigo?

Después de lo que se siente como una cantidad monumental de tiempo, poco a poco comienza a lavarme otra vez.

—¿A qué hora?

—La apertura es a las siete y media de la tarde.

Él besa mi oreja.

—Está bien.

Dentro, mi subconsciente se relaja y luego se derrumba, cayendo en una butaca vieja y estropeada.

—¿Estabas nerviosa por preguntarme?

—Sí. ¿Cómo puedes decirlo?

—Anastasia, todo tu cuerpo acaba de relajarse —dice secamente.

—Bueno, es sólo que tú pareces estar umm... del lado celoso.

—Sí, lo estoy —dice sombríamente— Y harías bien en recordar eso. Pero gracias por preguntar. Llevaremos a Charlie Tango.

Oh, el helicóptero, por supuesto, tonta de mí. Más vuelo... ¡genial! Sonrío.

—¿Puedo lavarte? —pregunto.

—No lo creo —murmura y me besa suavemente en el cuello para suavizar el aguijón de su negativa. Pongo mala cara hacia la pared mientras él acaricia mi espalda con jabón.

—¿Alguna vez me dejaras tocarte? —pregunto con valentía.

Se pone rígido de nuevo, su mano en mi trasero.

—Pon tus manos en la pared Anastasia. Voy a tomarte de nuevo —murmura en mi oído mientras sujeta mis caderas y sé que el debate ha terminado.

Más tarde, estamos sentados en la barra de desayuno, vestidos con batas de baño, habiendo consumido una excelente pasta de la señora Jones.

—¿Más vino? —pregunta Zayn, sus ojos mieles brillando.

—Una copa pequeña, por favor. —El Sancerre está fresco y delicioso.

Zayn sirve una copa para mí y otra para él.

—¿Cómo está la eh… “situación” que te trajo a Seattle? —le pregunto tentativamente.

Frunce el ceño.

—Fuera de control —murmura con amargura—. Pero nada por lo que preocuparte, Anastasia. Tengo planes para ti esta noche.

—¿Ah, sí?

—Sí. Te quiero lista y esperando en mi sala de juegos en quince minutos. —Se levanta y me mira—. Puedes alistarte en tu habitación. Por cierto, el armario está lleno de ropa para ti. No quiero ninguna discusión acerca de ellas. —Pone sus ojos en blanco, desafiándome a decir algo. Cuando no lo hago, sale hacia su estudio.

¡Yo! ¿Discutir? ¿Contigo, Cincuenta Sombras? Esto vale más que mi trasero. Me siento en el taburete de la barra, momentáneamente aturdida, tratando de asimilar este pedazo de información. Me compró ropa. Pongo los ojos en blanco de una forma exagerada a sabiendas de que no me puede ver. Automóvil, teléfono, computadora... ropa, lo próximo será un maldito condominio y entonces realmente seré su amante.

¡Ja! Mi subconsciente tiene un rostro sarcástico. La ignoro y hago mi camino escaleras arriba hacia mi habitación. Sigue siendo mía... ¿por qué? Pensé que él había acordado dejarme dormir con él. Supongo que no está acostumbrado a compartir su espacio personal, pero yo tampoco. Me consuelo con la idea de que por lo menos tengo un lugar para escapar de él.

Examinando la puerta, encuentro que tiene una cerradura pero no una llave. Me pregunto brevemente si la señora Jones tiene una de repuesto. Le voy a preguntar.

Abro la puerta del armario y la cierro de nuevo rápidamente. ¡Dios! él se ha gastado una fortuna. Se parece al de Kate, tanta ropa colgando cuidadosamente en la barra. En el fondo, sé que todos me quedarán bien. Pero no tengo tiempo para pensar en eso, tengo que arrodillarme en el Salón Rojo de... Dolor... o Placer, con suerte esta noche.

*

Estoy de rodillas en la puerta, desnuda, excepto por mis bragas. Mi corazón está en mi boca. Vaya, pensé que después del baño él habría tenido suficiente. El hombre es insaciable o tal vez todos los hombres son como él. No tengo ni idea, ni nadie para compararlo tampoco. Cerrando los ojos, trato de calmarme para conectar con mi subconsciente. Ella está ahí en algún lugar, escondida detrás de mi diosa interior.

La anticipación corre como soda burbujeante a través de mis venas. ¿Qué hará? Respiro profundamente, tranquilizándome, pero no lo puedo negar, estoy emocionada, excitada, ya mojada. Esto es tan... quiero pensar incorrecto, pero por alguna razón, no lo es. Es correcto para Zayn. Eso es lo que él quiere y después de los últimos días... después de todo lo que ha hecho, tengo al hombre y tomo lo que sea que él decide que quiere, lo que sea que él piensa que necesita.

El recuerdo de su mirada cuando vine esta tarde, el anhelo en su rostro, su caminata determinada hacia mí como si yo fuera un oasis en el desierto. Haría casi cualquier cosa por ver esa mirada otra vez. Junto mis muslos ante el delicioso recuerdo y esto me recuerda que tengo que abrir mis rodillas. Las separo. ¿Cuánto tiempo me hará esperar? La espera está paralizándome, paralizándome con un oscuro y seductor deseo. Echo un vistazo rápido alrededor de la habitación sutilmente iluminada; la cruz, la mesa, el sofá, el banco... esa cama. Se ve tan grande y está cubierta con sábanas de satén rojo. ¿Qué aparato utilizará?

Capítulo 49.

Mi madre me abraza fuertemente.

—Sigue a tu corazón cariño y por favor, por favor, trata de no sobre pensar las cosas. Relájate y disfruta de ti misma. Eres tan joven, corazón. Aún tienes mucha vida por experimentar, simplemente déjalo pasar. Te mereces todo lo mejor.

Sus sinceras palabras son confortablemente susurradas en mi oído. Ella besa mi cabello.

—Oh, mamá. —Cálidas y poco bienvenidas lágrimas pinchan mis ojos mientras me aferro a ella.

—Cariño, sabes lo que se dice. Tienes que besar un montón de sapos antes de encontrar a tu príncipe.

Le doy una agridulce sonrisa ladeada.

—Creo que ya he besado al príncipe, mamá. Sólo espero que no se transforme en un sapo.

Ella me da su más entrañable y maternal sonrisa de amor absoluto e incondicional y me maravillo del amor que siento por esta mujer mientras nos abrazamos de nuevo.

—Anastasia… ya están llamando a tu vuelo. —La voz de Bob es ansiosa.

—¿Me visitarás, mamá?

—Por supuesto cariño, pronto. Te amo.

—Yo también.

Sus ojos están enrojecidos, con lágrimas no derramadas mientras me suelta. Odio dejarla. Abrazo a Bob y dando media vuelta, me dirijo hacia la puerta de embarque. No tengo tiempo para la sala de primera clase hoy. Me obligo a mí misma a no mirar atrás. Pero lo hago: Bob está sosteniendo a mi mamá y las lágrimas caen por sus mejillas.
No puedo contener las mías. Agacho la cabeza y camino a la puerta, manteniendo la mirada en el brilloso piso blanco, borroso por las acuosas lágrimas.

Una vez a bordo, en la lujosa primera clase, me hundo en mi asiento e intento componerme a mí misma. Siempre es doloroso alejarme de mi mamá… ella es despistada, desorganizada, pero perspicaz y me ama. Amor incondicional… lo que todo niño se merece de sus padres. Frunzo el ceño ante mis caprichosos pensamientos y saco mi BlackBerry, mirándolo con desanimo.

¿Qué sabe Zayn sobre el amor? Él no parece haber tenido el amor incondicional que se merecía durante sus primeros años de vida. Mi corazón da un vuelco y las palabras de mi madre flotan como una brisa por mi mente: Sí, Anastasia. Demonios ¿Qué necesitas? ¿Una señal de neón destellando en su frente? Cree que Zayn me ama, pero entonces… ella es mi madre, por supuesto que va a creer eso. Ella cree que me merezco lo mejor de todo. Frunzo el ceño.

Es verdad y en un momento de asombrosa claridad, lo veo. Es muy simple: yo quiero su amor. Necesito que Zayn Malik me ame. Es por eso que estoy tan reticente con respecto a nuestra relación, porque en algún nivel básico y fundamental, reconozco en mí una profunda compulsión por ser amada y querida.

Y a causa de sus cincuenta sombras, me retengo a mí misma. El BDSM es sólo una distracción del verdadero asunto. El sexo es increíble, él es adinerado, hermoso, pero todo eso no tiene sentido sin su amor y lo que en realidad me rompe el corazón, es que no sé si es capaz de amar. Ni siquiera se ama a sí mismo. Recuerdo su auto odio, el amor de ella siendo la única forma que encontró… aceptable. Castigado, azotado, golpeado o lo que fuera que su relación implicara, él se siente indigno de amor. ¿Por qué se siente así? ¿Cómo puede sentir eso? Sus palabras me persiguen: Es muy difícil crecer en una familia perfecta cuando tú no eres perfecto.

Cierro los ojos imaginando su dolor y no puedo ni siquiera comenzar a comprenderlo. Me estremezco al recordar que yo podría haber divulgado demasiado ¿Qué he confesado a Zayn en mis sueños? ¿Qué secretos he revelado?

Miro mi BlackBerry, con la vaga esperanza de que me dé alguna respuesta. Más bien como era de esperar, no es muy comunicativo. Como aún no hemos despegado, decido enviarle un correo a mi Cincuenta Sombras.

De: Anastasia Steele
Asunto: Regreso a casa.
Para: Zayn Malik

Querido señor Malik:
Una vez más estoy instalada en primera clase, lo que le agradezco. Estoy contando los minutos hasta verte esta noche y tal vez torturándote para sacarte la verdad de mis admisiones nocturnas.

Tu Anastasia. X

De: Zayn Malik
Asunto: Regreso a casa.
Para: Anastasia Steele

Anastasia, no puedo esperar a verte.

Zayn Malik
Gerente General, Malik Enterprise Holdings Inc.

Su respuesta me hace fruncir el ceño. Suena demasiado corto y formal, no de su conciso pero ingenioso estilo.

De: Anastasia Steele.
Asunto: Regreso a casa.
Para: Zayn Malik

Queridísimo señor Malik:
Espero que todo esté bien con la “situación”. El tono de tu correo es preocupante.

Anastasia. X

De: Zayn Malik
Asunto: Regreso a casa
Para: Anastasia Steele.

Anastasia:
La situación podría estar mejor. ¿No has despegado ya? Si es así, no deberías enviarme correos. Te estás poniendo a ti misma en una situación de riesgo, en directa contravención a la norma de resguardar tu seguridad personal. Dije en serio lo de los castigos.

Zayn Malik
Gerente General, Malik Enterprise Holdings Inc.

Idiota. De acuerdo. Por Dios. ¿Qué está comiendo? ¿Tal vez la “situación”? Tal vez Taylor se fue sin permiso, tal vez le hizo perder un par de millones de dólares en el mercado de valores, vaya uno a saber.

De: Anastasia Steele
Asunto: Exageración
Para: Zayn Malik

Querido señor Gruñón:
Las puertas del avión aún están abiertas. Estamos retrasados pero sólo por diez minutos. Mi bienestar y el de los pasajeros a mi alrededor está asegurado. Así que puedes guardar tu ansiosa palma por ahora.

Señorita Steele.

De: Zayn Mlaik
Asunto: Mis disculpas, palma ansiosa guardada.
Para: Anastasia Steele

Te extraño a ti y a tu inteligente boca, señorita Steele.
Quiero que llegues a salvo a casa.

Zayn Malik
Gerente General, Malik Enterprise Holdings Inc.

De: Anastasia Steele
Asunto: Disculpas aceptadas.
Para: Zayn Malik

Están cerrando las puertas. No escucharas otro pío de mi parte, especialmente dada tu sordera.
Hasta luego.

Anastasia. X

Apago mi BlackBerry, incapaz de saciar mi ansiedad. Algo le pasa a Zayn. Tal vez la “situación” se le fue de las manos. Me recuesto, dándole un vistazo al casillero donde los bolsos son guardados. Me las arreglé, con la ayuda de mi madre, para comprarle a Zayn un pequeño regalo esta mañana y así agradecerle por la primera clase y por el vuelo. Sonrío con el recuerdo del precio, eso fue algo más. Aun no sé si se lo voy dar. Podría pensar que es infantil… y si está en su humor extraño, tal vez no lo haga.